(Por Mara Laudonia) El final gobierno de Fernando de la Rúa, aquel 20 de diciembre, marcó el fin de una era económica, signada por la Ley de Convertibilidad y las políticas del Consenso de Washington y el comienzo de una etapa caracterizada por una flotación “administrada” del tipo de cambio combinadas con medidas más heterodoxas.
Pero en la transición al nuevo modelo se desarrolló por medio de una secuencia de medidas económicas que significaron un ola de quiebras y un duro golpe al bolsillo de los cuidadanos, ahorristas, consumidores, inversores y lasa arcas del Estado.
El denominado “corralito” marcó el inicio del fin del gobierno de Fernando de la Rúa, y si bien se diseñó para intentar salvar el modelo de la Convertibilidad (basado en la paridad 1 a 1 del peso con el dólar) frenar la caída de las reservas, y evitar un default, sus efectos ocasionaron todo lo contrario.
El sábado 1 de diciembre, luego del cierre de una semana llena de versiones, corridas bancarias y un clima generalizado de desconfianza en la City porteña, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, anunciaba el congelamiento de los depósitos en dólares existentes en los bancos, que sumaban 16.000 millones de dólares en cajas de ahorro y alrededor de 42.000 millones en plazos fijos.
Con el “corralito” se buscó ponerle un tapón a la fuga de depósitos que había comenzado en octubre de 2000, en medio de la crisis política que generó en la administración de La Alianza con la renuncia del entonces vicepresidente, Carlos ‘Chacho’ Alvarez.
La fuga de divisas pasó por una efímera recuperación gracias al anuncio del “blindaje”, y luego volvió a incrementarse a partir de marzo de 2001, con la renuncia del ministro de Economía, José Luis Machinea.
Con el propósito de aferrarse a su promesa de mantener la convertibilidad y evitar una devaluación, De la Rúa acudió a Cavallo, “el padre de la criatura” y mentor de esa norma que, en 1991, durante la presidencia de Carlos Menem había establecido que, por cada dólar que ingresara a las reservas, se emitiría un peso.
En sus primeros meses de gestión, Cavallo logró un aparente respiro, cuando en junio del 2001 la salida de depósitos se aminoró en función de la reprogramación de la deuda pública conocida como “megacanje”, pero sus beneficios tuvieron un corto alcance.
La ultima corrida comenzó en julio de ese año, y fue tomando velocidad. En agosto, el secretario del Tesodo de EEUU John Taylor, visitó la Argentina “preocupado” por la volatilidad de los depósitos bancarios.
Una vez más, la Argentina acudió al FMI para solicitar una ampliación del acuerdo de “stand by” pero tampoco así se frenó la fuga, como tampoco lo hizo un nuevo canje de deuda en dólares “compulsivo”, por préstamos garantizados bajo ley nacional, a fines de noviembre, para las AFJP y bancos, entre otros. El ultimo manotazo de ahogado resulto entonces el “corralito”, que estableció el 2 de diciembre de 2001, un límite de 250 pesos semanales para el retiro de fondos bancarios.
Hacia fines de ese año, los gobiernos provinciales, escasos de dinero, comenzaron a instaurar las denominadas cuasimonesdas para pagar sueldos y contratos a proveedores.
Eran una especie de bonos, que se usaron como moneda corriente para intercambio de bienes.
Entre 2001 y 2003 se habían emitido cuasimonedas por el equivalente a 2.500 millones de dólares, que fue finalmente el costo del rescate que pagó el Gobierno nacional para terminar con esos instrumentos, de los cuales el más difundido fue el Patacón, emitido por la provincia de Buenos Aires.
Cuando el puntano Adolfo Rodríguez Saá fue designado presidente (cargo en el que permaneció durante ocho días), el 23 de diciembre por la Asamblea Legislativa, se declaró la cesación de pagos de la deuda externa y, de esta forma, el país ingresó al default.
Se suspendieron los pagos de una deuda que alcanzaba los U$S 144.453 millones que alcanzaba por entonces la deuda pública argentina.
La medida afectó inicialmente a U$S 61.803 millones en bonos y títulos públicos bajo legislación extranjera, y a otros U$S 8.030 millones de otras obligaciones.
En cambio, se mantuvieron los pagos con organismos multilaterales -U$S 32.400 millones- y los recientemente emitidos préstamos garantizados U$S 42.260 millones emitidos a bancos en el país y AFJP locales.
