Hubo una leve disminución de la desigualdad en la comparación interanual. El coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas fue de 0,435 para el tercer trimestre de 2024, mientras que en el mismo trimestre de 2023 el valor fue de 0,434, lo que muestra una leve disminución de la desigualdad en la comparación interanual.
Así lo reflejó la Evolución de la distribución del ingreso (EPH) del Indec en los resultados del tercer trimestre de 2024 correspondientes a los 31 aglomerados urbanos.
La suma total de ingresos para el total de la población de referencia fue de $12.327.531 millones, lo que significó un incremento de 238,6% en relación con igual trimestre de 2023.
El ingreso promedio per cápita del total de la población, que corresponde a 29.720.283 personas, alcanzó los $414.785, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $300.000.
El 62,8% de la población total (18.660.407 personas) percibió algún ingreso, cuyo promedio es igual a $649.163.
Analizado según escala de ingreso individual, el ingreso promedio del estrato bajo (deciles 1 a 4) fue de $212.282; el del estrato medio (deciles 5 a 8), a $603.688 y el del estrato alto (deciles 9 y 10), a $1.614.039.
Los perceptores varones tuvieron un ingreso promedio de $754.820, mientras que el de las mujeres fue de $546.317.
Respecto a la población ocupada, se registró un ingreso promedio de $612.035 y un ingreso mediano de $500.000, equivalente al límite superior de ingresos del decil 5, bajo el cual se sitúa el 50% de las personas ocupadas.
El ingreso promedio de los primeros cuatro deciles de la población, ordenada según ingreso de la ocupación principal, fue de $200.163.
El ingreso promedio del estrato medio (deciles del 5 a 8) fue de $602.290, mientras que el ingreso de los deciles 9 y 10 fue de $1.455.768.
Respecto a la población asalariada, se registraron 9.562.508 personas con ingreso promedio de $640.470.
El ingreso promedio de las personas asalariadas con descuento jubilatorio fue de $810.560 (+244,8% interanual), mientras que en el caso de aquellas sin descuento jubilatorio, el ingreso promedio equivale a $334.819 (+199% interanual).
En el caso de los hogares, los ingresos laborales representaron el 77,5% de los ingresos totales, mientras que los ingresos no laborales alcanzaron el 22,5% restante.
El peso de los ingresos no laborales fue mayor para los deciles de ingreso total familiar más bajos, que fueron 61,6% en el primero y 11,2% en el décimo.
Respecto a la relación de dependencia de los hogares, la cantidad de personas no ocupadas fue de 122 por cada 100 ocupadas, mientras que la cantidad de no perceptoras de ingreso fue de 59 por cada 100 perceptoras.
Esta relación es mayor en el caso de los deciles más bajos.
La brecha calculada entre la mediana del decil 10 y el decil 1 de ingreso per cápita familiar de la población fue de 14.
La brecha de la mediana se mantuvo sin cambios, en la comparación interanual, con respecto al tercer trimestre de 2023, y descendió un punto en relación al último trimestre con aguinaldo (primer trimestre de 2024), se informó.
A pesar de la habilitación del segundo tramo del acuerdo con China, aún las reservas escasean, se espera que el dólar suba más rápido y que haya menos ingresos de productos del exterior.
A finales del mes pasado ministro Sergio Massa, anticipó la aprobación del segundo tramo del swap con China. Esto significa una mayor disponibilidad para utilizar la moneda china en la importación de bienes, para no frenar la economía. Sin embargo, el Banco Central en los últimos limitó la cantidad de yuanes que se utilizan para traer productos del exterior, en el mercado hay quienes creen que esta tendencia ira en aumento.
De acuerdo al medio Bloomberg, no solo el acotamiento de importaciones, sino la aceleración de la devaluación del peso frente al dólar, son acciones que le toca realizar al BCRA, en un momento complejo por los desafíos electorales.
“En ambos casos subyacen los mismos apuros: las reservas netas en los niveles negativos más profundos de su historia (en torno a -US$10.000 millones) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) pidiendo ajustes para no deteriorar aún más las variables”, sostiene el medio.
El Bróker Consultatio, señala en un informe la visión que comparte el mercado con respecto al futuro. “El Gobierno tratará de posponer un salto cambiario para después de las elecciones generales, posiblemente combinando una aceleración del ritmo de crawling peg (devaluación administrada) y un fuerte apretón a las importaciones”.
