ACV

Hasta 6 de cada 10 pacientes con ACV desarrollan espasticidad dentro de los 6 meses

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  • La espasticidad es un trastorno motor con manifestaciones como espasmos involuntarios o contracción y tensión muscular de una mano, brazo, pierna o pie. 
  • Si no se la trata adecuadamente y a tiempo, puede duplicar el tiempo de recuperación y aumentar las complicaciones físicas.
  • La rehabilitación integral -que combina kinesiología, terapia ocupacional, tratamientos médicos y apoyo emocional- es clave para recuperar funciones y optimizar la calidad de vida.
  • El acompañamiento del entorno cercano y de las organizaciones de pacientes resultan esenciales para sostener la motivación y atravesar los desafíos logísticos y emocionales. 
  • En ese contexto, se lanzó el sitio web www.unabrujulaentucamino.com.ar con información validada que puede ayudar a la persona y a su entorno a identificar el cuadro, orientar sobre cómo mejorar, qué dudas sacarse con el médico y dónde obtener más ayuda.

Los espasmos involuntarios, las contracciones musculares que ocurren sin control y posturas estáticas como un brazo doblado o pies en una posición incómoda son signos de espasticidad, un trastorno motor que aparece como consecuencia de una lesión en el sistema nervioso central y, la mayoría de las veces, causa también dolor y un impacto significativo en actividades de la vida diaria.

“La espasticidad es una secuela común en las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) o lesiones medulares, aquellas que tienen parálisis cerebral o enfermedades tales como esclerosis múltiple u otras patologías asociadas, aunque el ACV es la principal causa de espasticidad”, sostuvo el Dr. Máximo Zimerman, médico neurólogo, director del laboratorio de neuroplasticidad, estimulación y control motor de INECO y Director Médico de Clínica de Rehabilitación ALCLA.

“Es un cuadro sumamente frecuente en el marco de la rehabilitación luego del accidente cerebrovascular: el 60% de los pacientes con ACV desarrolla algún grado de espasticidad dentro de los 6 meses luego del episodio. Es particularmente relevante realizar el diagnóstico lo más tempranamente posible, ya que la espasticidad no tratada puede requerir el doble de tiempo de recuperación y aumentar las complicaciones físicas”, sostuvo la Dra. Verónica Matassa, médica especialista en Medicina Física y Rehabilitación, miembro fundador de la Sociedad Científica Latinoamérica de Rehabilitación (SOCILAR), Master en Abordaje Integral de la Espasticidad de la Universidad de Salamanca y miembro representante de la Sociedad Internacional de la Sociedad de Medicina Física y Rehabilitación (ISPRM).

No da lo mismo alcanzar la rehabilitación más completa posible que no hacerlo. Sobre ese aspecto se refirió Daniel Prieto, licenciado en Terapia Física, cofundador del Centro de Rehabilitación Manos del Sur: “es frecuente ver que, tras un ACV, personas que logran recuperar progresivamente cierto nivel de lenguaje y la marcha, abandonan la rehabilitación sin terminar un proceso que, gracias a la neuroplasticidad, es muy esperanzador. Aunque persista cierta renguera o la falta de movilidad en una mano, sienten que ya consiguieron bastante -lo que es cierto-, pero perseverar en el proceso de ‘readaptación’ y no bajar los brazos, a muchos podría permitirles caminar casi sin dificultad y recuperar funciones que parecían perdidas. Es fundamental continuar hasta alcanzar los objetivos planteados y el mayor nivel de rehabilitación posible”

Más allá de los aspectos médicos, atravesar un ACV o una enfermedad crónica que afecte la movilidad implica una transformación profunda en la vida cotidiana del paciente y en la de su entorno. La reorganización de horarios, la adaptación de la vivienda, la necesidad de cuidados constantes y la incertidumbre sobre la evolución impactan de lleno en las emociones de toda la familia. Ansiedad, cansancio y frustración suelen aparecer, pero también se fortalecen la paciencia y la resiliencia cuando el grupo logra acompañar el proceso.

