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Brecha récord: la yerba vale menos que hace 20 años

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La yerba mate, símbolo productivo y cultural de Misiones, atraviesa un deterioro silencioso: su valor en dólares cayó a mínimos en dos décadas. Lo revela un estudio de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) presentado por el economista Emiliano Lysiak, investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias y especialista en economía agraria y agronegocios.

El trabajo, titulado “Evolución histórica de los precios reales de la yerba mate en Argentina (1997–2025)”, analiza los precios mensuales de la hoja verde y del producto elaborado en góndola, expresados en dólares oficiales constantes.

En términos reales, la yerba mate argentina vale hoy menos que hace veinte años”, resumió Lysiak.

“El precio al productor ronda los 0,2 dólares por kilo, uno de los valores más bajos desde 2003”.

Del derrumbe al auge y otra vez a la caída

Según la serie elaborada por Lysiak, el precio de la hoja verde se desplomó durante la Convertibilidad, tocando un piso de apenas 0,10 dólares por kilo en 2002. La creación del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) en 2002 marcó un punto de inflexión: la fijación de precios mínimos permitió una recuperación gradual, hasta alcanzar el pico histórico entre 2014 y 2017, con promedios cercanos a 0,90 dólares por kilo.

Desde entonces, la tendencia cambió. “Desde 2023 los valores reales al productor comenzaron a caer sostenidamente, ubicándose en torno a 0,40 dólares por kilo en julio de 2025”, precisa el informe. Ahora vale un poco menos.

El precio al consumidor, por su parte, siguió un recorrido más volátil. “En 2002 el kilo de yerba elaborada en góndola cayó a menos de 2 dólares, luego se recuperó hasta picos de 7 dólares en 2014–2016, y hoy ronda los 3 dólares por kilo, también en retroceso”.

En diálogo con Carlos Vedoya Recio para Frontera Jesuita (FM República), Lysiak repasó con detalle los vaivenes históricos de la cadena yerbatera.

“En los 90, el kilo de yerba en góndola llegó a valer unos 5 dólares, mientras el productor recibía apenas 20 centavos”, explicó.
“La brecha era enorme. Con la devaluación de 2002, el precio en dólares de la hoja verde cayó a 5 centavos: fue el mínimo histórico”.

Lysiak recordó que la recuperación posterior fue gradual y coincidió con la institucionalización del INYM. “El instituto ayudó a reordenar el mercado y a darle un piso al productor. Entre 2014 y 2015 la yerba tocó su techo: el kilo elaborado llegó a valer 7 dólares y el productor recibía cerca de 70 centavos, el mejor momento de toda la serie”.

Pero el ciclo volvió a invertirse. “Después de 2016, cada devaluación vino acompañada de una caída en dólares del precio de la yerba. Hoy, en valores constantes, estamos en niveles similares a los de 2018, pero con tendencia descendente”, señaló el investigador.

El estudio confirma que la diferencia entre el precio en chacra y el precio en góndola se amplía con cada crisis.

“El productor cobra menos, pero el consumidor no paga mucho menos: los precios en góndola son inflexibles a la baja. Tardan en reflejar las caídas y eso erosiona la rentabilidad del productor”, explicó Lysiak.

Actualmente, la hoja verde se paga unos 300 pesos por kilo, equivalentes a 20 centavos de dólar, según el tipo de cambio oficial ajustado. “El productor pide 500, el INYM calcula costos en 400 y pico, pero el mercado se mueve por debajo de eso. No es el peor momento histórico, pero sí un punto de alerta”, advierte. El sector productivo dentro del INYM calculó un costo de producción de 423, 99 pesos a lo que hay que agregar un margen de ganancia, que elevaría ese promedio a 551,19 pesos. Desde la desregulación impuesta por decreto presidencial, la industria no está obligada a cumplir valores mínimos y paga, con suerte, 300 pesos, aunque hay zonas donde la hoja vale menos de 200. 