Este “apretón de las importaciones”, contó con un marco normativo: la devaluación parcial. El 24 de julio, el Gobierno decidió aplicar un impuesto PAIS del 7,5% a bienes provenientes del exterior y del 25% a servicios.
La consultora Econviews, que dirige Miguel Kiguel, estima que las importaciones fueron frenadas “de manera total y absoluta”. El documento señala que no entraron autos importados en el último mes y que ya se había visto mucha menor venta de unidades en julio.
“En Vaca Muerta dicen que van a tener que frenar la producción por falta de insumos y hasta los sindicatos se movilizaron”, remarcó Econviews. Además, en el informe se expresó que casi todas las empresas de consumo masivo están con faltantes de insumos y contando a cuánto están de parar sus plantas. “Muchas de estas firmas contaban con dólares vía acuerdo de Precios Justos. Ahora el Gobierno no cumple su promesa y el único aliciente para muchas empresas es que a los competidores les pasa lo mismo. Esto, junto al dólar maíz, es lo que explica estas dos semanas de recuperación de reservas”.
DEVALUACIÓN
Ya cerrado, el BCRA hoy aumentó el tipo de cambio A3500 a un ritmo de 14,6% mensual, es 425,1% anual.
En sus medias móviles mensuales aumenta a: -5 ruedas: 12,2% -10 ruedas: 9,5% -50 ruedas: 7,8%
En este sentido, la consultora Delphos Investment afirmó que se mantienen las “grandes dificultades” para el pago de importaciones. La consultora indicó que esto se debe a la intención de mejorar la acumulación de reservas en la previa de las PASO. Esto podría aumentar el riesgo de una recesión más profunda de lo anticipado durante el segundo semestre.
Todos los días sale un informe extraoficial bastante preciso sobre cuántas divisas compró o vendió, el Banco Central en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), a pesar de que la entidad brinda un informe sobre estos movimientos cada jornada con un rezago de cuatro días. Por ejemplo, el 14 de julio, el Banco Central llegó a vender un máximo de 1.056 millones de yuanes (equivalente a US$148 millones a cifras de hoy) para satisfacer la demanda del mercado.
En los últimos días de julio la cantidad de yuanes que cede el BCRA para importar fue cayendo y en este mes no se volvió a difundir. Muchos analistas sospechan que el BCRA viene restringiendo también esas divisas. Incluso, algunos operadores llegaron a desconfiar que se haya habilitado el segundo tramo del swap pese a que la habilitación había sido confirmada por el propio Sergio Massa.
En este sentido el director de la consultora Ledesma, Gabriel Camaño sostuvo: “El FMI viene retando al Gobierno por la deuda flotante que está acumulando. Es decir, tuvieron que frenar, no por quedarse sin yuanes. Hay una confusión muy grande respecto de esto último: la SIRA no te genera acceso al MULC inmediato. Al importador se le aprueba la compra y quizás accede a las divisas 90 o 180 días más tarde”.
El lunes 7 de agosto el BCRA aumentó dólar oficial a un ritmo de 14,6% mensual, es decir, 425,1% anual. Esta tendencia de aumento en la devaluación administrada, ya se podía observar desde la semana pasada de acuerdo a un informe de Portfolio Personal Inversiones.
“Pareciera que el BCRA le está poniendo una nueva impronta al ritmo de devaluación como guiño al FMI, el cual le pidió explícitamente preservar la competitividad del tipo de cambio”, reflexionan en su informe, Portfolio Personal Inversiones (PPI).
En tanto, Econviews mencionó el viernes 4 de agosto: “La aceleración del crawling peg (+9,2% últimas cinco rondas mensualizadas) durante la primera semana de agosto va a tener su impacto si continua en ese sentido. La escasez de reservas internacionales nos hace pensar que no hay mucho margen para desacelerar el crawling”.
Por último, el director de la consultora FMyA, Fernando Marull, puntualizó que el BCRA mantuvo “elevadísima” la tasa devaluación del dólar oficial. “El nivel, cercano al 10% mensual, no es consistente con la actual tasa de interés Leliq de 8,1% y aún supera a la inflación esperada”, detalló.
En tanto, desde Aurum Valores hablaron de una “agresiva” aceleración del ritmo de devaluación en las últimas ruedas. Y destacaron: “El impacto en expectativas se ve en un mercado de futuros que premió con fuertes variaciones al alza. La escasez de divisas pareciera demandar la estabilización del ritmo en un nivel superior, aunque sin descartar la posibilidad de algún salto discreto del dólar”.
