Trabajo y vocación
Carta del Obispo de Posadas, para el 5° domingo durante el año [10 de febrero de 2019]
Los textos de la Palabra de Dios de este domingo nos sitúan ante un tema central en la vida de cada cristiano que es la vocación. Vocación significa llamado, llamado de Dios. Es importante considerar que todos los bautizados tenemos una vocación y una misión. Lamentablemente nuestro tiempo, caracterizado sobre todo por el secularismo, nos deja sumergidos en lo inmediato, o bien en una existencia sin sentido, donde desconocemos que todos tenemos una vocación y un proyecto de Dios para nuestra vida y, por lo tanto, una misión.
En el Evangelio de San Lucas (5,1-11), que leemos este domingo, se nos presenta la vocación de los primeros discípulos. En realidad el diálogo vocacional se da sobre todo con Simón Pedro. Es interesante cómo el texto subraya que Pedro se siente un pecador ante el llamado: «Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”». También en la primera lectura que leemos este domingo el profeta Isaías nos habla de su llamado – vocación. Ante la presencia de Dios él se siente «un hombre de labios impuros», pero termina respondiendo: «¡Aquí estoy: envíame!»
Es cierto que cuando hablamos o rezamos por las vocaciones en general hacemos referencia a los llamados al sacerdocio o la vida consagrada, pero es importante recordar que todos los bautizados tenemos una vocación. Los laicos, que son la mayoría del pueblo de Dios, tienen una vocación y misión fundamental que es la transformación de las realidades temporales, para impregnar el mundo de los valores que brotan del Evangelio. En esta reflexión quiero subrayar la necesidad que tenemos todos de profundizar en cuál es nuestra vocación. Nuestros ambientes lamentablemente no fomentan la plenificación de nuestras vidas, sobre todo la de nuestros jóvenes, desde la propia vocación y misión. El criterio casi habitual es trabajar o estudiar en aquello que se pueda, sin tener en cuenta las capacidades personales. Es triste encontrarse con profesionales o dirigentes sociales, políticos, docentes… que ejercen tareas, sin tener ninguna motivación profunda y menos una vocación que los mueva. Cuando pasa esto, ellos mismos no terminan siendo felices con lo que hacen y, muchas veces, hacen mal su trabajo o buscan solo réditos económicos o de poder y no sirven a los demás, preocupándose solo por su propio beneficio. La vocación de toda persona, como imagen y semejanza de Dios, nos permite ser colaboradores de Dios y constructores del mundo con nuestro trabajo y servicio. Con más razón, la vocación específica que cada uno tiene nos permite plenificarnos. Los cristianos entendemos que la vocación es un llamado de Dios y una misión. En definitiva es aquello que nos permite servir al bien común en el «ser» y el «hacer». Hoy, más que nunca, necesitamos gente con vocación y la comprensión de que cada vida tiene una razón de ser.
En esta reflexión quiero agradecer a Dios que algunos jóvenes de nuestra Diócesis sientan el llamado a la vida sacerdotal y consagrada, entregándose sin reservas personales a Dios, para servir a sus hermanos. Sobre estos temas hablaremos más extensamente en una próxima reflexión, ya que el 23 de febrero será el inicio de las actividades del año de nuestro Seminario Diocesano Santo Cura de Ars en la misa de 20 horas. Especialmente quiero agradecer la importancia que nuestros laicos, como mayoría del pueblo de Dios, vayan comprendiendo su vida como una vocación y una misión ordenadas a la transformación de las realidades temporales evangelizando nuestra cultura.
Como en el Evangelio de este domingo y el llamado de los primeros Apóstoles, Pedro, Andrés, Santiago y Juan, sentimos el llamado de Dios y queremos animarnos a seguirlo cada uno desde la propia vocación. No importa el lugar donde la desarrollemos, lo más importante es que todo lo que hagamos sea hecho con amor y con intensidad.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas