Los agricultores del sur de Brasil, en la primera línea de la crisis climática

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Por Sílvia Lisboa. Roselei dos Santos Porto tardó 15 días en atreverse a volver a sus campos, sumergidos por las inundaciones que en mayo afectaron a casi todo el estado de Rio Grande do Sul.

Esta agricultora de 44 años había conseguido volver a su casa de Eldorado do Sul, en las afueras de Porto Alegre, la capital del estado más meridional de Brasil. Pero no tenía fuerzas para ir a donde la tierra negra y compacta se había apoderado de lo que antes era una colorida plantación de hortalizas, legumbres y tubérculos.

Cuando decidió inspeccionar por fin sus campos el viernes 1 de junio, acompañada por una reportera de Dialogue Earth, Porto lloró. “Los viernes era el día de llenar el camión de verduras para el mercado”, recuerda.

La inundación no dejó rastro de la plantación orgánica de su familia. Los árboles de hierba de elefante que rodean el jardín, de unos tres metros de altura, llevaban la marca de las inundaciones: solo las copas permanecían verdes.

Las inundaciones fueron consideradas la peor catástrofe medioambiental de la historia de Rio Grande do Sul. Las lluvias torrenciales comenzaron a finales de abril y persistieron durante casi un mes y medio, provocando el desbordamiento de ríos, el derrumbe de laderas e inundaciones en ciudades situadas en llanuras, especialmente en el valle de Taquari, en el interior del estado, y en el área metropolitana de Porto Alegre. A principios de julio había al menos 180 muertos, y más de 30 personas seguían desaparecidas.

El asentamiento en el que vive Porto es uno de los muchos que hay en Brasil pertenecientes u ocupados por el Movimiento de los Sin Tierra (MST), un movimiento de reforma agraria que se calcula que cuenta con más de 1,5 millones de miembros. En el área metropolitana de Porto Alegre, las inundaciones han provocado que más de 170 familias de los asentamientos del MST hayan perdido toda su cosecha. La crecida del río Jacuí, que atraviesa Eldorado do Sul, acabó con las instalaciones de una de esas cooperativas de trabajadores, así como con la maquinaria de Pão na Terra, una productora de pan, pasteles y galletas orgánicas fundada en un asentamiento.

bolsas apiladas en un depósito
En una instalación del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Eldorado do Sul, se destruyeron gran parte de los alimentos, incluidos arroz y frijoles (Imagen: Rafa Dotti / MST)

En una instalación del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Eldorado do Sul, se destruyeron gran parte de los alimentos, incluidos arroz y frijoles (Imagen: Rafa Dotti / MST)

Un hombre lavando envases de vidrio con una manguera
Miembros de la cooperativa MST limpian envases de vidrio para intentar salvarlos. La profundidad alcanzada por la inundación aún puede verse a través de marcas en las paredes de las instalaciones (Imagen: Rafa Dotti / MST)

Miembros de la cooperativa MST limpian envases de vidrio para intentar salvarlos. La profundidad alcanzada por la inundación aún puede verse a través de marcas en las paredes de las instalaciones (Imagen: Rafa Dotti / MST)

En los seis asentamientos del MST afectados, se destruyeron más de 2.300 hectáreas de cultivos de arroz, por un total de más de 10 millones de BRL (1,8 millones de USD) en daños, según cifras preliminares del MST.

Rio Grande do Sul, uno de los mayores productores agrícolas de Brasil y el principal productor de arroz, ha estado en primera línea de la crisis climática en los últimos años: este es el séptimo acontecimiento extremo desde 2020. A los largos periodos de sequía de tres años consecutivos han seguido inundaciones que, en conjunto, han creado condiciones muy difíciles para la agricultura.

Pero las repercusiones se han dejado sentir incluso durante más tiempo en el estado. “Desde 2005, cada cuatro años hemos tenido que empezar de nuevo”, afirma Marcia Riva, una de las fundadoras de Pão na Terra. Además de la inundación de su cocina industrial, Riva perdió su propia cosecha de hongos shimeji.

