Antártida, ¿la guerra del futuro?

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Un descubrimiento importantísimo en las gélidas aguas del continente blanco puede cambiar para siempre el enfoque geopolítico de esa zona del planeta, inclusive involucrando a nuestro país. 

Como si algo le faltara al mundo, un nuevo conflicto parece asomarse tibiamente en el horizonte global. Todo arranca con un informe elaborado por Rusia, en donde dieron cuenta que hallaron la reserva de petróleo más grande del mundo, ubicada en la Antártida. Para dimensionar, lo que encontraron es el equivalente a 30 Vaca Muerta (el eje petrolero productivo de Argentina continental) y duplica las reservas de Arabia Saudita, uno de los jerarcas de la producción petrolera mundial. 

Parecen grandes noticias, entendiendo la importancia del oro negro para la capacidad energética del mundo, sin embargo, todo se complejiza a un nivel propio de los tiempos que vivimos.

Argentina – Reino Unido: nuevo round

Lo que dio a conocer Rusia mediante esta investigación, es que la reserva petrolera en cuestión se encuentra en una parte de la Antártida que le corresponde, en los papeles, a Argentina. Aunque hay un pequeño problema en dicha delimitación, y es la presencia británica. Entendiendo la usurpación ilegítima de las Islas Malvinas, el cual los argentinos conocemos bien, desgraciadamente, los europeos tienen una pequeña porción del territorio argentino antártico, entendido como suyo. Da la casualidad, que justo en ese fragmento es que se halló esta inmensa reserva petrolera. 

Este escenario abre la puerta a un escenario en donde el pasado y el futuro se entremezclan en el presente, marcando la agenda de lo que podría ser la guerra del mañana. La cuestión de la presencia británica tiene mucho que ver con Malvinas, como bien se decía, y nos empuja al futuro por el posible conflicto que podría desatarse de aquí en adelante. Es por esta razón que la renuncia a la soberanía argentina es algo que no puede tener lugar bajo ningún gobierno. Dije en varias ocasiones que la causa Malvinas tiene un compuesto económico importantísimo. El mismo no solo se basa en la utilización de las aguas cercanas para la pesca, sino que se basa en la posibilidad de mayor presencia en la Antártida. Entendiendo que el continente blanco fue muy poco explorado, en comparación a otras partes del mundo, este puede contener innumerables fuentes de recursos naturales por conocer. La posibilidad de acceder a ellos es complicada por la propia hostilidad del terreno y la falta de tecnología acorde para poder avanzar. Es lógico, mientras mayores herramientas tecnológicas haya con el tiempo, mayor es la posibilidad de descubrir esto. Ejemplo de ello es lo que nos demostró Rusia en esta última semana.

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A este pequeño quilombito de a dos, lo sumamos a Chile. El país trasandino también tiene cierta parte en reclamos contra la porción Antártida argentina, aunque vale aclarar que no es la zona en donde los investigadores del Kremlin hallaron la magnánima reserva de petróleo. Sin embargo, ante un futuro donde millones y millones de litros del oro negro están en stand by, es probable que Chile empieza a ejercer más presión sobre la comunidad internacional para que den lugar a su petitorio. Además, y sin ánimos de echar leña al fuego, en el conflicto de Malvinas, Chile fue el principal aliado británico en el cono sur. No sería de extrañar que un futuro geopolítico incierto, vuelvan a recrudecer esa cercanía tan reprochable. 

El único petróleo blanco, ¿de quién es?

Nuestro país se llenó de preguntas cuando este descubrimiento ruso empezó a replicarse en los titulares de los diarios de todo el mundo. Muchos comenzaron a pensar que ese petróleo es de nuestro país y que nos posicionaría como una mega potencia petrolera, quizás hasta ser la número 1. Otros comenzaron a pregonar que dicho petróleo le pertenece a Rusia por haberlo encontrado. La realidad es que no le pertenece a nadie. 

