Con más de 500 participantes comenzó el 42° Congreso Argentino de Horticultura en el Centro del Conocimiento de la ciudad de Posadas. Por primera vez en la historia, Misiones es la sede del evento que concentra a la mayor diversidad, investigación y desarrollo de la horticultura a nivel nacional y regional.
Desde hoy y hasta el día 6 de septiembre las y los principales referentes de la horticultura se reúnen en la tierra colorada. Durante 3 días habrá disertaciones, conferencias y mesas redondas para debatir sobre los avances y desarrollos tecnológicos actuales. El día viernes 6 se realizarán giras técnicas para mostrar el potencial de Misiones como la Biofábrica, el Centro de Producción y Validación de Tecnologías Hortícolas de San Vicente, establecimientos frutícolas de Campo Grande y Dos de Mayo, invernaderos de floricultura y orquídeas en Posadas y San Ignacio y un establecimiento hortícola en Gobernador Roca.
Durante la apertura, Ana María Castagnino, presidenta de la Asociación Argentina de Horticultura (ASAHO) remarcó que la horticultura es una disciplina esencial y que “debemos promover la diversificación y comprometernos con la diversidad productiva de alimentos para obtener una nutrición óptima. Es fundamental enriquecer nuestra dieta, y un desafío que tenemos por delante es el aprovechamiento integral de la producción”.
Por su parte, Luciana Imbrogno, subsecretaria de Desarrollo y Producción Vegetal del Ministerio del Agro y la Producción y Gerenta General de la Biofábrica, agradeció la presencia valorando que “este Congreso representa un hito en nuestra trayectoria, es un evento colmado de disertantes nacionales e internacionales que nos permite articular redes de trabajo y compartir nuevas experiencias”. Además, Imbrogno resaltó que “Misiones hoy es protagonista y es reconocida por su producción en un entorno de alta biodiversidad, con tecnología y sinergia entre producción y cuidado del ambiente”.
Asimismo, Fabio Wyss, director del Centro Regional INTA Misiones subrayó que la provincia tiene grandes desafíos para seguir creciendo en este entorno de biodiversidad y dijo que “hay que acompañar a los productores y productoras con tecnologías para continuar fortaleciendo las chacras misioneras”.
De la mesa de apertura también participaron Sergio Katogui, Vicerrector de la Universidad Nacional de Misiones; Doris Bischoff, presidenta de la comisión organizadora del congreso y Claudia Gauto, presidenta del Parque del Conocimiento.
“Hacia una horticultura sostenible, preservando la biodiversidad” es el lema elegido para acompañar este 42° Congreso. Por ello, en un trabajo articulado entre diversas instituciones públicas de la provincia, organizaciones y el sector privado, se busca fortalecer un sector clave en la economía local, para producir a escala, con tecnología, cuidando la vida de quienes producen y quienes consumen.
El crecimiento de la producción hortícola en Misiones avanza a paso firme y la tecnificación del sector pasó de ser un anhelo a una necesidad y una realidad. Además del cultivo en suelo, productores de diferentes sectores de la provincia optaron por un sistema que, hasta hace unos años, era poco conocido en la región y que apuesta a abastecer la demanda de hortalizas que se consumen en la región y que mayoritariamente se importaba de otras partes del país.
Ivana Matvichuk y Hugo Herrera, son una pareja de jóvenes emprendedores que decidió apostar por este camino del cultivo hidropónico a través de su propuesta, Raiza (un acrónimo de Raíz y la letra A correspondiente a Argentina). Según manifiesta Hugo, Raiza es mucho más que una empresa que vende hortalizas a través de esta técnica: “Es un concepto de elaboración de alimentos de origen vegetal, a través de un sistema estudiado meticulosamente, para su inserción al mercado”.
Raiza tiene sus orígenes en Candelaria, donde Hugo e Ivana, ambos diseñadores gráficos, decidieron dar un giro a su vida laboral como empleados en relación de dependencia. Su gusto por la creación de un producto propio y el interés de fomentar la producción de alimentos saludables, sumado a situaciones familiares que atravesaban en ese momento, los llevó a erigir su propio camino laboral, lejos del Ilustrator y el Corel Draw, más cercano a lechugas, fertilizantes y sistemas de riego para la producción.
Jóvenes, entusiastas y autodidactas, empezaron a estudiar cuales eran las opciones para empezar a emprender y terminaron seducidos por un sistema de siembra poco conocido en la provincia, pero muy efectivo y que les permitiría armar las bases de lo que hoy es Raiza. “Vimos que este tipo de cultivo se hacía poco en Misiones y que el 60% de las hortalizas que se consumían venía de afuera”, explicó el joven emprendedor que no deja de mencionar que, detrás de cada gran idea innovadora, hay un riesgo del mismo tamaño que afrontar.
El camino no fue sencillo y pasar del diseño, a la producción hortícola fue un desafío que llevó meses de preparación, capacitaciones en Brasil, Paraguay, Buenos Aires y Mendoza. “Arrancamos con una producción pequeña en casa, que no alcanzaba siquiera para comercializar, fue equivocarnos y aprender hasta largarnos al piletazo de generar a escala”. Producción a escala será otro concepto recurrente de Hugo, durante su recorrido en este rubro que, hasta hace un tiempo atrás, le resultaba desconocido.
La producción hidropónica cuenta con varias ventajas por sobre el cultivo en suelo. Con una buena cubierta, brinda la posibilidad de aumentar la cantidad y periodicidad de las cosechas, el agua utilizada a través del circuito cerrado es un 80% menor, el cuidado amerita menos esfuerzo físico y el producto final tiene una duración mayor que una hortaliza extraída del suelo.
No obstante, así como cuenta con estas ventajas, también exige cuidados constantes en el sistema de riego, el mantenimiento estructural de los invernaderos, las mesas donde se alojan los canales de siembra y, sobre todo, el uso del fertilizante, que suple los nutrientes que aporta la tierra y que en este sistema es el principal ausente. Sumado a esto, el producto, que debe importarse, sufrió una suba del 81% en los últimos ocho meses, algo que afecta fuertemente al costo, pero que no pueden traducirlo directamente al precio final en venta, debido al contexto económico que atraviesa la sociedad.
Con alrededor de 1.200 metros cuadrados de superficie cultivada, en la actualidad Raiza produce alrededor de 10.000 plantas al mes, entre cuatro variedades de lechuga: manteca, hoja de roble, morada y crespa, como así también rúcula. Tanto la lechuga hoja de roble, como la morada, fueron apuestas de Hugo e Ivanna de insertar un producto que no se conseguía en la región, pero que en otras partes funcionan muy bien. “Son apuestas que uno hace, que puede funcionar bien o puede ser un frentazo en la pared, algo que nos pasó con achicoria y la lechuga morada, que por algo no se consumía acá”, explicó Hugo.
Con una idea de producción integral, desde Raiza se encargan desde el cultivo, siembra, empaque, distribución y logística. Una decisión basada no sólo desde el vista de punto económico, si no también en el control de calidad del producto, garantizar que la fidelidad que representa su marca sea íntegra desde el despacho de los viveros ubicados en Candelaria, hasta la góndola donde el consumidor final se servirá para llevarlo a su mesa.
“Esto es un producto de valor agregado y hay que meterle mucho trabajo, de cómo comercializarlo y que llame la atención”, explica Hugo que, de marca y marketing, algo entiende por su pasado oficio. “Hay muchos hilos finitos que mantienen este tipo de producción y todo debe funcionar bien, porque donde se desprende uno, tenés pérdidas muy grande y, a veces, irreparables”, agregó, en justificación por su obsesión de estar sobre todo el proceso.
“Comercializamos un producto que tiene un packaging, hacemos nuestra propia logística y al prescindir de intermediador con el comerciante, podemos manejar algunos costos”. Esta decisión los llevó a trabajar directamente con supermercados y verdulerías de Posadas y Candelaria, a pesar del escepticismo inicial de esta clientela que venía de experiencias frustradas con otros proveedores. “La mayoría de los productores hortícolas vienen de lejos y deben viajar entre 100 a 150 kilómetros para traer sus productos y no son regulares, esto generó desconfianza en los comerciantes que pensaban que nosotros no cumpliríamos, por lo que tuvimos que ganarnos esa confianza a base de trabajo y regularidad en las entregas”, explicó.