El 3 de enero de 2002, bajo el gobierno de Eduardo Duhalde, quien resultó el quinto presidente en menos de 15 días, se anunció que “la devaluación estaba descontada”, y el encargado de implementarla fue el entonces ministro de Economía, Remes Lenicov.
Duhalde confirmó la devaluación apenas un día después de haber pronunciado su memorable frase en su discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa: “El que depositó dólares recibirá dólares”.
En todos los rubros de la economía, las estadísticas mostraban un rojo de dos dígitos: pobreza llegaba al 36 por ciento y el desempleo a un 18,3 por ciento.
En tanto, las reservas del Banco Central eran de 9 mil millones de dólares, regían 14 tipos de cuasimonedas (el 65 por ciento del dinero circulante) y los bancos se encontraban “destruidos”, según reconocía el propio Remes Lenicov.
El 6 de enero de 2002 se derogó la Ley de la Convertibilidad, que había estado en vigencia desde 27 de marzo de 1991.
En febrero de 2002, el Gobierno de Duhalde decidió convertir compulsivamente a pesos los depósitos bancarios en moneda extranjera, a una tasa de $1,4 por dólar.
Adicionalmente, se instauró el denominado “corralón”, por el cual los depósitos a plazo constituidos hasta fines de 2001, incluyendo los pesificados y los originalmente pactados en pesos, fueron transformados en depósitos de plazo extendido, con vencimientos parciales que llegaban hasta 2005, lo que desató una ola de protestas ante las Justicia.
Asomó así una nueva economía, que tardó tiempo en ordenarse, y que le costó una deuda adicional al Estado argentino de casi 30.000 millones de dólares, en entre 2002 y 2005.
Paradójicamente en este tiempo, el FMI pasó de ser prestamista de última instancia a cobrador de primera instancia.
En abril el 2002 tomaba la posta en Economía, Roberto Lavagna, quien negoció con el organismo un nuevo acuerdo bajo la presidencia de Néstor Kirchner y concretó tres años después la primera reestructuración de la deuda en default.
El nuevo modelo económico basado en la flotación administrada, comenzó a dar frutos a partir de 2003, cuando se logró, por un lado, algo inédito en la historia argentina reciente: el pago total de la deuda con el FMI, concretado a fines del 2005 por iniciativa de Kirchner.
El exministro de Economía, Domingo Cavallo, salió al cruce de periodistas del Frente de Todos y trolls K por una serie de posteos en el que compararon tapas de diario previo al estallido de diciembre de 2001 y sus anuncios con el valor del pesos meses después.
A 20 años del corralito, el economista de 75 años posteó un breve comunicado desde su blog titulado “Mi anuncio del corralito el 3 de diciembre de 2001”. Allí, Cavallo insertó 2 videos históricos que repasan sus anuncios y responsabilizó por la devaluación y el default al peronismo con los presidentes que sucedieron a Fernando de la Rúa:
“He visto que hay periodistas y tweeteros que están presentando videos y reportajes de aquella época con un tono burlón, porque sólo treinta días después de mis intervenciones en las que dije que no habría default ni devaluación, el gobierno que se hizo del poder a partir del golpe institucional del 20 de diciembre de 2001, disponía el default de la deuda pública, aún la que ya estaba reestructurada a partir del préstamo garantizado y, pocos días después, destruía la convertibilidad al disponer la pesificación compulsiva de todos los depósitos y préstamos en dólares y de todos los contratos que se habían pactado en esa moneda”.
Recordemos que la crisis política se acentuó el 7 de octubre del 2000 con la renuncia del vicepresidente Carlos ‘Chacho’ Álvarez. Tras los procedimientos de la sucesión presidencial establecida en la Constitución, el presidente del Senado, Ramón Puerta, asumió el cargo y la Asamblea Legislativa (un cuerpo formado por la fusión de las dos cámaras del Congreso) fue convocada. Por ley, los candidatos fueron los miembros del Senado, además de los gobernadores de las provincias, quienes finalmente nombraron a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador de San Luis.
El presidente interino, Rodríguez Saá, declaró el default financiero, con lo que Argentina se declaraba insolvente para pagar las deudas contraídas. Esta acción fue muy popular entre los argentinos. Sin embargo, solo unos pocos días después de establecer el default, se descubrió que Rodríguez Saá había pagado US$ 150 millones al FMI.