Una mujer sonriendo y sosteniendo a un gato
Marcia Riva, fundadora de la panadería orgánica Pão na Terra, sostiene a su gato, que se perdió durante las inundaciones. En el asentamiento del MST donde se encuentra su negocio se perdieron muchos animales, sobre todo gallinas, vacas y perros (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

Marcia Riva, fundadora de la panadería orgánica Pão na Terra, sostiene a su gato, que se perdió durante las inundaciones. En el asentamiento del MST donde se encuentra su negocio se perdieron muchos animales, sobre todo gallinas, vacas y perros (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)    

Las investigaciones apuntan a que el cambio climático puede estar provocando una intensificación de los fenómenos de El Niño y La Niña, los patrones meteorológicos que surgen como resultado de cambios en las temperaturas del Océano Pacífico, episodios recientes que han tenido efectos devastadores en Rio Grande do Sul. Un reciente estudio realizado por investigadores de cinco países muestra que el calentamiento global ha duplicado las probabilidades de fuertes lluvias en un corto espacio de tiempo en el estado.

Las graves sequías de 2020 a 2023 estuvieron influidas por La Niña, que también afectó a los vecinos Argentina y Uruguay. El año pasado, con la llegada del patrón de El Niño, hubo tres inundaciones: en junioseptiembre y noviembre, que dejaron más de 70 muertos, la mayoría en los valles de Taquari y Caí, también en el centro de Rio Grande do Sul.

Los agricultores resisten

A lo largo de tres días, Dialogue Earth recorrió cinco ciudades del estado de Rio Grande do Sul para conocer el impacto de los extremos climáticos en los pequeños productores. A pesar de la conmoción más reciente, la mayoría afirma que no quiere renunciar a la agricultura, pero espera contar con apoyo público para seguir trabajando la tierra.

Un campo con cosechas destruidas

En la carretera al valle de Taquari, en Rio Grande do Sul, se ven muchos cultivos devastados. Las inundaciones afectaron al 56% de las 365.000 propiedades rurales del estado (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

Actualmente se está debatiendo en el Congreso nacional una propuesta de ley para ampliar los plazos de las deudas de los productores afectados por las inundaciones. Además, el Ministerio de Desarrollo Agrario ha anunciado un fondo de 600 millones de BRL (110 millones de USD) para que los damnificados puedan acceder a líneas de crédito federales.

El 3 de julio, el gobierno federal también anunció incentivos para los productores rurales, como hace todos los años con su plan agrícola anual, el Plan Safra. Pero esta vez se destinaron más de 400.000 millones de BRL (73 millones de USD) a los grandes y medianos productores del país, casi cuatro veces más que a las explotaciones familiares, que recibirán 86 mil millones de BRL (15,8 mil millones de USD).

“Para sorpresa de nadie, la cantidad asignada a la agricultura familiar sigue siendo enormemente desigual a la asignada a la agroindustria. No es justo”, declaró Mariana Campos, coordinadora de agroecología de Greenpeace Brasil, en un comunicado en respuesta al plan.

Las inundaciones afectaron al 56% de las 365.000 propiedades rurales de Rio Grande do Sul. Emater, la agencia federal de asistencia técnica rural, señala que los daños son más pronunciados en zonas donde predomina la agricultura familiar, como la región metropolitana y los valles de Taquari y Caí.

edificio de madera demolido

Roca Sales, en el valle de Taquari, ha sufrido cuatro grandes inundaciones en los últimos diez meses. Las medidas del gobierno federal en respuesta a estos acontecimientos pueden no ser suficientes para reconstruir la agricultura en Rio Grande do Sul, según los expertos (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

Sin embargo, las medidas del gobierno federal pueden no ser suficientes para reconstruir la agricultura en Rio Grande do Sul, que ya se enfrenta a un intenso éxodo rural y a la jubilación de su mano de obra. Según los informes, más de la mitad de las explotaciones agrícolas del estado están dirigidas por personas mayores de 55 años.

Los censos agrarios muestran que la agricultura familiar ya está perdiendo terreno. El número de pequeñas propiedades de este sector pasó de unas 378.000 en 2006 a 294.000 en 2017, el más reciente, lo que supone un descenso del 22%.

“Sin una política pública de condonación de la deuda y financiación [con una ampliación del período de gracia] y tipos de interés bajos, muchos no volverán a la producción, ni habrá un estímulo a la sucesión”, dijo el ingeniero forestal Ernestino Guarino, investigador de Embrapa, una agencia del gobierno federal centrada en la innovación agrícola.

