La mora con Cammesa pone en riesgo al sistema eléctrico argentino

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La demora de los pagos a Cammesa puede afectar al sistema eléctrico, Transener alertó sobre esta situación.

La empresa Transener, líder en el transporte de energía eléctrica en Argentina, alertó sobre los efectos negativos que la falta de pagos por parte de Cammesa está teniendo en el Mercado Eléctrico Mayorista.

En una carta enviada a la Comisión Nacional de Valores, Transener señaló que la demora en los pagos por parte de las distribuidoras a Cammesa ha generado un desfinanciamiento que afecta su capacidad para operar y cumplir con sus obligaciones.

La compañía detalló que, a la fecha, se encuentran pendientes de pago el 50% de la factura de noviembre, el total de la de diciembre de 2023 y está próxima a vencer la de enero de 2024.Esta situación obliga a Transener a reducir sus egresos a un mínimo operativo, lo que podría afectar la normal capacidad de atención del Sistema de Transporte y generar un riesgo operativo.

Transener ha notificado de esta situación al Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), Cammesa y a la Secretaría de Energía, pero no ha recibido respuestas ni certezas sobre los futuros pagos.La compañía advirtió que, de no cobrar al menos una transacción completa durante marzo, no podrá cancelar sus obligaciones operativas y salariales en término.

El 95% de los recursos financieros de Transener provienen de pagos de Cammesa, por lo que este incumplimiento se traduce en un desfinanciamiento de la Sociedad.

Las transferencias a Cammesa son el principal componente de los subsidios energéticos en Argentina, y su reducción en los últimos meses ha generado tensión en el sector.

El informe de política fiscal del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la UBA y el CONICET indica que las transferencias del Tesoro a Cammesa se redujeron virtualmente a cero en enero de 2024.Esta situación, sumada a los bajos niveles de facturación de las distribuidoras, ha generado una deuda con Cammesa que no ha sido cubierta por el Tesoro.

Fuente: Bloomberg

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Distribución del ingreso: el 20% se lleva casi la mitad de “la torta”

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El año arrancó con un muy leve empeoramiento en la distribución del ingreso con respecto a un año atrás, pero con una fuerte caída de los ingresos de la población con relación a la inflación, según el Informe Distribución del Ingreso del INDEC del primer trimestre.

Clarín – La distancia entre el 10% de los más pobres – quienes recibieron el 1,4% de los ingresos – y el 10% de los más ricos, que obtuvieron el 32,4% de la “torta” se mantuvo en 23 veces. En igual trimestre de 2018 esa distancia era de 20 veces, subió a 21 veces en 2019 y a 23 veces en 2020.

En tanto, el 20% de mayores ingresos aumentó del 49,2% al 49,4% su porción de la “torta”, mientras el 20% más pobre se mantuvo en el 4,3%. Una distancia de 11,5 veces. En 2018 era de 10,5 veces, en 2019 de 11,3 veces y en 2020 de 11,4 veces.

Esta distribución no fue más desigual por las ayudas sociales oficiales que, para los hogares más pobres, representaron más de la mitad de sus ingresos,

“En el caso de los hogares, los ingresos laborales representaron el 75,3% de los ingresos totales, mientras que los ingresos no laborales alcanzaron el 24,7% restante. El peso de los ingresos no laborales fue mayor para los deciles de ingreso total familiar más bajos, siendo igual al 55,4% en el primero y 14,0% en el décimo”, precisa el Informe.

Los ingresos no laborales de los sectores de menores ingresos fueron los bonos, AUH y otras ayudas oficiales, mientras entre los de mayores ingresos se refiere , fundamentalmente, por alquileres o ingresos o rentas por plazos fijos o inversiones financieras.

No obstante, en relación a un año atrás, por los bonos a los jubilados y pensionados de haberes mínimos y AUH, este año el peso de los ingresos no labores fueron inferiores a los de igual período de 2020.

El indicador de desigualdad en la distribución del ingreso, que toma en cuenta cómo se reparte la totalidad de los ingresos de la población – el coeficiente de Gini – subió de 0,444 a 0,445.

Es un indice que varía entre 0 y 1. Cuanto más cercano a 1, mayor es la desigualdad en la distribución del ingreso y pasa lo contrario cuando se acerca a cero (igualdad absoluta).

Desde que el INDEC difunde la nueva serie de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) -en el segundo trimestre de 2016- el coeficiente de Gini arrancó con altos valores de desigualdad, en especial en el tercer trimestre de ese año.

