BALOTAJE

Rival histórico del PT, senador y excandidato presidencial José Serra votará a Lula en el balotaje

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El senador de centroderecha brasileño José Serra, excandidato presidencial y exgobernador del estado de San Pablo, anunció hoy que votará al líder opositor Luiz Inácio Lula da Silva en el balotaje de este mes contra el mandatario Jair Bolsonaro.

Serra, quien sigue siendo crítico de Lula y de su Partido de los Trabajadores (PT), es una de las figuras históricas de la construcción de la democracia brasileña moderna que aún permanecen en el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

“No quiero extenderme mucho, pero frente a las opciones, mi voto irá para Lula”, afirmó Serra.

Exministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso (1994-2002), Serra perdió las presidenciales de 2002 ante el dos veces mandatario Lula y las de 2010 frente a Dilma Rousseff, también del PT.

Serra fue uno de los principales críticos del Gobierno de Rousseff (2011-2016) y luego asumió como canciller de Michel Temer (2016-2018) cuando éste reemplazó a Rousseff, de la cual era vicepresidente, tras su destitución en un juicio político en el Congreso.

Para la gobernación paulista, Serra dijo que votará al candidato del partido procristiano Republicanos, el bolsonarista Tarcisio Freitas, que enfrentará en balotaje a Fernando Haddad, exintendente de San Pablo, del PT.

La decisión de Serra ocurre en medio del torbellino de disputas internas iniciado el martes con la decisión del gobernador saliente de San Pablo, Rodrigo García, del PSDB, de declarar el apoyo “incondicional” a la reelección del Bolsonaro.

Serra fue candidato a diputado el domingo y no logró ser electo.

Tercero en la elección paulista, García dejó el terreno para la recuperación de Bolsonaro en la segunda vuelta ofreciendo la estructura del PSDB que gobierna San Pablo para recuperarse de los seis millones de votos que los separan de Lula.

Lula venció a Bolsonaro en la primera vuelta electoral del domingo 2 de octubre por 48% contra 43% de los votos, y ambos pasaron a una segunda vuelta que se celebrará el 30 de octubre. Otros nueve candidatos presidenciales quedaron eliminados.

A Bolsonaro también obtuvo el respaldo de los gobernadores de los otros dos estados más grandes del país, los de Minas Gerais, Romeu Zema, y Río de Janeiro, Claudio Castro, con lo cual el ultraderechista logró unir apoyos en la región más poblada.

El PSDB evitó elegir un candidato para el balotaje y liberó a sus directorios regionales para realizar alianzas específicas.

El partido del expresidente Cardoso está en alianza con el expresidente Temer en torno de la candidatura de la senadora Simone Tebet, que salió tercera en la elección presidencial del domingo con 4% de los votos.

Lula obtuvo ayer el apoyo del cuarto colocado, Ciro Gomes, y de su Partido Democrático Laborista (PDT) para la segunda vuelta. Gomes logró el 3% de los votos.

Lula esperaba este miércoles el apoyo de Tebet y de parte del Movimiento de la Democracia Brasileña (MDB).

El gobernador del amazónico estado de Pará, Helder Barbalho, del MDB, ratificó que Lula será su opción en la segunda vuelta,en virtud de sus alianzas regionales con el PT.

Parte del MDB ya está con Lula desde hace más de dos décadas, como los referentes del Senado liderados por el senador Renan Calheiros, cuyo hijo Renan Filho, un lulista, gobierna el estado de Alagoas, en el noreste.

El PSDB se encuentra en la peor crisis de su historia porque con el gobernador García ha perdido San Pablo luego de haberlo administrado durante 27 años.

El candidato a vicepresidente de Lula, Geraldo Alckmin, fue gobernador de San Pablo en cuatro mandatos por el PSDB.

Luego de 2018, ante el corrimiento a la derecha del partido socialdemócrata en alianza con Bolsonaro, se afilió al Partido Socialista Brasileño, de la coalición opositora.

El PSDB es considerado una de las causas de la inestabilidad brasileña de la última década después del no reconocimiento de los resultados electorales que hizo el candidato Aecio Neves, del ala neoliberal del partido, cuando fue derrotado por Rousseff en 2014, aunque la justicia electoral determinó que los comicios fueron transparentes y sin fraude.

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Chile espera con tranquilidad el balotaje presidencial

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Mientras que en las calles los chilenos parecen más preocupados en las compras navideñas que en las elecciones, en las redes se vive la previa con crispación: los hashtag #Boric y #Ansiedad dominan el espacio y los debates sostienen la tensión y polarización.

Por IVÁN GAJARDO MILLAS – Las calles de Santiago amanecieron este sábado tranquilas en la jornada previa al crucial balotaje presidencial que enfrentará al candidato de la ultraderecha, José Antonio Kast, y al de izquierda, Gabriel Boric, sin la inquietud preelectoral mostrada en los días anteriores.

