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La población china se redujo en 2,08 millones por primera vez en décadas

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La baja natalidad y la ola de muertes por COVID-19, los principales factores

La población china se redujo en 2,08 millones de personas en 2023, según datos oficiales publicados este miércoles por la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Cerró 2023 con 1.409,67 millones de habitantes, frente a los 1.411,75 millones que había a fines del año anterior, según Global Times.

Se trata de la primera vez que la población del gigante asiático registra una disminución desde 1961, cuando el número de habitantes se contrajo a causa de la fallida política de industrialización del Gran Salto Adelante durante la Gran Hambruna de la era de Mao Zedong.

Los analistas explican que la ola de muertes por COVID-19 y un mínimo histórico récord en la tasa de natalidad son factores que contribuyen a explicar el fenómeno.

China experimentó un dramático aumento de COVID a nivel nacional a principios del año pasado, después de 3 años de estricta cuarentena hasta que las autoridades levantaron abruptamente las restricciones en diciembre de 2022.

El año pasado, las muertes totales aumentaron un 6,6% a 11,1 millones, y la tasa de mortalidad alcanzó el nivel más alto desde 1974 durante la Revolución Cultural. La tasa de China en 2023 de 7,87 muertes por cada 1.000 personas fue superior a la de 7,37 muertes en 2022.

Baja natalidad

Asimismo, la tasa de natalidad fue la más baja jamás registrada: 6,39 nacimientos por cada 1.000 personas, frente a una tasa de 6,77 nacimientos en 2022. La potencia oriental registró el pasado año 9,02 millones de nacimientos, en contraste con los 9,5 millones anotados en 2022.

El país sigue pagando las consecuencias de la política de hijo único implementada entre 1980 y 2015; los nacimientos en el país llevan décadas cayendo en picada.

El gobierno de Xi Jinping ha implementado todo tipo de medidas para revertir la negativa tendencia demográfica. Desde 2021 permite a sus ciudadanos tener un tercer hijo, impulsó políticas para ayudar a las mujeres en edad fértil a dar a luz, deducciones fiscales, licencias de maternidad más largas y subsidios de vivienda.

Pero, más allá de que muchas no se han implementado por financiación insuficiente y a la falta de motivación de los gobiernos locales, no han generado gran entusiasmo a la población.

Muchos alegaron la tendencia a la baja natalidad a los altos gastos que supone la crianza (cuidados del niño, educación y salud) como a la prioridad que se da a la carrera laboral.

Además, la economía no está en su mejor momento. La misma Oficina Nacional de Estadística (ONE) registró en 2023 uno de sus peores crecimientos en más de tres décadas. El producto interior bruto de la segunda economía mundial aumentó un 5,2% hasta los 126 billones de yuanes (17,6 billones de dólares). Si bien la cifra mejora el 3% registrado en 2022, es el peor resultado de la economía china desde 1990 sin tener en cuenta los años de la pandemia.

En esa línea, el desempleo juvenil alcanzó niveles récord (en mayo del año pasado rozó el 20%), los salarios de muchos trabajadores administrativos cayeron y se intensificó una crisis en el sector inmobiliario.

He Dan, director del Centro de Investigación sobre Población y Desarrollo de China enfatizó la necesidad de una “reforma política sistemática” en conversación con Global Times.

“Proporcionar subsidios a las personas que cuidan a los recién nacidos, con el objetivo de fomentar el apoyo intergeneracional y la ayuda entre los miembros de la familia, y fortalecer la capacitación y orientación sobre la paternidad científica”.

“Un sistema de apoyo a los servicios familiares para todo el ciclo de vida podrá aliviar la ansiedad y el estrés relacionados con el parto y brindar apoyo integral a los servicios de salud reproductiva, servicios matrimoniales y de relaciones, servicios de cuidado infantil, entre otros”.

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Preocupa a los Cardiólogos que no se cumplirá con el objetivo de reducción de la mortalidad