Embrapa ha creado una plataforma para estimar los impactos y proponer un nuevo modelo de agricultura más resiliente al clima. Pero Guarino dice que “los próximos meses serán decisivos” para saber si la actividad perderá aún más terreno, y eso dependerá de las medidas que se tomen.

Hay consenso entre los expertos entrevistados por Dialogue Earth en que es necesario corregir las desigualdades de financiación entre pequeños y grandes productores, que tienen más fácil acceso al crédito, incentivar la recuperación de áreas degradadas y la adopción de prácticas sostenibles, así como reforzar las agencias de apoyo como Emater y Embrapa. Sin esta combinación, afirman, los productores no se recuperarán de este último revés.

“Es necesario impulsar un nuevo modelo de producción agroecológica, respetuoso con la legislación medioambiental, que recompense económicamente al agricultor que preserva”, afirma Sérgio Schneider, profesor de posgrado en desarrollo rural de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) y consultor de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

El agrónomo Pedro Selbach, profesor del departamento de suelos de la UFRGS, junto con otros colegas de la universidad, estimó en 19.400 millones de BRL (3.500 millones de USD) el impacto inmediato de las inundaciones de 2024 en la agricultura familiar, debido a la pérdida de cosechas y de producción. Los impactos de las pérdidas de fertilidad del suelo se estimaron en más de 6.000 millones de BRL (1.100 millones de USD), y es probable que estos cambios tengan efectos más duraderos y perjudiciales a largo plazo.

tierra agrietada

En muchas zonas, la fuerza de las lluvias afectó la capa arable de los suelos o modificó completamente sus propiedades, afirma el agrónomo Pedro Selbach (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

“Se produjeron graves daños en las características físicas, químicas y biológicas de los suelos”, dijo Selbach, explicando que la fuerza del aguacero se llevó su capa cultivable o modificó por completo sus propiedades en zonas que estuvieron inundadas durante semanas. “Muchas zonas que eran cultivables ya no lo son, algunas pueden tardar 400 años en recuperarse”.

Un estudio realizado por Cleberton Bianchini, del Movimiento Pro-Bosques Ribereños del Valle del Taquari, ha puesto de manifiesto una intensa destrucción de las áreas de preservación permanente (APP), que protegen, según la legislación nacional, la vegetación próxima a los cursos de agua. Según los informes, más de la mitad de las APP situadas en las orillas de 140 kilómetros del río Taquari, que atraviesa la región, se han convertido en pastizales, plantaciones o infraestructuras urbanas, en algunos casos, antes de que se incorporara la protección en 2012

Además, de 1985 a 2022, el estado perdió el 22% de su vegetación autóctona, y un tercio de esta destrucción se produjo en la cuenca del lago Guaíba, sobre el que se asienta Porto Alegre, y que se extiende hacia el sur por varias ciudades. En el mismo periodo, aumentaron la producción de soja, la silvicultura y el área urbanizada. Un estudio preliminar de Selbach y sus colegas evaluó la relación entre deforestación e inundaciones. Si se hubieran conservado las orillas del lago Guaíba, el estudio calcula que el nivel de los ríos habría sido hasta 1,5 metros más bajo, lo que podría haber evitado la reciente inundación de Porto Alegre, donde la mitad de los barrios quedaron sumergidos.

Barro y piedras en las plantaciones

En Muçum, en el valle de Taquari, el desbordamiento sin precedentes del río Guaporé devastó la propiedad de la familia Canal, que cultiva heno desde hace más de 40 años. Los 748 milímetros de lluvia caídos en tres días a finales de abril, más de cinco veces la media de todo el mes, provocaron el deslizamiento de rocas desde las colinas, cubriendo una presa y parte de los campos de la familia. “Si no hubiera piedras, sería barro”, dice Ezequiel Canal, de 32 años, señalando su presa enterrada.

dos hombres caminando por un sendero pedregoso

Izair (izquierda) y Ezequiel Canal (derecha), padre e hijo, caminan por su propiedad, donde un desprendimiento de rocas de las colinas cubrió parte del campo de la familia. Tras haber sufrido tres inundaciones, ahora planean abandonar sus tierras (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

El aguacero se llevó 340 bolas de heno, lo que supuso una pérdida de 165.000 BRL (30.000 USD) para la familia. Irónicamente, también destruyó su sistema de riego subterráneo, importado de Israel por 250.000 BRL (46.000 USD) para protegerse de la sequía, pero que nunca se utilizó. “Durante la sequía, pasamos tres años ganando un 40% menos cada año”, afirma.