Rodríguez Saá, totalmente incapaz de hacer frente a la crisis y sin el apoyo de su propio partido, renunció antes de que finalizara el año. La Asamblea Legislativa fue convocada nuevamente, y se nombró al exgobernador y excandidato presidencial Eduardo Duhalde, en ese entonces senador por la provincia de Buenos Aires para tomar su lugar. Y así fue.
Después de mucha deliberación, el 6 de enero de 2002, el presidente interino Eduardo Duhalde decidió dar fin a la Ley de Convertibilidad que hab ía estado en vigor durante diez años. En cuestión de días, el peso perdió una gran parte de su valor en el mercado no reglamentado. Un provisional “oficial” del tipo de cambio se fijó en 1,40 pesos por dólar.
Además del corralito, el Ministerio de Economía dictó la pesificación, por la cual todos los saldos bancarios en dólares se convertirían a pesos al tipo de cambio oficial. Esta medida enfureció a la mayoría de los ahorristas y se hizo un llamamiento por muchos ciudadanos para declarar su inconstitucionalidad.
Ayer (2/12), en su posteo, Cavallo hizo hincapié en que “me interesa que los seguidores de este blog, conozcan este material porque será útil para entender la discusión que estoy seguro que se va a desatar alrededor del 20 de diciembre, cuando los promotores de aquel golpe institucional y de las decisiones que provocaron el caos de enero de 2002, tratarán de volver a transformarme en el chivo expiatorio, tal como lo hicieron a lo largo de los años que siguieron a aquella tragedia”.
Entonces, recomendó una nota que le hicieron por aquellos los periodistas Sergio Moreno (QEPD) y Maximiliano Montenegro para Página12, titulada “No podíamos permitir que se siga fugando el capital”:
Domingo Cavallo tiene un día frenético, uno más de la saga que viene gestando desde que asumió hace casi nueve meses. A pesar del frenesí, luce químicamente tranquilo, no se enoja y el énfasis anida en la gestualidad de su rostro, no así en sus ademanes. Como una vez más, ayer le tocó jugar el rol de comunicador del Gobierno. En voz calma, desgranó sin minucias cada una de las medidas, a su estilo, generalizador, triunfal y volitivamente optimista. Uno de sus asesores, anteayer, cuando preparaban el mini-plan, se permitió chancearlo: “Con estas medidas nos van a acusar de soviéticos planificadores”, le dijo empezando a dibujar una sonrisa. “Esta puede ser una economía soviética por 90 días para poder tener una economía norteamericana por 30 años”, lo cortó en seco el ministro.
En su despacho del quinto piso del Palacio de Hacienda, el ministro viste inusualmente elegante para un sábado a al tarde. Momentos antes de entregarse al reportaje con Página/12, fueron llegando a sus amplísimas oficinas que dan a la calle Hipólito Yrigoyen el secretario de Hacienda, Jorge Baldrich y el titular de la AFIP, Armando Caro Figueroa. Desde temprano trajinan al lado del ministro su vocero, Lisandro Varela, y su secretario personal, José Luis Giménez. A último momento se suma al equipo, trajeada como para una cena y con sonrisa imperturbable, su mujer, Sonia.
Cavallo habla de bancarización, de tecnologías de pago modernas y arcaicas, de beneficios por descuentos del IVA, de reservas y circulante. También de histeria. Dice que por ese estado de ánimo los fondos de los bancos volaban a otro destino, cajas fuertes o “el colchón”. Desnuda así los motivos, menos fatuos y más previsibles, de su motivación, de su sorprendente “sovietización”, como definió el asesor nombrado en las líneas precedentes. Entonces, reaparece su voluntad, esa por la que cree que “la gente entenderá”, como tantas veces dijo que ocurriría y, a la luz de los hechos, tantas veces erró.
-¿A qué tasa de interés se van a cambiar los depósitos en pesos a dólares?
-A la tasa de interés en dólares que convengan los b ancos y los depositantes, tal como funciona hoy día.
-Hoy existe hay una tasa máxima para los depósitos en dólares. Esa tasa máxima, ¿va a bajar, va a subir o será la misma?