Luego, fue disminuyendo hasta fines de 2017 para volver a subir y mantenerse alto desde el segundo trimestre de 2019, con la recesión, el menor empleo y el deterioro de los ingresos de la población trabajadora y de los jubilados.

Del Informe del INDEC surge que:

• Con un aumento de casi el 1% en la población urbana total, la suma total de ingresos de la “población con ingresos” creció 30,9% en relación con igual trimestre de 2020 cuando a marzo la inflación interanual fue del 42,6%. Representa una caída real del 8,4%.

• En promedio los ingresos subieron de $ 32.378 a $ 42.394, pero el 40% más pobre tuvo una mejora nominal de apenas el 24,4% (de $ 11.650 a $ 14.500). En cambio el 20% de mayores ingresos pasó de un promedio de $ 77.083 a $ 102.917: un 33,5% más.

• Los $ 42.394 promedio se desagregan en $ 48.570 para los varones y $ 36.123 para las mujeres. En promedio las mujeres percibieron un 25,6% menos que los varones, cuando un año atrás era diferencia era del 23%.

• Con relación a la población ocupada, en promedio, el ingreso fue de $ 39.504 versus $ 28.497 un año atrás, una suba del 38,6%, por debajo de la inflación.

• Los ingresos de los asalariados pasaron de $30.080 a $ 42.294 ( + 40,6%) .El ingreso medio de los asalariados “sin descuento jubilatorio” fue de $ 22.385, menos de la mitad –43,6%–de los $ 51.328 promedio de los asalariados formales.

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Preocupante: En septiembre la Coparticipación de Misiones volvió a “tropezar” y cayó por debajo de la inflación

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En septiembre, por segunda vez en los últimos tres meses, la provincia de Misiones volvió a recibir un cheque por Coparticipación Federal de Impuestos que no alcanza a empatarle a la inflación.
Debido a la desaceleración de la economía, la recaudación de la AFIP cayó el mes pasado y la provincia obtuvo recursos por 2.891,6 millones de pesos, lo cual implica un incremento de 33% respecto a lo recibido en septiembre del 2017 ($2.173,6 millones). Ese incremento no alcanza a empatarle a una inflación que supera por varios puntos el 35% anual al final del noveno mes del año (el dato de septiembre será divulgado esta tarde por el Indec y se estima en torno al 7% mensual).
La Coparticipación que recibe Misiones había caído en julio por debajo de la inflación por primera vez en los últimos 16 meses. Luego en agosto las remesas del principal ingreso que tiene la provincia volvieron a recuperarse en términos reales (como se dice en la jerga cuando una suma de dinero es mayor al incremento en el costo de vida).
Pero en septiembre, la recesión que aqueja a la economía argentina volvió a sentirse y la Coparticipación volvió a caer. Un dato hace al panorama más sombrío. Misiones y el resto de las provincias (excluyendo a Santa Fe, San Luis y Córdoba) están recibiendo ya 9 puntos de los 15 que se retenían para financiar a la Anses. Aún así, los envios no alcanzaron para “empatarle” a la inflación.
Sin Fondo de la Soja
Otra novedad en septiembre es que por primera vez, los giros automáticos no incluyeron la remesa adicional que representa el Fondo Federal Solidario o Fondo de la Soja.
Inequidad 
Como todos los meses, la distribución de la Coparticipación volvió a dejar en evidencia la inequidad con la que es tratada Misiones, que es la provincia más poblada del NEA y la que menos recursos recibe.
Misiones obtuvo nuevamente menos que Formosa ($3.084 millones), Chaco ($4.293 millones) y Corrientes ($3.229 millones).
COPARTICIPACIÓN MES A MES DESDE MARZO DE 2017: 15 MESES DE CRECIMIENTO Y UNO DE CAIDA
Marzo ’17 $1.495 millones – 29,8% de aumento interanual –
Abril ’17 $1.532 millones – 30,7% de aumento interanual –
Mayo ’17 $2007 millones -27,2% de aumento interanual –
Junio ’17 $2.167 millones -30,5% de aumento interanual –
Julio ’17 $2.103 millones -46,5% de aumento interanual –
Agosto ’17 $2.101 millones 34,4% -de aumento interanual –
Septiembre ’17 $2.173,6 millones 37,7% -de aumento interanual –
Octubre ’17 $2.131,05 millones 38,8% -de aumento interanual –
Noviembre ’17 $2.150 millones 34,4% -de aumento interanual –
Diciembre ’17 $2.256 millones 30,4% -de aumento interanual –
Enero ’18 $2.428 millones 35,6% -de aumento interanual
Febrero ’18 $2.322 millones (fuente DGR)
Marzo ’18 $2.414 millones (fuente DGR)
Abril ’18 $2.217 millones 37,9% de aumento interanual
Mayo ’18 $2.942,4 millones 47,8% de aumento interanual
Junio ’18 $3.315 millones – 45,7% de aumento interanual
Julio ’18  $2.696 millones – 28,2% de aumento interanual (BAJÓ POR 1° VEZ DESDE MARZO ’17 RESPECTO A INFLACIÓN)
Agosto ’18  $3.004 millones – 43% de aumento interanual (VOLVIO A CRECER EN TERMINOS REALES)
Septiembre ’18   $2.891 millones – 33% de aumento interanual (VOLVIO A CAER POR DEBAJO DE LA INFLACIÓN, QUE SUPERA EL 35% -HOY SE CONOCE EL DATO OFICIAL).
Fuente: Economis sobre la base de informes de Economía y Regiones y la DGR
 