Adair José Villa, presidente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Muçum, añade: “Un día de inundaciones ha echado a perder más de tres años de sequía”.

De pie sobre las rocas, junto a un cobertizo de aluminio con el tejado retorcido por el torrente, Ezequiel y su padre Izair, de 65 años, dicen que piensan abandonar su tierra. “Se puede sobrevivir a una inundación, pero no a tres”, dice Izair, que vivió su primera inundación hace menos de un año. Esta vez, él y su mujer Ana se refugiaron durante día y medio dentro de la retroexcavadora de una excavadora a la espera de ser rescatados, mientras veían cómo su propiedad quedaba sumergida.

A unos 15 kilómetros al sur de Muçum, el municipio de Encantado también sufrió el desbordamiento de arroyos como el Jacarezinho, que aisló a una comunidad rural ocupada por pequeños productores de leche y cerdos.

Un hombre parado sobre suelo degradado

Mauro Vieira Marques, agricultor del municipio de Encantado, entre los escombros de dos cobertizos destruidos en su propiedad. Él y su mujer se dedicaban a la producción artesanal de quesos y huevos, así como al cultivo de frutas y hortalizas (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

Mauro Vieira Marques, de 65 años, perdió dos vacas lecheras, dos bueyes y 150 pollos y gallinas jóvenes, arrastrados por la corriente. De todo su ganado, solo quedó una vaca.

El granjero y su mujer, Ivete Justina, regentaban una finca de media hectárea donde producían quesos artesanales y huevos, además de cultivar frutas y verduras. “Ni siquiera quedan árboles frutales”, dice Mauro, mirando hacia una llanura pelada.

Cuando nos encontramos, Mauro estaba entre los escombros de lo que quedaba de dos pequeños cobertizos, que albergaban congeladores para almacenar queso, un tambor de leche y una pajarera. “Esto era un paraíso, ahora parece que ha estallado una bomba”, añadió.

Los dos hijos de la pareja viven lejos. “Insisten en que nos vayamos, pero nuestra vida está aquí”, afirma. Mauro e Ivete pretenden reconstruir su casa en un terreno más alto y empezar de nuevo poco a poco, aunque siguen con el corazón roto. “¿Cómo vamos a quedarnos si el río ya ni siquiera tiene cauce?”, dice mirando un arroyo que ahora parece una zona inundada sin forma definida.

Colchones y muebles a la intemperie

Las calles de Encantado están llenas de muebles y colchones secándose. Muchas familias de productores del valle desean quedarse en la zona, pero describen grandes pérdidas (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

A tres kilómetros de la propiedad de la pareja, la familia Gonzatti sintió los efectos de la inundación a pesar de vivir en las montañas. Los desprendimientos salvaron a sus más de 1.100 cerdos, pero aislaron su propiedad durante 18 días, dejándola sin electricidad ni agua. La situación obligó a los hermanos Josué y Jonathan a caminar cuatro kilómetros diarios para alimentar a los animales con el poco pienso que les quedaba.

La familia Lorenzon, criadora de cerdos desde hace tres generaciones, también sufrió pérdidas. La inundación se produjo justo cuando estaban cargando cerdos en un camión para sacrificarlos, y el derrumbe de una barrera impidió el transporte. Tampoco había forma de comprar más pienso, y las existencias eran escasas. “Tuvimos que racionar el pienso y perdimos 13 animales”, explica Gustavo Lorenzon.

Desde que decidió seguir la tradición familiar en 2021, Lorenzon, de 37 años, ha sufrido sequías e inundaciones, así como el elevado precio de los cereales utilizados para alimentar a los cerdos. La pandemia de Covid-19, los impactos de la guerra en Ucrania y las sequías han provocado que el precio del maíz se duplique temporalmente y el de la soja aumente un 60%.

“Queremos seguir en el negocio, es nuestra vocación, pero estamos muy a merced del tiempo”, dijo el criador de cerdos.