Por Marcelo Bátiz – La mayoría de los países de América del Sur, con excepción de Brasil y Venezuela, tuvieron en 2022 una inflación superior a la de 2021, de acuerdo con un relevamiento de los respectivos entes estadísticos, aunque con una tendencia descendente en los últimos meses del año, en lo que se llegaron a registrar casos de deflación en Brasil, Paraguay y Uruguay.
Bolivia conservó en 2022 la condición de país con la menor inflación de Sudamérica, pero con un alza del 0,90% al 3,12%, en tanto Ecuador siguió ubicándose en el segundo lugar, pasando del 1,94% en 2021 al 3,74% el año pasado.
Los cambios en las posiciones comienzan con Brasil, tercero en 2022 con el 5,79% luego de ser octavo el año anterior con 10,06%, desplazando al cuarto puesto a Paraguay, que tuvo un alza del 6,8% al 8,1%.
El quinto país en 2002 fue Uruguay con una inflación del 8,29% (fue séptimo en 2021 con un 7,96%) y el sexto Perú, con un alza de precios minoristas del 8,56% (quinto en 2021 con 6,99%).
Chile se había situado en el sexto puesto en 2021 con el 7,2% de inflación, frente al 12,8% que lo llevó al séptimo lugar el año pasado, mientras que Colombia pasó de la tercera a la octava posición, al incrementar el índice de precios al consumidor del 5,62% al 13,12%.
La Argentina se mantuvo en el noveno puesto y pasó del 50,9% en 2021 al 94,8 en 2022, mientras que a Venezuela no le bastó haber reducido su tasa de inflación a menos de la mitad para dejar de ser el país de la región con el mayor índice de precios, al pasar del 660% al 305,7%, según datos alternativos del Observatorio Venezolano de Finanzas (el Banco Central de Venezuela sólo tiene datos de inflación hasta octubre del año pasado).
El principal componente de los aumentos generalizados de los precios en los países de la región fueron los alimentos, con algunas particularidades como el transporte en Chile, Colombia y Perú, la indumentaria en la Argentina, los restaurantes y servicios de alojamiento en Uruguay y los servicios de salud y cuidado personal en Brasil.
“Lo que tuvimos en el año pasado fue una suba fuerte del precio de los alimentos como consecuencia de la guerra (entre Rusia y Ucrania)”, explicó a Télam Sebastián Menescaldi, director de EcoGo Consultores, en particular en los casos del trigo y el girasol, a lo que agregó “los incrementos en los costos de transporte, que impactaron negativamente en toda América Latina”.
Lo señalado por Menescaldi se refleja en los números aportados por los diferentes entes oficiales de estadística de cada país, con casos en los que el rubro de alimentos más que duplicó al nivel general de inflación.
Es el caso de Chile, con una inflación del 12,8% y un aumento del rubro “Alimentos y bebidas no alcohólicas” del 24,7%, Colombia (13,12% y 27,81%), Perú (8,56% y 15,22%) y Brasil (5,79% y 11,64%, respectivamente).
“A eso se sumó la depreciación de las monedas locales, que provocó un aumento de los precios a nivel general y determinó que toda la región tuviera subas en las tasas de interés para empezar a combatir una inflación que ya se está empezando a desinflar, con un menor impacto en los últimos meses y que también se va a desacelerar en 2023”, pronosticó.
Ese comportamiento se reflejó en la mayoría de los países del subcontinente, que concentraron el grueso de la inflación del año en la primera mitad y ya en el segundo semestre evidenciaron una atenuación de los índices.
Tal es el caso de Paraguay, que redujo su tasa interanual del 11,8% en abril al 8,1% en diciembre, o Brasil, que en el mismo lapso la contrajo de 12,13% al 5,79%.
En Brasil, la deflación que tuvo en el tercer trimestre (-0,68% en julio, -0,36% en agosto y -0,29% el septiembre) fue decisiva para transformarlo del país con mayor inflación de Sudamérica después de Venezuela y Argentina a uno de los índices más bajos, después de Bolivia y Ecuador.
El factor principal para esa baja fue el recorte en el precio de los combustibles, al punto que en todo 2022 el rubro “Transportes” registró una caída del 1,29%.
Para el economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), Juan Luis Bour, las razones del regreso de la inflación en América del Sur se encuentran “en primer lugar, en que la mayoría de los países tuvieron una fuerte expansión fiscal en 2021”, a partir del incremento de las partidas destinadas a atender la emergencia por la pandemia de coronavirus.
