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Cuando hablamos de “crímenes de lesa humanidad” estamos haciendo referencia a crímenes que ofenden, agravian o insultan a la humanidad. Estamos frente a actos que definen los destinos de un pueblo, estamos marcando los valores morales de una Nación.

La justicia debería ser la espada precisa de los sentimientos de cualquier pueblo, debería representar los intereses justos de una sociedad sensata. Sin embargo, los fallos judiciales son tan discutidos en todo el mundo que nos permitimos dudar de lo justo o lo verdadero. Este fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación lesiona la conciencia colectiva del Nunca Más, rompe la balanza de lo justo y sucumbe la salud social.

Los historiadores dicen que cuando pasan más de 30 años de un acontecimiento histórico relevante se pueden ver análisis más objetivos de la propia historia. Considero que la sociedad no pone en discusión lo que fue la última dictadura militar, no se pone en tela de juicio la complicidad del Estado con los asesinatos, desapariciones, torturas y apropiaciones ilegales de personas.

Por lo tanto, reflotar la teoría de los dos demonios, llamar al diálogo religioso entre familiares de las víctimas y los genocidas, un indulto encubierto por este nuevo fallo dibuja una realidad que provoca un sentimiento de desazón (como cuando percibís que tus instituciones no piensan igual a ti).

El compromiso generacional de los que nacimos en democracia pasa por marcar los límites a quienes deben ejercer “la justicia”, marcar los disgustos o los aciertos de los tres poderes del Estado. Debemos protestar ante el Congreso cuando queremos nuevos derechos, debemos reclamar ante la Casa Rosada cuando demandamos mejoras salariales, pero también debemos demandar a los jueces (que no son en ningún caso elegido por el sufragio popular) cuando consideramos que se equivocaron con un fallo.

Todo el pueblo debe expresarse libremente, aunque deseo poner el foco en los hijos de los hijos, en los jóvenes que no vivieron esos años pero sí reconocen los errores del presente. Y esto sucede porque hay conciencia manifiesta, porque se demanda un futuro sin instituciones manchadas por la sangre del poder.

Hoy los genocidas están a un paso de recuperar su libertad pero lo que no nos damos cuenta es que con este fallo del máximo tribunal estamos a un paso de cometer un nuevo error, estamos a un paso de condenar a las nuevas generaciones a perder su memoria. No podemos vaciar la memoria, el juicio y castigo; porque el único soberano siempre será el pueblo argentino.

 

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