La rehabilitación, además, conlleva desafíos logísticos: en muchos casos requiere traslados frecuentes a centros especializados, compatibilizar turnos con la rutina laboral o escolar, y reorganizar dinámicas familiares. “Estas exigencias pueden generar desgaste, pero sostener los tratamientos en el tiempo es clave, porque está demostrado que la constancia se traduce en resultados concretos y en mejoras tangibles en la calidad de vida. Nunca es tarde para rehabilitarse, lo que tiene claras implicancias en la recuperación después de un ACV”, aseguraron los especialistas.

Por eso, el abordaje integral de la espasticidad incluye no sólo la intervención médica y las terapias físicas, sino también un acompañamiento emocional y social que permita a los pacientes y sus familias transitar el camino de la recuperación con más recursos y menos sobrecarga. Cada paso sostenido en la rehabilitación abre la posibilidad de recuperar funciones, ganar independencia y mejorar la calidad de vida.

En este camino, las organizaciones de pacientes cumplen un rol fundamental. “Desde nuestro lugar, concientizamos para trabajar en prevención, pero también brindamos información confiable, promovemos redes de apoyo entre familias que atraviesan experiencias similares y colaboramos en visibilizar las dificultades cotidianas que plantea atravesar una situación así. El acompañamiento ayuda a sostener la motivación en los días más difíciles, pero también ofrece un espacio de contención y de intercambio de aprendizajes prácticos que enriquecen el recorrido”, sostuvo Juan Manzano Small, presidente de la asociación Por una vida libre de ACV. 

En el marco de la rehabilitación, el plan integral podrá incluir tratamientos médicos personalizados, terapias físicas que ayuden a recuperar la movilidad y estrategias para manejar el impacto emocional.

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Desde el Madariaga destacan las señales de alerta del ACV para detectarlo a tiempo

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El Hospital Escuela de Agudos “Dr. Ramón Madariaga” cuenta con un equipo especializado de médicos neurólogos que atiende los distintos tipos de accidentes cerebrovasculares, una de las principales urgencias médicas del sistema de salud. Los dos cuadros más frecuentes son el accidente cerebrovascular isquémico y el hemorrágico, ambos potencialmente graves, pero tratables si se actúa con rapidez.

En el marco del Día Mundial de Lucha contra el Accidente Cerebrovascular, que se conmemora cada 29 de octubre, la Fundación Parque de la Salud se suma a las campañas de concientización orientadas a promover hábitos saludables y a reforzar la importancia del reconocimiento temprano de los síntomas.

En la Argentina, se estima que una persona sufre un accidente cerebrovascular cada 15 a 20 minutos. Es la primera causa de discapacidad en adultos y la tercera causa de muerte, aunque hasta el 80 por ciento de los casos podría prevenirse con controles médicos y un estilo de vida saludable.

Qué es un accidente cerebrovascular

El doctor Christian Bortoluzzi, integrante del Servicio de Neurología del Hospital Madariaga, explicó que un accidente cerebrovascular “es una emergencia médica que se produce por la interrupción del flujo sanguíneo hacia el cerebro”.

“Existen dos grandes tipos: el isquémico, causado por la obstrucción de una arteria, y el hemorrágico, que ocurre cuando una arteria se rompe. En ambos casos se produce la muerte de neuronas”, detalló el especialista.

Los síntomas de presentación incluyen debilidad o pérdida de sensibilidad en la cara, el brazo o la pierna, pérdida de la visión, dificultades para hablar o comprender el lenguaje, mareos o vértigo de inicio abrupto, y dolor de cabeza intenso y repentino.

