El empleo está en el centro de la discusión pública, dado los fuertes impactos que la política nacional ha tenido sobre el mercado laboral, provocando un deterioro significativo al inicio de la gestión y volatilidades posteriores, sin que exista, a nivel nacional, una recuperación sostenible que permita vislumbrar un horizonte optimista a mediano plazo. En diferentes encuestas de opinión pública, la problemática del empleo pasó a liderar como la más mencionada por los argentinos, superando a otras preocupaciones que en los últimos años habían predominado, como la inflación.
Naturalmente, una política económica centrada en la cuestión macro y el frente financiero, con escasa o nula atención a la economía real, genera, entre otras consecuencias, altas tasas de desocupación, como ya se ha visto en otros momentos de la historia reciente argentina. Esto, sumado a problemas estructurales vinculados al mundo del trabajo, provoca no solo el achicamiento del mercado laboral, sino también su cierre: hay menos personas que pueden volver a ingresar.
A nivel nacional, según informó INDEC el pasado jueves, la tasa de desocupación del segundo trimestre se ubicó en 7,6%. Si bien es levemente inferior al trimestre anterior (7,9%), sigue ampliamente por encima del 7%, sin poder regresar a los niveles previos a la gestión actual (entre 5% y 6%). La tasa de empleo nacional mostró un leve aumento frente al trimestre anterior (de 44,4% a 44,5%), pero resulta insuficiente. Además, se destacan dos datos importantes: la informalidad pasó del 42,0% al 43,2% en los últimos tres meses y la presión sobre el mercado laboral aumentó del 29,7% al 30,5%. Este indicador mide el porcentaje de la población económicamente activa que enfrenta dificultades para acceder a un empleo adecuado, ya sea por desempleo, subocupación o necesidad de mejorar sus condiciones laborales. Refleja, por ende, la tensión real del mercado laboral, ya que incluye no sólo a quienes buscan empleo, sino también a los que buscan un segundo trabajo o desean cambiar de puesto.
Desglosemos ahora la situación de Posadas. En términos generales, el aglomerado misionero presentó buenos resultados. La tasa de actividad creció un punto porcentual respecto al trimestre anterior (de 45,1% a 46,1%), incorporando cuatro mil nuevos activos. La tasa de empleo tuvo una dinámica más acelerada, aumentando 1,7 puntos (de 42,4% a 44,1%), lo que permitió la creación de siete mil nuevos puestos de trabajo. En este contexto, la tasa de desocupación cayó 1,7 puntos (de 6,0% a 4,3%), lo que derivó en tres mil desocupados menos respecto al trimestre previo.
Esto demuestra que la baja de la desocupación fue genuina: de los siete mil nuevos ocupados, cuatro mil corresponden a los nuevos activos y tres mil a personas que dejaron la condición de desocupadas. Es decir, la mejora en la actividad y la reducción de la desocupación fueron absorbidas por el empleo, lo que es importante destacar, ya que en muchas ocasiones la baja de la desocupación se presenta como un indicador positivo, aunque esté explicada por una caída de la actividad y no por generación de empleo. En Posadas, la comparación trimestral muestra un comportamiento genuino de mejora en los indicadores del mercado laboral.
Sin embargo, los problemas persisten. Comparando trimestres iguales (segundo trimestre 2025 vs. segundo trimestre 2024), la situación sigue siendo débil: la tasa de actividad está 1,3 puntos por debajo, la tasa de empleo -0,4 puntos, y la desocupación disminuyó, pero motivada por la caída de la actividad. Es decir, mientras que a nivel trimestral Posadas redujo la desocupación gracias al aumento del empleo, a nivel interanual esta baja se explica por desocupados que pasaron a ser inactivos y no por la creación de empleo.
En resumen, Posadas dio un gran paso en los últimos tres meses, pero aún necesita mayor impulso para recuperar niveles de años anteriores. Aun así, se lograron hitos importantes: Posadas no sólo consolidó, sino que amplió su liderazgo en el NEA. En la tasa de actividad, registró el mayor nivel de la región y el incremento más alto frente al trimestre anterior (1,0 puntos, frente a 0,5 de Formosa, 0,4 de Gran Resistencia y -0,7 de Corrientes). En la tasa de empleo, nuevamente lidera la región: es el único aglomerado con más del 40% y el que más creció (+1,7 p.p., frente a +0,3 en Formosa, -0,3 en Gran Resistencia y -1,6 en Corrientes). La desocupación, además, es la más baja de la región y la única que disminuyó en el último trimestre (-1,7 p.p., frente a +1,4 en Gran Resistencia, +0,6 en Formosa y +2,2 en Corrientes).
