El rotundo avance talibán realimenta el mito de Afganistán como “tumba de imperios”

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(Por Iván Gajardo Millas).- El triunfo talibán y las imágenes de un helicóptero sobre la embajada estadounidense en Kabul, que medios y redes compararon con la humillante retirada estadounidense de Saigón (1975), reavivaron el mito de Afganistán como “tumba de imperios”, territorio cuyas imponentes montañas y desiertos le otorgaron una posición geopolítica que se interpuso a los grandes sueños imperiales.

Afganistán es una nación en la que conviven y se enfrentan desde hace siglos más de 50 etnias y grupos tribales, algunas de las cuales trascienden las fronteras de este país de Asia Central hacia los Estados vecinos, Irán Pakistán, Turkmenistán.

Prácticamente todas estas etnias se reconocen musulmanes, una religión que se introdujo en el país en el siglo VII y que, a través de los siglos, se transformó en hegemónica. La mayoritaria es la pashtún, de histórica tradición guerrera.

Durante los últimos dos siglos el país se resistió tenazmente al dominio de las potencias extranjeras: el conocido desastre británico de Afganistán (1842), la salida de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1989, y el fracaso estadounidense, tras 20 años de invasión, centenares de miles de vidas y montañas de dólares, dan cuenta de ello.

Durante un período de 80 años, los británicos libraron tres guerras allí, la primera entre 1839 y 1842, la segunda en 1878-1880, y la tercera entre mayo y agosto de 1919, ocupando o controlando parcialmente el país durante ese período, en el que se perdieron decenas de miles de vidas.

Tras perder la mítica batalla de Gandamack (1842), conocida como “el desastre”, los británicos regresaron buscando venganza y finalmente derrotaron parcialmente a los afganos.

Sin embargo, según la crónica, el capellán del ejército británico, George Gleig, que presenció ese regreso lo calificó como “una guerra iniciada sin ningún propósito sabio, llevada a cabo con una extraña mezcla de temeridad y timidez, terminada después del sufrimiento y el desastre”.

No se obtuvo ningún beneficio, político o militar, de prolongado conflicto bélico y, agotado por la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña se rindió en 1919 y debió conceder la independencia de Afganistán.

Aquel conflicto, una de las peores derrotas del Imperio británico en el siglo XX, se inscribió a su vez en el proceso de construcción de ese imperio en Asia.

En las décadas anteriores, prácticamente todo el subcontinente indio había pasado a manos británicas, lo que provocó crecientes tensiones con otro imperio en ascenso en el continente, el ruso.

Rusia (entonces URSS) pasó el período de posguerra pacificando y modernizando sus repúblicas de Asia Central con notable éxito, aunque su proyecto de instaurar ese programa en Afganistán chocó contra una pared.

Los soviéticos invadieron el país asiático en 1979 en un intento por sofocar una guerra civil en ciernes y apuntalar a sus aliados en el Gobierno afgano.

Con ese objetivo llevaron escuelas, construyeron carreteras y consolidaron instituciones civiles y libertades para las mujeres, pero esa ocupación no fue tolerada por una generación de afganos insurrectos que declararon una guerra santa, para la cual contaron con el amplio apoyo, financiamiento y entrenamiento de EEUU, Pakistán y Arabia Saudita.

Los soviéticos dejaron el paisaje afgano permanentemente desfigurado, con fragmentos de tanques bombardeados y la tierra sembrada con más minas que en cualquier otro lugar del planeta.

Cuando Kabul colapsó, lo que siguió fueron años de amarga guerra civil que destruyó muchas de las ciudades y condujo al ascenso al poder de los talibanes en 1996.

Para EEUU, en tanto, esta misión de combate que llega a su fin tras 20 años e involucró dos Gobiernos demócratas y dos republicanos constituye una nueva derrota militar, dolorosa y humillante, que además pone al presidente Joe Biden ante el amargo trago de conmemorar los 20 años de los atentados del 11S con los talibanes nuevamente en el poder.

La primera batalla militar estadounidense del siglo XXI se libró en Afganistán poco después de esos ataques que impactaron al mundo y cambiaron el mapa geopolítico del planeta.