“Si bien las causas pueden ser múltiples, existen factores de riesgo modificables que podemos tratar, como la hipertensión arterial, el colesterol elevado, la diabetes, el sedentarismo, el tabaquismo, el sobrepeso y la obesidad. Controlando estos factores, reducimos significativamente las probabilidades de sufrir tanto eventos isquémicos como hemorrágicos”, precisó Bortoluzzi.

La importancia del control y la atención temprana

Desde el Hospital Madariaga, los profesionales recomiendan adoptar hábitos saludables y realizar controles regulares de la presión arterial.
“La persona debe tomarse la presión todos los días y llevar un registro. Eso disminuye muchísimo el riesgo de desarrollar esta enfermedad”, subrayó el neurólogo.

Además, advirtió que ante la aparición repentina de síntomas como debilidad, pérdida de sensibilidad, dificultades en el habla o en la visión, se debe acudir de inmediato a una guardia médica.
“En el Hospital Madariaga y en el Hospital SAMIC de Eldorado disponemos de tratamientos específicos que pueden revertir los síntomas si el paciente llega dentro de las primeras cuatro horas y media”, añadió el profesional.

Cinco señales de alerta ante un accidente cerebrovascular

  1. Pérdida de fuerza o sensibilidad en la cara, el brazo o la pierna, especialmente de un solo lado del cuerpo.
  2. Dificultad para hablar o comprender lo que otros dicen.
  3. Alteraciones visuales súbitas en uno o ambos ojos.
  4. Problemas de equilibrio, coordinación, mareos o dificultad para caminar.
  5. Dolor de cabeza intenso y repentino, sin causa aparente.

Ante cualquiera de estos signos, cada minuto cuenta. Se debe llamar de inmediato al servicio de emergencias o acudir a la guardia del Hospital Madariaga o de un centro especializado.

Prevención: hábitos que salvan vidas

La mayoría de los accidentes cerebrovasculares se relaciona con factores prevenibles. Mantener un estilo de vida equilibrado, con alimentación saludable, ejercicio físico regular, control del estrés y chequeos médicos periódicos, puede reducir de forma significativa el riesgo.

El Hospital Escuela de Agudos “Dr. Ramón Madariaga” reafirma su compromiso con la prevención, el diagnóstico temprano y la atención integral de esta patología que, reconocida a tiempo, puede tratarse y evitar secuelas graves.

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¿Cómo actuar ante un ACV?

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Un nuevo relevamiento nacional reveló que, aunque la mayoría de los argentinos reconoce la gravedad del accidente cerebrovascular y cree que puede prevenirse, aún persisten importantes vacíos de conocimiento sobre cómo actuar frente a sus síntomas. Siete de cada diez personas manifiestan saber qué es un accidente cerebrovascular, pero solo el 38 por ciento declara sentirse preparado para reaccionar correctamente ante un caso cercano, y cuatro de cada diez desconocen que el tratamiento debe iniciarse lo antes posible dentro de las primeras cuatro horas y media para evitar secuelas graves o la muerte.

El relevamiento fue realizado por la consultora Voices durante septiembre de 2025 mediante una encuesta en línea a 806 hombres y mujeres mayores de 16 años, residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza y Tucumán. El estudio indagó percepciones, conocimientos y actitudes ante el accidente cerebrovascular, una enfermedad que se ubica entre las primeras causas de discapacidad y muerte en adultos, pero que puede prevenirse y muchas veces tratarse eficazmente si se actúa a tiempo.

Ocho de cada diez argentinos reconocen estar preocupados por su riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular, especialmente las mujeres, los mayores de 35 años y las personas de menores recursos. Sin embargo, cuando se consulta sobre cómo actuarían ante un episodio, tres de cada cuatro elegirían acudir al centro de salud más cercano, contra solo un 17 por ciento que priorizaría uno adecuadamente preparado para el abordaje del accidente cerebrovascular, aun cuando estos centros son los únicos con personal, equipamiento, medicación y protocolos para realizar las intervenciones necesarias. Eso se explica porque el 55 por ciento de la población cree que cualquier hospital puede atender un accidente cerebrovascular.