Una de las bondades de sus productos, es la textura y durabilidad que es muy diferente a la cultivada en el suelo y que, al vender las hortalizas con la raíz en un empaque que simula una pequeña maceta, permite una mayor conservación. “Producimos todo el año, una ventaja que nos da trabajar bajo cubierta, pero no todo el año es similar, es un desafío, por ejemplo, en otoño- invierno el consumo de las hortalizas de hojas baja”.
Medallones vegetales
“Cuando arrancamos el negocio, más allá de la hidroponia, vimos un abanico de cosas, como la producción primaria y alimentos a base de vegetales”, manifestó Hugo. Explicó que su principal objetivo, al iniciar Raiza, fue trabajar en un concepto, una marca que se relacione directamente a la producción hortícola y a la elaboración de alimentos a base de plantas.
Por ello, una vez estabilizada la producción de hidroponia, decidieron arrancar con la producción de medallones vegetales, totalmente veganos y libres de gluten, como aglutinante. Para esto, contaron con la colaboración de un ingeniero en alimentos, Mauro Matvichuk, también de la familia y quien los asesoró para desarrollar una producción a escala de este nuevo producto.
Como antecedente, tomaron en cuenta los productos ya existentes en el mercado y decidieron ir en el camino contrario. “La mayoría de los medallones se producen de manera más artesanal, a menor escala y, como agravante, el sabor y la textura no convencen del todo, predomina la soja y hay un leve dejo del sabor del vegetal que supuestamente es”, analizó Hugo.
Por este motivo, decidieron iniciar con la realización de encuestas, entrevistas, pruebas de degustación junto al público objetivo. “Algo muy frecuente en este tipo de productos es que se desarmen en la sartén y es algo que nosotros buscamos que no pase. De esta manera, le encontramos la vuelta al producto, lo elaboramos a escala y los instalamos en el mercado, con los clientes con los que ya trabajamos”.
Para la elaboración de estos medallones se utiliza materia prima de la zona, algo que quieren impulsar en su proyecto y en su concepto de negocio. La producción arrancó con unos 450 kilogramos mensuales de alimento y las variedades de medallones son: zapallo y choclo; porotos mum; acelga y zanahoria y de remolacha. “Nosotros producimos medallones que tienen el sabor que dicen ser, que se sienta bien el detalle de lo que tiene”, finalizó.
Dentro de las misiones que los jesuitas fundaron entre los guaraníes en los siglos XVII y XVIII existió un espacio dedicado a las plantas: el huerto.
Formaba parte del trazado urbano, estaba ubicado por detrás de los edificios principales, y delimitado por un muro de circunvalación. Su diseño interno comprendía parcelas y andenes de cultivo, estanques y un sistema hidráulico. Pese a la variedad temática en investigaciones sobre los conjuntos jesuíticos, el huerto ha sido un espacio casi olvidado. El proyecto denominado “Huertos jesuíticos: entre el diseño, el diálogo y la experimentación. Arqueología de jardines en el huerto de la misión jesuita de guaraníes de Santa Ana (siglos XVII y XVIII)”, bajo la dirección la investigadora María Victoria Roca, busca abordar esta temática.
Desde el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (CONICET-UNaM), Roca encara el proyecto a partir de una beca interna posdoctoral. Nexo Universitario dialogó con la arqueóloga sobre los detalles del estudio que busca rescatar el patrimonio de Misiones.
En esta investigación el huerto es entendido como un espacio de experimentación y consolidación de un entorno vegetal expresivo de las prácticas, conocimientos y creencias puestos en juego por actores sociales de diversos orígenes: guaraníes, jesuitas americanos y jesuitas europeos. Esto se refleja en un particular diseño para cada pueblo y en una selección de especies que están presentes en dicho espacio, silvestres y cultivadas, nativas y exóticas.
“Los guaraníes ya cultivaban. Eran cazadores horticultores de floresta subtropical. Ellos no desconocían lo que era cultivar o producir su propio alimento no solo a partir de una recolección sino a partir del establecimiento en un lugar, del uso de esa tierra, de cómo se prepara esa tierra y demás, y sí tenían un repertorio de especies, por ejemplo maíz, porotos, mandioca, zapallo”, explica Roca.