Una mujer en un barco mirando hacia el agua

Vanusa Kaiper, pescadora y residente del barrio de Arquipélago, contempla la ciudad de Porto Alegre a través del lago Guaíba. Su casa sufrió daños y perdió material de trabajo, como redes de pesca, en las inundaciones (Imagen: Anna Ortega / Dialogue Earth)

A mediados de junio, algunos productores seguían sin poder regresar a sus casas, que permanecían inundadas. Era el caso de Vanusa e Isaías Kaiper, pescadores y vecinos del barrio de Arquipélago, en la zona metropolitana de Porto Alegre. Llevaban dos meses sin pescar en el lago Guaíba. “Los peces están contaminados por comer animales muertos y basura”, dijo Isaías a Dialogue Earth en junio. “Ahora no podemos pescar, tenemos que esperar”.

Aun así, las inundaciones no le preocupan tanto como la sequía, que en 2022 provocó la desaparición de los peces. “Tuvimos que comprar pescado para revenderlo”, explica.

Pero la pareja no piensa rendirse, a pesar de las adversas condiciones meteorológicas. “Nuestra vida está aquí, hemos criado a nuestras hijas con la pesca y vamos a seguir”, afirma Vanusa.

Los reclamos se acumulan

En una de las mesas de la oficina de Emater en Encantado, una bandeja de papeles de casi un metro de largo revela la dimensión del problema de la continuidad de la agricultura: son casos de Proagro, una especie de seguro emitido por el gobierno federal para suspender las obligaciones financieras en caso de fenómenos naturales.

“Hasta 2013, los agricultores de la región ni siquiera sabían lo que era Proagro”, afirma el ingeniero agrónomo Eduardo Mariotti Gonçalves, responsable de prestar asistencia técnica a 300 propiedades rurales del municipio. Ahora, dice, “apenas dan abasto” con el número de solicitudes e inspecciones para obtener el seguro.

Para tener derecho a Proagro, los productores deben plantar de acuerdo con la Zonificación Agrícola de Riesgo Climático (Zarc), una directriz cartográfica del gobierno federal que indica los riesgos y los cultivos apropiados para cada zona. Si un productor planta fuera de los límites de la Zarc, no tiene derecho al seguro. Pero a Gonçalves le preocupa especialmente la oferta de seguros después de tantas catástrofes.

Tras las inundaciones de mayo, se prevé que Rio Grande do Sul afronte un segundo semestre más seco, con la llegada de otro periodo de La Niña. Pero el riesgo de inundaciones podría volver a partir de 2025, según el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Catástrofes Naturales. “Más que nunca, los agricultores tendrán que tomar sus decisiones en función del clima”, afirma Pedro Selbach.

Yasmmin Ferreira ha contribuido a este reportaje.

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El sur de Brasil sigue en alerta: al menos 147 muertos por las inundaciones

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Río Grande do Sul, en el sur de Brasil, permanece en alerta por la crecida de los ríos y riesgos geológicos, como los deslizamientos. La tragedia de las inundaciones ha dejado hasta este lunes 13 de mayo al menos 147 muertos y 127 desaparecidos. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, pospuso su viaje a Chile para atender la crisis.

Las regiones metropolitanas de la capital del estado brasileño Río Grande do Sul, Porto Alegre, y el sur del estado están inundadas. Más de 619.000 personas se han desplazado para salvar sus vidas. Las calles de decenas de localidades de este estado brasileño fronterizo con Argentina y Uruguay se han convertido en ríos de lento caudal.

Dos semanas después del inicio de las lluvias torrenciales, el río Guaíba, que pasa por la capital Porto Alegre, está volviendo a crecer, tras haber superado su nivel más alto de todos los tiempos.

La medición de la Agencia Nacional de Agua y Saneamiento Básico (ANA) informó que el nivel del Guaíba, en Porto Alegre, alcanzó los 4,78 metros este lunes. Las autoridades apuntan a que el río seguirá creciendo y podría alcanzar los 5,5 metros.

Eduardo Leite, gobernador del estado, advirtió sobre nuevas inundaciones en por lo menos cuatro ciudades y aconsejó a los miles de desplazados no regresar ante el riesgo de deslizamientos y la crecida de los ríos.

Por su parte, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, decidió posponer su viaje a Chile debido a este desastre climático, que ya deja al menos 147 muertos y 127 desaparecidos. El Gobierno brasileño considera que, con las precipitaciones de las últimas horas, la situación de la población empeorará.

Desplazados en Río Grande do Sul, migrantes climáticos 

Según el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden), Porto Alegre enfrenta el mes de mayo más lluvioso desde 1961.

