Petro y Colombia ¿hay un giro progresista en Sudamérica?

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Con el reciente triunfo de Gustavo Petro en Colombia, la región sudamericana se ha resignificado a nivel ideológico, de tal manera que no se apreciaba hasta hace al menos una década. Colombia dio un paso histórico al elegir a la izquierda en una elección democrática, algo que no había ocurrido previamente y que puede ser tomado como un síntoma de la época y el contexto global con un impacto regional. 

El batacazo colombiano 

Gustavo Petro, de la mano de la coalición política Pacto Histórico, trastocó la realidad colombiana, regional y americana. Su triunfo, plasmado en una segunda ronda contra Rodolfo Hernández, significa un giro de 180 grados en el seno del entramado político colombiano. Petro proviene de la izquierda revolucionaria, explicado desde las acciones guerrilleras del Movimiento 19 de abril, inclusive participando de los conflictos armados en Colombia entre 1974 y 1990. 

Fue tan grande la influencia del socialismo en la vida de Gustavo Petro, que había recibido el apodo de “Petrosky”, haciendo alusión a un apellido de origen soviético. Más allá de lo anecdótico del seudónimo de Gustavo Petro, el flamante mandatario colombiano llevó adelante un proceso de institucionalización de sus prácticas políticas, materializadas en distintas participaciones de espacios políticos de que provienen de la vertiente revolucionaria, de una izquierda plenamente latinoamericana y con claras influencias en la gesta de Castro y Guevara en Cuba. 

Sin embargo, Petro, desde la concepción del entendimiento de la construcción de una imagen política y del conocimiento de los engranajes del sistema, comprendió que la moderación era una cualidad necesaria para acceder a un cargo de decisión política. En ese último punto, la influencia del socialismo del siglo XXI en sus distintas experiencias latinoamericanas, ha sido un puntapié para el accionar de Gustavo Petro. 

Con poco más del 50% de los votos del balotaje, Pacto Histórico se quedó con la presidencia de la Nación colombiana, y en este sentido cabe analizar a su rival político: Rodolfo Hernández. 

Este último es presentado como un outsider, una persona alejada de la política tradicional, con una verborragia demagógica que se transformó en su leitmotiv, y con severas intenciones de profundizar en políticas económicas neoliberales o de monetarismo estatal. 

Con esto se busca aclarar que Colombia pasó por elecciones verdaderamente históricas, no solo por su resultado, sino por sus máximos representantes: un izquierdista revolucionario y un outsider con aires bolsonaristas. Esto, a las claras, simboliza el quiebre político en el que se encuentra inmerso el país cafetero. 

Los extremos, representados en las figuras de los candidatos presidenciales, hablan de la situación actual por la que pasa Colombia, en donde dos respuestas fueron las expuestas por la población. Una, era ampliar y radicalizar las prácticas derechistas ejercidas desde el Estado (cuestión que Colombia la conoce bien), y, por otro lado, un cambio de paradigma ideológico que rompa con todos los esquemas que, históricamente, fueron construidos en Colombia. 

Este escenario lleva a la necesidad de la comprensión del panorama en el que se encuentra la sociedad colombiana, y que expresa, en el voto popular, la necesidad de un cambio trascendental. Colombia es un bastión de la derecha y del Tío Sam en América Latina. Desde los albores de la problemática del narcotráfico, Estados Unidos marcó su presencia en el país sudamericano, llevando adelante la bandera de la lucha contra los narcos, la cual, en décadas, no obtuvo ningún resultado positivo, sino que, por el contrario, profundizó la virulencia social que gira en torno a la producción y comercialización de estupefacientes. Esa sensación de cuidado, impregnado por la idealización del destino manifiesto estadounidense, le permitió tener una constante presencia de Washington en suelo colombiano, ya desde las primeras acciones de Pablo Escobar como expresión máxima del narcotráfico. El arribo estadounidense en Colombia también se traslado al marco político y económico, generando una tradición de presidentes derechistas, más conservadores o más moderados, pero siempre pujando por los intereses de la acumulación del capital y por las relaciones carnales con EEUU y sus instituciones amigas. Ante esto, es simple de reconocer que los años de hartazgo de la sociedad colombiana, se gestaron a partir de la ingeniería social plasmada por la derecha en ese país. Situaciones claves que son parte del día a día de Colombia: la falta de salud y educación pública, que genera la dificultad al acceso de los mismos y la consecuente marginación de los sectores menos pudientes hacia servicios tan necesarios; por otro lado, la falta de seguridad generada por un marco policial corrupto, la creación de un narcoestado y el accionar de los paramilitares; y, finalmente, el hecho de la integración regional. En este último punto cabe la posibilidad de ahondar analíticamente, entendiendo que Colombia limita geográficamente con Venezuela, atravesada por una experiencia totalmente distinta. Aunque, la historia reciente en Sudamérica, es más que influyente

¿Patria Grande 2.0?

La llegada de Gustavo Petro, además de las promesas preelectorales, como así también su propia postura e imagen como un representante de izquierda en el poder político, significa la reconfiguración del mapa ideológico de América del Sur. Para comprender cabalmente esto, es necesario comenzar a analizar cómo queda la conformación geopolítica de nuestra región. Es posible realizar una división entre progresistas y conservadores. Esta referencia no pretende caer en la simplificación de la izquierda y la derecha, sino que pretende comprender los fenómenos políticos con las contradicciones que presentan, aunque, casi como por descarte, es posible relacionar a la centroizquierda con el progresismo y al conservadurismo con la centroderecha. Más allá de esto, y de los avances y retrocesos de una América Latina con una dinámica producida a nivel macro y micro, es posible realizar la división conceptual previamente establecida. 

Por un lado, el progresismo, plasmado en fuerzas políticas con puntos de contacto y desconexiones. En principio, en este grupo se puede sumar a Venezuela de Nicolás Maduro, Bolivia de Luis Arce, Chile de Gabriel Boric, Argentina de Alberto Fernández, Perú de Pedro Castillo y el ferviente ascenso de Gustavo Petro en Colombia. Hablar de puntos de contacto que lleva al hecho de establecer una agenda de intereses en común a nivel regional, que involucren al crecimiento de los mercados y las industrias, haciendo frente a una situación económica y energética completamente adversa, generada por la guerra en Ucrania. En ese sentido, los países previamente nombrados gozan de una producción diversa y significativa, la cual es un punto a favor si pensamos en el concepto de multilateralismo como horizonte al que se aproxima el globo. También hay características políticas que hacen propia a la región. Cabe pensar que gran parte de estos países, salvo Venezuela, vienen de experiencias derechistas verdaderamente destructivas en términos políticos, económicos, sociales e inclusive culturales. Esta característica compartida genera cierta identidad interna entre los nuevos progresismos sudamericanos. Sin embargo, también cabe recordar las contradicciones que se presentan en este bloque. Ante esto, el ejemplo se puede demostrar en las políticas de género. Argentina y Chile mantienen una fuerte presencia estatal en ese ámbito y con un constante discurso de resarcimiento histórico con las mujeres y las diversidades. Sin embargo, Perú bajo el gobierno de Pedro Castillo, ha mantenido una reacia postura reaccionaria con la Educación Sexual Integral, el matrimonio igualitario y el aborto. Estas prácticas y políticas sociales han sido material de la agenda de los países progresistas, pero en Perú genera rechazo, aunque el mismo Pedro Castillo provenga de la izquierda. Una contradicción que se genera en el seno ideológico peruano y que levanta dudas acerca de la veracidad del manejo político izquierdista de Castillo en Perú.