¿Por qué cae el precio real? Para Lysiak, los factores son múltiples:

  • Aumento de la producción, con nuevas plantaciones que entran en producción.
  • Tipo de cambio atrasado y costos internos crecientes.
  • Demanda inelástica, es decir, el consumo no aumenta aunque baje el precio.
  • Contexto macroeconómico recesivo, que limita la capacidad de compra.

“Hoy no hay muchos factores que impulsen una suba. El dólar tiende al alza, la producción viene alta y el clima sigue siendo bueno. Todo eso presiona a la baja los precios”, explicó.

La única variable que podría revertir la tendencia sería una caída fuerte en la oferta -por sequía o por restricción de cosecha- o un salto en las exportaciones, que hoy apenas compensan la caída del consumo interno.

El economista también amplió su análisis a otras cadenas productivas de Misiones.

El té atraviesa una situación parecida: el precio de la materia prima tocó máximos en 2014 y hoy está nuevamente cerca de sus valores mínimos. En cambio, la carne bovina vive el fenómeno inverso, con precios internacionales en alza desde hace 20 años por la demanda asiática”.

Para Lysiak, la diferencia está en quién fija el pulso global: “China cambió el eje del mercado mundial. En el té, es productor y consumidor, y eso deprime los precios. En la carne, es gran importador, y eso los dispara. En la yerba mate, no juega: dependemos solo de nuestro mercado interno”.

El estudio de la UNNE pone en evidencia lo que los productores misioneros sienten en carne propia: la hoja verde perdió poder adquisitivo. El valor real de un kilo de hoja equivale hoy al de principios de los 2000, mientras los costos de energía, transporte y mano de obra subieron a valores del nuevo siglo, particularmente desde el último cambio de Gobierno, que desreguló tarifas y disparó el precio del combustible. 

“Hay un desfasaje estructural entre el costo y el precio. No alcanza con exportar más; sin una actualización real de los precios mínimos, la rentabilidad del productor seguirá en riesgo”, concluye Lysiak.

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El ingreso promedio de la población ocupada es $612.035, según el Indec

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Hubo una leve disminución de la desigualdad en la comparación interanual. El coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas fue de 0,435 para el tercer trimestre de 2024, mientras que en el mismo trimestre de 2023 el valor fue de 0,434, lo que muestra una leve disminución de la desigualdad en la comparación interanual. 

Así lo reflejó la Evolución de la distribución del ingreso (EPH) del Indec en los resultados del tercer trimestre de 2024 correspondientes a los 31 aglomerados urbanos.

La suma total de ingresos para el total de la población de referencia fue de $12.327.531 millones, lo que
significó un incremento de 238,6% en relación con igual trimestre de 2023.

El ingreso promedio per cápita del total de la población, que corresponde a 29.720.283 personas, alcanzó los $414.785, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $300.000.

El 62,8% de la población total (18.660.407 personas) percibió algún ingreso, cuyo promedio es igual a $649.163. 

Analizado según escala de ingreso individual, el ingreso promedio del estrato bajo (deciles 1 a 4) fue de $212.282; el del estrato medio (deciles 5 a 8), a $603.688 y el del estrato alto (deciles 9 y 10), a $1.614.039.

Los perceptores varones tuvieron un ingreso promedio de $754.820, mientras que el de las mujeres fue de $546.317.

Respecto a la población ocupada, se registró un ingreso promedio de $612.035 y un ingreso mediano de $500.000, equivalente al límite superior de ingresos del decil 5, bajo el cual se sitúa el 50% de las personas ocupadas.

El ingreso promedio de los primeros cuatro deciles de la población, ordenada según ingreso de la ocupación principal, fue de $200.163. 

El ingreso promedio del estrato medio (deciles del 5 a 8) fue de $602.290, mientras que el ingreso de los deciles 9 y 10 fue de $1.455.768. 

Respecto a la población asalariada, se registraron 9.562.508 personas con ingreso promedio de $640.470.