“Si no se ajusta a tiempo, eso derrama en inflación”, acotó en declaraciones a Télam, para agregar que “lo relevante es que algunos están corrigiendo con políticas más duraderas, como Uruguay”, además de destacar que “Brasil ajustó muy fuerte su política monetaria y bajó impuestos, lo que hace la diferencia” para explicar la reducción de la inflación interanual a menos de la mitad en ocho meses.
Menescaldi aportó una visión diferente, ya que sostuvo que “los países de América Latina no emitieron moneda para financiar el déficit, sino que en general emitieron deuda, con excepción de la Argentina, por la falta de crédito que tiene el país”.
“La mayor parte de la emisión fue global a través de Estados Unidos, que eso sí generó inflación porque no había tantos activos para tantos dólares en el mundo”, completó.
No obstante, Bour advirtió que, si bien el conflicto entre Rusia y Ucrania influyó en la suba de los precios de alimentos y energía, “la inflación ya venía dándose desde fines de 2021”, antes del inicio de la guerra.
En su último informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) hace foco en las medidas que debe tomar el super ministro Sergio Massa para poder acomodar la economía Argentina.
● Las políticas de estabilización deben ser un nuevo contexto en el cual discutir los precios relativos de la economía (salarios, tipo de cambio, tarifas, alimentos, bienes y servicios, etc.) ● Cambios bruscos en los precios relativos -por ejemplo, una devaluación – en este contexto corre el riesgo de acelerar todavía más la inflación y tener una corta duración. Eso borraría en poco tiempo el efecto que se promete como una “mejora en la competitividad”. ● Los precios relativos indican que hay sectores que cuentan con un “colchón de precios” y están en condiciones de absorber incrementos en los costos reduciendo los márgenes, sin necesidad de trasladarlos al precio final
¿Devaluar o estabilizar?
La discusión sobre la estabilización de los precios se da en simultáneo con la discusión de los precios relativos que determinan una determinada distribución del ingreso. Aquí aparecen dos lecturas dentro de los que plantean la necesidad de algún esquema de shock que busque reducir en poco tiempo la inflación a niveles de por lo menos el 2-3% mensual. Por un lado encontramos a quienes buscan un fuerte cambio de precios relativos antes de entrar en un período de estabilidad, con versiones más ortodoxas (quienes plantean que primero es necesaria una fuerte devaluación) y con versiones más heterodoxas (quienes plantean primero una fuerte recomposición de los sectores de menores ingresos). Desde el CESO entendemos que un shock inicial de cambio de precios relativos generaría una aceleración de la inflación. Por lo tanto, primero debe ensayarse una política de estabilización para luego avanzar en un cambio en los precios relativos que tenga alguna durabilidad.
En el contexto inflacionario actual, los cambios bruscos de precios relativos deben darse necesariamente a costa de una inflación todavía mayor en el corto plazo. Esto conlleva dos riesgos considerables. Primero, esa mayor inflación en el corto plazo puede implicar una mayor inflación inercial que se sostenga en el tiempo, dado que venimos subiendo escalones en el régimen inflacionario de forma permanente en los últimos cuatro años. La matemática es bastante intuitiva: para lograr una mejora del 10% de mi precio relativo en una economía sin inflación, alcanza con que suba el precio 10%, pero si la inflación es del 100% deberá subir el precio 120%, es decir, 20 puntos por encima de la inflación. En segundo lugar, al acelerar la inflación también hace más inestables los precios relativos. Por ende, ese cambio que se busca generar para lograr un determinado set de precios relativos puede verse desdibujado en muy poco tiempo como consecuencia de la alta inflación.
Por eso, primero debería venir una moderación en la inflación para que los cambios en los precios relativos – más adelante discutimos qué cambios – puedan hacerse sin el riesgo de caer en un sendero inestable de aceleración de la tasa de aumento de los precios. Además, esto garantiza que una vez alcanzada una combinación de precios relativos buscada, pueda ser mantenida durante un período de tiempo razonable sin generar ningún salto brusco nuevamente. A partir de este diagnóstico, tiene sentido evaluar qué cambios son necesarios en los precios relativos para mejorar la distribución de los ingresos sin generar graves desequilibrios macroeconómicos.
Estos cambios implican, obviamente, que algunos sectores perderán en relación a su posición actual. Mayor competitividad vía una devaluación (aún cuando sea parcialmente compensada con un alza de retenciones), recomposición salarial, reducción del subsidio a las tarifas energéticas, actualización de los precios de los combustibles y suba en la tasa de interés, todo en simultáneo – tal como proponen algunos analistas- es un combo riesgoso que puede terminar una aceleración descontrolada de la tasa de inflación, que en poco tiempo borre el esquema (poco claro, por cierto) de precios relativos buscado. Prometer mejoras a todos los sectores derivando en un shock nominal puede terminar trayendo al presente el fantasma del “rodrigazo”.