“Un accidente cerebrovascular es una emergencia médica tiempo-dependiente. Cada minuto sin tratamiento equivale a la pérdida de dos millones de neuronas. Por eso, el primer reflejo debe ser llamar al servicio de emergencias y, si por algún motivo no es lo más conveniente, dirigirse a un centro preparado para el manejo del accidente cerebrovascular, que probablemente no sea el más cercano. En ningún lugar del mundo es necesario que todos los centros de salud tengan el mismo nivel de complejidad para brindar todas las prestaciones. Lo que sí es clave es articular para que cada persona sea derivada en tiempo y forma al centro correcto para recibir la atención que requiere”, advirtió el doctor Matías Alet, médico neurólogo, integrante del staff del Instituto de Neurología y Neurocirugía (FLENI) y titular de la Unidad de Accidentes Cerebrovasculares del Hospital Ramos Mejía.

Sobre este punto, el doctor Adolfo Savia, médico emergentólogo y terapista intensivo, presidente del Consejo de Emergencias de la Sociedad Argentina de Medicina y director médico de la Clínica de Rehabilitación Otamendi, explicó que “en diferentes distritos del país, tales como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba, Mar del Plata, Mendoza, Neuquén, Salta y Tucumán, se viene trabajando en la articulación colaborativa de redes de atención del accidente cerebrovascular, de manera que la comunidad pueda identificar pronto los signos y llamar al servicio de emergencias médicas. Ellos confirmarán rápidamente el diagnóstico, realizarán la estabilización inicial y definirán a qué centro de salud —adecuadamente preparado— deben trasladar al paciente para que reciba el tratamiento específico en el menor tiempo posible. La comunicación eficaz que se realiza antes de la llegada al hospital permite que se active el protocolo con el tomógrafo disponible y el equipo preparado para completar el diagnóstico y brindar los tratamientos necesarios para disminuir las secuelas y la mortalidad que provoca la enfermedad”.

Necesidad de más información

Aunque el 69 por ciento se considera informado sobre la enfermedad, solo un tercio conoce reglas o indicadores para identificar los síntomas rápidamente, como la regla “FAST” (por sus siglas en inglés: cara, brazo, habla y tiempo), que refiere a signos que aparecen de un momento a otro, como entumecimiento de parte del rostro, debilidad en uno de los brazos, confusión o trastornos del habla, y el hecho de que es tiempo-dependiente.

Entre los signos que permiten sospechar la presencia de un accidente cerebrovascular más mencionados por la gente en el relevamiento figuran la confusión repentina, el dolor de cabeza intenso, la dificultad para hablar o entender, la parálisis o debilidad muscular y el aumento de la presión arterial. Sin embargo, aún un 5 por ciento de los encuestados no pudo identificar ninguno.

“La detección precoz y el abordaje inmediato son claves para evitar la muerte y el daño neurológico irreversible, en forma de secuelas en el habla, la vista, la autonomía para desplazarse, la deglución e inclusive en las acciones más básicas de la vida diaria. El tratamiento más frecuente es con un fármaco fibrinolítico, una droga que disuelve un coágulo formado en una de las arterias del cerebro. Este tratamiento debe iniciarse dentro de las primeras cuatro horas y media desde el inicio de los síntomas o desde la última vez que fue visto normal. Incluso dentro de esa ‘ventana’ de tiempo, cuanto antes se administre el tratamiento, mejores son los resultados, con menores secuelas. Por eso, actuar con velocidad desde el reconocimiento y el pedido de ayuda es clave, y allí la comunidad tiene un rol fundamental. Después de ese período, aún existen tratamientos, incluyendo en algunos casos procedimientos como la trombectomía mecánica, un cateterismo cerebral que permite remover coágulos grandes. Sin embargo, la complejidad y los recursos requeridos son mayores y las posibilidades de recuperación total disminuyen drásticamente con el paso del tiempo”, describió el doctor Savia.