El ingreso promedio de las personas asalariadas con descuento jubilatorio fue de $810.560 (+244,8% interanual), mientras que en el caso de aquellas sin descuento jubilatorio, el ingreso promedio equivale a $334.819 (+199% interanual). 

En el caso de los hogares, los ingresos laborales representaron el 77,5% de los ingresos totales, mientras que los ingresos no laborales alcanzaron el 22,5% restante.

El peso de los ingresos no laborales fue mayor para los deciles de ingreso total familiar más bajos, que fueron 61,6% en el primero y 11,2% en el décimo.

Respecto a la relación de dependencia de los hogares, la cantidad de personas no ocupadas fue de 122 por cada 100 ocupadas, mientras que la cantidad de no perceptoras de ingreso fue de 59 por cada 100 perceptoras.

Esta relación es mayor en el caso de los deciles más bajos. 

La brecha calculada entre la mediana del decil 10 y el decil 1 de ingreso per cápita familiar de la población fue de 14. 

La brecha de la mediana se mantuvo sin cambios, en la comparación interanual, con respecto al tercer trimestre de 2023, y descendió un punto en relación al último trimestre con aguinaldo (primer trimestre de 2024), se informó.

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Argentina, la devaluación, las importaciones, la deuda, los yuanes

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A pesar de la habilitación del segundo tramo del acuerdo con China, aún las reservas escasean, se espera que el dólar suba más rápido y que haya menos ingresos de productos del exterior.

A finales del mes pasado ministro Sergio Massa, anticipó la aprobación del segundo tramo del swap con China. Esto significa una mayor disponibilidad para utilizar la moneda china en la importación de bienes, para no frenar la economía. Sin embargo, el Banco Central en los últimos limitó la cantidad de yuanes que se utilizan para traer productos del exterior, en el mercado hay quienes creen que esta tendencia ira en aumento.

De acuerdo al medio Bloomberg, no solo el acotamiento de importaciones, sino la aceleración de la devaluación del peso frente al dólar, son acciones que le toca realizar al BCRA, en un momento complejo por los desafíos electorales.

“En ambos casos subyacen los mismos apuros: las reservas netas en los niveles negativos más profundos de su historia (en torno a -US$10.000 millones) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) pidiendo ajustes para no deteriorar aún más las variables”, sostiene el medio.

El Bróker Consultatio, señala en un informe la visión que comparte el mercado con respecto al futuro. “El Gobierno tratará de posponer un salto cambiario para después de las elecciones generales, posiblemente combinando una aceleración del ritmo de crawling peg (devaluación administrada) y un fuerte apretón a las importaciones”.

Este “apretón de las importaciones”, contó con un marco normativo: la devaluación parcial. El 24 de julio, el Gobierno decidió aplicar un impuesto PAIS del 7,5% a bienes provenientes del exterior y del 25% a servicios.

La consultora Econviews, que dirige Miguel Kiguel, estima que las importaciones fueron frenadas “de manera total y absoluta”. El documento señala que no entraron autos importados en el último mes y que ya se había visto mucha menor venta de unidades en julio.

“En Vaca Muerta dicen que van a tener que frenar la producción por falta de insumos y hasta los sindicatos se movilizaron”, remarcó Econviews. Además, en el informe se expresó que casi todas las empresas de consumo masivo están con faltantes de insumos y contando a cuánto están de parar sus plantas. “Muchas de estas firmas contaban con dólares vía acuerdo de Precios Justos. Ahora el Gobierno no cumple su promesa y el único aliciente para muchas empresas es que a los competidores les pasa lo mismo. Esto, junto al dólar maíz, es lo que explica estas dos semanas de recuperación de reservas”.

En este sentido, la consultora Delphos Investment afirmó que se mantienen las “grandes dificultades” para el pago de importaciones. La consultora indicó que esto se debe a la intención de mejorar la acumulación de reservas en la previa de las PASO. Esto podría aumentar el riesgo de una recesión más profunda de lo anticipado durante el segundo semestre.

Todos los días sale un informe extraoficial bastante preciso sobre cuántas divisas compró o vendió, el Banco Central en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), a pesar de que la entidad brinda un informe sobre estos movimientos cada jornada con un rezago de cuatro días. Por ejemplo, el 14 de julio, el Banco Central llegó a vender un máximo de 1.056 millones de yuanes (equivalente a US$148 millones a cifras de hoy) para satisfacer la demanda del mercado.

En los últimos días de julio la cantidad de yuanes que cede el BCRA para importar fue cayendo y en este mes no se volvió a difundir. Muchos analistas sospechan que el BCRA viene restringiendo también esas divisas. Incluso, algunos operadores llegaron a desconfiar que se haya habilitado el segundo tramo del swap pese a que la habilitación había sido confirmada por el propio Sergio Massa.

En este sentido el director de la consultora Ledesma, Gabriel Camaño sostuvo: “El FMI viene retando al Gobierno por la deuda flotante que está acumulando. Es decir, tuvieron que frenar, no por quedarse sin yuanes. Hay una confusión muy grande respecto de esto último: la SIRA no te genera acceso al MULC inmediato. Al importador se le aprueba la compra y quizás accede a las divisas 90 o 180 días más tarde”.

El lunes 7 de agosto el BCRA aumentó dólar oficial a un ritmo de 14,6% mensual, es decir, 425,1% anual. Esta tendencia de aumento en la devaluación administrada, ya se podía observar desde la semana pasada de acuerdo a un informe de Portfolio Personal Inversiones.

 “Pareciera que el BCRA le está poniendo una nueva impronta al ritmo de devaluación como guiño al FMI, el cual le pidió explícitamente preservar la competitividad del tipo de cambio”, reflexionan en su informe, Portfolio Personal Inversiones (PPI).

En tanto, Econviews mencionó el viernes 4 de agosto: “La aceleración del crawling peg (+9,2% últimas cinco rondas mensualizadas) durante la primera semana de agosto va a tener su impacto si continua en ese sentido. La escasez de reservas internacionales nos hace pensar que no hay mucho margen para desacelerar el crawling”.

Por último, el director de la consultora FMyA, Fernando Marull, puntualizó que el BCRA mantuvo “elevadísima” la tasa devaluación del dólar oficial. “El nivel, cercano al 10% mensual, no es consistente con la actual tasa de interés Leliq de 8,1% y aún supera a la inflación esperada”, detalló.

En tanto, desde Aurum Valores hablaron de una “agresiva” aceleración del ritmo de devaluación en las últimas ruedas. Y destacaron: “El impacto en expectativas se ve en un mercado de futuros que premió con fuertes variaciones al alza. La escasez de divisas pareciera demandar la estabilización del ritmo en un nivel superior, aunque sin descartar la posibilidad de algún salto discreto del dólar”.

Fuente: Bloomberg

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Ocho de los diez países de América del Sur tuvieron más inflación en 2022 que en 2021

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Por Marcelo Bátiz – La mayoría de los países de América del Sur, con excepción de Brasil y Venezuela, tuvieron en 2022 una inflación superior a la de 2021, de acuerdo con un relevamiento de los respectivos entes estadísticos, aunque con una tendencia descendente en los últimos meses del año, en lo que se llegaron a registrar casos de deflación en Brasil, Paraguay y Uruguay.

Bolivia conservó en 2022 la condición de país con la menor inflación de Sudamérica, pero con un alza del 0,90% al 3,12%, en tanto Ecuador siguió ubicándose en el segundo lugar, pasando del 1,94% en 2021 al 3,74% el año pasado.

Los cambios en las posiciones comienzan con Brasil, tercero en 2022 con el 5,79% luego de ser octavo el año anterior con 10,06%, desplazando al cuarto puesto a Paraguay, que tuvo un alza del 6,8% al 8,1%.

El quinto país en 2002 fue Uruguay con una inflación del 8,29% (fue séptimo en 2021 con un 7,96%) y el sexto Perú, con un alza de precios minoristas del 8,56% (quinto en 2021 con 6,99%).

