Iom Kipur: la ética del arrepentimiento para crear una cultura de sinceridad
En vísperas de Iom Kipur, que comenzará al atardecer del próximo miércoles, el Gran Rabino de la AMIA, Eliahu Hamra, difundió un mensaje en el que reflexiona sobre el judaísmo y la centralidad ética del arrepentimiento y el perdón, valores que -sostuvo- permiten transformar la condición humana.
Hamra advirtió que en la sociedad contemporánea predomina la evasión, la justificación o la búsqueda de culpables externos antes que el reconocimiento de errores. Frente a esa tendencia, el judaísmo, guiado por los valores de la Torá, propone una ética opuesta: la grandeza de la persona se mide por su capacidad de asumir sus actos, reconocer sus faltas y comprometerse con el cambio. Solo cuando existe responsabilidad individual, sostuvo, es posible reparar lo dañado y crecer.
Teshuvá y perdón
El rabino explicó que el perdón no es un atributo universal, sino una construcción cultural que encuentra su raíz en la Torá, con el perdón de Iosef a sus hermanos. Para el judaísmo, la teshuvá —el arrepentimiento— se asienta en la libertad humana: reconocer el pecado, aceptar la responsabilidad y comprometerse a no repetirlo.
Se trata de una ética de la culpa, distinta de la ética de la vergüenza. Mientras que en las culturas de la vergüenza el mal mancha a la persona, en la cultura de la culpa lo condenable es el acto. “No es el pecador, sino el pecado”, recordó Hamra, subrayando que la esencia humana se mantiene pura y lo que debe borrarse es la falta.
Para el judaísmo, la teshuvá establece que el futuro no está escrito de antemano: permite demostrar que la persona puede cambiar. El perdón, a su vez, libera del pasado y rompe el círculo de la reacción y la venganza, mostrando que lo hecho puede repararse.
En ese sentido, el rabino remarcó que no basta con alegar ausencia de intención: “El mal se hizo, y lo hicimos nosotros. Por lo tanto, es nuestro deber realizar una acción que simbolice el arrepentimiento. La única respuesta moral adecuada es la teshuvá, que incluye arrepentimiento, confesión y compromiso de no reincidir”.
Hamra también advirtió que, en la vida pública contemporánea, la expiación y el perdón parecen suspendidos. Las redes sociales favorecen la exposición y la condena perpetua, lo que impulsa estrategias de evasión: minimizar errores, desplazar culpas o justificar decisiones. Frente a esa cultura del escarnio, el judaísmo propone tres caminos: la certeza de que Hashem perdona, la distinción entre el pecador y el pecado, y la atmósfera espiritual de Iom Kipur como marco para construir una cultura de sinceridad.
El legado del Cohen Gadol
En tiempos del Templo de Jerusalén, el Cohen Gadol expiaba primero sus propias faltas, luego las de su casa y finalmente las del pueblo de Israel. Tras la destrucción del Beit HaMikdash, Iom Kipur sigue vivo en la confesión y la oración. Esa práctica colectiva, señaló Hamra, facilita el reconocimiento de los errores: “Si el más santo de Israel confesaba sus pecados, también nosotros debemos hacerlo”.
El rabino evocó a Iehudá, hijo de Iaacov, quien supo reconocer la verdad frente a Tamar y admitir su falta. Desde entonces, explicó, el reconocimiento de la verdad pasó a ser un rasgo esencial de la identidad judía. “Ser Iehudí es animarse a aceptar los errores, responsabilizarse y abrir la puerta al perdón y a la reparación”, sostuvo.
En Iom Kipur, concluyó, al reconocer y confesar, el pueblo judío se vuelve digno del perdón divino y humano, y se aproxima a la esencia misma de lo que significa formar parte activa de Israel.