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¿Más ricos y más pobres? Cómo se reparte el ingreso en la Argentina

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Escriben Guillermo Knass y Martín Leiva Varela, ECONEA, para Economis. Uno de los objetivos centrales de cada Gobierno debiera ser lograr una sociedad más equitativa. En términos económicos, ese objetivo se traduce en una asignación equilibrada  de bienes y servicios. Actualmente, en Argentina, la problemática de la distribución del ingreso se ha vuelto un punto central del debate público, no solamente porque son tiempos electorales, sino porque las cifras de pobreza e indigencia dadas a conocer por el INDEC siguen siendo alarmantes, donde el 28,6 % de los argentinos es pobres, es decir que no llegan a cubrir sus necesidades básicas y el 6,2% de la población se encuentra por debajo de la línea de indigencia, por lo que no les alcanza ni siquiera para cubrir sus necesidades nutricionales. Esta situación conduce necesariamente a preguntarse, entre otras cosas, ¿cómo se distribuye la riqueza en Argentina?, ¿son los ricos cada vez más ricos? ¿Cuán profunda es la brecha entre ricos y pobres?

Como punto de partida, podemos definir a la distribución del ingreso como la forma en la cual el producto total generado por un país se distribuye entre sus habitantes. A partir de los datos difundidos por el INDEC, en su informe sobre Evolución de la Distribución del Ingreso del Segundo Trimestre de 2017, se puede dilucidar que una amplia proporción de la población se encuentra en situación de vulnerabilidad.

Por ejemplo, el informe concluye que la mitad de la población declaró percibir ingresos menores a los 9.000 pesos mensuales. Además, este 50% de la población se queda con apenas el 21,3% del total de los ingresos individuales generados en el país.

Si en lugar de considerar los ingresos individuales, se considera como unidades de análisis los hogares, el ingreso medio del 50% más pobre no supera los 17.000 pesos, mientras que el 10% más rico obtiene un ingreso mensual promedio de 66.742 pesos, alcanzando máximos que superan los 500 mil.

Pero… ¿en qué situación nos encontramos?

Una de las medidas estadísticas más utilizadas para medir la equidad en la distribución del ingreso es el Coeficiente de Gini, ya que permite hacer comparaciones en diferentes años y países. Consiste en un número entre 1 y 0, en donde un valor igual a 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todas las personas tendrían el mismo ingreso) y el valor 1 se relaciona con la perfecta desigualdad (una sola persona tendría todos los ingresos y los demás nada). El valor más reciente para la Argentina es de 0,428, si se considera el ingreso per cápita familiar al segundo trimestre de 2017. Este índice ha tenido una evolución importante desde 2002, momento en que se encontraba en un máximo de 0,53, pero la tendencia se cortó en 2011, donde alcanzó un valor cercano a 0,43 (cifras siempre obtenidas de fuentes oficiales). Desde entonces ha tenido pequeñas oscilaciones trimestre a trimestre, pero nunca se alejó significativamente de este valor.

Ahora bien, ¿existe un nivel “óptimo” del coeficiente de Gini? Sin perder de vista que lo más importante es que la población en su totalidad pueda alcanzar un nivel de vida aceptable, donde todos superen la línea de pobreza, como respuesta a dicho interrogante, hay que aclarar que no existe un óptimo definido en la literatura económica. Sin embargo, si se observa lo que sucede en el mundo, se ve a países como Noruega, Suecia y Bélgica como los países con mayor equidad, con índices entre 0,22 y 0,26; y también encabezan los rankings de desarrollo humano y con menos cantidad de pobres.