Desde entonces, alrededor de un millón de hombres y mujeres estadounidenses sirvieron en Afganistán; más de 2.400 de ellos perdieron la vida, junto con otros 1.100 miembros de la OTAN y otros aliados de la coalición.

El abrupto desenlace de esta misión puso de manifiesto cifras escalofriantes que los estadounidenses pagaron y deberán pagar: más de 2,26 billones de dólares, según los cálculos del The Costs of War Project de la Universidad de Brown.

La cifra incluye más de 143.270 millones de dólares en trabajos de reconstrucción, un número que supera largamente el Plan Marshall con el que Estados Unidos resucitó a Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo esta cifra colosal no incluye los fondos que Washington está obligado a gastar en la atención de por vida de los veteranos que participaron en la guerra ni los futuros pagos de intereses del dinero prestado para financiarla.

No están claros los costos políticos que Biden deberá asumir, pero las críticas republicanas ya acechan y el expresidente Donald Trump aprovechó la oportunidad para disparar críticas.

El laberinto irresoluto de Afganistán traerá además efectos en toda la región donde el tablero geopolítico se sacude de modo rotundo, desde Arabia Saudita, que, pese a sus propios vínculos históricos con los talibanes, no quiere que se socave la autoridad estadounidense en la región, hasta Irán, cuyos vínculos con los talibanes han sido fluctuantes.

Beijing y Moscú, por diferentes razones, se interesan en el desarrollo de los acontecimientos en Kabul: China observa con atención, mientras Rusia reaviva sus preocupaciones históricas sobre el extremismo afgano que afecta a su propia población musulmana y a las de los Estados nación de su periferia.

Ambas potencias esperan también su oportunidad de ejercer su influencia en esta región emplazada en pleno corazón de Asia, en el cruce de caminos entre Eurasia, Asia Central, China, India y Medio Oriente.

Las aterradoras imágenes de esta semana del aeropuerto de Kabul, con jóvenes muriendo en el desesperado intento de huir de un país capturado por el islamismo radical, y valientes mujeres arriesgando sus vida mientras reclaman sus derechos, advierten no obstante a estas potencias que -como dijo el escritor estadounidense Mark Twain- “La historia no se repite, pero rima”.

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Afganistán: los talibanes y la peor pesadilla de Biden

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Los talibanes capturaron el jueves dos importantes ciudades afganas, la segunda y tercera más grande del país después de Kabul, y una capital provincial estratégica, presionando aún más al asediado gobierno apenas unas semanas antes del final de la misión militar estadounidense en Afganistán.

La toma de Kandahar y Herat marca el mayor premio hasta ahora para los talibanes, que han tomado 12 de las 34 capitales provinciales de Afganistán. El domingo, finalmente cayó Kabul.

Mientras tanto, la captura de la ciudad de Ghazni corta una carretera crucial que une la capital afgana, Kabul, con las provincias del sur del país, todo como parte de un “empuje insurgente” unos 20 años después de que las tropas estadounidenses y de la OTAN invadieron y derrocaron al gobierno talibán. ¿Por qué esto es clave? Tomar Ghazni es de importancia estratégica porque aumenta la probabilidad de que los talibanes tomen la capital, Kabul. Si cae la capital, cae el gobierno y esto a Washington no le hace ninguna gracia.

Un informe reciente de las Naciones Unidas muestra que las bajas civiles alcanzan nuevas alturas en mayo de este año y, a medida que se aferran al poder, ese número sólo aumentará.

Respuestas por parte del gobierno de EEUU: ante el aumento de tensión en las últimas horas, Washington anunció que enviará 7.000 soldados para garantizar la evacuación inmediata de todo su cuerpo diplomático.

Acá te dejo un mapa para que veas mejor de qué estoy hablando.

Pero… ¿Quiénes son los talibanes? 

Brevemente, los talibanes surgieron a principios de la década del 90 en el norte de Pakistán tras la retirada de Afganistán de las tropas de la Unión Soviética.