En términos económicos, entendemos que ciertos sectores cuentan con un exceso de rentabilidad fruto de los aumentos acumulados en los últimos años, por encima del resto de los precios. Ese “colchón” les permitiría absorber subas de costos sin necesidad de trasladarlo a los precios. Es decir, deberían reducirse los márgenes que hoy en día le aplican a los costos. Planteado así parece sencillo y hasta obvio en algunos casos pero es justamente lo que el Frente de Todos no pudo conseguir ni sentarse a discutir con sectores empresarios.
Algo elemental para lograr eso es dar la discusión de precios no sólo a partir de la Secretaría de Comercio, sino poniendo sobre la mesa toda la interacción entre el Estado y el sector privado. Discutir los precios en simultáneo con las políticas de asistencia, de facilidades crediticias y la disponibilidad de dólares para sus importaciones. Algo que recién ahora parece empezar a darse, tras superarse la etapa de relativa parálisis y fuerte fragmentación de las decisiones de política económica del gobierno del FdT.
El dólar ¿está caro o barato?
Uno de los precios que más debate concentra es el del tipo de cambio oficial. Los sectores más liberales vuelven a reclamar un “sinceramiento” de su precio, bajo la idea de que el precio refleja algún tipo de verdad revelada y no un interés económico. Una devaluación inicial también forma parte de algunas propuestas de planes de estabilización “heterodoxos” bajo el argumento de que es necesario eliminar las expectativas de devaluación y para eso, debe haber un tipo de cambio lo suficientemente alto.
La forma más precisa de evaluar el precio del dólar es viendo el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) que considera no sólo los precios internos sino también los precios y tipos de cambio de nuestros principales socios comerciales. Así, es la mejor medida de la competitividad de un país
Al ver el ITCRM (ver Gráfico 1), el punto de partida con el que se inicia el gobierno de AF daba un margen de maniobra considerable. Dentro de las variables macroeconómicas a estabilizar, el tipo de cambio tenía cierto margen para retrasarse y funcionar como “ancla” del resto de los precios. De entrada, no era un tipo de cambio que complicara las cuentas externas. Sin embargo, desde 2021 se consolidó una fuerte apreciación del tipo de cambio en muy poco tiempo, sin conseguir los resultados esperados en la inflación ni el el poder adquisitivo de los salarios.
La apreciación cambiaria contribuye parcialmente al fuerte deterioro del saldo del comercio externo de bienes y servicios, provocado por el incremento de las importaciones al calor de la reactivación económica post-pandemia. Para compensar ese efecto, recientemente se tuvo que aumentar todavía más el costo del dólar para el turismo (dólar Qatar) y refinar el esquema de habilitación de importaciones a través del SIRA con el objetivo de desincentivar y dificultar algunas fuentes de demanda de dólares.
Actualmente, el TCRM se asemeja al que hubo previo a saltos bruscos del tipo de cambio, y es parte de lo que alimenta las expectativas de una fuerte devaluación. Sin embargo, debe tenerse en cuenta la regulación que existe hoy sobre los movimientos de capitales y que no existía en esos eventos previos. Los controles contribuyen a reducir los riesgos de un salto cambiario, así como los impuestos que elevan el tipo de cambio efectivo que debe pagar alguien que, por ejemplo, viaja al exterior.
Sin embargo, las expectativas de una posible devaluación provocan la demora en la liquidación de algunas exportaciones. Ello justificó la implementación del “dólar soja” en septiembre y que el gobierno busca reeditar hasta el 31 de diciembre de este año. Al otorgar una fuerte señal de precios con un tipo de cambio un 38% superior al actual, se logra movilizar (o adelantar la liquidación) de un volumen de exportaciones que de otro modo quedaría esperando condiciones más beneficiosas ya que cuenta con la capacidad económica para poder esperarlas.
En cuanto a la evolución del tipo de cambio, desde julio, el gobierno modificó la tendencia de esta apreciación cambiaria y busca que la devaluación mensual siga el ritmo de la inflación, incluso alguna décima por encima. Está claro que no hay mucho margen para continuar con la apreciación cambiaria pero también consideramos acertada la posición del gobierno que busca evitar una devaluación brusca del tipo de cambio oficial porque, en este escenario, aceleraría fuertemente la inflación (ver Gráfico 2). Las devaluaciones segmentadas, con tipos de cambio diferenciales por sector, pueden derivar en un esquema de desdoblamiento cambiario formal que ya analizamos en el informe pasado en este link.