-No es tasa máxima, es una tasa de referencia. Los bancos tienen que constituir encajes adicionales si pagan mucho más que esa tasa. Eso seguirá igual y la tasa que va a resultar relevante es la fijada en dólares, porque las tasas en pesos no pueden superar a las tasas en dólares.
-¿El encaje completo del depósito va a mantenerse en esa tasa…?
-Va a mantenerse en la que vaya anunciando el Banco Central todos los viernes, tal como fue establecido originariamente.
-Su idea es que esa tasa vaya disminuyendo…
-Seguramente va a ir disminuyendo porque al pararse el drenaje de fondos del sistema bancario esa tasa va a tener que disminuir.
-¿Cómo se repactarán los préstamos?
-Los préstamos en pesos, a su vencimiento, pueden ser cancelados o re novados por la gente. Pero si los renueva tiene que ser en dólares a las tasas vigentes, que esperamos que vayan bajando.
-O sea, a la tasa que hay actualmente para los préstamos en dólares.
-Lógico, lógico. Y si el banco le pide a un cliente que repacten desde ya alguna operación no vencida, el cliente le va a exigir al banco que le baje la tasa de pesos a la tasa en dólares o que le alargue el plazo. Yo me imagino que los deudores en pesos, dado el interés que muchos bancos van a tener de que acepten transformar esos pesos en dólares, podrán conseguir tasas de interés menores.
-¿Se podrán sacar solamente 250 pesos o dólares por semana? -No, se podrá utilizar todo el dinero que uno tiene en el banco; con cheque si uno tiene cuentas corrientes, con tarjeta de débito si tiene caja de ahorro y, si necesita cambio en efectivo, puede utilizarlo, hasta 250 pesos o dólares por semana. Si uno tiene la cuenta en dólares, retira dólares; si sigue manten iendo la cuenta en pesos, puede retirar en esa moneda.
-¿Qué elementos tiene la gente para pensar que el uno a uno no es una ficción? ¿Por qué no creer que solamente sigue vigente para los dólares que están dentro del sistema financiero y que si uno quiere ir a comprar a la calle le van a cobrar mucho más que eso?
-El hecho de que en la calle le van a cobrar un peso, porque rige la convertibilidad y porque la gente que se presente en un banco y quiera cambiar le van a cobrar un peso por dólar.
-Pero ante la falta de circulante, de dinero, que van a generar estas disposiciones, en la calle va a regir la ley de la oferta y la demanda…
-Si en la calle hay muchos más dólares que pesos. El que quiera convertir un peso a un dólar va a conseguir convertirlo. Además, están todos los dólares que respaldan a los pesos en el Banco Central.
-¿Están todos los dólares que respaldan a los pesos en el BCRA o ya esas reservas fueron utilizadas?
-En absoluto, la convertibilidad tiene total respaldo. Pero además, estas medidas demuestran cabalmente que el Gobierno ni sueña en abandonar el uno a uno. Obviamente que esto implica una suerte de dolarización financiera. Con que la gente sólo le diga al banco `yo quiero que mis depósitos estén en dólares’, el banco los tiene que transformar en esa moneda. Por otro lado, el banco no va a poder prestar en pesos, sólo en dólares, por lo que la entidad financiera va a tener interés en que los depósitos sean también en dólares. No hay ningún riesgo de que se abandone el uno a uno. Esta es la mejor demostración de que nadie piensa en el Gobierno, ni nadie pensará en el futuro, abandonar la convertibilidad.
-Si tenía la cantidad de dólares necesaria en el Banco Central, ¿por qué no dolarizó directamente la economía y dejaba a la gente con la tranquilidad que no iba a devaluar?
-Es que la gente tiene libertad para elegir la moneda que quiera, esa es la esencia de la convertibilidad, siempre fue así. Y si hoy le impusiéramos a la gente por decreto que los pesos se transformen en dólares, la gente podría pensar que el día de mañana le pueden imponer por decreto que los dólares se transformen en pesos. Lo grande de la convertibilidad, y lo que ha hecho que funcione muy bien por mucho tiempo, es que la gente elige si quiere estar en pesos o en dólares. Había quizás ciertas dificultades: si alguien tenía un depósito en pesos en el banco y pedía que se lo transformaran a dólares a lo mejor le cobraban una comisión o se inducía a que la gente lo mantuviera en pesos pagándole una tasa de interés artificialmente más alta. Después utilizaban esos pesos para hacer operaciones especulativas de préstamos en pesos. Entonces, los bancos ya no pueden hacer toda esa utilización espuria del peso, por lo que ahora deberán transformar los depósitos de pesos a dólares como la gente quiera, sin cobrarle ninguna comisión.