El movimiento, predominantemente pastún (aquellos que poseen antepasados de los antiguos hebreos que se instalaron hace más de 2000 años ahí), apareció por primera vez en seminarios religiosos, en su mayoría pagados con dinero de Arabia Saudita, en los que se predicaba una forma de línea dura del islam sunita. 

Las promesas hechas por los talibanes, en las áreas pastún que se encuentran entre Pakistán y Afganistán, fueron restaurar la paz y la seguridad y hacer cumplir su propia versión austera de la sharia, o ley islámica, una vez en el poder.

Desde el suroeste de Afganistán, los talibanes ampliaron rápidamente su influencia.

En 1995 capturaron la provincia de Herat, fronteriza con Irán, y exactamente un año después capturaron la capital afgana, Kabul, derrocando al régimen del presidente Burhanuddin Rabbani, uno de los padres fundadores de los muyahidines afganos que resistieron la ocupación soviética.

En 1998, los talibanes controlaban casi el 90% de Afganistán (en ese link te dejo un mapa del conflicto a lo largo del tiempo si te copa). Los talibanes fueron derrocados del poder en 2001 (año que cambió la historia de occidente para siempre dicho sea de paso), tras una incursión militar liderada por Estados Unidos, pero poco a poco el grupo islamista ha ido retomando fuerza a lo largo y ancho de Afganistán.

La influencia estadounidense y las negociaciones de paz

Los primeros intentos de iniciar conversaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano para establecer la paz en Afganistán salieron a la luz durante el mandato de Obama. Aún así, los esfuerzos entre 2011 y 2013 fracasaron. Las conversaciones previstas en Doha, la capital de Qatar, en junio de 2013 fueron canceladas por el presidente Hamid Karzai debido a que los talibanes colgaron el cartel del “Emirato Islámico de Afganistán” y la llamada bandera en la oficina donde se debían llevar a cabo las negociaciones. Tres años después, se realizó una reunión con la participación de Estados Unidos y China y liderada por Pakistán, sin embargo, la reunión de paz Talibán-Kabul en 2016 tampoco tuvo éxito.

Trump, quien asumió el cargo en Estados Unidos al año siguiente, volvió a incluir las conversaciones de paz en Afganistán en la agenda e hizo esfuerzos para iniciar negociaciones entre el gobierno y la organización. El gobierno de Ashraf Ghani, que apoyó esta iniciativa, declaró que estaba dispuesto a negociar con los talibanes sin condiciones previas y también hizo varias promesas a la organización (como el reconocimiento de los talibanes como partido político y la liberación de los elementos talibanes en prisión).

Sin embargo, este paso dado por Ghani no fue recibido con el reconocimiento y la aprobación necesarios por parte de los talibanes; por el contrario, los talibanes volvieron a darle la espalda al gobierno de Kabul y afirmaron que se dirigiría solo a Estados Unidos y no a Ghani.

Los talibanes han abandonado su actitud dura e intransigente desde 2018, aunque de forma limitada. Por lo menos, representantes de los Estados Unidos y los talibanes se reunieron en Doha, por primera vez, para las conversaciones de paz en febrero de 2019. Como resultado de las negociaciones, que se prolongaron durante unos seis meses, se anunció que los Estados Unidos y los talibanes estaban cerca de llegar a un acuerdo.

Sin embargo, este estado de ánimo positivo en agosto de 2019 desapareció en breve. Al mes siguiente, el Representante Especial para la Reconciliación de Afganistán, Zalmay Khalilzad, anunció que se llegó a un acuerdo entre las partes y que se buscaba la aprobación de Trump. Trump declaró que había archivado el acuerdo después de que un soldado estadounidense muriera en el ataque terrorista en Kabul.

Sin embargo, en diciembre de 2019, se reanudaron las conversaciones entre Estados Unidos y los talibanes y, por lo tanto, la idea de que las conversaciones de paz entre Khalilzad y los talibanes habían llegado a su fin fue ganando terreno gradualmente y, por primera vez, se vio que la paz las negociaciones con los talibanes se volvieron tan tangibles.