En el otro lado del “ring” se encuentran los abiertamente conservadores de Sudamérica. Hablamos de Jair Bolsonaro de Brasil, Luis Lacalle Pou en Uruguay, Mario Abdo Benítez en Paraguay y Guillermo Lasso en Ecuador. Estos países presentan una serie de características en común: conservadurismo político, presencia religiosa en las decisiones estatales, neoliberalismo y desfinanciamiento del aparato público, y líderes carismáticos con un discurso que apela a la construcción de relatos posverídicos, alejados del análisis científico y académico, con una fuerte reminiscencia en el sentido común. Estos puntos de encuentro responden a una agenda integral de los intereses empresariales en Sudamérica, y con un claro desencuentro y descalificación del socialismo, y de aquel concepto tan manoseado, como lo es el populismo. Sin embargo, también existen los desencuentros en el ala conservadora de América del Sur. Por ejemplo, Jair Bolsonaro mantiene una fuerte presencia del evangelismo político en el marco del manejo estatal, e incluso en la sanción de leyes. En contraposición, Lacalle Pou maneja un país en donde el aborto y el consumo recreacional de la marihuana es legal. En este último punto, el mismo gobierno nacional uruguayo piensa en la ampliación de la comercialización de cannabis para turistas, ampliando aún más el rango de consumidores que pueda tener el país. Eso también se explica por la postura más bien liberal de Luis Lacalle Pou.

Ahora bien, hay una situación que remite a un contexto internacional mucho más abarcador que refiere a su relación con Estados Unidos y la presencia hegemónica de la política occidental en Sudamérica. 

En ese sentido, los dos “bombos” de modelos políticos que se han propuesto antes, marcan una gran diferencia en ese rubro. Por un lado, los países con líderes políticos conservadores y una clara reivindicatoria de la presencia estadounidense en suelo sudamericano, como así también de una evidente relación cercana con las instituciones económicas con los intereses del Tío Sam. Asimismo, un ejemplo enorme acerca de la presencia de la hegemonía occidental la da la mismísima Colombia, con su estatus de país asociado a la OTAN. 

Por otro lado, en el grupo de los progresismos, es posible ver una situación de rechazo, sea moderada o evidente, a las políticas de capitalismo salvaje y a la presencia estadounidense en la región. Claro está, que no es lo mismo la situación de Venezuela con más de dos décadas de presencia socialista, que el contexto argentino con un refinanciamiento de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional, generado por la gestión de Mauricio Macri, en donde Argentina debe mediar constantemente con el fin de lograr un desendeudamiento paulatino, con el menor riesgo para los sectores más carenciados.   

En base a lo previamente expuesto, ¿es posible pensar en un retorno del concepto de la Patria Grande? Nos referimos al momento histórico comprendido entre el principio del siglo XXI hasta mediados de la década del 2010, en donde América del Sur conformó un bloque regional, a nivel político, económico y social con una clara agenda de centroizquierda. Este momento histórico se caracterizó por las figuras de Hugo Chávez, Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Fernando Lugo, Pepe Mujica, Rafael Correa y Lula Da Silva. 

Es decir, si uno traza una comparación equivalente a la actualidad, ve que hay una mayoría progresista. Pero está claro que no son los mismos contextos. Sin embargo, sí es cierto que esta nueva reconfiguración del mapa ideológico sudamericano remite fuertemente a esa época y permite visualizar en una conjunción de políticas integrales de relaciones internacionales entre los países, y por qué no pensar en un bloque emergente en un contexto de crisis global. 

El futuro sudaca 

Para generar aún más incertidumbre en el plano geopolítico de América Latina, próximamente hay países que afrontarán nuevos comicios, en donde el plano del poder político central puede cambiar, y con ello, nuevamente tener un sesgo de dinamismo ideológico en la región. En principio, hay que hablar de Brasil. El país verdeamarelho enfrentará elecciones presidenciales el próximo 2 de octubre. Esto enfrentará a dos líderes natos y referentes yuxtapuestos de las controversias de una sociedad compleja como la brasileña: Jair Bolsonaro y Lula da Silva. Un conservador, evangelista y derechista, y por otro lado, un progresista, de la vieja guardia de la Patria Grande e izquierdista. Una dicotomía que demuestra una vez más, las dos caras de una sociedad fragmentada como la de Brasil. 

Asimismo, hablamos del enfrentamiento de dos grandes potencias, ambos llegarán con el peso de haber dirigido el rumbo de su país y de ser representantes de la voluntad popular. Jair Bolsonaro, por su parte, cuenta con la ventaja de la dinámica de la gobernabilidad, entendiendo que es el actual presidente de Brasil. Esto significa que llegará con ruedo, prensa, poderío mediático y con la posibilidad de dar un último “manotazo de ahogado”, con alguna ley o medida que realce su imagen pública. 

Lula, tiene a su favor el contexto regional. Es decir, el impulso de los líderes que conforman el bloque progresista en Sudamérica, casi como si fuese una oleada centroizquierdista, puede ser un factor que beneficie a la figura de Lula da Silva. El expresidente lo sabe, y, de hecho, su discurso preelectoral hace una breve reminiscencia a los años de preponderancia y dominio de Brasil, como la potencia sudamericana que fue bajo su mandato y en conjunto con la Patria Grande. Es cierto, que varias cuestiones han cambiado, y que hoy en día enfrenta a un rival poderoso y sin escrúpulos a la hora de encarar las elecciones. 

