Murió Ramón Ayala, el autor eterno de la música del Litoral

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Por Mariano Suarez. El misionero Ramón Ayala, creador original, exuberante y plebeyo, referencia por excelencia de la música litoraleña y ejemplo de una forma de acercamiento del hecho artístico inasible para los medios de comunicación, falleció hoy a los 96 años en la Ciudad de Buenos Aires.

Ayala murió en el Sanatorio Güemes donde se encontraba internado y en delicado estado desde hace poco más de diez días a causa del agravamiento de un cuadro de neumonía. La familia del enorme artista litoraleño Ramón Ayala, informó que los restos del músico serán despedidos mañana en una casa velatoria del barrio de Almagro, mientras que la despedida será el sábado por la mañana en el Cementerio de Chacarita, en Buenos Aires.

Su nombre real era Ramón Gumercindo Cidade y sus oficios múltiples: compositor, intérprete, guitarrista, pintor, narrador de historias; todos ejercidos sin detenerse en la barrera de la exageración. Su acta de nacimiento está fechada el 10 de marzo de 1927, en Garupá.

Músico intuitivo y genial, se atribuye ser el creador de un ritmo, el gualambao, y es el compositor de canciones de envidiable belleza, a la vez portadoras de una voz de denuncia social: “El jangadero”, “El mensú”, “El cosechero”, “Canto al Río Uruguay”, entre tantas.

Hacedor de una vasta obra musical que trascendió largamente las fronteras geográficas y estilísticas del Litoral, fue autor de reconocidas piezas como “El jangadero”, “El mensú”, “El cosechero” y “Canto al Río Uruguay”.

Esas y otras canciones viajaron gracias a versiones de Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Horacio Guarany y Liliana Herrero, por citar a artistas que se nutrieron de su talento autoral.

Más allá de los datos biográficos duros sobresalen al menos dos méritos: en un ambiente folclórico en el que irrumpieron en un momento Los Chalchaleros, Los Fronterizos, y tantas formaciones copiadas en espejo hasta el hartazgo, Ayala trabajó en otra línea, más cuidadosa. Así como en Salta y Tucumán se levantaron Eduardo Falú o el Dúo Salteño, en el litoral, Ayala, forjó su propia tradición.

Habrá que computarle, además, que irrumpió en una escena dominada, en el litoral, por la música correntina y allí también se las arregló para construir un camino propio. En busca de explicar el personal y bello sello que portó su cancionero, Ayala dijo tiempo atrás a Télam: “Yo he abrevado mucho en la música clásica, no me quedo en el sonsonete. En el ámbito folclórico hay repeticiones que en lugar de engrandecer el género lo empequeñecen, es cuestión de los virus interiores”.

Nació en 1927 en el pueblo de Garupá, a 15 kilómetros al sureste de Posadas, frente al río Paraná, y en la frontera con Paraguay. Fue el mayor de cinco hermanos.

En la adolescencia, tras la muerte de su padre, se trasladó a Buenos Aires, con su madre y se inició, de manera intuitiva, en el aprendizaje de la guitarra.

Acompañó al cantor cuyano Félix Dardo Palorma y, alentado por el maestro Herminio Giménez, comenzó a trabajar el repertorio litoraleño.

A lo largo de los años 50, Ayala formó parte del trío Sanchez-Monjes-Ayala (junto a Arturo Sánchez y Amadeo Monjes) con el que recorrió una amplia variedad de canciones, de las guaraníes a las más porteñas, sin descuidar los boleros.

Hacia 1960 creó el gualambao con la idea de darle un estilo propio y único a su provincia (tuvo un contrapunto público con Chango Spasiuk sobre el origen de esa especie).

El gualambao está formado por dos ritmos de polca encadenados por una permanente síncopa que le confiere una fisonomía particular. Se escribe en compás de 12/8 (doce octavos), es decir que cada compás posee 12 corcheas distribuidas entre 4 tiempos.

En 1962 viajó a Cuba, invitado por el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos. Allí pudo conocer al revolucionario a Ernesto “Che” Guevara, y comprobar que su canción “El mensú” había sido cantada en los fogones revolucionarios de la Sierra Maestra durante la Revolución Cubana.

“En 1963 compuse ´El cosechero´, que fue un éxito enorme. Y ´El jangadero´, que Mercedes Sosa cantó como nadie. Desde entonces no paré de componer”, narró el propio Ayala.

Escribió el periodista Sergio Pujol: “Digamos que “El cosechero” es la metonimia de Ayala: todo su ser está ahí, perfectamente aludido. Están su barroco cuasi tropical, su instinto pictórico, su nervio rítmico, su talento para la melodía. Están el paisaje encarnado, y el hombre vuelto paisaje. Están la libertad del que canta y la condena del que trabaja: Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré…”

Ayala, creador de más de 300 composiciones, grabó en 1976 su primer disco solista, “La vuelta de Ramón Ayala El Mensú”.

Posadeña linda”, “El río vuelve”, “Mi pequeño amor”, “Zambita de la oración”, son otras de sus reconocidas obras.

“Hay una especie de descubrimiento con mi obra. O tal vez todos me están cargando”, bromeó Ayala, hace algunos años sobre la múltiple ramificación de su música, especialmente entre estudiantes y músicos jóvenes.

Fue el centro de un documental filmado por realizador y fotógrafo Marcos López, en 2013, tan caótico como el personaje que se proponía retratar. Así lo describió: “Ramón es exagerando, siempre está declamando el instante de la fragilidad de la existencia, es místico, podría ser como un Walt Whitman pero en la selva guaraní, una especie de monje y filósofo”.

