
El “reshoring” propone volver a producir fronteras adentro explotando robots y no obreros
El triunfo del Make America Great Again fue una victoria de los “soberanistas” de Trump que piden encerrarse tras las fronteras y una derrota los “globalistas”.
Desde hace varias décadas, la globalización llevó a muchas industrias (especialmente de Estados Unidos) a “externalizar” gran cantidad de operaciones fabriles en países donde la mano de obra es mucho más barata y las leyes laborales son menos favorables para el trabajador.
De esta forma, los grandes holdings bajaron notablemente sus costos, se volvieron más competitivos y maximizaron sus ganancias. Al fenómeno se lo llamó deslocalización o outsourcing.
Se volvió un tema de debate interno en Estados Unidos al punto que la serie Los Simpsons le dedicaron un capítulo completo.
Este modelo supuso un giro dramático dentro del mundo laboral de Estados Unidos y Europa, especialmente.
Paralelamente, se produjo otro gran inconveniente para los trabajadores de las grandes potencias: el “in sourcing”.
El “negocio” consiste en trasladar masivamente a un país del primer mundo trabajadores extranjeros de naciones empobrecidas para que cumplan tareas duras y mal remuneradas que los locales ya no quieren desarrollar.
Esta modalidad es practicada masivamente por Estados Unidos con más de 12 millones de una fuerza laboral que permanece en la Unión como indocumentada. También, lo utiliza España con ciudadanos marroquíes y argelinos y hace lo propio Italia que no escapa a esta nueva forma de semi esclavitud del siglo XXI.

Las manufacturas en USA bajaron desde el 30 % del PBI en los años 50 del siglo pasado hasta apenas un 10% en la actualidad
Sin embargo, tanto el in-sourcing como el out sourcing van quedando en el pasado debido a un nuevo cambio tecnológico que impactará de lleno en la política interna de las naciones.
La automatización y robotización de las operaciones va logrando que las corporaciones ya busquen explotar más máquinas y menos seres humanos.
Es caratulada como “la cuarta revolución industrial”.
Un ejemplo claro fue expuesto por el ingeniero y economista Eduardo Levy Yeyati en su libro “Después del trabajo”.

La firma alemana Adidas (creada por el teutón Adi Dassler tras la segunda posguerra mundial) decidió abandonar China y volver a su país de origen.
¿Por qué desdeñan pagar salarios más bajos y aprovechar un país que es más laxo en materia de reglas medio ambientales?
La empresa de calzado y ropa deportiva líder a nivel mundial invirtió en automatización de su producción y, por ello, le conviene ahora tener robots en Frankfurt y Munich antes que llevar sus diseños hasta una distancia superior a los diez mil kilómetros.
El proceso total de diseño de una zapatilla hasta la fabricación en extremo Oriente y el regreso a Europa Central demora unos 18 meses. Ahora, gracias al reshoring todo se reducirá a apenas seis meses.
A los capitalistas germanos les conviene utilizar las 24 horas del día unidades automáticas en su propio país antes que hacer lo propio con seres de carne y hueso en el Dragón o en otras factorías de los tigres asiáticos.
La deslocalización va ligada a la incorporación de una logística compleja, tiempos de envío adicionales e impide reaccionar de forma rápida y ágil a los cambios que demanda el cliente.
¿Otro aspecto negativo se produce?
Provoca que una empresa tenga que ceder ante potencias como China su conocimiento, su know-how, para que el mismo pase a terceros.

Algunos holdings de Europa se ilusionan con el reshoring: el proceso motivará cambios políticos internos mayúsculos
Se trata de un proceso indetenible que corporizó Donald Trump pero ya se nota también con nitidez en Escandinavia, Países Bajos, Francia, Gran Bretaña y algunas regiones mediterráneas.
Con las tecnologías robóticas avanzadas y rentables empresas de todos los tamaños vuelven a ser competitivas y mantienen sus procesos de fabricación en el país de origen.
Según una investigación de Boston Consulting Group, la proporción de fábricas que han llevado a cabo el reshoring aumenta año tras año y el 71% de los empresarios cree que este tipo de solución mejorará la economía local.
El 72% de los ejecutivos consultados admitieron que tienen previsto invertir en sistemas de automatización adicionales o tecnologías avanzadas de fabricación en los próximos cinco años.Ya está ocurriendo en Estados Unidos
RSS Manufacturing, con sede en California y fabricante de accesorios de plomería y grifería, necesitaba cumplir con pedidos mensuales de 700 válvulas.
Sus máquinas podían producir 400 válvulas al mes en dos turnos, por lo que incluso añadir un tercer turno no sería suficiente para alcanzar el objetivo. En lugar de comprar más unidades convencionales decidieron buscar brazos robóticos en el mercado
Al añadir una UR5 a su planta de producción, aumentaron significativamente la velocidad de producción en un 30 %.
Como resultado, el fabricante estadounidense ahora es competitivo frente a sus rivales extranjeros.
El CEO de la firma, Geoff Escalette, anunció que ya están trasladando nuevamente toda la producción al país de origen de la compañía, Estados Unidos.
La implementación de la robótica colaborativa se vuelve indispensable en la mayoría de los procesos.
Los operarios pensaban que iban a ser remplazados pero, gracias a planes de formación y promociones internas, terminaron cobrando mejores salarios.
Eduardo Levy Yeyati, doctorado en la Universidad de Pensilvania y decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella explica:
La inteligencia artificial, la minería de datos, el trabajo en la nube, hay una serie de tecnologías nuevas que no son la robotización asociada al robot físico. Creo que ese progreso eleva la productividad.
¿Hacia dónde marcha la economía de Donald Trump?
Según datos del Fondo Monetario Internacional, el nivel mundial de deuda pública es el más elevado de la historia: supera los US$ 100 billones (93% del PIB mundial) en 2025 y seguirá aumentando durante el resto de la década hasta acercarse al 100% del PIB para 2030.
Estados Unidos ya debe un PBI completo (más de US$ 30 billones) y por ello paga cada año casi un billón de dólares en intereses (más de dos deudas externas de Argentina).

En 2023, Estados Unidos encontró un “techo de la deuda”, ya no puede comprometerse más
Washington ya no tiene margen y por ello:
-busca con los aranceles a la importación enfriar la economía para que bajen las tasas y se descompriman sus pagos.
-promueve el fin de la guerra de Ucrania donde destinó US$ 350.000 millones en 3 años.
-deja de lado la electro movilidad impulsada por los demócratas: otros US$ 300.000 millones.
-frena ayudas a asistencias como USAID y servicios cuasi filantrópicos como La Voz de las Américas.
-trata con fuertes gravámenes de terminar con el déficit de balanza comercial que mantiene con China: US$ 300.000 millones por año.
-impulsa “drill, drill, drill” (perfora, perfora, perfora) para importar cada vez menos petróleo a pesar de ser el país que más crudo produce: 13 millones de barriles por día.
Sin embargo, como se dice habitualmente, “las negras también juegan” y no le será fácil a la Casa Blanca desmontar un esquema de producción con cadenas integradas a lo ancho de los 5 continentes.
Lejos de atenuarse, la “guerra” de globalistas y soberanistas suma apenas un nuevo capítulo. ¿Las elites tecnológicas y financieras de ambas costas (Seattle, Silicon Valley y Nueva York) aceptarán que el interior fabril y productivo tambièn merece una oportunidad?