Si seguimos analizando el futuro que le depara a Sudamérica, podemos ver dos elecciones importantes donde puede haber cambios: Argentina y Paraguay. Si arrancamos por el último, cierto es, que hay pocas posibilidades de un nuevo arrebato progresista en el país guaraní, aunque las dinámicas políticas pueden hacer un cambio de 180 grados en el tiempo que aún queda por delante. Es menester recordar que, las próximas elecciones paraguayas, tendrán un nuevo agente social, expresado como candidato a la presidencia: José Luis Félix Chilavert. El ex arquero de la selección paraguaya en posición de outsider, contestatario e irreverente, buscará ser una opción más para el pueblo de Paraguay. Asimismo, también habrá una puja de poder entre los partidos considerados como tradicionales en ese país. Todo indica que el país paraguayo mantendría una posición mas cercana al conservadurismo sudamericano.

Por el lado argentino, el Frente de Todos, representando al histórico frente peronista que, en este caso, se presenta con tintes centroizquierdistas y que, hoy en día, aún cuenta con la figura de Cristina Fernández de Kirchner en sus filas. Del otro lado se asoman dos fantasmas, un viejo conocido y un nuevo representante del pensamiento político. Hay que hablar de Juntos por el cambio, el partido político que lidera el expresidente Mauricio Macri, y que presenta en su espacio a representantes que podrían erigirse como opciones a la hora de ser los representantes de la centroderecha nacional. Por otro lado, lo que no puede faltar, el ala libertaria. Javier Milei y José Luis Espert, dos representantes del liberalismo con ideas fuertemente basadas en la derecha conservadora, en la liberalización de la economía y en un ajuste brutal del financiamiento estatal. Es un panorama donde Argentina puede mantener su posición progresista o ceder ante el conservadurismo.

En el hipotético caso que Sudamérica se mancomune en la bandera de centroizquierda podría pensarse en la proyección de una zona de influencia e integración económica y política que represente a nivel global. Esto podría traer beneficios si uno comprende la fragilidad diplomática de Estados Unidos en la figura del presidente Joe Biden, e incluso la influencia del BRICS en Sudamérica. Recordemos que este último bloque está integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y justamente representa a las economías emergentes no occidentales o, que al menos, no dependen directamente de las decisiones tomadas en la Casa Blanca. 

Esta aparición del BRICS en el mapa geopolítico sudamericano puede ser una vía de escape de la dependencia estadounidense y también beneficioso para los países productores y más desarrollados de la comunidad en el marco de acuerdos bilaterales con Sudamérica. 

El ruido siempre está en el sur 

Con todas sus vicisitudes y controversias, esta región del mundo mantiene una dinámica política que, a las claras, es característica identitaria. América del Sur ha sido el escenario de disputas ideológicas desde el desarrollo del capitalismo de libre concurrencia, y aún más polarizado desde los años de la Guerra Fría. Esta disputa entre izquierda y derecha, entre progresismo y conservadurismo, es un capítulo más de la vorágine con la que se convive en Sudamérica. Indudablemente, siempre está en los planes, la planificación a largo plazo y para ello, hay que conseguir unidad y estabilidad. Podría ser la posibilidad de un crecimiento sostenido de América Latina, incluyendo a Centroamérica y a México, en el marco de una serie de países con intereses compartidos y con una agenda global. Sin embargo, mucho depende de los procesos eleccionarios, y, sobre todo, por los vaivenes económicos generados en el capitalismo. No es casualidad que, durante mayor crisis económica, crecen las figuras conservadoras o los discursos demagógicos, y tampoco es casualidad que la historia de Latinoamérica pareciera ser cíclica de cierta forma. 

Misiones podría sacar ventaja en un mercado internacional donde interesen los productos y bienes generados y elaborados en la tierra colorada. Solo basta con pensar en la forestoindustria, la yerba mate y el té, como los elementos de exportación más trascendentales de Misiones. De hecho, Chile es uno de los compradores más importantes de la provincia misionera, y a eso hay que agregar el constante flujo de una frontera dinámica con Paraguay y Brasil. 

Dicho esto, pareciera lógico que, a mayor integración a nivel subcontinental, mayor provecho de una zona que, geopolíticamente, es un enclave internacionalista, comprendido como una ecúmene desde la perspectiva del análisis del espacio geográfico. Todo indica que el futuro de toda una región, vasta y extensa como América del Sur, siempre depende de las elecciones nacionales y de las consecuencias de la misma.

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Chilavert, el nuevo outsider en la política

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José Luis Félix Chilavert: dueño histórico del arco de la selección paraguaya de fútbol, ídolo y multicampeón con Vélez Sarsfield, tres veces electo como el mejor arquero del mundo, y ahora… ¿posible presidente de Paraguay? La certeza única es que Chila lanzó su candidatura oficial rumbo a la presidencia del país guaraní, respondiendo a un fenómeno político y sociológico, conocido como outsiders.

El ex futbolista se ha caracterizado, dentro y fuera de la cancha, por ser un personaje sumamente polémico, altanero, soberbio y de carácter fuerte. Esa forma de concebir al mundo, llevó a Chilavert a la gran dicotomía de los héroes: amado u odiado, no hay término medio. En esa disyuntiva es que el ícono del arco paraguayo construyó su imagen política, hoy materializada en una candidatura para ser presidente de su país. 

Una lectura breve nos permite comprender su postura política. Chilavert está claramente ubicado a la derecha de la brújula ideológica. Una persona que siempre mantuvo posturas firmes acerca de la punición a la “delincuencia” política y de culpar de los males económicos a la clase dirigente, a la cual él mismo ahora busca pertenecer. Paralelamente, el discurso de Chilavert se posiciona desde la construcción de un relato evidentemente populista, apelando al sentir más cercano a la opinión popular. En el fútbol se le dice “tribunero”. Y esto no es casualidad, Chilavert y su mesa chica comprenden que esa es una forma de hacer política. La desconfianza en los partidos tradicionales, generada muchas veces por relatos pos verídicos, por la ampliación de las redes sociales, las fake news y también por las mismas malas gestiones que se suceden en el país guaraní, son el leitmotiv principal de su discurso. 

El mismo Chilavert declaró a un portal colombiano: “No estamos contaminados con la política sucia de los partidos tradicionales”. 

El gran rival de Chilavert no pareciera ser ni los elevados precios del combustible ni el vaciamiento del aparato público (hospitales y escuelas) para los paraguayos, sino ese significante vacío tan (mal)tratado en los medios: el populismo. Chilavert considera que ese término, graficado según él en personas como Nicolás Maduro o Evo Morales, es la máxima preocupación que afronta su país. 

Este término, descontextualizado y desde el “sentido común” generalmente se lo asocia a mandatarios de izquierda o que al menos priorizan las políticas públicas. Nada más lejos de la realidad, de hecho… Chilavert y la construcción de su discurso forman parte del populismo de derecha más duro, gestado en la última década y con sobrados ejemplos. 