En el contexto de Misiones Jesuíticas se continúa esa tradición de cultivo. Los guaraníes se sedentarizan, es decir, se establecen en un lugar que será la Misión y cada familia tendrá su chacra propia. “El sistema comunitario tradicional se rompe o se transforma, porque por un lado, hay una chacra familiar que es el abambaé y después el tupambaé que son las tierras de todo el pueblo, pero que generalmente se usan para asistir a los ancianos o para la comercialización”, describe la investigadora.
Según los documentos históricos, el huerto “es un espacio exclusivo de los jesuitas en donde tienen los ayudantes que se lo denomina hortelano quienes se ocuparían de este mantenimiento. Ahí hay una cuestión de gustos personales de los jesuitas y lo que cada uno trae de su tierra de origen; hay una combinación de lo nativo con lo exótico traído desde afuera”.
También es un espacio de experimentación, dice Roca: “Se trata de rescatar los huertos como un lugar de ciencia. Hay que pensar que pudo haber sido el lugar que posibilitó el traslado de los yerbales que estaban lejísimos a las cercanías y alrededores de cada pueblo. Y eso te hace pensar en las consecuencias económicas y consolidación de toda la experiencia misional”.
El huerto de la reducción de Santa Ana es el más apropiado para concretar este proyecto. Este sitio UNESCO está ubicado en Misiones. Los huertos están compuestos por un jardín de hierbas, jardín de flores (la parte ornamental), el huerto frutal y la viña. Los jesuitas trajeron hortalizas y plantas ornamentales y para el consumo. Se observa una sectorización y un manejo del espacio o domesticación del paisaje.
Se espera que esta investigación contribuya tanto a la conservación de los saberes y conocimientos asociados con las plantas nativas e introducidas, como a los espacios físicos que posibilitaron esta experiencia.
“En este momento histórico -Siglos XVII y XVIII- podemos pensar en la globalización de la biodiversidad. A partir de misioneros como los jesuitas o de los viajeros y exploradores, incluso en épocas anteriores, el mundo se completa como mundo y empieza este intercambio a nivel de lo que significan las plantas, de los conocimientos que tienen las comunidades que usan esas plantas, que muchas veces está relacionado a su cosmovisión.
Redescubrir los entornos en un lugar tan rico en naturaleza como es Misiones es muy interesante y creo que podemos vincularnos como humanidad a través de las plantas”, reflexiona Roca.
Avances y metas
Tras el trabajo de campo en la reducción de Santa Ana, el equipo se encuentra en la etapa de procesamiento de toda la información recabada para actualizar los mapas e incorporar nuevos elementos que pudieron identificar. “El espacio del huerto es enorme, el uso o manejo del agua es de una tecnología hidráulica muy de avanzada que empezamos a desmenuzar a partir de la identificación de nuevos tramos del sistema de canalización. Otro de los puntos fuertes son los detalles ornamentales. Hay un plan a nivel arquitectónico y artístico que tiene su correlato en el huerto”, señala Roca.
Además, las actividades desarrolladas dentro de la Paleoetnobotánica y la Arqueología de Jardines, posibilitarán la revelación de su diseño original, a partir de la identificación de estilos e influencias o relaciones con otros jardines históricos. También, permitirán indagar en la cultura material asociada al laboreo de la tierra en el ámbito reduccional, al tiempo que se avanzará en la identificación de etnoespecies mediante análisis arqueobotánicos.
La producción de información específica, asimismo, potenciará el valor turístico del sitio, propiciando el desarrollo local. En este sentido, este proyecto contribuirá con los objetivos del programa a cargo de la doctora Norma Hilgert, que se enfocan en la instalación de un jardín formal que aprovecharía el concepto de los huertos jesuitas, respondiendo de la forma más fiel posible al diseño, colecciones de plantas y función dentro de la vida y gestión misionera.
A su vez, el equipo trabaja en la concientización sobre el patrimonio. En conjunto con el Taller de Arte Brasanelli brindaron charlas a escuelas contando sobre el trabajo de investigación. Al respecto, Roca señala que “la comunidad de Santa Ana está bastante distante de este sitio patrimonial.
Para ellos es tan familiar que quizás se escapa el valor histórico. A partir de diferentes técnicas para la activación patrimonial, se puede ir cambiando esa percepción del entorno. Es un trabajo de hormiga en el que es fundamental que la escuela acompañe”.