Para ser claro, en 1959, el mundo asistió al Tratado Antártico. El mismo conjugó a doce firmantes, entre ellos Argentina. A nuestro país se le suma Australia, Bélgica, Chile, Francia, Noruega, Japón, Nueva Zelanda, la Unión de África del Sur, la ex URRS (hoy ocupa ese lugar Rusia), Reino Unido y Estados Unidos. En dicho tratado, el mundo bipolar intentó establecer una serie de condiciones que delimiten las acciones dentro de la Antártida. En 14 artículos, resumieron el accionar que el mundo debe tener con el continente blanco. Aquí está la respuesta a los interrogantes que los internautas se plantearon con el descubrimiento de Rusia. 

El tratado tiene puntos claves para empezar a entender este posible conflicto. El territorio es destinado solo a fines pacíficos, quedando tajantemente prohibido cualquier accionar militar allí, incluyendo la utilización de armas nucleares. Parece una obviedad, pero en un mundo tan cambiante como este, es necesario redactar y aclararlo. Otro punto importante es que no se puede hacer ningún tipo de actividad de explotación económica en la Antártida, siempre privilegiando el resguardo de los recursos naturales. Otro punto trascendental es que la única presencia permitida en el continente blanco es para fines científicos y de investigación. ¿Hay militares? Claro, pero que no operan con fines de presencia disuasoria, defensiva o de operación bélica estratégica, como otras bases militares en el mundo. Esta es la razón por la cual Rusia pudo hallar esta mega reserva de petróleo. La presencia argentina allí se expresa en la famosa Base Marambio. 

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Dicho esto, la respuesta es clara. El petróleo que está allí no solamente no se puede extraer, sino que fehacientemente no puede pertenecer en su totalidad ni a Argentina, ni Reino Unido ni Rusia. Por más que lo hallado sea superlativo, el Tratado Antártico no permite quitarlo de allí. A eso hay que sumarle que, en caso de poder hacerlo, habría que ver si se cuenta con la tecnología como para extraerlo de esa zona gélida y si tiene la capacidad de refinarse en nuestro país, para tener los resultados económicos que a simple vista se esperan. 

Hay un pequeño punto donde hay que prestar atención. En 1991 se firmó el Protocolo de Madrid, que faculta a que en el año 2048 se revea la situación del Tratado Antártico, entendiendo el avance enorme de la tecnología que presenciamos. Esto puede ser clave y, aunque parezca lejano, las grandes elites ya tienen este tópico en agenda.

El peligro de la guerra blanca 

El futuro está marcado por la incertidumbre, con el frío escenario de la Antártida. Hay varias reflexiones que se pueden realizar. Pese a los impedimentos de acción directa del famoso tratado de 1959, esto claramente nos puede depositar en el gran conflicto del futuro. Los grandes pensadores políticos e históricos marcaron que el imperialismo no dejó ningún territorio por conquistar o por ocuparse. Sin embargo, la Antártida podría ser el escenario de un conflicto futurista. La tecnología avanza y las herramientas están cada vez más al alcance de las manos, posibilitando más conocimiento sobre la Antártida, e inclusive planteando la posibilidad de un poblamiento mayor, pese al tiempo adverso allí. ¿Hay que preocuparse? No, más bien hay que ocuparse. 

Paralelamente, este es un llamado de atención para pensadores, políticos, periodistas y docentes. Argentina debe comenzar a considerarse y enseñarse con toda eficiencia como un país bicontinental o intercontinental, así como lo es Rusia o Turquía. Si bien, es frágil la posición de soberanía absoluta en la Antártida por lo previamente expuesto, nuestro país tiene una enorme porción continental, una insular (Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur) y una intercontinental como lo es la Antártida. La generación de conciencia soberana es algo que se forma desde lo simbólico, y hoy, más que nunca, es irrenunciable la petición que une al país: las Malvinas son argentinas… y parte de la Antártida también. 

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