Ahora bien, ¿por qué Chilavert es parte del reflejo de la sociedad paraguaya? En principio, gran parte del conglomerado social que habita Paraguay padece de problemas estructurales que trastocan la posibilidad de ascenso y movilidad ascendente en el marco económico. Estas no son cuestiones aisladas de Paraguay, sino que las mismas se hacen presente en gran parte de los países sudamericanos, y muchas veces, las respuestas a esos dilemas se encuentran en la historia y en la política y economía internacional. 

Sin embargo, a quien sale a trabajar de sol a sol en Paraguay, poco le interesa eso. Asimismo, previamente se comentó sobre la desconfianza en la política tradicional, otra constante de las sociedades americanas contemporáneas, las cuales llevaron a personajes nefastos a la conducción nacional, solo basta pensar en Jair Bolsonaro en Brasil. Hay que anexar a estas situaciones, el paradigma ideológico planteado hasta hoy en día en Paraguay: el fenómeno de Stroessner. El dictador paraguayo se mantuvo en el poder durante casi 35 años y bajo su régimen se cobró 18.772 víctimas de torturas, 337 desaparecidos y 58 ejecutados. Más allá de los atroces números que se acaban de presentar y de la historia misma que fue testigo de lo sucedido, en Paraguay aún pululan discursos cercanos al ala ideológica más recalcitrante de su sociedad, la cual recuerda e inclusive resignifica positivamente al manejo político de Alfredo Stroessner. Estos pensamientos ultra – conservadores son en gran parte tomados por Chilavert y sus allegados, sin glorificar muertos, pero en connivencia con lo más duro de esos discursos de antaño, sumado a un rechazo profundo hacia la izquierda política y todas sus expresiones. 

Su figura suma puntos a la hora de hablar de proliferación del discurso a partir de su carisma y de su pasado en el fútbol. Chilavert fue el ídolo futbolístico de toda una generación, fiel representante de la selección paraguaya en todo el mundo, un arquero goleador y sobre todo un gran defensor de sus colores. Chilavert es, comunicativamente, ese líder en donde los paraguayos se han refugiado durante años, por su seguridad y su excelente desempeño en el verde césped. Esa misma imagen, es trasladada al campo político, porque es indivisible la persona del futbolista, y ahora, del político. Un punto más que primordial para Chila

Chilavert: un outsider más y van… 

Outsider es una palabra de habla anglosajona y que, según el sociólogo Howard Becker refiere a “aquel individuo incapaz de seguir las normas acordadas por el grupo”. En paralelo, este término se asocia a los personajes que aparecen en el escenario político sin hacer una carrera dentro, sin ser personas de militancia, sin ser letrados o académicos que tengan certezas teóricas para llevar las riendas de una sociedad. Generalmente los outsider, provienen de afuera de la política tradicional, son políticamente incorrectos y arremeten con un discurso demagógico que apela al sentido de una sociedad cansada, entendida en términos de auto – explotación según el filósofo surcoreano Byung – Chun Han. En este sentido, es simple ver que José Luis Félix Chilavert pertenece a ese orden, cumple básicamente con todos los requisitos. Pero, además, el paraguayo no es un fenómeno aislado, él no es el único que podría encasillarse en ese fenómeno sociológico y político propio de esta época. Chilavert, su discurso y sus seguidores son producto de un proceso mucho más grande y que ya ha tenido y tiene referentes internacionales. 

Con el mote de “outsider” podría nombrarse a Donald Trump en EEUU, Boris Johnson en Gran Bretaña, Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador, Luis Lacalle Pou en Uruguay y Javier Milei en Argentina. De hecho, con el último, Chilavert mantuvo reuniones y compartieron ideas, aunque el paraguayo se despegó del argentino diciendo que “él (Chilavert) es liberal y que Milei es mas bien libertario”. Estos personajes, en un análisis mas profundo tienen raíces en el sector empresarial y con una queja constante hacia las políticas estatales de redistribución o impositivas que pesan sobre sus negocios en pos del beneficio de la sociedad a partir de la materialización de las acciones, ya sea en la salud, la educación o la seguridad social. Además de compartir ese génesis empresarial, que apoya reformas previsionales y achicamiento indiscriminado del Estado, ponderan la creación de un enemigo en común, el cual reúne ciertas características y apela a conceptos repetitivos: populismo, izquierda, comunismo, socialismo, ideología de género, casta política, entre otros. Estos conceptos, absolutamente descontextualizados y explayados desde un panorama anti – académico son palabras repetidas hasta el hartazgo, creando una posverdad desde el discurso de estos personajes, y que, a la vez, son consumidas y propagadas en redes sociales, lugar donde el academicismo ha perdido terreno y donde abunda la inmediatez, la polémica y la ignorancia puestas al servicio del consumo. Inclusive, esta construcción de un enemigo en común no es algo nuevo, sino que responde a uno de los 11 principios de la propaganda nazi, creados por Joseph Goebbels, quien supo ser el ministro de propaganda del Tercer Reich de Adolf Hitler. Hablamos del principio de simplificación y del enemigo único. Cabe aclarar que no solamente los outsiders utilizan este principio, sino que es de amplia concurrencia también en la política tradicional, sino basta ver la construcción el eje del mal que constantemente se dinamiza en EEUU, hoy puesta en Rusia, China, Irán, Corea del Norte y Venezuela. 

Analizar el discurso político de Chilavert lleva a trazar un evidente paralelismo con todos los referentes previamente nombrados con distintas experiencias políticas, sin embargo, hay uno que es demasiado incuestionable. El slogan de Chilavert es “Orgulloso de ser paraguayo”, y apela al retorno del principio de exaltación de la nacionalidad paraguaya por sobre las demás, dando a entender que hoy en día un paraguayo no siente el orgullo que debería tener (en base a una generalidad), según este silogismo enarbolado por el ex arquero de Vélez Sarsfield. Ahora bien… ¿esto ya se escuchó antes? Pareciera ser que sí. Durante toda su campaña preelectoral y durante su gestión presidencial, el republicano Donald Trump repitió hasta que su población lo memorice: “Make América great again” (Hacer a América {Estados Unidos} grande otra vez). Esta premisa claramente apela al sentir nacional estadounidense, al hecho de que durante los años previos a la gestión trumpista, Estados Unidos perdió el protagonismo que tuvo durante décadas, echando la culpa a los demócratas y progresistas y posicionándose como el líder que puede cambiar el rumbo de su país. Un slogan que comparte varias aristas. 