Datos de la investigación
Tipo de beca: Beca Interna Posdoctoral Temas Estratégicos del CONICET Tema: Huertos jesuíticos: entre el diseño, el diálogo y la experimentación. Arqueología de jardines en el huerto de la misión jesuita de guaraníes de Santa Ana (siglos XVII y XVIII). Directora: Dra. María Lelia Pochettino – Co- Directora: Dra. Beatriz Rivero
Datos del Programa marco Programa de Incorporación de contenidos etnobotánicos en el conjunto Histórico-Arqueológico de las Misiones Jesuíticas en la provincia de Misiones (Argentina): Hacia un Jardín Etnobotánico Jesuítico-Guaraní Directora: Dra. Norma Hilgert – Instituto de Biología Subtropical, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad Nacional de Misiones y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) Integrantes actuales: Dr. Esteban Hernández – Bermejo Departamento de Ciencias y Recursos Agrícolas y Forestales (Universidad de Córdoba, España) y Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz (Junta de Andalucía, España). Dra. María Lelia Pochettino – Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Dr. Pablo Stampella – Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Dra. Lorena Salvatelli – Museo Histórico y Arqueológico Andrés Guacurarí
Participantes del trabajo de campo agosto 2019 Dra. Lorena Salvatelli – Museo Histórico y Arqueológico Andrés Guacurarí M.M.O. Mónica Leyría – Estación Vía Cultural Sr. Lucas Godoy – Estudiante de Historia UNaM C.P.A. Fotógrafa Sandra Nicosia – Instituto de Estudios Sociales y Humanos (CONICET-UNaM) Téc. Zoraida Ferri – Guía de Turismo con orientación en interpretación patrimonial.
Desde el año pasado, el Concejal, Alejandro Etchberger junto a su equipo de trabajo, impulsan la innovadora iniciativa de ayudar a los vecinos de diferentes barrios de la ciudad de Oberá a aprender a cultivar huertas orgánicas en su propia casa. Hoy cada vez más familias disfrutan de los beneficios de plantar y obtener sus propios alimentos.
Es fundamental en estos meses cubrir las plantaciones para no generar daños y que puedan seguir produciendo en los hogares y que el sofocante sol no afecte los cultivos, por eso, 14 familias, dueñas de huertas orgánicas, recibieron medias sombras para resguardar las frutas y verduras.
Etchberger: “Nos enorgullece ver a las familias disfrutar cultivando sus propios productos”
“Este proyecto comenzó cuando les empezamos a acercar semillas a todos aquellos vecinos interesados en tener su propia huerta familiar como forma de reducir el impacto de la crisis económica. Hoy más de 60 familias ya se benefician con esta alternativa de cultivo, consumiendo productos propios, eso es algo que nos enorgullece muchísimo”, comentó el edil.
Protegiendo los logros de los vecinos
Después de ver los frutos de este proyecto, Etchberger y su equipo de trabajo, se enfocaron plenamente en brindar los recursos necesarios para que todos los adheridos a la iniciativa, puedan seguir produciendo: “No queremos que, con la llegada de las altas temperaturas características de nuestra zona, se dañen los cultivos, y se lleven todo el esfuerzo de los vecinos. Es por eso que unas 14 Familias propietarias de huertas familiares fueran beneficiadas con la entrega de medias sombras, para que puedan resguardar sus productos y hacer que su huerta siga creciendo”, concluyó el edil, quien espera que las huertas hechas en casa se repliquen cada vez más.
El equipo técnico de la Secretaria de Estado de Agricultura Familiar realizó un taller de huertas y prevención de zoonosis en la Escuela 223 de Apóstoles
La Subsecretaría de Desarrollo Productivo dependiente del Ministerio de Agricultura Familiar, a cargo del Ing. Otto Goritz, acompañada por la Dirección de Escuelas con Orientación Productivas y María Eugenia Safrán visitó ayer jueves la Escuela 223 de Apóstoles, donde llevaron a cabo un taller que integró a alumnos de los diferentes niveles educativos de la institución. Durante la jornada, compartieron charlas informativas sobre prevención y control de zoonosis, enfermedad que se transmite de forma
natural entre humanos y animales.
Luego, desarrollaron huertas agroecológicas exponiendo sus conocimientos en el manejo de la tierra y la utilización de los recursos.