-Hoy, de hecho, cobran una comisión si uno hace por banca electrónica el pase de pesos a dólares…
-A partir de este decreto, a partir de hoy, eso queda prohibido. Está prohibido que cobren cualquier comisión por convertir de pesos a dólares.
-¿Y si uno va con los pesos en efectivo y quiere dólares en papel moneda también se lo cambiarán uno a uno?
-Si lo hace a través de la cuenta bancaria, sí. Si uno deposita pesos y los transforma en dólares, después retira los dólares. Por supuesto, puede retirar 250 dólares por semana.
-¿Cuál será el mecanismo para la gente que cobra su salario a través de un banco, mediante una caja de ahorro?
-Toda tarjeta de caja de ahorro es de débito. La misma tarjeta que a la gente le sirve para retirar dinero en efectivo, le sirve para pagar cualquier bien y consigue cinco por ciento de descuento en el precio como devolución de impuestos, en este caso del IVA.
-¿Se va a implementar algún sistema de chequeras para esas cajas de ahorro?
-No, porque el cheque es de vieja tecnología, la nueva tecnología es la tarjeta de débito. El cheque de la edad contemporánea es la tarjeta electrónica.
-Lo traigo a las cuestiones micro, de la economía cotidiana, ministro: ¿cómo se pagará una serie de servicios o deudas en sitios que nunca han cobrado en otra cosa que no sea dinero en efectivo? Expensas, verdulería, almacén, por tomar algunos ejemplos.
-Mientras quien tenga que cobrar no posea el equipamiento para hacerlo con tarjeta de débito y si usted tiene que hacer un pago y no tiene dinero en efectivo, pide un cheque de pago financiero en el banco y paga con eso. Es lo mismo que cuando tiene que pagar más de mil pesos y no tiene cuenta bancaria. Ustedes saben que no se puede pagar en efectivo más de mil pesos porque corren el riesgo que no esté cancelando su obligación, está prohibido. Entonces, usted paga con un ch eque que le tiene que emitir el banco.
-Hay quienes dicen que esto va a profundizar la recesión porque hay muchas transacciones económicas, al menos en el corto plazo, que se van a detener. Es el caso de la economía en negro, que significa el 40 por ciento de la economía global del país. Hasta tanto esa economía se blanquee por decreto, se va a paralizar…
-No tiene que ser así porque dinero en efectivo va a seguir circulando. Lo que pasa es que les va a convenir a los que hoy venden en negro, vender en blanco y tener un mercado más amplio. Y para la economía es muy bueno, porque si se vende en blanco la gente paga los impuestos, se controla ese pago, el Gobierno recauda, al recaudar puede pagar más normalmente sus obligaciones y todo ello ayuda a que no haya recesión.
-¿Entonces, para usted estas son medidas reactivantes?
-Bueno, lo reactivante es, por ejemplo, la devolución del cinco por ciento del IVA y que la gente utilice intensamente la tarjeta de crédito. Lo reactivante es que la gente tenga cinco por ciento más de ingreso porque no paga el mismo aporte personal al sistema de reparto o a las AFJP que pagaba antes. Lo reactivante es que se hayan disminuido algunos impuestos y haya créditos, por ejemplo, si uno compra una vivienda. Todas esas son medidas reactivantes. También debería ser reactivante, o más precisamente promotor de la competitividad, el hecho de que el que paga salario pueda acreditar aporte patronal a cuenta del IVA. Ahora, ¿por qué sigue y se profundiza la recesión? Porque lamentablemente ha habido fuga de capitales y retiro masivo de depósitos que han ido a parar a cajas de seguridad. Justamente estos dos fenómenos son los que queremos detener; uno con el control a las transferencias al exterior, que son limitadas por este decreto, y otro limitando el retiro en efectivo de los bancos.
-¿No es este un golpe mortal a la confianza de las familias argentinas en el sistema financiero?
-No, todo lo contrario. En todos los países del mundo la movilización de dinero bancario se hace con tarjeta de débito, o de crédito, o con cheques o con transferencias financieras y el dinero en efectivo solamente se retira para el cambio chico. Eso es lo que le da estabilidad y seguridad a los ahorros de la gente y permite el buen funcionamiento de la economía. Aquí lo que estamos impidiendo es que por histeria retiren los fondos, que por histeria alguien saque cincuenta mil pesos o dólares del sistema bancario y los ponga en una caja de seguridad o los mande al colchón.
-¿Por histeria? Visto a la luz de los hechos, quien sacó su ahorro hoy tiene en su poder los billetes contantes y sonantes y quien no lo hizo ahora lo tiene inmovilizado por el decreto que usted pergeñó.
-No, al contrario, ¿cómo inmovilizado? No hay ninguna inmovilidad. Si uno tiene su dinero en un banco puede pagar, por ejemplo, operaciones de más de mil peso s que con los dólares o pesos billetes es ilegal pagarlos. Incluso, si lo paga en efectivo, uno corre el riesgo que después le vuelvan a reclamar el pago de la misma deuda o el precio de venta del producto. El dinero bancario es un dinero de mayor calidad que el dinero en efectivo. En casi todos los países del mundo, y en la Argentina también, el dinero en efectivo sólo sirve para operaciones chicas. Si uno quiere hacer operaciones grandes, salvo que sea en la economía negra, lo debe hacer en dinero bancario.
-¿Qué lo hace pensar que cuando termine la vigencia del decreto, o sea dentro de 90 días, no se produzca una corrida peor de la que se produjo el viernes? ¿No prevé ese escenario?
-Todo lo contrario. La gente se va a dar cuenta, en un período de 90 días, que funciona perfectamente el uso del dinero bancario como en todos los países del mundo. Si usted va a Estados Unidos o a cualquier país avanzado, no ve que la gente pague con cien o con cincuenta dólares. Paga con dinero chico, porque las cifras de 20, 30, 50, 100 las paga con tarjeta o con cheque.
-Convengamos que en los países que usted nombra la usanza de pagar sin efectivo es de vieja data. No ocurre lo mismo en la Argentina donde la bancarización es muy baja y la cultura tiende a rechazar esa gimnasia.
-Bueno, pero se ha avanzado mucho. A principios de la década del 90 el total de depósitos en el sistema bancario era de menos de 10.000 millones de pesos o dólares y hemos llegado a 85 mil. Ahora bajamos a 70 mil, pero estamos en una relación de siete a uno con relación a lo que teníamos en el momento de la hiperinflación. Hemos avanzado, si bien no lo suficiente. En Brasil, sin ir más lejos, hay 36 millones de cuentas de ahorro.
-¿Y qué pasará con los argentinos que se quieren ir a veranear al exterior?
-Hasta mil pesos pueden llevar en efectivo. Más de esa cifra deberá llevarla en cheques de viajero y contar, también, si quiere, con la tarjeta de crédito.
-¿No va a haber ninguna excepción?
-Sólo para entidades financieras autorizadas para exportar dinero, que puedan llevar más de mil pesos.
-¿Ha consultado estas medidas con algún dirigente del peronismo?
-Estas medidas no son políticas, son medidas que requieren las circunstancias. De hecho, el presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires (Ricardo Gutiérrez), que es amigo mío y es peronista, es una de las personas que más ha contribuido a identificar las medidas que teníamos que adoptar frente a esta crisis. Por supuesto, yo he hablado con varios gobernadores y les he comentado. Toda persona con sentido común se da cuenta que estas son cosas ineludibles. No podíamos permitir que se siga fugando el capital de la Argentina y que se retiren y se pongan en cajas de seguridad los dineros porque eso perjudica al conjunto de los argentinos. Además, eso es hacerle el juego a los especuladores que est án tratando que se devalúe la moneda y que se cree el caos en el país…
-O sea que los gobernadores estuvieron de acuerdo con estas medidas.
-En general sí.
-¿Con quiénes habló?
-Hablé hoy con (Carlos) “Lole” Reutemann y con José Manuel de la Sota. Yo no les pedí que me dieran acuerdo, les comenté las medidas como lo hacemos con todas las personas y dirigentes sensatos de la Argentina. Además, medidas como estas, ningún dirigente de ningún partido político las va a transformar en una herramienta de la puja política. Porque estasmedidas son claramente en defensa de los ahorros de la gente y de la estabilidad en general de la economía argentina.