Con Bolsonaro, es evidente la postura autoritaria y sin filtros que mantiene Chilavert. La forma de simplificar problemas de índole absolutamente enquistadas en cuestiones históricas y estructurales es una constante de ambos. Cabe pensar como Bolsonaro aborda la inseguridad en su país, con una respuesta tan simple como aumentar la presencia policial y combatir con todo el peso de los grupos de choque a la delincuencia y las situaciones particulares que viven las favelas brasileñas. Chilavert utiliza la palabra “delincuencia” con total liviandad en sus discursos, sobre todo dirigidos hacia la clase dirigente, pero que busca trazar un paralelismo con la dicotomía del ladrón común y el “ladrón de guante blanco”, algo que también se ve en las esferas bolsonaristas. Asimismo, Chilavert considera a Bolsonaro y Lacalle Pou como “una bocanada de aire fresco que tiene la democracia liberal”. 

Un tema al cual no gambeteó el ex arquero goleador guaraní es el lenguaje inclusivo, muchas veces incluido dentro de los discursos outsiders como parte de un significante vacío mucho más grande: la ideología de género. En este sentido, Chilavert deslizó una reflexión en su cuenta personal de Twitter el año pasado, en donde dijo lo siguiente: “El mejor lenguaje inclusivo es que todo niño desayune, almuerce, meriende, cene y estudie, y cuando sea grande trabaje”. 

Con eso queda clara cuál es la postura tomada sobre el lenguaje inclusivo por el actual candidato rumbo a la presidencia de Paraguay. 

Si hablamos desde el paradigma económico, hay una queja constante de Chilavert hacia la cuestión impositiva. Y es justamente esta, un concepto recurrente por el cual despotrican los outsiders. El fisco, la presión fiscal son comparados con el leviatán de Thomas Hobbes, son de las tantas palabras que se utilizan. De hecho, el ex arquero apuntó varias veces contra los líderes políticos paraguayos por los impuestos en ese país, e inclusive tomando como ejemplo, su queja contra los impuestos extraordinarios para los sojeros de Paraguay en épocas de incipiente pandemia de COVID – 19, en donde todos los estados del mundo buscaron refugio económico para los sectores más postergados a raíz de la ralentización económica y el enfriamiento productivo ejercido por las cuarentenas, necesarias a nivel sanitario. Asimismo, Chilavert se sumó a la ola de peticiones de que los políticos deben bajarse los sueldos, con el fin de que ese dinero sea distribuido en otros sectores. Más allá de la evidente ineficiencia en un sistema redistributivo de la baja de los sueldos políticos, Paraguay se ubica con un promedio de mitad de tabla cuando se habla de los legisladores que más cobran en la zona, teniendo a la cabeza a Colombia y Chile con los políticos más caros de Sudamérica. Asimismo, si hablamos de los presidentes actuales, el paraguayo Mario Abdo Benítez se ubica de la mitad de tabla para bajo en cuanto a sueldos más acaudalados se habla; y, paradójicamente, Luis Lacalle Pou es el máximo mandatario regional que tiene el sueldo más elevado quien percibe más de 20.000 dólares estadounidenses por mes, con un descuento de su neto, percibe 10.896 dólares, con una imagen completamente diferente a quién supo ser presidente de Uruguay: el humilde, José “Pepe” Mujica.

La política paraguaya en plena tormenta 

Paraguay es un país que presenta una realidad política sumamente compleja. En principio, lo que anteriormente se nombró, una desconfianza en el sistema tradicional galopante entre la población, pero más allá de eso, se puede nombrar a la eterna disputa bipartidista entre liberales y colorados, con propuestas que, si no dan el golpe sobre la mesa, podrían comenzar a perder esa hegemonía que se ha construido en su joven democracia. A eso hay que sumarle la resolución de problemas graves y estructurales, como la salud y la dificultad de su acceso, la educación, la economía informal y el narcotráfico. En ese último punto cabe realizar un apartado, ya que la reciente muerte del fiscal Pecci en su luna de miel en Colombia en conjunto con la balacera que le provocó el deceso a José Carlos Acevedo, quien era intendente de Pedro Juan Caballero al momento del atentado, movilizaron a la sociedad paraguaya y la pusieron en la mira internacional sobre el avance del narcotráfico en las redes de poder. Es evidente que la figura de un narcoestado paralelo en Paraguay, dirime gran parte de las vidas en ese país y cobran una vital relevancia con la cual deben lidiar los líderes políticos en dicho país. Pareciera ser un flagelo que no cesa. 

El año que viene, precisamente en el mes de abril, los paraguayos deberán concurrir a las urnas con el fin de elegir un nuevo presidente. Actualmente, y según consultoras privadas, Mario Abdo Benítez padece más de 80% de desaprobación de su población, lo cual dificulta la buena imagen que pueda llegar a tener su partido de cara a elecciones presidenciales. La izquierda bien definida no parece tener certeza alguna de poder disputar por el máximo cargo político que se gesta en un país democrático. Ante este vacío, Chilavert y su gente podrían posicionarse como una fuerza política que motive y movilice a gran parte de la sociedad paraguaya, con gran aceptación en ancianos, adultos y jóvenes. 

¿Chilavert se subirá a la oleada ultraderechista o será sometido por el contexto de su país? Es una incógnita hasta que se vea su desempeño en un cargo político, aunque el crecimiento de la influencia narco en distintos ámbitos de la sociedad paraguaya, ya cavó hondo en el aparato político y donde el mismísimo Chilavert deberá luchar. Su imagen futbolera, tal cual fue la de Mauricio Macri en Argentina, podrían darle una cierta credibilidad, aunque la misma pueda pender de un hilo, maquillada por decisiones mínimamente polémicas en su cargo. 

¿La pelota siempre a Chilavert?

El ídolo del fútbol paraguayo está a un paso de perder esa idolatría. Esta a menos de un año de perder ese pedestal en el cual el pueblo de Paraguay lo puso, y también se puso él, por su histórico accionar en las canchas de fútbol. Habrá que pensar, sin embargo, sobre los intereses empresariales que se hallan detrás de la figura del gran arquero, y, sobre todo, como afrontar un contexto de magna desigualdad social imperante en Paraguay, con un discurso meramente de “cultura del trabajo”, sin indicar, por el momento, cual será el plan para llevar a cabo una transformación cabal. Podría ser Chilavert consumido por un espacio al cual nunca perteneció, que tiene responsabilidades mucho más grandes que las previamente afrontadas por el ícono de Vélez Sarsfield, y por otro lado mirar a la integración regional. La cohesión de Sudamérica podría polarizarse aún más con la posible llegada de Chilavert al poder, entendiendo la clara diferenciación entre el progresismo expuesto en Chile y Bolivia, y el conservadurismo y neo – liberalismo materializado en Brasil (aunque afrontará elecciones presidenciales este año) y Uruguay. Las elecciones paraguayas del 2023 moverán, indudablemente, la brújula geopolítica de Latinoamérica.Paraguay es un país absolutamente importante para Misiones, entendiendo que la tierra colorada comparte gran parte de su frontera con el país de Chila. Es claro que sus decisiones provocarán reacciones, que podrían repercutir en Misiones. Solo basta pensar en una mala gestión económica que aumente la oleada de migraciones paraguayas que tengan como destino a la provincia misionera, como fin último o como un territorio transitorio hacia otras provincias u otros países. También es válido pensar en el sistema sanitario misionero, a partir de las decisiones que podría tener Chilavert como funcionario político. El ex arquero mencionó que su Estado debe hacerse cargo de los gastos sanitarios de los paraguayos en Argentina, un tema que provoca comentarios encontrados en nuestro país. Cierto es que Misiones tiene un acuerdo de reciprocidad sanitaria que pocas veces se cumple por el estado paraguayo. En gran parte, los paraguayos presentan una doble documentación para ser atendidos en la tierra colorada y en muy pocos casos son arancelados. Lo cierto de esto, es que la República de Paraguay no se hace cargo de estos acuerdos. De esta forma, un simple comentario preelectoral de Chilavert podría repercutir en nuestra realidad y eso reviste a las claras, la importancia de la integración política, económica, social y cultural en la región y sus consecuencias, positivas o negativas.

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Cumbre de las Américas, choque de visiones

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Uno de los eventos más importantes a nivel geopolítico continental tuvo lugar en Estados Unidos, en el corazón del estado de California. Hablamos de una nueva Cumbre de las Américas, en este caso la edición IX, que se dio en la ciudad de Los Ángeles y que estuvo repleta de polémicas, curiosidades y aspectos a analizar. En ese sentido, la tan ansiada Cumbre dio mucho que hablar en una semana repleta de actividades para los líderes americanos que se dieron cita en el encuentro.

Ausencias y presencias

Las polémicas comenzaron antes de la cumbre que tuvo lugar entre el 6 y el 10 de junio. Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, comenzó a agitar el avispero político latinoamericano desde la lista de invitados. Desde hace varios meses antes del inicio de la cumbre, el demócrata fogoneó la posibilidad, e inclusive en tono de amenaza, del veto de países de suma importancia para la región. Hablamos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Los deseos del Tío Joe fueron órdenes y se hicieron realidad. Finalmente, esta tríada de países latinoamericanos fue excluida de la IX Cumbre de las Américas. Las razones abundan desde Washington. En principio, y según deslizó la mismísima Casa Blanca, la cuestión principal es ideológica y de manejo político. Estados Unidos acusó a estos países de tintes socialistas de ser dictaduras sanguinarias donde no se reconocen Derechos Humanos fundamentales. Desde esta perspectiva, Joe Biden, Kamala Harris y Antony Blinken sentaron una rígida postura que no fue bien recibida desde el centro y sur de América. 

La cuestión ideológica es llamativa, en principio porque Joe Biden abogó por mayor pluralidad y cooperación con los países latinoamericanos en su discurso preelectoral. Y, por otro lado, que es algo que pareciera tener mayor flexibilidad, es la relación Estados Unidos-Cuba. Entre tantos avances y retrocesos, la Cumbre de las Américas del 2022 marcó un claro retroceso en cuanto a relaciones diplomáticas refiere entre estos países. En este apartado, cabe una comparación con lo sucedido en la Cumbre de las Américas de 2015 que se realizó en Panamá. Allí participó Cuba y hubo un encuentro histórico con Estados Unidos tras 50 años, que fue materializado con un apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro, ambos máximos mandatarios en esos años. 

Si nos remitimos a la actualidad, Biden decidió tomar una distancia considerable de la cuestión cooperativa con Cuba, en disidencia con las decisiones tomadas por el expresidente Obama. Y por el lado de Cuba, a Miguel Díaz-Canel no le tembló el pulso para apuntar sagazmente con su discurso contra Washington, acusándolos de tener una acción represiva, de discriminación y de generar una situación rupturista para con la región latinoamericana.

Los otros dos países vetados fueron Venezuela y Nicaragua. Estos países siguieron el mismo camino de Cuba en el marco de las decisiones de Biden de no tenerlos en cuenta para esta novena edición de la Cumbre de las Américas, casi por un efecto rebote, en cuestiones ideológicas. Tanto Venezuela como Nicaragua mantienen, con total controversia y discusiones, ciertos modelos socialistas, cercanos a la experiencia cubana. Más allá de esto, la situación se vuelve más confusa cuando se comprende que Estados Unidos es uno de los más grandes compradores de petróleo a Venezuela, y potenciado aún más por el contexto de la crisis energética global generada por la Guerra en Ucrania. Este año, Biden se refugió en el petróleo de Maduro y allí parece no importar los Derechos Humanos. 

Cierto es que estos países tienen en su haber una gran cantidad de polémicas relacionadas a la falta justamente de los derechos fundamentales del hombre y la mujer. Cuando se habla de Cuba, Venezuela y Nicaragua, generalmente se asocia a problemáticas concernientes con la falta de disidencia política, la persecución, arrestos ilegales e inclusive represiones que llevan a la muerte a personas opositoras al régimen. Biden, al mejor estilo Tío Sam, parece sólo mirar la paja en el ojo ajeno. Estados Unidos es el país con mayor cantidad de invasiones en el extranjero en las últimas décadas, incluyendo delitos de profunda complejidad como el de crimen de guerra. 

Cabe hacer una lectura entrelíneas acerca de la decisión de Joe Biden que es mucho más profunda que un simple desencuentro ideológico, propio de la Guerra Fría. En un contexto macro, es la guerra ruso-ucraniana la que vuelve a tomar importancia. Cuba, Venezuela y Nicaragua son aliados estratégicos regionales de Rusia, y además son países que no han condenado con total seguridad ni con sanciones a las acciones de la patria de Putin sobre el suelo ucraniano. En base a eso, el mensaje es el siguiente: Cuba, Venezuela y Nicaragua son aliados de Putin, por ende, no pueden entrar a Estados Unidos. Y al no participar de la Cumbre de las Américas, se los excluye directa e indirectamente de las decisiones continentales. Ese mensaje no solamente se remite a una cuestión de simpatía o “amistad” de la tríada socialista latina con Putin, sino que denota que Estados Unidos sigue teniendo la suficiente autoridad como para decidir por todo el continente. Hacen honor a su gentilicio interno, los estadounidenses se dicen americanos y durante esta semana han decidido por sobre el resto de los países que integran América.