Se tomaron varias decisiones nuevas sobre temas como la “reducción de la violencia”, la “retirada de las tropas extranjeras del país”, las “negociaciones dentro de Afganistán” y las “garantías antiterroristas” en el marco de las negociaciones del Acuerdo de Paz entre los Estados Unidos y los talibanes. Sin embargo, estas decisiones han traído algunos problemas nuevos a la agenda.

Después de más de un año de negociaciones, los representantes de Estados Unidos y los talibanes firmaron un acuerdo bilateral el 29 de febrero de 2020, acordando dos garantías “interconectadas”: el retiro de todas las fuerzas estadounidenses e internacionales para mayo de 2021, y la acción no especificada de los talibanes para prevenir otros grupos (incluida Al Qaeda) de utilizar suelo afgano para amenazar a Estados Unidos y sus aliados.

En los meses posteriores al acuerdo, varios funcionarios estadounidenses afirmaron que los talibanes no estaban cumpliendo sus compromisos bajo el acuerdo, especialmente con respecto a Al Qaeda (qué sorpresa dijo nadie nunca).

Aunque no hay disposiciones en el acuerdo disponible públicamente que aborde los ataques de los talibanes sobre las fuerzas estadounidenses o afganas, los talibanes supuestamente se comprometieron a no atacar a las fuerzas estadounidenses en los anexos no públicos que acompañan al acuerdo según un informe del Congreso de Estados Unidos.

En la Sección 1217 del FY2021 de la Ley de Autorización de Defensa (NDAA, P.L.116-283) (si, literalmente busqué párrafo por párrafo para darte la mejor info), el Congreso ordenó a la Administración que, entre otros requisitos, presentar dentro de los 90 días posteriores a la promulgación y no menos de cada 120 días después, un informe verificando que los talibanes están cumpliendo sus compromisos en virtud del Acuerdo de febrero de 2020.

Ahora, mientras Estados Unidos se prepara para completar la retirada de sus tropas antes del 11 de septiembre (fecha emblemática dicho sea de paso), tras dos décadas de guerra, los talibanes invaden puestos militares afganos, pueblos y aldeas, e incluso algunas ciudades importantes, avivando temores de que puedan derrocar al gobierno (la peor pesadilla de Biden).

Recapitulando

Los talibanes entraron en conversaciones directas con Estados Unidos en 2018 bajo el gobierno de Trump, y el año pasado ambas partes llegaron a un acuerdo de paz en Doha que comprometía a Estados Unidos a retirarse y a los talibanes a prevenir ataques contra las fuerzas estadounidenses. Es por ello, que el presidente Biden anunció este año la retirada de las tropas estadounidenses. 

Es necesario destacar que el compromiso de los talibanes de reducir la violencia es una promesa hecha únicamente a los propios Estados Unidos, no al gobierno afgano. En este contexto, los talibanes solo prometieron no actuar contra Estados Unidos. De hecho, la declaración oficial de los talibanes es que la cooperación estratégica y de seguridad se hizo solo con los EE.UU y que el compromiso es una promesa hecha solo a los EE.UU y no al gobierno afgano …

En este contexto, a pesar de que han comenzado las negociaciones entre los talibanes y el gobierno afgano, debemos tener en cuenta que un posible conflicto de intereses que pueda ocurrir durante estas negociaciones podría evolucionar rápidamente hacia la violencia (incluso muchos vaticinan una guerra civil que podría durar años, sobre todo si intervienen las principales potencias).

Estados Unidos comenzó a retirar fuerzas antes de que se alcanzara el acuerdo de febrero de 2020 y continuó haciéndolo después, a pesar de las afirmaciones de Estados Unidos de que la violencia de los talibanes y otras acciones eran incompatibles con el acuerdo. El 15 de enero de 2021, el entonces Secretario de Defensa interino Christopher Miller anunció que el número de fuerzas estadounidenses había llegado a 2.500, el nivel más bajo desde 2001, completando una reducción ordenada por el presidente Donald Trump en noviembre de 2020.

¿Por qué el gobierno afgano es tan impotente?