-¿Qué preocupación le trasmitieron Reutemann y De la Sota?
-¿Quién no está preocupado en la Argentina? Todos estamos preocupados…
-Si no llega el préstamos del Fondo Monetario en diciembre, ¿qué va a hacer? ¿Va a utilizar las reservas?
-El préstamo va a l legar. Yo nunca me pongo en situaciones de apostar al fracaso, yo siempre apuesto al triunfo.
-Si usted violó el contrato fundamental que es la libre disponibilidad que la gente tiene sobre sus depósitos, ¿por qué no habría de violar, por ejemplo, el tipo de cambio, el uno a uno?
-Yo no violé ningún contrato, absolutamente. Lo que estamos haciendo es trabajando para que el valor de los ahorros estén seguros y bien preservados y para que funcione un sistema de pagos como en los países más avanzados del mundo.Las medidas
Limite a la extracción de dinero en efectivo. Cada titular (o titulares) de cuentas bancarias no podrá retirar más de 250 pesos o dólares semanales (1000 mensuales) de sus cuentas, unificadas al efecto, de cada banco.
Dolarización voluntaria de los plazos fijos a su vencimiento.
Dolarización voluntaria de los créditos bancarios.
Imposibilidad de cobrar o pagar tasas de interés en pesos mayore s que en dólares.
En adelante, todos los nuevos créditos deberán ser instrumentados en dólares.
Las transferencias al exterior que no correspondan a operaciones de comercio exterior o al pago de consumos de tarjetas de crédito emitidas en la Argentina, deberán ser autorizadas por el Banco Central.
No podrán trasladarse al exterior más de 1000 dólares por persona y por mes. El transporte de cantidades mayores deberá ser autorizado por el Banco Central.
(Por Mara Laudonia) El 3 de diciembre próximo se cumplirán veinte años de la publicación en el Boletín oficial del DNU 1570 que marcó el comienzo del “corralito”, la medida que dio paso al congelamiento de depósitos bancarios y que derivó en una crisis económica e institucional que que terminó con el mandato del expresidente Fernando de la Rúa.
El sábado 1 de diciembre, luego del cierre de una semana llena de versiones y corridas en la city porteña, en donde reinaba la desconfianza y el riesgo país se iba por las nubes -hasta 3.340 puntos-, el por entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, anunciaba en una conferencia de prensa desde la Quinta de Olivos, el congelamiento de los depósitos en dólares existentes en los bancos, que sumaban 16.000 millones de dólares en cajas de ahorro y alrededor de 42.000 millones en plazos fijos.
Esa medida determinó que todos los depósitos en dólares quedaban atrapados dentro del sistema y no podía retirarse en efectivo -con un límite de extracción de 250 pesos por semana-, aunque sí podían realizarse operaciones siempre que el dinero no saliera del sistema financiero, como por ejemplo, hacer una compra o venta, vía transferencia que no implicara algún giro de dinero al exterior.
Por otro lado, los plazos fijos previamente establecidos, se mantenían congelados y se pasaban al vencimiento también a cuentas a la vista, con igual tratamiento.
Esta medida golpeó con fuerza al pequeño y mediano ahorrista, así como a jubilados, y fue uno de los últimos manotazos de ahogado de una cantidad de medidas puestas en marcha desde fines del 2000, -en un momento de fenomenal crisis financiera- al que acudió el gobierno de la Alianza para cumplir su promesa electoral de mantener la Convertibilidad: 1 peso igual a 1 dólar.
La fuga de capitales reiterada y constante de grandes inversores y empresas extranjeras venía dándose desde el año anterior y terminó afectando a todo el sistema financiero.
Para esa fecha, la Argentina había disminuido a la mitad en menos de un año el total de reservas internacionales existentes, ya que las mismas pasaron de 36.000 millones a principios de 2001, a alrededor de 15.000 millones en el último mes del año.
Los organismos financieros internacionales le habían cerrado el grifo a Argentina, y los bancos trataban de sobrevivir, a la par que varios pedían la quiebra.
El corralito le puso un tapón al agujero de la salida de depósitos pero no solucionó la crisis financiera y económica, ya que la Argentina venía de 3 años de recesión y una fenomenal crisis de deuda.