El día después del veto 

Las reacciones ante la decisión de exclusión que tomó Washington contra los países de Díaz-Canel, Maduro y Ortega fueron diversas, polarizadas e inmediatas. La más fuerte de ellas vino desde un vecino país de Estados Unidos. México hizo un repudio público a través de su presidente Andrés Manuel López Obrador. El mandatario mexicano se rehusó a asistir a la cumbre llevada a cabo en Los Ángeles, pero sin embargo sí participó una delegación en representación de su país. De hecho, el mismo AMLO habló de la participación de la IX Cumbre de las Américas bajo protesta, ante el veto contra Cuba, Nicaragua y Venezuela. La figura del presidente mexicano era clave para Joe Biden, y simbólica y comunicativamente, López Obrador le dio un disgusto. Estados Unidos necesitaba tratar asuntos relacionados a las crisis migratorias que provienen desde Centroamérica, pasan por México y terminan en la enorme frontera común. De hecho, la crisis migratoria continúa agravándose y en el trajín de la cumbre se han visto movilizaciones monumentales de centroamericanos intentando llegar a Estados Unidos, asentarse y tener una mejor vida, entendiendo la mayor posibilidad de movilidad social ascendente que se pueda dar una vez que penetren las fronteras protegidas por “la migra”. 

El repudio no quedó solamente en AMLO y en Norteamérica. A la decisión de no asistir se les sumaron Bolivia y Guatemala, de la mano de sus presidentes: Luis Arce y Alejandro Giammatei. Ambos países se sumaron al boicot contra Estados Unidos. A ellos se les sumaron los 13 países que integran la Comunidad del Caribe (CARICOM). Un revés que no esperaba Joe Biden y que termina significando una derrota en su proceso de integración con Latinoamérica. 

Si uno habla de política internacional, es una clara derrota de Estados Unidos y que genera, en perspectiva globalista, una mayor desconfianza en Biden como el líder de occidente. Esto es importantísimo para Estados Unidos, entendiendo que, en un contexto de guerra en Europa, el cual puede agravarse en cualquier momento, tener una figura rígida en el marco de decisiones en el exterior es clave para Occidente, y la demostración de un boicot generado en su propio continente, no deja bien parado a Washington, e inclusive puede verse vulnerable ante semejante escenario. 

En tanto, hubo países que se presentaron en la cumbre, llevando la bandera del mensaje de unidad y de la disconformidad con la decisión estadounidense. Tal es el caso de Alberto Fernández y Gabriel Boric, quienes han dicho presente, pero han disparado contra la decisión de Biden. Y, por otro lado, hay países que no han discrepado en ningún aspecto con la decisión de vetar a Cuba, Venezuela y Nicaragua, es el caso de Brasil del siempre polémico Jair Bolsonaro y de Uruguay, bajo la presidencia de Luis Lacalle Pou, quien finalmente no asistió por dar positivo en COVID – 19. 

Argentina in L A 

La delegación argentina llegó a esta IX Cumbre de las Américas con una gran serie de disyuntivas. Por un lado, el hecho de participar, pero no guardarse ninguna crítica por las ausencias forzadas desde Estados Unidos. Alberto Fernández consideró que el hecho de ser anfitrión no le da la capacidad a Washington de excluir a otros países americanos. Asimismo, Argentina ofició de representante de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y aclaró su preocupación en “que impidan que todas las voces del hemisferio dialoguen y sean escuchadas”.

De hecho, si hablamos de representación latina en la bandera celeste y blanca, fue el mismo presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, quien aclaró que Alberto Fernández fue el señalado para llevar las voces venezolanas a Los Ángeles.

La presencia argentina en la Cumbre de las Américas 2022 se complejiza aún más, comprendiendo una necesidad de características simbólicas para con Estados Unidos. La reestructuración de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional no solamente se entiende por el hecho de llevar adelante un programa económico que agrade a los acreedores (FMI), sino también con cierta cordialidad política y diplomática con el gran país del norte. La presencia de Alberto Fernández mucho tiene que ver con continuar obteniendo los vistos buenos de Joe Biden para mantener cierto crecimiento económico mientras se salde la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Una situación prácticamente de parentesco que se explica nuevamente la importancia del capital social para tener resultados positivos. 

Asimismo, y de manera paralela a estas cuestiones, Argentina busca rubricar una serie de inversiones en distintos rubros del sector productivo nacional para los próximos meses y años que potencien aún más a una economía en reconstrucción. La necesidad de tener aliados poderosos es una estrategia llevada adelante por la política de consenso de Alberto Fernández. En menos de un año, el presidente argentino se ha mostrado cerca de EEUU, Francia, Alemania, Rusia y China. Todos ellos, países que responden a intereses yuxtapuestos, sobre todo en una vieja disputa Occidente – Oriente. 

Otra cuestión a tener en cuenta cuando se analiza la presencia de Alberto Fernández en la IX Cumbre de las Américas, se basa en el posicionamiento de Argentina como un líder regional. Las ausencias de los países socialistas en conjunto con México y Bolivia, sumadas a la reciente imagen que tiene Gabriel Boric en Chile y Xiomara Castro en Honduras, posicionan al gobierno de Fernández como el máximo representante del progresismo en Latinoamérica. Por un lado, esto tiene preponderancia bajo la premisa de que siempre es positivo ser la referencia máxima en un evento diplomático de supina importancia; y por otro, la posibilidad de obtener una mayor visibilidad diplomática que traiga a colación beneficios a futuro para Argentina. 

La tierra colorada tuvo su representante en esta novena edición de la Cumbre de las Américas. El intendente de Posadas, Leonardo Stelatto participó y disertó en el capítulo de los alcaldes. Con presencia en Los Ángeles, el mandatario de la capital provincial, habló de las políticas a corto, mediano y largo plazo llevadas adelante en Posadas desde la perspectiva de la sustentabilidad, la sostenibilidad y el cuidado del ambiente. Estos tópicos fueron de los temas principales de debates entre los jefes de estados americanos, y allí, en el marco de una agenda global, Misiones tuvo su representante. Asimismo, un dato que no es menor, es que “Lalo” Stelatto fue el único intendente argentino en participar en la Cumbre, junto a otros alcaldes o jefes comunales de todo el continente. Posadas fue vista como una Smart City en Los Ángeles. 

Primeros resultados de la Cumbre 

Pasando por encima la imagen internacional que dejó Estados Unidos ante el veto contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, y el boicot generado por una gran cantidad de países americanos contra Joe Biden, hay una serie de acuerdos directos e indirectos de carácter bilateral que se pueden visualizar. 