Chile se había situado en el sexto puesto en 2021 con el 7,2% de inflación, frente al 12,8% que lo llevó al séptimo lugar el año pasado, mientras que Colombia pasó de la tercera a la octava posición, al incrementar el índice de precios al consumidor del 5,62% al 13,12%.

La Argentina se mantuvo en el noveno puesto y pasó del 50,9% en 2021 al 94,8 en 2022, mientras que a Venezuela no le bastó haber reducido su tasa de inflación a menos de la mitad para dejar de ser el país de la región con el mayor índice de precios, al pasar del 660% al 305,7%, según datos alternativos del Observatorio Venezolano de Finanzas (el Banco Central de Venezuela sólo tiene datos de inflación hasta octubre del año pasado).

El principal componente de los aumentos generalizados de los precios en los países de la región fueron los alimentos, con algunas particularidades como el transporte en Chile, Colombia y Perú, la indumentaria en la Argentina, los restaurantes y servicios de alojamiento en Uruguay y los servicios de salud y cuidado personal en Brasil.

“Lo que tuvimos en el año pasado fue una suba fuerte del precio de los alimentos como consecuencia de la guerra (entre Rusia y Ucrania)”, explicó a Télam Sebastián Menescaldi, director de EcoGo Consultores, en particular en los casos del trigo y el girasol, a lo que agregó “los incrementos en los costos de transporte, que impactaron negativamente en toda América Latina”.

Lo señalado por Menescaldi se refleja en los números aportados por los diferentes entes oficiales de estadística de cada país, con casos en los que el rubro de alimentos más que duplicó al nivel general de inflación.

Es el caso de Chile, con una inflación del 12,8% y un aumento del rubro “Alimentos y bebidas no alcohólicas” del 24,7%, Colombia (13,12% y 27,81%), Perú (8,56% y 15,22%) y Brasil (5,79% y 11,64%, respectivamente).

“A eso se sumó la depreciación de las monedas locales, que provocó un aumento de los precios a nivel general y determinó que toda la región tuviera subas en las tasas de interés para empezar a combatir una inflación que ya se está empezando a desinflar, con un menor impacto en los últimos meses y que también se va a desacelerar en 2023”, pronosticó.

Ese comportamiento se reflejó en la mayoría de los países del subcontinente, que concentraron el grueso de la inflación del año en la primera mitad y ya en el segundo semestre evidenciaron una atenuación de los índices.

Tal es el caso de Paraguay, que redujo su tasa interanual del 11,8% en abril al 8,1% en diciembre, o Brasil, que en el mismo lapso la contrajo de 12,13% al 5,79%.

En Brasil, la deflación que tuvo en el tercer trimestre (-0,68% en julio, -0,36% en agosto y -0,29% el septiembre) fue decisiva para transformarlo del país con mayor inflación de Sudamérica después de Venezuela y Argentina a uno de los índices más bajos, después de Bolivia y Ecuador.

El factor principal para esa baja fue el recorte en el precio de los combustibles, al punto que en todo 2022 el rubro “Transportes” registró una caída del 1,29%.

Para el economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), Juan Luis Bour, las razones del regreso de la inflación en América del Sur se encuentran “en primer lugar, en que la mayoría de los países tuvieron una fuerte expansión fiscal en 2021”, a partir del incremento de las partidas destinadas a atender la emergencia por la pandemia de coronavirus.

“Si no se ajusta a tiempo, eso derrama en inflación”, acotó en declaraciones a Télam, para agregar que “lo relevante es que algunos están corrigiendo con políticas más duraderas, como Uruguay”, además de destacar que “Brasil ajustó muy fuerte su política monetaria y bajó impuestos, lo que hace la diferencia” para explicar la reducción de la inflación interanual a menos de la mitad en ocho meses.

Menescaldi aportó una visión diferente, ya que sostuvo que “los países de América Latina no emitieron moneda para financiar el déficit, sino que en general emitieron deuda, con excepción de la Argentina, por la falta de crédito que tiene el país”.