Tras los fatídicos 19 y 20 de diciembre, con estado de sitio, represión, muertos y la caída de De la Rúa, se abrió un período de apenas un mes con cinco presidentes, default de deuda pública aplaudido por el Congreso y los subsecuentes defaults privados en cadena.
Apenas asumido, el gobierno provisional de Eduardo Duhalde impuso un “corralón” y la posterior una salida de los depósitos a una paridad de 1,4 pesos por dólar.
A partir de allí, con todo tipo de medidas económicas paralelas, se fue rearmando una economía en pesos, para cerrar el corralito un año después, bajo el mandato del presidente Néstor Kirchner, aunque no pudieron evitarse los juicios de todo tipo a los bancos y al Estado, que duraron años, de ahorristas que pedían por la recuperación del valor real de los ahorros en dólares.
Una mirada más fina sostiene que el fin de la Convertibilidad comenzó mucho antes, cuando el gobierno de De la Rúa, que había heredado de la gestión anterior un recesión que no cesaba, decidió continuar con el modelo del 1 a 1.
De la Rúa logró apoyo internacional a su plan del 1 a 1 y, a fines del 2000, obtuvo un “blindaje” financiero, con una inyección inédita por entonces de 40.000 millones de dólares entre préstamos multilaterales y bilaterales, con el apoyo del expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
Desde el FMI, la receta recomendada era devaluación, sin ningún tipo de mecanismo de contención en la transición.
Pese al “blindaje”, la crisis continuó en el verano de 2001, lo que determinó el alejamiento de José Luis Machinea del Palacio de Hacienda y la posterior asunción de Ricardo López Murphy como ministro de Economía, quien duró apenas dos semanas en el cargo.
De la Rúa acudió entonces al padre de la Convertibiliad, Domingo Cavallo, quien había instaurado el sistema 10 años antes, durante el primer gobierno de Carlos Menem.
Todo lo que siguió a partir de la designación de Cavallo fueron medidas que en vano intentaron mantener a flote la Convertibilidad. Entre ellas se recuerdan: el impuesto a los débitos y créditos bancarios; la ley de intangibilidad de los depósitos, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central.
También el megacanje de títulos de deuda privada concretado a mediados de ese año y el anuncio de un nuevo acuerdo relámpago con el FMI, el 21 de agosto, para aumentar en 8.000 millones el acuerdo stand by vigente por entonces, que el directorio del organismo aprobó 7 el octubre de 2001.
Tras las elecciones legislativas, que marcaron una dura derrota para el oficialismo, y dada la profundización de la crisis, el FMI decidió no girar 5.000 millones de dólares que faltaban del último acuerdo.
En el último trimestre de 2001, la presidencia de Estados Unidos ya estaba en manos de George Bush, un dirigente político reacio a los paquetes de salvataje y con el interés puesto en los atentados contra las Torres Gemelas, la Guerra en Irak, y los ataques terroristas de Al-Qaeda.
En medio de ese contexto nacional e internacional ocurrió el peor de los escenarios para la Argentina: default y devaluación, una historia que tuvo al corralito impuesto en diciembre de 2001 como uno de sus disparadores finales.
Desde el jueves, los usuarios del Nuevo Banco de Entre Ríos tienen limitaciones para la extracción de dinero de sus cuentas particulares.
Según la Agencia de Noticias de Entre Ríos, la restricción es una medida tomada por la propia entidad con asiento en Paraná, como consecuencia de una negociación que en estos momentos está teniendo con el Banco Central, a raíz de la que la entidad autárquica que depende del Gobierno Nacional quiere comenzar a instrumentar el cobro de un monto tanto para la guarda como para el retiro de dinero por parte de las entidades.
Como el NBersa no está dispuesto a pagar ese costo, limita la extracción de dinero de las cuentas de sus clientes hasta tanto acuerde con el Banco Central.
Los topes a la extracción que hasta el momento se han evidenciado en sucursales de la costa del Paraná, fueron de cinco mil pesos el jueves, de veinte mil pesos el viernes y de quince mil pesos hoy lunes.
La decisión – aún no explicitada – del Nuevo Banco de Entre Ríos de restringir los retiros por caja afecta a un gran universo de entrerrianos, principalmente porque la entidad es el agente financiero de la provincia y a través de esa función, monopoliza la totalidad de los fondos públicos para el pago de salarios, jubilaciones, juicios y créditos, entre otros, de la provincia y los municipios. (APFDigital)