Las devastadoras y continuas inundaciones en el sur de Brasil están obligando a parte del medio millón de residentes desplazados a considerar desarraigar sus vidas de las ciudades inundadas para reconstruir en terrenos más altos.

Con cientos de miles de familias huyendo de las inundaciones y más de un centenar de muertos y desaparecidos, este desastre es uno de los mayores casos de migración climática de Brasil en la historia reciente.

La ubicación del sur de Brasil en la confluencia de corrientes tropicales y polares ha alimentado períodos de sequías y lluvias cada vez más intensas debido al cambio climático, según los científicos.

Por tercera vez en siete meses, Cassiano Baldasso tuvo que retirar carretillas llenas de barro de su casa en Muçum, una pequeña ciudad a 150 kilómetros río arriba de Porto Alegre.

El alcalde Mateus Trojan aseguró que muchos de los 5.000 residentes de Muçum tendrán que reubicarse. Su oficina tiene previsto reconstruir el 40% de la ciudad en otros lugares.

Casi 81.000 personas en todo el estado de Río Grande do Sul se encuentran en albergues y otras 538.000 se encuentran sin hogar (en casas de amigos y familiares).

Con información de Reuters y medios locales

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Lula anuncia millonario paquete de reconstrucción de Rio Grande do Sul que ya tiene 107 muertes por las inundaciones

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo este miércoles que las graves inundaciones en el sur del país, que dejan ya 107 muertos y una vasta destrucción en 425 municipios afectados, son “un aviso para el mundo” y “una factura que le está pasando el planeta” a la humanidad. Las operaciones de rescate en la castigada Porto Alegre, capital del estado de Rio Grande do Sul, fueron suspendidas por nuevas lluvias.

“Tenemos que parar esto a tiempo”, declaró Lula en un acto en el que fue presentado un paquete de inversiones en áreas de infraestructura y prevención de desastres naturales, que apuntan a “corregir décadas de ocupación desordenada de las ciudades de este país”. Se trata de proyectos por un valor inicial de 18.300 millones de reales (3.560 millones de dólares), que serán ejecutados en 532 ciudades de todas las regiones del país. En todos los casos, son iniciativas que estaban en estudio antes del desastre que las lluvias de los últimos días provocaron en el sur del país.

Para el plan de reconstrucción, el gobierno de Brasil prometió unos 10.000 millones de dólares.

El ministro de Finanzas, Fernando Haddad, prometió una “inyección de recursos del orden de 50.000 millones de reales”. El paquete de medidas contempla principalmente la entrega de créditos para ayudar a trabajadores, empresas y municipios afectados.

“Vamos a tener que prepararnos porque veremos el tamaño de los problemas cuando el agua baje y los ríos vuelvan a la normalidad”, dijo Lula.

“Mucha gente perdió mucho y tenemos que tener eso en cuenta”, añadió.

Más temprano, Leite había estimado el monto de la recuperación en 19.000 millones de reales (3.700 millones de dólares), según dijo en X.

El agua cubrió ciudades enteras como Porto Alegre, capital de Rio Grande do Sul, estado fronterizo con Argentina y Uruguay, declarado en estado de calamidad y donde 1,5 millones de personas de unos 400 municipios sufren con la falta de agua y alimentos y serios problemas en el suministro de energía. También fueron destruidas miles de viviendas e infraestructuras, como puentes o rutas, y se vieron perjudicadas la producción agropecuaria y toda la actividad económica de uno de los estados más prósperos de Brasil.

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Inundaciones: cien muertos en Río Grande do Sul y temor por nuevas lluvias

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Las inundaciones causadas por las fuertes lluvias en el sur de Brasil ya dejan 100 muertos y 1,5 millones de personas damnificadas en 417 municipios, que ahora volvieron a estar en alerta máxima por nuevos temporales que van a afectar aún más a la región y el riesgo de colapso de las represas 14 de Julio en Cotiporã y Bento Gonçalves y PCH Salto Forqueta, em São José do Herval e Putinga.

Además, la Defensa Civil ha contabilizado, hasta el momento, 131 desaparecidos y 362 heridos por las lluvias e inundaciones sin precedentes que afectan principalmente al estado de Rio Grande do Sul.

Hasta el momento, 401 municipios se han visto afectados; “prácticamente todo el estado”, señaló en una rueda de prensa Eduardo Leite, gobernador de Rio Grande do Sul, la región más damnificada por las lluvias.