Cómo están hoy los precios relativos
Los precios relativos han experimentado cambios importantes en los últimos años. En el gráfico 3 se puede observar los cambios desde diciembre de 2016 a la actualidad. En particular, se destaca el cambio en el precio de la energía eléctrica que abona la demanda residencial, que tuvo un fuerte pico a inicios de 2019 y, producto de un congelamiento por casi tres años, se redujo considerablemente hasta 2022. Hoy en día, aún con los aumentos de 2022, continúa siendo el precio relativo que está más bajo al compararse con Dic-16.
Los sectores de alimentos se ubicaron por encima del promedio general del nivel de precios en la totalidad del período analizado y aún se ubican un 6,3% por encima de Dic-16. Los materiales para la construcción pegaron un salto en 2020, ni bien se salía de la pandemia, y al día de hoy están un 29,3% por encima del punto de partida. El otro sector ganador al día de hoy es el de prendas de vestir e indumentaria, que vino incrementando sus precios por encima del promedio desde inicios de 2020 (ver Tabla 1).
Los precios retrasados, los que más perdieron, se resumen en dos: ingresos (SMVMV, Haber Mínimo Jubilatorio, Salario promedio del sector privado) y también las tarifas abonadas por el sector residencial.
Los sectores “ganadores” (materiales de construcción, alimentos, prendas de vestir, dentro de esta pequeña muestra de precios)) son ejemplos de quienes hoy en día cuentan con el colchón suficiente para poder absorber incrementos de costos, sin que eso les implique una situación económica muy comprometida. Se trataría únicamente de una reducción en los márgenes que tienen actualmente y un retorno a niveles que han tenido previamente. Eso permitiría la recuperación del salario en términos reales, a medida que se reduce el colchón de aumentos precautorios que acumularon algunos sectores ante eventuales devaluaciones que no se concretaron.
La temporalidad de la estabilización
A la hora de implementar un programa de rápida desaceleración de la inflación hay cuestiones operativas a resolver que son relevantes para un funcionamiento eficaz, ya que podrían eventualmente impedir una rápida baja en la inflación o significar costos muy altos para algunos sectores.
Para evaluarlo, consideremos el caso de los alquileres. Algunos contratos pudieron haberse firmado hace 2 meses, acumulando una inflación del 13% desde su entrada en vigencia. En cambio, otros contratos pudieron haberse firmado hace 10 meses y acumulan una inflación del 77% desde que se fijó su valor.
Cómo proceder ante esa situación?
Aquí lo que entra en juego es la temporalidad en la actualización de los distintos contratos. En el caso de los alquileres, su actualización es anual. Para los contratos comerciales, puede ser semestral. Los salarios se actualizan casi todos los meses, según los convenios firmados en las paritarias. Las jubilaciones lo hacen trimestralmente. Esta variabilidad en la temporalidad de la indexación hace necesario algún mecanismo de resolución de estos contratos hacia adelante si se pretende una baja rápida en los niveles de inflación. La tabla de desagio cumplió este rol en el Plan Austral y su diseño requiere una minuciosidad muy fina para poder contemplar la multiplicidad de contratos y situaciones en los distintos sectores de actividad.
Escriben Tobias Adrian, Christopher Erceg y Fabio Natalucci – Los riesgos al alza para las perspectivas de inflación siguen siendo importantes, y es posible que se necesiten ajustes más agresivos si estos riesgos se materializan.
Los bancos centrales de las principales economías esperaban tan solo hace unos meses que podrían endurecer la política monetaria de forma muy gradual. La inflación parecía estar impulsada por una combinación inusual de shocks de oferta asociados con la pandemia y la posterior invasión de Ucrania por parte de Rusia, y se esperaba que disminuyera rápidamente una vez que estas presiones disminuyeran.
Ahora, con la inflación subiendo a máximos de varias décadas y las presiones de los precios ampliándose a la vivienda y otros servicios, los bancos centrales reconocen la necesidad de actuar con mayor urgencia para evitar que se desaten las expectativas de inflación y se dañe su credibilidad. Los formuladores de políticas deben prestar atención a las lecciones del pasado y estar decididos a evitar ajustes potencialmente más dolorosos y perjudiciales en el futuro.