“La mayor parte de la emisión fue global a través de Estados Unidos, que eso sí generó inflación porque no había tantos activos para tantos dólares en el mundo”, completó.

No obstante, Bour advirtió que, si bien el conflicto entre Rusia y Ucrania influyó en la suba de los precios de alimentos y energía, “la inflación ya venía dándose desde fines de 2021”, antes del inicio de la guerra.

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¿Devaluar o estabilizar?

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En su último informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) hace foco en las medidas que debe tomar el super ministro Sergio Massa para poder acomodar la economía Argentina.

● Las políticas de estabilización deben ser un nuevo contexto en el cual discutir los precios relativos de la economía (salarios, tipo de cambio, tarifas, alimentos, bienes y servicios, etc.)
● Cambios bruscos en los precios relativos -por ejemplo, una devaluación – en este contexto corre el riesgo de acelerar todavía más la inflación y tener una corta duración. Eso borraría en poco tiempo el efecto que se promete como una “mejora en la competitividad”.
● Los precios relativos indican que hay sectores que cuentan con un “colchón de precios” y están en condiciones de absorber incrementos en los costos reduciendo los márgenes, sin necesidad de trasladarlos al precio final

¿Devaluar o estabilizar?

La discusión sobre la estabilización de los precios se da en simultáneo con la discusión de los precios relativos que determinan una determinada distribución del ingreso. Aquí aparecen dos lecturas dentro de los que plantean la necesidad de algún esquema de shock que busque reducir en poco tiempo la inflación a niveles de por lo menos el 2-3% mensual. Por un lado encontramos a quienes buscan un fuerte cambio de precios relativos antes de entrar en un período de estabilidad, con versiones más ortodoxas (quienes plantean que primero es necesaria una fuerte devaluación) y con versiones más heterodoxas (quienes plantean primero una fuerte recomposición de los sectores de menores ingresos). Desde el CESO entendemos que un shock inicial de cambio de precios relativos generaría una aceleración de la inflación. Por lo tanto, primero debe ensayarse una política de estabilización para luego avanzar en un cambio en los precios relativos que tenga alguna durabilidad.

En el contexto inflacionario actual, los cambios bruscos de precios relativos deben darse necesariamente a costa de una inflación todavía mayor en el corto plazo. Esto conlleva dos riesgos considerables. Primero, esa mayor inflación en el corto plazo puede implicar una mayor inflación inercial que se sostenga en el tiempo, dado que venimos subiendo escalones en el régimen inflacionario de forma permanente en los últimos cuatro años. La matemática es bastante intuitiva: para lograr una mejora del 10% de mi precio relativo en una economía sin inflación, alcanza con que suba el precio 10%, pero si la inflación es del 100% deberá subir el precio 120%, es decir, 20 puntos por encima de la inflación. En segundo lugar, al acelerar la inflación también hace más inestables los precios relativos. Por ende, ese cambio que se busca generar para lograr un determinado set de precios relativos puede verse desdibujado en muy poco tiempo como consecuencia de la alta inflación.

Por eso, primero debería venir una moderación en la inflación para que los cambios en los precios relativos – más adelante discutimos qué cambios – puedan hacerse sin el riesgo de caer en un sendero inestable de aceleración de la tasa de aumento de los precios. Además, esto garantiza que una vez alcanzada una combinación de precios relativos buscada, pueda ser mantenida durante un período de tiempo razonable sin generar ningún salto brusco nuevamente. A partir de este diagnóstico, tiene sentido evaluar qué cambios son necesarios en los precios relativos para mejorar la distribución de los ingresos sin generar graves desequilibrios macroeconómicos.

Estos cambios implican, obviamente, que algunos sectores perderán en relación a su posición actual. Mayor competitividad vía una devaluación (aún cuando sea parcialmente compensada con un alza de retenciones), recomposición salarial, reducción del subsidio a las tarifas energéticas, actualización de los precios de los combustibles y suba en la tasa de interés, todo en simultáneo – tal como proponen algunos analistas- es un combo riesgoso que puede terminar una aceleración descontrolada de la tasa de inflación, que en poco tiempo borre el esquema (poco claro, por cierto) de precios relativos buscado. Prometer mejoras a todos los sectores derivando en un shock nominal puede terminar trayendo al presente el fantasma del “rodrigazo”.

En términos económicos, entendemos que ciertos sectores cuentan con un exceso de rentabilidad fruto de los aumentos acumulados en los últimos años, por encima del resto de los precios. Ese “colchón” les permitiría absorber subas de costos sin necesidad de trasladarlo a los precios. Es decir, deberían reducirse los márgenes que hoy en día le aplican a los costos. Planteado así parece sencillo y hasta obvio en algunos casos pero es justamente lo que el Frente de Todos no pudo conseguir ni sentarse a discutir con sectores empresarios.

Algo elemental para lograr eso es dar la discusión de precios no sólo a partir de la Secretaría de Comercio, sino poniendo sobre la mesa toda la interacción entre el Estado y el sector privado. Discutir los precios en simultáneo con las políticas de asistencia, de facilidades crediticias y la disponibilidad de dólares para sus importaciones. Algo que recién ahora parece empezar a darse, tras superarse la etapa de relativa parálisis y fuerte fragmentación de las decisiones de política económica del gobierno del FdT.

El dólar ¿está caro o barato?

Uno de los precios que más debate concentra es el del tipo de cambio oficial. Los sectores más liberales vuelven a reclamar un “sinceramiento” de su precio, bajo la idea de que el precio refleja algún tipo de verdad revelada y no un interés económico. Una devaluación inicial también forma parte de algunas propuestas de planes de estabilización “heterodoxos” bajo el argumento de que es necesario eliminar las expectativas de devaluación y para eso, debe haber un tipo de cambio lo suficientemente alto.

La forma más precisa de evaluar el precio del dólar es viendo el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) que considera no sólo los precios internos sino también los precios y tipos de cambio de nuestros principales socios comerciales. Así, es la mejor medida de la competitividad de un país

Al ver el ITCRM (ver Gráfico 1), el punto de partida con el que se inicia el gobierno de AF daba un margen de maniobra considerable. Dentro de las variables macroeconómicas a estabilizar, el tipo de cambio tenía cierto margen para retrasarse y funcionar como “ancla” del resto de los precios. De entrada, no era un tipo de cambio que complicara las cuentas externas. Sin embargo, desde 2021 se consolidó una fuerte apreciación del tipo de cambio en muy poco tiempo, sin conseguir los resultados esperados en la inflación ni el el poder adquisitivo de los salarios.

La apreciación cambiaria contribuye parcialmente al fuerte deterioro del saldo del comercio externo de bienes y servicios, provocado por el incremento de las importaciones al calor de la reactivación económica post-pandemia. Para compensar ese efecto, recientemente se tuvo que aumentar todavía más el costo del dólar para el turismo (dólar Qatar) y refinar el esquema de habilitación de importaciones a través del SIRA con el objetivo de desincentivar y dificultar algunas fuentes de demanda de dólares.

Actualmente, el TCRM se asemeja al que hubo previo a saltos bruscos del tipo de cambio, y es parte de lo que alimenta las expectativas de una fuerte devaluación. Sin embargo, debe tenerse en cuenta la regulación que existe hoy sobre los movimientos de capitales y que no existía en esos eventos previos. Los controles contribuyen a reducir los riesgos de un salto cambiario, así como los impuestos que elevan el tipo de cambio efectivo que debe pagar alguien que, por ejemplo, viaja al exterior.

Sin embargo, las expectativas de una posible devaluación provocan la demora en la liquidación de algunas exportaciones. Ello justificó la implementación del “dólar soja” en septiembre y que el gobierno busca reeditar hasta el 31 de diciembre de este año. Al otorgar una fuerte señal de precios con un tipo de cambio un 38% superior al actual, se logra movilizar (o adelantar la liquidación) de un volumen de exportaciones que de otro modo quedaría esperando condiciones más beneficiosas ya que cuenta con la capacidad económica para poder esperarlas.

