¿Irse o quedarse? El dilema del brexit en fotos
Por Kyle Crichton y Anna Holland – The New York Times – La loca, agónica, desgarradora saga del brexit comenzó hace casi tres años, cuando David Cameron, el primer ministro en ese entonces, convocó un referendo sobre la membresía del Reino Unido a la Unión Europea. Alrededor del mundo se extendió una ola de conmoción después de que en junio de 2016 los británicos desafiaran el pronóstico de los encuestadores al votar por abandonar el bloque.
Desde ese entonces, el Reino Unido y el mundo han recibido una lista de ideas y términos que parece interminable —salvaguarda (backstop), brexit duro, brexit suave, brexit a ciegas, Canadá plus plus (un tratado de libre comercio como el de Canadá, pero más cercano), Noruega plus plus, Estado vasallo, el plan de Chequers (el documento de “la futura relación entre el Reino Unido y la Unión Europea”).
No obstante, como cualquier persona que ha prestado por lo menos remota atención sabe, hasta el momento nada está decidido. La única certeza, parece, es que siempre existe una mayoría contra cualquier posible solución y nunca una mayoría en favor de ella. Otra manera de explicarlo es que el Reino Unido se ha separado aún más por las divisiones europeas de lo que estaba antes del referendo que acabaría con ellas de una vez y para siempre.
Para ayudar a las personas poco familiarizadas con el proceso, o incluso a aquellos con un interés pasajero, The New York Times ha recopilado una historia en imágenes de esos gloriosos momentos desde el referendo hasta el voto final capturados por nuestros fotógrafos.
En la imagen inferior, un mitin en Londres en diciembre para impulsar una ruptura total de la Unión Europea. Desde el inicio, el debate sobre la salida del bloque por parte del Reino Unido ha sido largo, repetitivo, emocional y a veces cruel.
Una discusión poco antes del referendo en Glenrothes, Escocia, en 2016. El impulso para dejar la Unión Europea podría al final obligar a los votantes a reevaluar los nexos que vinculan a Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
Un grupo de personas observa los resultados del referendo en Londres. Alrededor del 60 por ciento de los votantes en la ciudad querían que el Reino Unido permaneciera en la Unión Europea; un evidente recordatorio de cuán diferente es Londres del resto del país.
Cosecha de vegetales cerca de Boston, Inglaterra. Muchos trabajadores agrícolas en ese lugar provienen de Europa del Este y están en el Reino Unido debido a las regulaciones que permiten a los ciudadanos de naciones de la Unión Europea vivir y trabajar en cualquier Estado miembro. Una ansiedad elevada sobre la inmigración definió –y muy probablemente cambió– la decisión de la campaña a favor del brexit.
La celebración del cumpleaños de la reina en Castle Point, Essex, una parte de Inglaterra en donde las personas son intensamente inglesas, intensamente conservadoras y están intensamente a favor del brexit. Los ingleses están considerablemente menos dispuestos que sus colegas británicos en Escocia e Irlanda del Norte a verse a sí mismos como un subconjunto de Europa, y muchos sienten que su soberanía e identidad se diluyen en una fracasada Unión Europea y un flujo de extranjeros “sin control”.
Un parque de diversiones en un muelle en Blackpool, Inglaterra. Al tratar de reinventarse como un complejo turístico al lado del mar para la era moderna, la ciudad también espera aprovechar una posible consecuencia de la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea: un incremento en el número de británicos que eligen no ir de vacaciones al extranjero.
El límite entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte corre a lo largo de la cima de la montaña Cuilcagh. La frontera se ha convertido en uno de los principales puntos de estancamiento en las negociaciones del brexit. A muchos les preocupa que volver a colocar una frontera física tendría consecuencias psicológicas y prácticas.
El Servicio Nacional de Salud, con su mandato de ofrecer atención médica universal y gratuita, es un pilar de la identidad británica de la posguerra, y la posibilidad de dotarlo de recursos adicionales fue usado como un grito de guerra por las personas que hicieron campaña en contra de Europa.
No obstante, muchos de sus empleados son de la Unión Europea. Miles han renunciado desde la votación del brexit, incluida Tanja Pardela, segunda desde la derecha, que regresó a Alemania después de trabajar como enfermera pediátrica en Londres durante once años.
Para muchos en el Reino Unido, un fuego devastador en la Torre Grenfell en junio de 2017 —el más mortífero en el país en más de un siglo— llegó a simbolizar no solo la negligencia de las autoridades, sino también una creciente desigualdad.
El debate del brexit expuso el profundo resentimiento de los británicos de la clase trabajadora afuera de Londres hacia las élites en la adinerada y cosmopolita capital, pero fueron los restos calcinados del bloque de apartamentos de gran altura los que se convirtieron en un símbolo de esa desigualdad en el corazón de la capital misma.
Pocas de las principales ciudades de Occidente han estado más abiertas a los musulmanes que Londres, pero la votación del brexit y una serie de ataques terroristas han modificado la dinámica de la vida cotidiana para muchos musulmanes tradicionales en la capital británica.
El barrio de Barking y Dagenham, en la imagen, era uno de los pocos en Londres que votó por abandonar la Unión Europea, y lo hizo en una proporción de casi dos a uno. Muchos ciudadanos blancos ahí vieron una votación para el brexit como un voto en contra de la inmigración y el islam.
Un barco alemán de contenedores avanza hacia un puerto británico en diciembre. Muchas compañías están reevaluando sus inversiones a largo plazo en el Reino Unido, por el temor de que el brexit afecte al comercio en la Unión Europea.
Una vista del distrito financiero desde The Shard, uno de los rascacielos que definen el horizonte de Londres. Casi una quinta parte de las transacciones bancarias del mundo pasan por el Reino Unido, y la mayoría se mueven por Londres, pero una gran parte del negocio bancario de la ciudad depende de su inclusión en la Unión Europea.
Pasajeros suben y bajan en la estación Canary Wharf, en el corazón del centro financiero global de Londres. Muchos bancos ya están haciendo planes para mover números significativos de su personal a otros centros financieros dentro de la Unión Europea para asegurarse de que el comercio continúe sin afectaciones después de que el brexit se complete.
Bármanes en una fiesta de la semana de la moda en Londres que reunió a personas de veintisiete países. Durante décadas, el Reino Unido —particularmente Londres— ha sido percibido como un caldero de talento creativo, tanto local como extranjero. No queda claro si el Reino Unido podrá mantener esa reputación cuando el brexit entre en efecto.
Londres gastó miles de millones de dólares en una línea de tren de alta capacidad para transportar a más personas a través de la ciudad en expansión y conectar áreas de bajos recursos en las afueras como Thamesmead, en la imagen, con el centro de Londres.
El proyecto, conocido como Crossrail, tenía el objetivo de unir a Londres. Pero ahora podría señalar el fin de una era ambiciosa.
El Reino Unido enfrenta muchos problemas además de su pendiente salida de la Unión Europea: divisiones regionales, disparidades económicas, desempleo y terrorismo.
Después de una década sin ataques terroristas por parte de grupos extremistas islámicos, el Reino Unido sufrió cuatro en 2017. En marzo de ese año se organizó una vigilia en la plaza de Trafalgar, en Londres, para las víctimas de uno de los ataques.
El Reino Unido está aprendiendo a hacer frente a más ataques en los lugares más comunes. Un grupo de personas se reunieron en Mánchester, Inglaterra, en mayo de 2017 después de una explosión en un concierto de Ariana Grande en la ciudad que causó la muerte de veintidós personas, incluidos niños.
El poblado de Grimsby, Inglaterra, fue alguna vez sede de la flota más grande de barcos de arrastre en el Reino Unido. Ahora es un centro de intercambio global para la industria del procesamiento de pescado, en donde se destripan, empaquetan y venden al mayoreo pescados de todas partes del mundo.
No obstante, el 70 por ciento de los residentes de Grimsby votaron por abandonar la Unión Europea, al elegir la nostalgia de una industria agonizante por encima de otra que está prosperando.
Durante algunas semanas en julio, la atención del país se volcó hacia los deportes, cuando Inglaterra llegó a las semifinales de la Copa del Mundo por primera vez en décadas.
Un periódico exhortó al Partido Conservador a no discutir por un día. “¿No saben que se está jugando un partido de fútbol?”, preguntó en su primera plana.
Aunque el gobierno británico ha buscado tranquilizar a los inmigrantes europeos indicando que no tendrán que irse de inmediato, nadie sabe a ciencia cierta qué estatus de residencia tendrán cuando el Reino Unido abandone el bloque. Más abuso racial y crímenes de odio han sido reportados en todo el Reino Unido desde el referendo, dirigidos no solo a inmigrantes de naciones de la Unión Europea sino también a personas negras, musulmanas y asiáticas provenientes de otros lugares.
En la imagen inferior, una misa polaca en una iglesia católica en Boston, Inglaterra. La comunidad siente “incertidumbre, un poco de miedo sobre la situación”, dijo el reverendo Stanislaw Kowalski.
En la imagen inferior, un retrato de la ex primera ministra Margaret Thatcher, que alguna vez defendió el mercado común europeo pero hacia el final de su carrera se convirtió en una escéptica de la zona euro, en una bodega en Romford, Inglaterra.
El largo y prolongado proceso ha frustrado a muchos en Romford.
En la imagen inferior, una fiesta para recaudar fondos en Craignure, Escocia.
En Escocia, el 62 por ciento de los votantes eligieron permanecer en la Unión Europea, con lo que posicionaron a Escocia más a favor de Europa que incluso Londres. El resultado cristalizó un sentimiento largamente percibido entre los escoceses de que un gobierno conservador de derecha en Londres no los representa y fomentó llamados a un nuevo referendo de independencia.
Un trabajador portuario en Brixham, el puerto pesquero más grande de Inglaterra. Muchos ahí desean que el Reino Unido recupere el control de las aguas a poco más de 300 kilómetros de la costa —áreas para pesca que ahora son administradas por Bruselas y están saturadas de embarcaciones europeas—.
Ya sea que sus quejas involucren pescados, inmigrantes o reglas entrometidas, muchos británicos resienten lo que ellos ven como una interferencia de parte de instituciones y burócratas europeos.