Tras la reducción del número de tropas extranjeras en 2014, aproximadamente de 150.000 soldados a menos de 20.000, la lucha contra los talibanes se llevó a cabo principalmente por vía aérea. Pero los estadounidenses tuvieron cuidado de no transmitir su alta tecnología y sus sofisticados sistemas de guía. El ejército afgano ahora es incapaz de mantener la aviación dejada por los estadounidenses y las capacidades de la fuerza aérea ya están muy reducidas.

El ejército afgano también está sufriendo por las acciones de la coalición, su imagen no es necesariamente buena con la población. En los últimos años, según informes de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (MANUA en español), la mayoría de las víctimas civiles han muerto por operaciones aéreas de los ejércitos afgano y estadounidense…

¿Y la OTAN? ¿Qué onda?

Un lio todo. Resumidamente, hace poco el secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, acusó a los aliados de la OTAN de negarse a unirse a una coalición militar liderada por Gran Bretaña para apoyar a Afganistán después de la retirada de las fuerzas estadounidenses este año.

Según datos oficiales, hasta mayo de 2021 la OTAN invirtió más de $3,5 mil millones. Ahora, está aumentando el suministro de material militar a Afganistán a medida que la Alianza retira fuerzas del país. Desde principios de este año, la OTAN ha donado suministros y equipo a las fuerzas de seguridad y defensa nacional afganas por un monto aproximado de 72 millones de dólares. Estos incluyen suministros médicos, simuladores de combate de alta tecnología, radiografías de hospitales y equipos especializados para desactivar bombas para combatir el avance talibán.

¿Qué puede pasar entonces si Estados Unidos se retira de Afganistán?

El 14 de abril Biden dijo que retiraría sus tropas el 1 de mayo, pospuso esa fecha al 11 de septiembre, hasta acá todo buenísimo. Sin embargo, el problema no es la fecha sino el hecho de que retirará por completo a todos sus soldados. Si esto sucede, la retirada completa de la presencia estadounidense (anteriormente más de 100.000 y ahora alrededor de 2.500) de la tierra afgana creará una falta de seguridad desde la óptica occidental. 

¿Por qué? Porque aunque la seguridad y la defensa de Afganistán se transmitieron, en la práctica, a las Fuerzas de Seguridad Nacional afganas en 2015, la presencia militar estadounidense ofreció una red de seguridad y sirvió de “disuasión” contra el terrorismo que representa el talibán para Washington. 

En este contexto, aunque en julio Biden anunció en una declaración conjunta con el líder afgano que mantendría el apoyo financiero y los servicios de consultoría/asesoría, es evidente que el apoyo de consultoría e inteligencia no será suficiente para la seguridad y defensa de Afganistán. Mientras tanto, también hay que señalar que el director de la CIA, William Burns, advirtió en abril al Comité de Inteligencia del Senado que la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán debilitaría la capacidad de Estados Unidos para reunir inteligencia y tomar medidas contra amenazas fundamentalistas (al-Qaeda y DAESH según documentos del Capitolio).

Por otro lado, Biden anunció a principios de julio que la misión en Afganistán seguiría en pie hasta el 31 de agosto tras la reticencia de muchos sectores. Para muchos analistas occidentales, como te decía, la retirada de Estados Unidos de Afganistán crearía una brecha de seguridad tan grave que países como Rusia, China e Irán (los bad boys) claramente querrían llenar esta brecha que queda de Estados Unidos en poco tiempo. 

Lo que preocupa a Washington es que China, a través de su aliado Pakistán, probablemente utilizará los bienes raíces de Afganistán y a los talibanes para ganar no sólo influencia, sino hegemonía, en el corazón de Eurasia. India y Estados Unidos intentarían mantener a Pekín bajo control, mientras que Irán, Rusia y el mundo árabe juegan el sangriento juego de la geopolítica mientras que el pueblo de Afganistán seguirá pagando las consecuencias.

Al fin y al cabo Biden, después de anunciar que Estados Unidos se está preparando para una competencia estratégica a largo plazo contra Rusia y China y que ha asignado cientos de miles de millones de dólares para esto, “dejaría” Afganistán a estos dos países que están esperando el momento indicado para lanzar su estrategia? Estados Unidos supuestamente “estaba de vuelta”, no va a dejar pasar esa oportunidad tan fácil.

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