Algunas portadas matinales de los principales periódicos mostraron información lateral sobre la jornada de votación, sus eventuales efectos sobre los mercados, etc. mientras otras se las arreglan para incluir declaraciones de los candidatos, siempre en estricto cumplimiento de la veda vigente.

Pero en el central paseo Ahumada casi nadie se detiene a mirar las noticias y muchos parecen más preocupados por adquirir adornos en una enorme feria navideña emplazada allí, que se extiende hasta la Plaza de Armas, a una cuadra del histórico edificio que funcionó por décadas como el Congreso Nacional y hoy alberga a la Convención Constituyente.

El panorama evidencia un enorme contraste con la crispación que muestran las redes sociales, como Twitter donde este spabado los hashtag #Boric y #Ansiedad dominan el espacio y los debates sostienen la tensión y polarización que marcaron las últimas semanas.

El viernes por la noche, algunos enfrentamientos entre decenas de manifestantes y policías se registraron en la emblemática Plaza Dignidad, como todos los viernes desde el estallido social de 2019.

Este sábado, sin embargo, la tranquilidad matinal dominaba ese lugar, que parece extrañar el ajetreo que copó las portadas de los diarios del mundo hace apenas dos años, y que el tiempo, la pandemia y la vida cotidiana fueron transformando nuevamente en gris rutina capitalina.

A escasos metros de La Moneda, sede del Gobierno chileno, un grupo de jóvenes contó a Télam su preocupación ante la posibilidad de que gane Kast.

“Nosotros somos del Sur y en el Sur no nos gusta la derecha”, dijo Rosa, la más conversadora del grupo, que duda entre sacarse o no el barbijo para conversar con periodistas.

A unas pocas cuadras de allí, Víctor, un barrendero con uniforme de la Municipalidad de Santiago sostuvo que el candidato de la ultraderecha “representa el capitalismo y tiene mucha plata hecha en sus negocios”, una declaración que inicia una catarata de argumentos que -sorpresivamente- desemboca en “lo importante que es votar por Kast”.

Víctor vivió como inmigrante en España “en la época de (José Luis Rodríguez) Zapatero”, donde aprendió lo que significaba ser “sudaca”. Parece ser un recuerdo incómodo, pero minutos después larga una ristra de insultos contra la inmigración en Chile, particularmente contra “haitianos, dominicanos y venezolanos”.

“Nos vienen a sacar el trabajo a nosotros que somos chilenos poh”, denunció, repitiendo una frase que suena cada vez más en los últimos años en el país y explica en parte el avance de la ultraderecha.

Un hombre que limpia la vereda de la Catedral de Santiago se acerca, pero declina hablar de política, aunque muestra subrepticiamente el número dos con los dedos, en señal de su apoyo por Kast.

Rumbo al elegante poniente de la ciudad de Santiago hay una veintena de cuadras que aún muestran las huellas del estallido de octubre de 2019, un colorido caleidoscopio de miles de grafitis que condensan decenas de demandas que centran la agenda política chilena: género, el conflicto mapuche, feminismo, la Constitución, las jubilaciones, la educación.

En los últimos días se sumaron grafitis alusivos a la muerte de la viuda de Pinochet, Lucía Hiriart, quien falleció a los 99 años el pasado jueves, lo que desató una serie de reacciones de todo tipo -lamentos y festejos- en otra señal que da cuenta de la enorme fragmentación de la sociedad chilena.

En los exclusivos barrios de Lo Barnechea y La Dehesa, en el oeste de la ciudad, con casas valuadas en millones de dólares y un parque automotor de sorprendente modernindad, nada parece indicar que en las próximas horas habrá una elección presidencial.

Los niños juegan en arbolados parques mientras un grupo de jóvenes obedece a un coqueto letrero, al lado de una especie de una minipista de atletismo que propone: “No olvides elongar después de hacer ejercicios”.

No hay señales de que acá hubo carteles o propaganda política en algún momento. Las prolijas calles siguen su rutina habitual.

Ramiro, un taxista que circula por la zona, contó a Télam que votará por Boric. Explicó que ideológicamente se siente cercano a la izquierda e incluso narró sus peripecias militantes como férreo opositor a la dictadura. Finalmente concluyó: Chile es un país donde “el que la sabe hacer, le va bien…no hay modo de que si haces un negocio inteligente te vaya mal”.

Este domingo este país fragmentado y contradictorio definirá entre un candidato de izquierda de 35 años que abraza abiertamente la idea de aprobar una nueva Constitución que cambie la institucionalidad que produjo la paradoja actual de la estabilidad y la desigualdad, y otro de 55 años que se niega a calificar al Gobierno de Augusto Pinochet como una dictadura y propone garantizar una continuidad con las políticas de Estado de las últimas décadas.

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