La Reserva Federal, el Banco de Canadá y el Banco de Inglaterra ya han aumentado notablemente las tasas de interés y han señalado que esperan continuar con aumentos más considerables este año. El Banco Central Europeo recientemente elevó las tasas por primera vez en más de una década.
Tasas reales más altas para ayudar a reducir la inflación
Las acciones y comunicaciones del banco central sobre el camino probable de la política han llevado a un aumento significativo en las tasas de interés reales (es decir, ajustadas a la inflación) de la deuda pública desde principios de año.
Si bien las tasas reales a corto plazo siguen siendo negativas, la curva a futuro de la tasa real en los Estados Unidos, es decir, la trayectoria de las tasas de interés reales a un año dentro de uno a 10 años implícita en los precios del mercado, ha aumentado a lo largo de la curva hasta un rango entre 0.5 y 1 por ciento.
Esta trayectoria es más o menos consistente con una postura de política real “neutral” que permite que la producción se expanda alrededor de su tasa potencial. El Resumen de proyecciones económicas de la Fed a mediados de junio sugirió una tasa neutral real de alrededor del 0,5 por ciento, y los formuladores de políticas vieron una expansión de la producción del 1,7 por ciento tanto este año como el próximo, que está muy cerca de las estimaciones de potencial.
La curva a futuro de la tasa real en la zona del euro, representada por los bonos alemanes, también se ha desplazado hacia arriba, aunque sigue siendo profundamente negativa. Eso es consistente con las tasas reales convergiendo solo gradualmente a neutrales.
Las tasas de interés reales más altas de los bonos del gobierno han estimulado un aumento aún mayor en los costos de endeudamiento para los consumidores y las empresas, y contribuyeron a fuertes caídas en los precios de las acciones a nivel mundial. La visión modal tanto de los bancos centrales como de los mercados parece ser que este endurecimiento de las condiciones financieras será suficiente para empujar la inflación a los niveles objetivo con relativa rapidez.
Para ilustrar, las medidas de expectativas de inflación basadas en el mercado apuntan a un regreso de la inflación a alrededor del 2 por ciento dentro de los próximos dos o tres años tanto para Estados Unidos como para Alemania. Las previsiones de los bancos centrales, como las últimas proyecciones trimestrales de la Fed, apuntan a una moderación similar en el ritmo de aumento de los precios, al igual que las encuestas a economistas e inversores.
Esta parece ser una línea de base razonable por varias razones:
El endurecimiento monetario y fiscal en curso debería enfriar la demanda tanto de bienes energéticos como no energéticos, especialmente en categorías sensibles a los intereses, como los bienes de consumo duraderos. Esto debería hacer que los precios de los bienes aumenten a un ritmo más lento o incluso bajen, y también puede hacer que los precios de la energía bajen en ausencia de interrupciones adicionales en los mercados de productos básicos.
Las presiones del lado de la oferta deberían disminuir a medida que la pandemia relaja su control y los bloqueos y las interrupciones de la producción se vuelven menos frecuentes.
Un crecimiento económico más lento eventualmente debería empujar hacia abajo la inflación del sector servicios y restringir el crecimiento de los salarios.
La inflación de riesgo sustancial es alta
Sin embargo, la magnitud del aumento de la inflación ha sido una sorpresa para los bancos centrales y los mercados, y sigue existiendo una gran incertidumbre sobre las perspectivas de inflación. Es posible que la inflación baje más rápido de lo que prevén los bancos centrales, especialmente si las interrupciones de la cadena de suministro se alivian y el endurecimiento de las políticas globales resulta en una rápida caída de los precios de la energía y los bienes.
Aun así, los riesgos de inflación parecen fuertemente sesgados al alza. Existe un riesgo sustancial de que la alta inflación se consolide y las expectativas de inflación se desanclen.
Las tasas de inflación en los servicios, desde los alquileres de viviendas hasta los servicios personales, parecen estar repuntando desde niveles ya elevados, y es poco probable que bajen rápidamente. Estas presiones pueden verse reforzadas por un rápido crecimiento de los salarios nominales. En países con mercados laborales fuertes, los salarios nominales podrían comenzar a aumentar rápidamente, más rápido de lo que las empresas razonablemente podrían absorber, con el aumento asociado en los costos laborales unitarios trasladado a los precios. Estos “efectos de segunda vuelta” se traducirían en una inflación más persistente y en un aumento de las expectativas de inflación. Finalmente, una mayor intensificación de las tensiones geopolíticas que provoque un nuevo aumento en los precios de la energía o agrave las interrupciones existentes también podría generar un período más largo de alta inflación.