El estudio también reveló que la mitad de los argentinos cree que las ambulancias tardan demasiado y un 38 por ciento considera más rápido trasladarse por cuenta propia, lo que lleva a decisiones que potencialmente implican mayor riesgo o son negativas.

A pesar de la falta de información práctica, el 90 por ciento de los argentinos cree que es posible recuperarse si el accidente cerebrovascular se trata a tiempo, lo que muestra una esperanza fundada, aunque no siempre acompañada por conductas adecuadas: seis de cada diez encuestados no sabrían o no están seguros de cómo actuar si alguien a su alrededor presenta síntomas.

Prevención y percepción de riesgo

El 77 por ciento considera posible prevenir un accidente cerebrovascular a través de la realización de chequeos médicos periódicos (71 por ciento), el control del estrés (70 por ciento), la actividad física (64 por ciento), el descanso adecuado (57 por ciento) y una dieta equilibrada (56 por ciento). Sin embargo, los más jóvenes y los sectores de menores ingresos siguen estando menos informados y preparados para actuar ante una emergencia.

Hace falta continuar difundiendo para que más gente sea consciente de los riesgos del accidente cerebrovascular y aprenda a identificarlo y actuar con velocidad. Por esto, este miércoles 29 de octubre, Día Mundial del Accidente Cerebrovascular, se realizará una actividad de concientización en Buenos Aires, en Diagonal Sáenz Peña y Cerrito, frente al Obelisco, en el horario de 10 a 17, con la instalación de un reloj gigante para recordar el carácter tiempo-dependiente de esta enfermedad, y una cabina interactiva para grabar y compartir a través de redes sociales mensajes de concientización; además, se distribuirá folletería informativa. Esta iniciativa busca visibilizar la problemática haciendo partícipe a la comunidad.

“Necesitamos transformar la conciencia en acción. No alcanza con saber que es importante llevar una vida saludable o reconocer que el accidente cerebrovascular es grave: debemos aprender a identificarlo y actuar en cuestión de minutos. Las campañas deben transmitir este mensaje de manera clara, constante y cercana. De poco sirve mejorar todos los pasos prehospitalarios y hospitalarios por parte de los actores del sistema de salud, si la población no reconoce los síntomas ni realiza una pronta llamada a la ambulancia. Se pierde tiempo irrecuperable, y tiempo es cerebro”, concluyó el doctor Alet.

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Locomotora Olivera: las claves para el buen manejo del ACV

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Reconocer los síntomas a tiempo, llamar de inmediato al servicio de emergencias y activar el protocolo adecuado para trasladar al paciente a un centro de salud preparado puede marcar la diferencia entre una recuperación exitosa y consecuencias graves.

Buenos Aires, 24 de julio de 2025 – En la Argentina se registran alrededor de 60.000 accidentes cerebrovasculares (ACV) por año. El ACV es una de las principales causas de muerte y de discapacidad adquirida en adultos. Se trata de una patología tiempo-dependiente: cuando los signos se detectan rápidamente y la persona recibe atención médica de forma inmediata, las posibilidades de recuperación aumentan significativamente.

Especialistas remarcan que no solo es clave reconocer los síntomas, sino también contar con un sistema de respuesta ágil y coordinado. Esto implica una red de atención que funcione desde el primer momento: desde la recepción de la llamada en el servicio de emergencias, el traslado en ambulancia, hasta la atención en un centro médico capacitado para actuar con rapidez y eficacia. Si todos los eslabones de esta cadena funcionan de manera articulada, se favorece una atención oportuna y adecuada. El ACV es una urgencia médica, y como tal, requiere intervención inmediata.