El anuncio de nuevos temporales a partir de este miércoles, y que serán más fuertes entre el viernes y el domingo, tiene en alerta a las autoridades que preparan desde ya las medidas de contingencia.

Según el Instituto Nacional de Metereología (INMET), en los próximos días se esperan “fuertes lluvias y tormentas” en el área más austral del estado de Rio Grande do Sul, en toda la zona fronteriza con Uruguay, debido a la llegada de un frente frío.

El gobernador hizo un llamado a los habitantes de municipios que ya fueron afectados y que posiblemente volverán a caer en la mira de las lluvias para que permanezcan en los albergues y solo regresen a ver lo ocurrido con sus hogares cuando las autoridades confirmen total seguridad para sus vidas.

No es hora de volver a laS casas ni de estar en los sitios que fueron afectados”, señaló el gobernador, quien además advirtió que las nuevas precipitaciones van a tener incidencia en varios municipios y en la zona metropolitana de la capital, Porto Alegre, donde se prevén deslizamientos.

Rio Grande do Sul ha sido el estado de Brasil más azotado por las lluvias, con 100 víctimas mortales, mientras que el vecino estado de Santa Catarina registró un fallecimiento.

En total, ya son 1,5 millones de personas que sufren con la falta de alimentos, de medicinas y de servicios básicos como luz y energía, de las cuales unas 160.000 están refugiadas en casas de amigos o familiares y otras 48.799 en abrigos improvisados por las autoridades.

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Inundaciones en Brasil dejan al menos 95 muertos y decenas de desamparados

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Además, se investigaban otros cuatro fallecimientos, mientras que 131 personas seguían con paradero desconocido y 155.000 se habían quedado sin hogar.

Los equipos de rescate se apresuraban el martes en evacuar a las personas atrapadas por las devastadoras inundaciones en el estado de Rio Grande do Sul, en el sur de Brasil, donde se reportaban 95 muertos y supervivientes desesperados en busca de alimentos y suministros básicos.

En las afueras de Eldorado do Sul, a 17 kilómetros de Porto Alegre, la capital del estado, muchas de las personas que abandonaron sus hogares dormían al borde de la carretera y dijeron a Reuters que estaban pasando hambre. Familias enteras se marchaban a pie, llevando sus pertenencias en mochilas y carritos de la compra.

“Llevamos tres días sin comer y acabamos de conseguir esta manta. Estoy con gente que ni siquiera conozco, no sé dónde está mi familia”, dijo un joven llamado Ricardo Junior.

Las inundaciones han dificultado las labores de rescate, y docenas de personas siguen esperando ser evacuadas en botes o helicóptero de las casas afectadas. Pequeñas embarcaciones recorren la ciudad inundada en busca de supervivientes.

La agencia estatal de Defensa Civil dijo que el número de víctimas mortales había aumentado a 90 y que se estaban investigando otras cuatro muertes, mientras que 131 personas seguían en paradero desconocido y 155.000 se habían quedado sin hogar.

En Porto Alegre, ciudad de 1,3 millones de habitantes situada a orillas del río Guaiba, las calles del centro estaban bajo el agua, mientras los habitantes se encontraban con estanterías de supermercados vacías y gasolineras cerradas, y las tiendas racionaron la venta de agua mineral.

Las inundaciones también han afectado a los servicios de agua y electricidad, con más de 1,4 millones de damnificados en total, según la Defensa Civil de Brasil.

Casi medio millón de personas se quedaron sin electricidad en Porto Alegre y las ciudades periféricas, ya que las compañías eléctricas cortaron el suministro por motivos de seguridad en los barrios inundados.

El operador de la red nacional, ONS, dijo que cinco presas hidroeléctricas y líneas de transmisión habían quedado fuera de servicio debido a las fuertes lluvias.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva declaró en un programa de televisión gubernamental que la magnitud de los daños no se conocerá hasta que bajen las aguas. 

Asimismo, prometió ayuda federal para el estado en lo que se considera el peor desastre climático de su historia.

Los economistas de JP Morgan prevén que el impacto de las inundaciones en la economía brasileña sea un modesto descenso del crecimiento del PIB y un aumento marginal de la inflación, debido principalmente a la subida de los precios del arroz, que se produce en gran parte en Rio Grande do Sul.

Fuente: Reuters.

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