Por lo tanto, existe una relación entre todas estas variables que hace que estas naciones sean más equitativas y cuenten mayores niveles de bienestar.

 

El renombrado fifty – fifty

Otra manera de evaluar la equidad en la distribución del ingreso es a partir de cómo se reparte el mismo entre el capital y el trabajo lo cual se conoce, en términos técnicos,  como la distribución funcional del ingreso.

Uno de los grandes personajes de la historia Argentina que abrió el debate fue el presidente Perón, cuando a fines de 1973 pronuncia un discurso por cadena nacional desde la sede central de la CGT, en el que insistía en una distribución “con justicia entre todos los que la producen”, haciendo referencia a la riqueza y marcando su ideal como: “que sea fifty-fifty, como dicen, mitad y mitad” con relación a los aportes del capital y el trabajo a la producción y su justa retribución.

Con el informe presentado por IDESA el último 23 de julio, se puede decir que esta esquiva meta se ha alcanzado. Según dicha fuente, en Argentina en el año 2016, el trabajo percibió el 52% del total de los ingresos generados, mientras que el capital obtuvo el 40% y los ingresos mixtos (empresas personales y familiares donde se combinan trabajo y capital) representan un 11%. Alcanzando una sumatoria total de 103%, donde el 3% sobrante corresponde a subsidios otorgados por el Estado.

Si bien la meta del fifty fifty se ha alcanzado, dentro del mismo informe se menciona que esto no garantiza la justicia social, ya que existe una alta incidencia de la pobreza, siendo “una de las razones que la brecha de ingresos entre los trabajadores se ha profundizado” principalmente entre trabajadores registrados e informales.

A modo de conclusión

Queda en evidencia que, a pesar de haber logrado una distribución más equitativa entre las retribuciones al capital y al trabajo, la desigualdad y, sobre todo, la pobreza, están claramente muy lejos de ser aceptables y se necesita mejorar la situación de las personas en mayor vulnerabilidad social de manera prioritaria y urgente. Para ello será fundamental lograr un contexto macroeconómico estable, junto con reformas del sector productivo que posibiliten la creación de nuevos puestos de trabajo de calidad. Tampoco se debe olvidar lo importante que es para el cumplimiento de estas metas la reducción de la inflación, ya que en el corto plazo este fenómeno contribuye al  aumento de la desigualdad, porque son los pobres los más desamparados frente a las pérdidas del poder adquisitivo.

 

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Estudio asegura que se redujo 3% la participación de los asalariados en el PBI

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Las profundas transformaciones en la política económica que desplegó la alianza Cambiemos no solo provocaron una importante recesión en 2016 sino también alteraciones sustanciales en el régimen económico. Si bien el examen de los cambios estructurales es prematuro en cuanto a su profundidad no lo es en lo que concierne a su naturaleza y orientación. Por ello, la evaluación del primer año de gobierno resulta sumamente útil como para advertir el nuevo esquema de “ganadores” y “perdedores” que se tiende a configurar en la economía argentina y, consiguientemente, la orientación del modelo de acumulación de capital que se busca establecer.

Al respecto, lo primero que cabe señalar es que las medidas adoptadas (devaluación, quita o baja de retenciones a las exportaciones, aumento de las tarifas de los servicios públicos, apertura comercial, liberalización del movimiento de capitales, suba de la tasa de interés, etc.) generaron una profunda transferencia de ingresos del trabajo al capital. A tal punto que la participación de los asalariados en el ingreso cayó del 37,4% al 34,3% entre 2015 y 2016, lo que equivale a una apropiación por parte del capital de aproximadamente 16.000 millones de dólares.

Sin embargo, las intensas pugnas por la distribución del ingreso no solo se entablaron entre el trabajo y el capital sino también en el plano intra-capital. Se trata de transferencias de ingresos que emanan tanto de la punción en el salario real como de las rentabilidades relativas sectoriales. Así es que en el marco de la aceleración inflacionaria de 2016, y en forma consistente con la nueva política económica, los sectores que pudieron aumentar sus precios relativos por encima del promedio fueron el agro (83,9%), la intermediación financiera (60,9%), electricidad, gas y agua (57,4%) y minas y canteras (49,9%).