Su recorrido fue emparentado, por su forma solista, su inclinación por la canción social y su proximidad con la naturaleza, con la figura de Atahualpa Yupanqui. Más allá de gustos, Ramón Ayala resiste esa comparación.

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“Gualambaos”: Esta noche, la obra del Mensú, en clave sinfónica

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Hoy desde las 20 horas, en el Teatro Lírico del Parque del Conocimiento, subirá a escena “Gualambaos. Concierto sinfónico para Ramón Ayala”, un tributo que llevará adelante la Orquesta de Cámara del Parque del Conocimiento junto a artistas invitados, en homenaje a la música y la poética de uno de los próceres de la cultura misionera. Entrada libre, con ingreso por orden de llegada. Se recomienda llegar con anticipación. 

“Recibo este maravilloso homenaje en mi tierra roja, con todo el afecto y el entusiasmo de seguir celebrando el Gualambao. Poder disfrutar de los Gualambaos sinfónicos es un deseo que traigo hace años, estoy feliz de poder trabajar junto con este maravilloso equipo de artistas para que se haga realidad ” expresó El Mensú a través de sus redes sociales, a horas de la presentación del espectáculo que estará dirigido por el maestro Nicolás Albornoz, y que contó con los arreglos de Juan de Dios Rivas y Gonzalo Bobadilla.

Este evento es organizado por el ministerio de Cultura, en un esfuerzo por hacer explícito y a través del arte, el reconocimiento al creador del gualambao, un género poseedor de una textura singular y de complejidades rítmicas que fueron trabajadas minuciosamente por los más de 30 músicos y músicas de la Orquesta, en la búsqueda de un registro de versiones único y preciso.

Las canciones que el público disfrutará en el Teatro Lírico fueron seleccionadas por el propio Ramón Ayala, un ferviente admirador de la música sinfónica y del movimiento artístico conocido como impresionismo, y arregladas por Juan de Dios Rivas y Gonzalo Bobadilla, ambos integrantes de la Orquesta de Cámara del Parque.

“Ramón siempre soñó con que su obra de gualambao pueda tener una fase sinfónica, y para nosotros, como músicos, es una verdadera bendición y un gran desafío poder trabajar con las canciones que él mismo eligió y adaptarlas. En la música de Ramón hay una interpretación maravillosa de los sonidos de la naturaleza, una imitación magnífica del paisaje” observó Juan de Dios Rivas, uno de los arregladores.

Quien también se sumará a la formación, será el percusionista “Cacho” Bernal, uno de los socios musicales de Ayala, y quien desarrolló la sonoridad percutiva original del género gualambao. Así mismo, se espera que Ramón, desde la calidez de su hogar en Ciudad Autónoma de Buenos Aires siga el concierto vía streaming.

Será una noche seguramente atravesada por un fuerte matiz emotivo pero, al mismo tiempo, una oportunidad para gozar de composiciones que forman parte del acervo cultural de la región, esta vez con  un nuevo y exquisito ropaje. 

El concierto es con entrada libre y gratuita, por orden de llegada hasta colmar la capacidad de la sala, motivo por el cual se recomienda a la audiencia concurrir con la suficiente antelación.

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Una noche con el gualambao en su máxima expresión

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El joven Ivan Elizaincin presentó su Obra Sinfónica Misionera en el Teatro Lírico acompañado de la Orquesta del Parque del Conocimiento y el maestro Ramón Ayala como invitado especial. Una velada donde la principal homenajeada fue la música y el sentir de la Tierra Colorada.

Ante un Teatro Lírico entusiasta, Iván Elizaincin presentó en sociedad su Tesis de Grado para la Licenciatura en Artes Musicales. “Obra Sinfónica Misionera” es una obra dividida en tres piezas que inicia con “Saltos del Moconá”, que en ritmo de galopa de carácter ágil, abrupto, salvaje y misterioso, captura el espíritu de la selva y los saltos que surcan nuestra tierra. “Madre Ara”, la segunda, ahora en ritmo de gualambao, crea un ámbito onírico y de libertad evocando la madre tierra y su permanencia en el tiempo, mientras que “Arrebol del Yaboty”, la tercera y final, en formato de galopa urbana fusiona la expresión del monte con la vida urbana de carácter caótico. Todo esto acompañado de la Orquesta Sinfónica del Parque del Conocimiento con Matías Almirón como Director Invitado.

Festín de cuerdas y palabras

Previamente, Ivan hizo de entrevistador a un Ramón pletórico de poesía y que, tal como lo sabemos todos, pinta le geografía y el modo de ser misionero con palabras. Así, la charla agradable y matizada con toques de humor y con la sabiduría del Arandú mayor siempre presente, fue surcando cuestiones muy íntimas del ser misionero. Qué es ser misionero para un ciudadano del mundo, los ritmos de nuestra tierra y una andanada de consejos fueron parte de esa jugosa y enriquecedora charla. Elizaincin le hizo esas preguntas que uno quisiera hacer a Ramón en una ronda de mates, o comiendo un asado, pero la solemnidad del Teatro Lírico no le quitó frescura a la situación. Claro, el “entrevistado” era Ramón Ayala, y cuando él está frente a un auditorio, la solemnidad deja su lugar a la profundidad de las palabras sabiamente calculadas pero sin ningún rasgo de acartonamiento.

A nadie sorprende la lucidez de El Mensú, que a los 90 años hila su discurso poético y sabio con una oralidad digna de elogio, y todos hubiéramos querido que la charla se prolongase un poco más allá. Pero el kapanga del tiempo a veces es el que manda, y de las sabias palabras saltamos a un festín de cuerdas servido por un cuarteto de la casa, que llevó al gualambao a una dimensión sideral.

 

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