“El accidente cerebrovascular no avisa. Se manifiesta en forma súbita y cada minuto cuenta. Por eso es fundamental que la comunidad sepa cómo actuar ante un posible ACV y que los sistemas de salud estén organizados para dar una respuesta rápida y coordinada”, señaló la doctora Virginia Pujol Lereis, médica neuróloga y subjefa del Servicio de Neurología Vascular de FLENI.

Los ACV pueden ser isquémicos, cuando una arteria del cerebro se obstruye, o hemorrágicos, cuando se rompe un vaso sanguíneo. En ambos casos, la urgencia es la misma: la atención médica debe iniciarse cuanto antes. En el caso del ACV isquémico, existe una “ventana terapéutica” que permite administrar tratamientos destinados a desobstruir la arteria afectada, lo que mejora el pronóstico y reduce las secuelas.

Entre los síntomas más frecuentes se destacan: pérdida súbita de fuerza o sensibilidad en la cara, brazo o pierna (especialmente de un solo lado del cuerpo), dificultad para hablar o comprender, alteraciones visuales, problemas para caminar, pérdida del equilibrio y dolor de cabeza intenso y repentino sin causa aparente.

“No hay que subestimar estas señales. Muchas veces las personas creen que se trata de algo pasajero, que se les va a pasar, y retrasan la consulta. Esa demora puede traducirse en secuelas irreversibles o incluso en la muerte. La indicación siempre debe ser la misma: llamar de inmediato al sistema de emergencias”, advirtió el doctor Pablo Ioli, presidente de la Sociedad Neurológica Argentina.

Además del reconocimiento precoz de los síntomas por parte de la población, los especialistas insisten en la necesidad de contar con una red de atención estructurada. Esto implica disponer de ambulancias entrenadas para identificar un posible ACV, brindar los primeros cuidados y trasladar al paciente a un centro médico adecuado, donde lo espere un equipo capacitado con los recursos necesarios.

“No todos los hospitales están en condiciones de brindar atención integral frente a un ACV. Por eso es fundamental que el traslado se realice al lugar correcto desde el primer momento. Esto requiere coordinación, comunicación fluida entre los equipos y la implementación de protocolos validados internacionalmente”, explicó el doctor Ioli.

Los centros especializados deben contar con personal capacitado las 24 horas, equipos para realizar estudios de imágenes cerebrales –como tomografía computada–, unidad de terapia intensiva y quirófano. La disponibilidad de estos recursos y la rapidez en la atención pueden marcar una diferencia sustancial en la evolución del paciente.

Por último, la doctora Pujol Lereis subrayó la importancia de la prevención: “En muchos casos, el accidente cerebrovascular es evitable. Existen factores de riesgo modificables como la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, el colesterol elevado y el sedentarismo, que aumentan la probabilidad de padecer un ACV. Controlarlos reduce las chances de sufrir un evento de este tipo. La prevención comienza con hábitos saludables y chequeos médicos regulares”.

Informarse, actuar con rapidez y fortalecer las redes de atención son hoy las herramientas más efectivas para enfrentar el ACV. Estar preparados puede marcar la diferencia entre una vida plena y una marcada por la discapacidad.

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Bebidas azucaradas: el enemigo detrás de la diabetes y las enfermedades cardíacas

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El consumo masivo de bebidas azucaradas está causando una ola de enfermedades crónicas en todo el mundo, con América Latina como una de las regiones más afectadas. En Argentina, estas bebidas son responsables de cientos de miles de nuevos casos de diabetes y enfermedades cardiovasculares cada año.

Cada año, a nivel global, se diagnostican 2.2 millones de nuevos casos de diabetes tipo 2 y 1.2 millones de enfermedades cardiovasculares relacionadas con el consumo de bebidas azucaradas, lo que representa el 9,8% y el 3,1% respectivamente de todos los incidentes a nivel mundial. En América Latina y el Caribe, estos productos son responsables de más de 1 de cada 10 nuevos casos de enfermedades cardiovasculares. Estas conclusiones surgen de una investigación publicada recientemente en Nature Medicine y realizada por expertos de la Escuela Friedman de Ciencias y Políticas de la Nutrición de la Universidad Tufts (EE. UU.), en la que se analizaron datos de 184 países para cuantificar la carga de enfermedades atribuibles al consumo de bebidas azucaradas.