Las ramas que, en cambio, se ubicaron dentro del segmento de los “perdedores” son, en lo fundamental, la industria, la construcción y el comercio. En la generalidad de los casos, estas actividades estuvieron afectadas por la caída del consumo, el incremento de los costos de los servicios públicos y la apertura comercial (que fue muy escasamente compensada por la suba del tipo de cambio real). Este cambio de precios relativos se desplegó en un marco internacional complejo, caracterizado por la intensificación de la lucha competitiva que se reflejó en una importante caída de los precios externos.

En ese marco, el eje ordenador de la economía argentina se desplazó de la economía real y el consumo hacia la especulación financiera, reprimarizándose asimismo la canasta exportadora del país. De hecho, el único componente de la demanda agregada que experimentó un crecimiento en 2016 fueron las exportaciones por efecto del comportamiento de las ventas primarias. En tanto que se redujo el consumo privado, en virtud de la caída del salario real y el aumento del desempleo, y se derrumbó la inversión productiva.

Al respecto, cabe apuntar que la tasa de inversión cayó desde el 16% hasta el 13,9% del PIB entre 2015 y el cuarto trimestre de 2016, mientras que la radicación de inversiones extranjeras directas se redujo a la mitad. Sin embargo, la supuesta lluvia de inversiones pretendidas por el gobierno tuvo su manifestación en un masivo ingreso de capital especulativo a partir de los altos rendimientos en dólares que posibilitaron fundamentalmente las Lebac. Así es que las inversiones de cartera, que habían sido negativas en 2015, treparon a USD 44.585 millones en 2016. En ese marco, la fuga de capitales al exterior, medida a través del método residual de la balanza de pagos, aumentó de USD 7.505 a 11.666 millones entre 2015 y 2016 y, como contrapartida, el ratio de la deuda externa pública se elevó del 13,3% al 23,4% del PIB.

En efecto, el marcado descenso de las inversiones orientadas a la economía real constituye un indicador relevante de que si, efectivamente, existe reactivación de la actividad en 2017 será esencialmente por efecto del “rebote estadístico”, con escaso impacto en la economía real y el empleo y, lo que es más importante aún, no sostenible en el tiempo. De todos modos, los últimos indicadores de coyuntura aún no permiten advertir un cambio de tendencia en este sentido.

Si bien en enero el nivel de actividad había registrado un incremento interanual del 1,1%, en la comparación mensual se contrajo 0,5%, interrumpiendo la tendencia de los meses previos. Por el lado de la oferta, la industria y la construcción registraron en febrero caídas interanuales superiores a las de enero (-6% y -3,4% respectivamente). Por el lado de la demanda, el nivel de consumo, que no había tenido un buen desempeño en enero, profundizó su contracción en febrero en virtud de la aceleración inflacionaria, en tanto que las cantidades exportadas registraron caídas significativas. En ese marco, el único dato relativamente positivo, pero con escasa capacidad de tracción sobre el conjunto de la economía, provino por el lado del gasto en obra pública, que se duplicó en febrero y arrastró el incremento de los despachos de cemento en marzo.

Bajo estas circunstancias, cada vez queda más claro que el eje de la política económica no tiene como objetivo prioritario el de apuntalar el nivel de actividad sino el de contener la inflación, que devino en la principal apuesta electoral del gobierno.

En ese marco, el reciente incremento de las tasas de interés tiene el propósito de “secar la plaza” con el objetivo de restarle presión al dólar y, consiguientemente, al nivel de precios. Cabe señalar que ello ocurre en un contexto de elevados vencimientos de las Lebac cuyo stock asciende a $ 773.989 millones (equivalente a las reservas totales del Banco Central).

 En ese escenario, existe la posibilidad de que ante una modificación de las expectativas cambiarias los inversores privados, que tienen ahora una elevada presencia en las Lebac, dolaricen su cartera. El gobierno reduce, así, su margen de maniobra y se torna más dependiente de mantener las altas tasas de interés y acceder al endeudamiento externo -una vez pasados los efectos extraordinarios del blanqueo de capitales-, realimentando el proceso de valorización financiera.

El otro punto neurálgico para reducir el nivel de precios es el de la represión salarial. De allí que la negociación paritaria, tal como lo indica el caso testigo de los docentes, constituye la madre de todas las batallas. Sus resultados dependen de las relaciones de fuerza y de la acción del movimiento sindical, al cual pretenden doblegar con políticas dirigidas a desprestigiar a su dirigencia más activa frente al ajuste económico.

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