Escribe Daniel Lacalle / Mises Institute – Muchos ciudadanos quieren un mayor control gubernamental de la economía para frenar el aumento de los precios. Es la peor estrategia imaginable. Los gobiernos intervencionistas nunca reducen los precios al consumidor porque se benefician de la inflación, disolviendo sus compromisos de gasto político en una moneda constantemente depreciada. La inflación es el impuesto oculto perfecto. El gobierno hace que la moneda sea menos valiosa al emitir más unidades de dinero fiduciario, disuelve parcialmente su deuda en términos reales, recauda más impuestos y se presenta como la solución al aumento de los precios con subsidios en una moneda cada vez menos valiosa. Es por eso que el socialismo y la hiperinflación van de la mano.

El socialismo rechaza la acción humana y el cálculo económico y vende una falsa imagen de un gobierno que puede crear riqueza a voluntad mediante la emisión de más unidades de moneda fiduciaria. Obviamente, cuando llegue la inflación, el gobierno socialista utilizará sus dos herramientas favoritas: la propaganda y la represión. La propaganda, que acusa a las tiendas y negocios de aumentar los precios, y la represión, que se produce cuando el malestar social se intensifica y los ciudadanos responsabilizan legítimamente a los gobiernos por la escasez y los altos precios, son las dos estrategias principales.

Si se quieren precios más bajos, hay que darle menos poder económico al gobierno, no más. Solo los mercados libres, la competencia y las economías abiertas ayudan a disminuir los precios al consumidor. Muchos lectores podrían pensar que actualmente tenemos un mercado libre con economías competitivas y abiertas, pero la realidad es que vivimos en naciones cada vez más intervenidas y sobrerreguladas donde los bancos centrales y los gobiernos trabajan para perpetuar déficits públicos y deudas insostenibles. Por lo tanto, continúan imprimiendo más dinero, lo que lleva a muchos a preguntarse por qué cada vez es más difícil para las familias llegar a fin de mes, comprar una casa o que las pequeñas empresas prosperen. El gobierno se está comiendo lentamente la moneda que emite. Lo llaman “uso social del dinero”.

¿Qué es el “uso social del dinero”? En esencia, significa abandonar una de las principales características del dinero, la reserva de valor, para darle al gobierno acceso preferencial al crédito para financiar sus compromisos. Por lo tanto, el Estado puede anunciar programas de ayuda social más amplios y aumentar el tamaño del sector público en relación con la economía, creando una profecía autocumplida. El Estado emite más moneda, lo que hace que el dinero de la gente sea menos valioso. Los ciudadanos se vuelven más dependientes del Estado y exigirán más subsidios pagados en la moneda que emite el Estado. Es, en esencia, un proceso de control a través de la deuda y la depreciación de la moneda.

Cuando los gobiernos y los bancos centrales hablan de estabilidad de precios, se refiere a una depreciación anual del dos por ciento de la moneda. El aumento de los precios agregados en un promedio del dos por ciento no es estabilidad de precios porque se mide por el índice de precios al consumidor, que es una canasta cuidadosamente elaborada de bienes y servicios ponderada por las mismas personas que imprimen el dinero. Es por eso que a los gobiernos les encanta el IPC como medida de la inflación. No refleja plenamente la erosión del poder adquisitivo de la moneda. Esta es la razón por la que el cálculo de la cesta del IPC fluctúa con tanta frecuencia. Incluso si mide con precisión, subestimará el aumento de los precios de los bienes y servicios no reemplazables al agregarlos a una canasta de cosas que consumimos, tal vez una o dos veces al año en el mejor de los casos. Cuando combinas refugio, comida, salud y energía con tecnología y entretenimiento, siempre habrá distorsiones.

Por lo tanto, los gobiernos y los bancos centrales nunca van a defender la estabilidad de precios. Si los precios agregados cayeran, la competencia se disparara y los ciudadanos vieran aumentar sus salarios reales y aumentar el valor real de sus ahorros en depósitos, sus empleos desaparecerían.

Cuando un banco central como la Fed recorta las tasas y aumenta la oferta monetaria después de una inflación acumulada del 20,4% en cuatro años, no está defendiendo la estabilidad de precios; Está defendiendo el aumento de precios. Esta estrategia sirve para ocultar la insolvencia financiera del gobierno. Una moneda con un valor decreciente.

Los gobiernos son los que crean inflación gastando una moneda que está constantemente perdiendo poder adquisitivo porque el Estado emite más de lo que demanda el sector privado. Ninguna corporación o productor de petróleo supuestamente malvado puede hacer que los precios agregados suban y continúen aumentando anualmente a un ritmo menor. Solo el que imprime el dinero, y los bancos centrales no imprimen dinero porque quieren; Aumentan la oferta monetaria para absorber el creciente gasto público deficitario.

La inflación es un impuesto oculto, un lento proceso de nacionalización de la economía, y la manera perfecta de aumentar los impuestos sin enfadar a los votantes y culpar a las empresas privadas mientras tanto. Es probable que el consumidor culpe a la tienda o al negocio por los precios más altos, no al emisor de una moneda que pierde poder adquisitivo.

¿Por qué los gobiernos querrían precios más altos? Porque les da más poder. Destruir la moneda que emiten es una forma perfecta de control. Por eso necesitan más deuda y más impuestos. Los altos impuestos no son una herramienta para reducir la deuda, sino para justificar el aumento del endeudamiento público.

Es posible que haya leído en numerosas ocasiones que el gobierno tiene un poder de endeudamiento ilimitado y puede manejar la inflación para permitirle vivir cómodamente. Es falso. El gobierno no puede emitir toda la deuda que quiera. Tiene un límite inflacionario, económico y fiscal.

La inflación es una señal de advertencia de la disminución de la confianza en la moneda y una pérdida de poder adquisitivo. El límite económico se evidencia en un menor crecimiento, menor empleo, salarios reales más débiles, estancamiento secular y disminución de la demanda externa de deuda pública.

El límite fiscal se evidencia en el aumento de los gastos por intereses incluso con tasas bajas, la debilidad de los ingresos cada vez que se suben los impuestos y el abandono del país por parte de los ciudadanos y las empresas en favor de sistemas tributarios más amigables, todo lo cual se suma al efecto multiplicador negativo o pobre del gasto público.

Si se quieren precios más bajos, hay que dar menos poder económico a los gobiernos, no más.

Un gobierno que te dice que va a pedir prestados 2 billones de dólares al año en una economía de crecimiento y de ingresos récord y que va a seguir aumentando la deuda y pidiendo prestado hasta bien entrado el 2033 con los supuestos más optimistas del PIB y los recibos, te está diciendo que te hará más pobre.

Cuando un político promete que va a bajar los precios, siempre está mintiendo. Una moneda más débil es una herramienta para aumentar el poder del gobierno en la economía. Para cuando te enteres, puede que sea demasiado tarde.

El dinero es crédito y la deuda pública es moneda fiduciaria. La depreciación de la moneda es inflación, y la inflación es equivalente a un impago implícito. Ningún gobierno o banco central intervencionista quiere precios más bajos porque la inflación le permite al gobierno aumentar su poder mientras incumple lentamente sus compromisos monetarios.

Daniel Lacalle profesor de economía global en el IE Business School de Madrid

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