El estudio revela que dos países latinoamericanos destacan entre los más afectados. Entre los 30 países más poblados, Colombia registró el mayor aumento en nuevos casos de diabetes tipo 2 atribuibles a las bebidas azucaradas, con 793 casos más por cada millón de adultos, seguida por Estados Unidos, Argentina y otros países de la región. Además, se destacó que en América Latina, las bebidas azucaradas fueron responsables de más del 10% de los nuevos casos de enfermedades cardiovasculares, con Colombia y México en el centro del problema.

El impacto de estas bebidas no solo se refleja en las estadísticas, sino también en las graves consecuencias metabólicas que ocasionan, tales como resistencia a la insulina y aumento de peso, factores claves en el desarrollo de enfermedades crónicas. Además, su consumo está vinculado a un incremento en enfermedades cardiovasculares, como hipertensión y aterosclerosis, lo que resulta en un mayor riesgo de infartos y accidentes cerebrovasculares.

Este fenómeno se ve acentuado por patrones de consumo culturalmente arraigados, especialmente en países con menor acceso a servicios de salud, como ocurre en muchas zonas de América Latina. Los autores de la investigación instan a la implementación urgente de medidas basadas en evidencia para reducir el consumo global de bebidas azucaradas, con el fin de evitar que más vidas se vean afectadas por estas enfermedades prevenibles.

El impacto del consumo de bebidas azucaradas en Argentina

Un estudio realizado en el país por el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), reveló datos alarmantes y fijó un antecedente del grave impacto de estas bebidas en la salud, que va más allá de la diabetes. Las cifras en Argentina también apuntan a 514.000 casos de sobrepeso y obesidad en adultos, y 774.000 en niños y adolescentes.

Además, las enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, problemas osteomusculares, asma, lesiones renales y cáncer también se asocian con el consumo de bebidas azucaradas, lo que resulta en 12 muertes por día en el país. La Dra. Andrea Alcaraz, una de las investigadoras principales, advierte que lo que la población sabe acerca de las bebidas azucaradas es solo una fracción de lo que realmente implica su consumo. “Las latas, botellas y cajitas son solo la parte visible del iceberg. Lo que está oculto, lo que no vemos, es el daño a la salud pública: la diabetes, la obesidad, y otras enfermedades derivadas de estas bebidas”, explica.

El sistema de salud destina alrededor de 55.800 millones de pesos anuales para tratar enfermedades relacionadas con el consumo de bebidas azucaradas, lo que representa el 2.8% del presupuesto nacional en salud. Los investigadores señalan que la implementación de políticas como el etiquetado nutricional, impuestos a estas bebidas, medidas educativas, la modificación del entorno escolar y la restricción de la publicidad son intervenciones clave para reducir el consumo y sus efectos. Estas políticas han mostrado resultados positivos en otros países, y la urgencia de aplicarlas es clara para mitigar el impacto global de las bebidas azucaradas en la salud pública.

El daño metabólico causado por estas bebidas, como la resistencia a la insulina y el aumento de grasa visceral, es solo uno de los mecanismos por los cuales las bebidas azucaradas contribuyen al crecimiento de enfermedades crónicas.

En regiones como América Latina, el consumo elevado está relacionado con patrones culturales y la falta de acceso a alternativas más saludables. Las investigaciones revelan que, aunque en algunas regiones como África y Asia el consumo per cápita es menor, el aumento de dietas procesadas y bebidas azucaradas está generando un repunte de enfermedades metabólicas en poblaciones más jóvenes.

Fuente: Nature, IECS

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