En cuanto a la evolución del tipo de cambio, desde julio, el gobierno modificó la tendencia de esta apreciación cambiaria y busca que la devaluación mensual siga el ritmo de la inflación, incluso alguna décima por encima. Está claro que no hay mucho margen para continuar con la apreciación cambiaria pero también consideramos acertada la posición del gobierno que busca evitar una devaluación brusca del tipo de cambio oficial porque, en este escenario, aceleraría fuertemente la inflación (ver Gráfico 2). Las devaluaciones segmentadas, con tipos de cambio diferenciales por sector, pueden derivar en un esquema de desdoblamiento cambiario formal que ya analizamos en el informe pasado en este link.

Cómo están hoy los precios relativos

Los precios relativos han experimentado cambios importantes en los últimos años. En el gráfico 3 se puede observar los cambios desde diciembre de 2016 a la actualidad. En particular, se destaca el cambio en el precio de la energía eléctrica que abona la demanda residencial, que tuvo un fuerte pico a inicios de 2019 y, producto de un congelamiento por casi tres años, se redujo considerablemente hasta 2022. Hoy en día, aún con los aumentos de 2022, continúa siendo el precio relativo que está más bajo al compararse con Dic-16.

Los sectores de alimentos se ubicaron por encima del promedio general del nivel de precios en la totalidad del período analizado y aún se ubican un 6,3% por encima de Dic-16. Los materiales para la construcción pegaron un salto en 2020, ni bien se salía de la pandemia, y al día de hoy están un 29,3% por encima del punto de partida. El otro sector ganador al día de hoy es el de prendas de vestir e indumentaria, que vino incrementando sus precios por encima del promedio desde inicios de 2020 (ver Tabla 1).

Los precios retrasados, los que más perdieron, se resumen en dos: ingresos (SMVMV, Haber Mínimo Jubilatorio, Salario promedio del sector privado) y también las tarifas abonadas por el sector residencial.

Los sectores “ganadores” (materiales de construcción, alimentos, prendas de vestir, dentro de esta pequeña muestra de precios)) son ejemplos de quienes hoy en día cuentan con el colchón suficiente para poder absorber incrementos de costos, sin que eso les implique una situación económica muy comprometida. Se trataría únicamente de una reducción en los márgenes que tienen actualmente y un retorno a niveles que han tenido previamente. Eso permitiría la recuperación del salario en términos reales, a medida que se reduce el colchón de aumentos precautorios que acumularon algunos sectores ante eventuales devaluaciones que no se concretaron.

La temporalidad de la estabilización

A la hora de implementar un programa de rápida desaceleración de la inflación hay cuestiones operativas a resolver que son relevantes para un funcionamiento eficaz, ya que podrían eventualmente impedir una rápida baja en la inflación o significar costos muy altos para algunos sectores.

Para evaluarlo, consideremos el caso de los alquileres. Algunos contratos pudieron haberse firmado hace 2 meses, acumulando una inflación del 13% desde su entrada en vigencia. En cambio, otros contratos pudieron haberse firmado hace 10 meses y acumulan una inflación del 77% desde que se fijó su valor.

Cómo proceder ante esa situación?

Aquí lo que entra en juego es la temporalidad en la actualización de los distintos contratos. En el caso de los alquileres, su actualización es anual. Para los contratos comerciales, puede ser semestral. Los salarios se actualizan casi todos los meses, según los convenios firmados en las paritarias. Las jubilaciones lo hacen trimestralmente. Esta variabilidad en la temporalidad de la indexación hace necesario algún mecanismo de resolución de estos contratos hacia adelante si se pretende una baja rápida en los niveles de inflación. La tabla de desagio cumplió este rol en el Plan Austral y su diseño requiere una minuciosidad muy fina para poder contemplar la multiplicidad de contratos y situaciones en los distintos sectores de actividad.

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