La comparación con Corrientes es especialmente relevante por las marcadas diferencias: Posadas supera a Corrientes en tasa de actividad (46,1% vs. 40,8%), empleo (44,1% vs. 38,0%) y presenta menor desocupación (4,3% vs. 6,7%). En términos de variación trimestral, las diferencias son aún mayores. La baja performance de Corrientes incluso hizo que su tasa de empleo quedara por debajo de la de Formosa (38,0% vs. 38,2%), un hecho que solo se había registrado una vez en los últimos 37 trimestres.
A nivel nacional, Posadas también se destaca: mostró el sexto mayor crecimiento en la tasa de actividad (y el mayor entre las provincias del norte grande), el séptimo mayor aumento en la tasa de empleo (segundo en el norte grande) y fue el séptimo aglomerado con mayor reducción de la desocupación (segundo en el norte).
Ahora bien, hay otros aspectos a analizar más allá de estas tasas detalladas. En primer lugar, son cada vez más los ocupados que están buscando otro trabajo: la tasa de ocupados demandantes de empleo pasó del 7,8% del primer trimestre del año al 11,1% en el segundo. Esta situación podría indicar que se buscan cambios de empleo por motivos que pueden ser varios: desde la insatisfacción profesional/laboral hasta la búsqueda de mejores ingresos o bien, la percepción de inestabilidad laboral en un escenario donde el mercado de trabajo se achica. Es decir, además de reflejar un potencial problema de ingresos (un salario bajo, por ejemplo) también podría tratarse de problemas de calidad y seguridad en los puestos de trabajo. En cualquiera de los casos, produce una tensión en un mercado laboral que aún no puede cubrir toda la demanda que tiene.
En segundo lugar, la tasa de subocupación creció del 7,3% al 10,9%. Recordamos que una persona subocupada es aquella trabaja menos de 35 horas semanales. A priori, no podemos otorgarle una valoración a esta situación: podría tratarse de un problema de disponibilidad de oferta laboral o bien, de decisiones particulares (ejemplo, un estudiante que también trabaja part-time). Pero si miramos el dato de la subocupación demandante podemos encontrar alguna respuesta: esta tasa pasó del 6,2% al 10,0%. Es decir, hay subocupados que quieren trabajar más horas y están en búsqueda activa de ello. ¿Qué podría implicar esta suba? Un problema de insuficiencia laboral, ya que la cantidad de horas trabajadas no les permite alcanzar un ingreso adecuado para cubrir sus costos y refleja el hecho de que el mercado laboral no está absorbiendo plenamente la capacidad productiva de los trabajadores.
¿Cómo entender esta combinación de buenos desempeños en empleo y desocupación pero al mismo tiempo un fuerte salto de los demandantes de empleo? Esto podría explicarse desde tres puntos: en primer lugar, Posadas mejoró contra el trimestre anterior en materia de empleo y disminuyó la desocupación, pero todavía tiene mucho margen de recuperación pendiente para alcanzar niveles de años previos. En esta línea, surge la segunda razón: Posadas llegó a tener tasas de actividad del 50% y de empleo del 49% (récords que pertenecen al segundo trimestre del 2022); por ende, la potencialidad en términos de disponibilidad y de productividad que tiene el aglomerado capital de Misiones es tan grande que aun con una mejora no logra absorber la totalidad de la demanda que tiene. El tercer punto es distinto, pero vinculado: los ingresos. En períodos donde el costo de vida se encareció notablemente, incluso los ocupados con buenos ingresos buscan constantemente mejorar esa situación, y mucho más aun los de ingresos menores.
Posadas muestra un desempeño laboral positivo en el corto plazo, con mejoras reales en empleo y reducción de la desocupación, consolidando su liderazgo en la región. Pero ello no debe ser razón para olvidar que aún persisten desafíos estructurales, como la subocupación y el aumento de los ocupados que buscan otro empleo, que reflejan tensiones y limitaciones en la calidad del trabajo.