Si bien la evidencia basada en el mercado sobre las expectativas de inflación “promedio” discutidas anteriormente puede parecer tranquilizadora, los mercados parecen apostar significativamente por la posibilidad de que la inflación supere con creces las metas del banco central en los próximos años. En concreto, los mercados señalan una alta probabilidad de que persistan tasas de inflación superiores al 3% en los próximos años en Estados Unidos, la zona del euro y el Reino Unido.
Los consumidores y las empresas también se han preocupado cada vez más por los riesgos de inflación alcista en los últimos meses. Para los Estados Unidos y Alemania, las encuestas de hogares muestran que las personas esperan una alta inflación durante el próximo año y ponen probabilidades considerables sobre la posibilidad de que supere la meta durante los próximos cinco años.
Es posible que se necesite un ajuste más fuerte
Los costos de reducir la inflación pueden resultar notablemente más altos si se materializan los riesgos alcistas y se afianza una alta inflación. En ese caso, los bancos centrales tendrán que ser más decididos y aplicar medidas más agresivas para enfriar la economía, y es probable que el desempleo aumente significativamente.
En medio de señales de una liquidez que ya es escasa, un endurecimiento más rápido de la tasa de interés oficial puede resultar en una caída más pronunciada en los precios de los activos de riesgo, lo que afectará a las acciones, el crédito y los activos de mercados emergentes. El endurecimiento de las condiciones financieras bien puede ser desordenado, poniendo a prueba la resiliencia del sistema financiero y ejerciendo una presión especialmente grande sobre los mercados emergentes. El apoyo público a una política monetaria restrictiva, ahora sólida con la inflación en máximos de varias décadas, puede verse socavado por los crecientes costos económicos y laborales.
Aun así, restaurar la estabilidad de precios es de suma importancia y es una condición necesaria para el crecimiento económico sostenido. Una lección clave de la alta inflación en las décadas de 1960 y 1970 fue que actuar con demasiada lentitud para contenerla implica un endurecimiento posterior mucho más costoso para volver a anclar las expectativas de inflación y restaurar la credibilidad de la política. Será importante que los bancos centrales mantengan esta experiencia firmemente en la mira mientras navegan por el difícil camino que tienen por delante.
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Tobias Adrian es el Consejero Financiero y Director del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde ese cargo dirige la labor del FMI en lo que se refiere a supervisión del sector financiero y fortalecimiento de las capacidades, políticas monetarias y macroprudenciales, regulación financiera, gestión de la deuda y mercados de capital. Antes de incorporarse al FMI, el Sr. Adrian fue Vicepresidente Principal del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y Director Adjunto del Grupo de Investigación y Estadística. Dictó clases en la Universidad de Princeton y la Universidad de Nueva York y ha publicado estudios en revistas especializadas de economía y finanzas, como American Economic Review y Journal of Finance. Sus investigaciones se centran en las consecuencias globales de la evolución de los mercados de capital. Tiene un doctorado del Instituto Tecnológico de Massachusetts, una maestría de la London School of Economics, un diploma de la Universidad Goethe de Fráncfort, y una maestría de la Universidad Dauphine de París.
Christopher Erceg es Subdirector en el Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional (FMI), en donde supervisa aspectos como las políticas monetarias y macroprudenciales, las operaciones de los bancos centrales, la modelización de la política monetaria y la gestión de flujos de capital. Antes de incorporarse al FMI, fue Director Principal Adjunto en la División de Finanzas Internacionales de la Junta de la Reserva Federal. Sus principales temas de investigación son la política monetaria y fiscal, la estabilidad financiera y la macroeconomía de economías abiertas. A lo largo de su carrera también se ha dedicado a la elaboración de modelos macroeconómicos mundiales. Obtuvo su doctorado en Economía en la Universidad de Chicago.
Fabio M. Natalucci es Subdirector del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital. Está a cargo del Informe sobre la estabilidad financiera mundial (informe GFSR), que presenta la evaluación del FMI sobre los riesgos para la estabilidad financiera mundial. Antes de incorporarse al FMI, fue Director Principal Adjunto en la División de Asuntos Monetarios de la Junta de la Reserva Federal. Entre octubre de 2016 y junio de 2017 ocupó el cargo de Subsecretario Adjunto de Estabilidad y Regulación Financiera Internacional en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad de Nueva York.