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En el año 2012, a partir de un llamado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a promover acciones concretas para disminuir la mortalidad cardiovascular, un conjunto de enfermedades responsables en promedio de casi 1 de cada 3 decesos en Argentina y en el mundo, la Federación Mundial del Corazón (WHF) instauró el ‘Objetivo 25×25’, una iniciativa que promovía la implementación de un conjunto de medidas para lograr una reducción del 25% de la mortalidad de origen cardiovascular para el año 2025.
“El recorrido en los primeros años fue auspicioso: el advenimiento de medicamentos efectivos para el control de factores de riesgo como la hipertensión, el colesterol y la diabetes, entre otros, además del desarrollo de equipamientos modernos para la detección y tratamiento tempranos de las patologías vasculares, así como el avance en procedimientos quirúrgicos no invasivos, como las angioplastias coronarias, comenzaron a evidenciar buenos resultados”, afirmó el Dr. Diego Grinfeld, cardioangiólogo intervencionista, Presidente del Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI).
Muestra de ello en Argentina fue lo que evidenció el modelo epidemiológico computarizado IMPACT, un estudio que entre otras conclusiones mostró un descenso del 29,8% de las tasas ajustadas de mortalidad cardiovascular por causa coronaria en los argentinos mayores de 25 años entre 1995 y 2010.
“El coronavirus SARS-CoV-2 -además de todo el daño que produce por su alta contagiosidad y los efectos vinculados a su infección- llegó para cortar la curva descendente de mortalidad cardiovascular: la gente por temor al virus suspendió sus controles médicos de rutina y postergó la realización de estudios. Inclusive, según cifras de nuestro país, aquellas personas con síntomas concretos de infarto agudo de miocardio esperan a que reviertan los síntomas para no salir de su casa y acuden a las guardias médicas en promedio 34 minutos más tarde que antes de la pandemia”, sostuvo el Dr. Daniel Berrocal, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Para el Dr. Alejandro Palacios, cardioangiólogo intervencionista, ex presidente del CACI, ello se ve reflejado también en una disminución de los procedimientos que se requieren para revertir cuadros muy delicados. “Se realizaron un 23% menos de angioplastias coronarias, un 38,3% menos de una moderna técnica de reemplazo de válvula aórtica por cateterismo (TAVI, por su sigla en inglés) y se evidenció casi una duplicación de las complicaciones coronarias (+1,8 veces) con un aumento en más del doble de la mortalidad cardiovascular esperada (+2,39 veces)”.
Otra de las condiciones que contribuyeron a este incremento de la enfermedad cardiovascular fue el aumento del sobrepeso y la obesidad y del sedentarismo asociados a la cuarentena: un estudio realizado en 30 países entre octubre y noviembre ’20 reveló que el 40% de los argentinos que participaron del relevamiento reconoció haber subido de peso, en promedio 7,5 kg, mientras que el promedio mundial fue del 31% y el incremento de 6,1 kg. Por otro lado, el 28% manifestó haber disminuido el ejercicio físico y el 5% iniciarse en el tabaquismo por el confinamiento .
Ya el estudio IMPACT había enseñado que los logros de reducción de la mortalidad por causa coronaria se habían obtenido por todos los avances en los tratamientos médicos y por el control de algunos factores de riesgo, pero que el éxito hubiese sido aún mayor si no hubiesen aumentado en ese mismo período la incidencia de diabetes, obesidad y sedentarismo. Condiciones que indudablemente son mucho más difíciles de mantener bajo control.
Los especialistas remarcan la importancia de atender todas las condiciones de salud no Covid, particularmente aquellas que hacen a la salud cardiovascular, ya que ante un evento coronario el tiempo es vida y la atención debe llegar en forma urgente: un análisis comparativo de las investigaciones clínicas REGIBAR Y PRISMA muestra que 9 de cada 10 fallecimientos por infarto se dan en personas que no recibieron atención hospitalaria.
En paralelo, los últimos datos recientemente publicados del informe de Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud de la Nación, correspondientes al año 2019, muestran un total de 97.264 fallecimientos causados por las enfermedades cardiovasculares, cifra que equivale a 3 de cada 10 decesos por causa definida en nuestro país, con un promedio de 266 muertes diarias .
“Venimos trabajando desde hace muchos años para reducir la mortalidad cardiovascular y la pandemia nos ha hecho retroceder 5 escalones de los 3 o 4 que habíamos logrado avanzar: muchas personas postergaron sus visitas programadas al médico, se realizan menos estudios diagnósticos y menos procedimientos quirúrgicos y por cateterismo, paralelamente aumenta la obesidad y el sedentarismo y ante síntomas de un evento coronario se demora en solicitar asistencia, todo un cóctel explosivo que no podía terminar de otra manera que con un aumento de la mortalidad y de las secuelas por enfermedad cardiovascular, cortando de raíz los logros alcanzados para cumplir con el Objetivo 25×25”. subrayó el Dr. Alejandro Cherro, ex presidente del CACI y director de la Carrera de Especialista en Hemodinamia, Angiografía General y Cardiología Intervencionista UBA-CACI.
“Recomendamos enfáticamente a la gente rever estas conductas, retomar las visitas y los controles médicos, así como todos aquellos cuidados necesarios para proteger la salud y mejorar nuestra calidad de vida”, concluyó el Dr. Grinfeld.

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