Centrado en las problemáticas principales, como se nombró previamente, la sustentabilidad, los objetivos climáticos y las energías renovables fueron ejes primordiales de la agenda de la IX Cumbre de las Américas. Lógicamente que la voz cantora principal la tuvieron Estados Unidos y Canadá, aunque con buen presencia argentina y chilena en ese aspecto, y, además, hubo una reunión esperada en este aspecto: Biden – Bolsonaro. Estos líderes se reunieron con el tópico, entre tantos otros, de debatir la problemática del Amazonas, el mal manejo de políticas medioambientales en Brasil y la queja constante de los pueblos originarios del Amazonas por el avasallamiento de sus territorios mediante el accionar extractivo de empresas privadas. Cabe recordar que Bolsonaro había criticado, hace unas semanas, la llegada a Biden al poder y volvió a esbozar el concepto de fraude electoral en los comicios que impidieron la reelección de Donald Trump en Estados Unidos.

La noción del cuidado del ambiente como parte de una política integral americana, guarda mucha relación con lo sucedido casi paralelamente en el viejo continente. Los eurodiputados tomaron una serie de medidas que benefician al cuidado del ambiente en esta semana, e inclusive planteando el debate de restringir el uso de autos a combustión para la próxima década. No es casualidad que los jefes de estados americanos busquen consenso en ese punto de vista. 

En consecuencia, con lo explicado en el principio acerca de la crisis migratoria en el centro y el norte de América, aquí también hizo hincapié Estados Unidos. Más allá de la ausencia de Andrés Manuel López Obrador, la misma delegación estadounidense hizo oficial su intención de un paquete monetario que se inyecte en los países centroamericanos que ofician de génesis de las corrientes migratorias. Según Kamala Harris, la vicepresidenta estadounidense, anunció un compromiso con el sector privado expresado en más de 1,9 mil millones de dólares destinados para la creación de oportunidades económicas en tres países en particular: El Salvador, Honduras y Guatemala. Asimismo, Washington anunció la creación del Cuerpo de Servicios Centroamericano, con una iniciativa del sector público y privado, y con una visión filantrópica de 50 millones de dólares. La vicepresidencia de Estados Unidos también aseguró el compromiso de su gobierno con el sector privado para empoderar económicamente a las mujeres en Centroamérica. Estas medidas buscan generar un efecto positivo al interior de dichos países para evitar oleadas de migrantes que busquen como destino a EEUU.

Cabe aclarar que una gran suma de migrantes que se sumen casi indirectamente al mercado laboral informal estadounidense puede llegar a generar una serie de problemáticas económicas en distintas urbes de EEUU. Entendiendo que, a mayor mano de obra disponible, más trabajos pueden ocuparse, y al haber mayor demanda y menor oferta, los sueldos y las mensualidades pueden decrecer. Esta es una de las preocupaciones principales de los alcaldes y gobernadores estadounidense de las urbes que generalmente son elegidas por los migrantes que huyen de las crisis económicas, sociales y políticas de sus países de origen. 

Asimismo, también se suman temáticas relacionadas a la salud, en un contexto donde continua la pandemia de COVID – 19 y cada tanto se generan nuevas olas en distintos países americanos, y a eso sumarle la alerta epidemiológica de la viruela del mono, presente ya en varios países. De igual manera, cuestiones relacionadas directamente a la desnutrición infantil guardan estrecha relación con la pobreza existente en todos los países del continente americano, en mayor o en menor medida, pero con presencia, a fin de cuentas. 

Otra temática incluida en la IX Cumbre de las Américas es la inseguridad y la delincuencia. Esta llega en un contexto sensible en Estados Unidos, país anfitrión que se encuentra sumergido en una ola de críticas por el increíble número de tiroteos masivos que tienen lugar en suelo estadounidense prácticamente día tras día y con un profundo e histórico debate sobre el acceso a las armas. A eso se le suman los distintos parámetros de inseguridad en toda América, como mafias, pandillas y narcotráfico. Si bien se entiende que estas problemáticas tienen sus cimientos en cuestiones verdaderamente estructurales, los representantes presentes en la cumbre han hecho eco de su preocupación por el creciente número de situaciones relacionadas a la inseguridad en el interior de sus fronteras, cada una con sus propias características. 

Más que una cumbre, un escenario internacional Este concierto denominado IX Cumbre de las Américas desnudó una gran cantidad de variables ideológicas que se dan en el continente americano y las cuales ya se han analizado. Ahora queda pensar en cómo se va a configurar el mapa geopolítico del continente luego de las rispideces y las diferencias generadas en este evento diplomático. Hay que comenzar a pensar en un mayor deterioro de la relación de EEUU con los países socialistas de Latinoamérica, y en ese punto, las implicancias económicas de este enfriamiento diplomático. En consecuencia, cabe preguntarse se repercutirá en el crudo de petróleo venezolano vendido día a día a Estados Unidos, en el bloqueo económico que el país de Biden ejerce sobre Cuba desde 1962 y en el paquete económico que prometió Washington para países centroamericanos como Nicaragua. Asimismo, habrá que comenzar a pensar en que, si los países latinoamericanos fortalecerán la CELAC o una nueva comunidad de integración regional por fuera de los intereses directos de Estados Unidos y Canadá, y si la confianza en la Organización de Estados Americanos será unánime, luego de su fatídica actuación en el golpe de estado en Bolivia en 2019 y su repudio público en la cumbre. Finalmente, habrá que pensar que sucede con los países que han respaldado con efusividad las decisiones tomadas por Washington. Es necesario pensar en Colombia, Uruguay y Brasil y en un potencial mejoramiento de las relaciones bilaterales con Estados Unidos y, casi como anexo, un mayor respaldo económico interior y exterior. El teléfono de la Casa Blanca volvió a sonar y Latinoamérica se expresó.

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¿Don’t tread on me?: El dilema de las armas en Estados Unidos

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Desde el siglo pasado, la sociedad estadounidense puso sobre la mesa una discusión más que interesante: el uso de las armas. Este país, entre tantas cosas, se ha caracterizado por ser el lugar indicado en donde conseguir un arma es más fácil que acceder al odontólogo. El verdadero american dream para los conservadores de todo el mundo.

Estas premisas vuelven a salir a la luz a partir de lo sucedido en la masacre de Uvalde, Texas, el pasado 24 de mayo. Nuevamente, las armas utilizadas para dañar a los inocentes, en manos de agresores con una historia de vida que fue dejada de lado por los círculos sociales y por el mismo sistema. La pérdida de más de 20 vidas, entre ellas, la mayoría de niños, volvió a teñir de sangre a la tenencia de armas en Estados Unidos. Voces a favor y en contra, en una sociedad donde la portación de una pistola es más corriente que en algún otro país.

¿Guns, Freedom and God? 

La historia de Estados Unidos con las armas está signada por un fuerte proceso independentista de carácter virulento. En 1776 se declara la independencia de Estados Unidos por sobre la hegemonía británica en la zona. Los primeros años de la joven nación estadounidense tuvo como protagonista a fuertes combates en la guerra de independencia y el intento de construcción de una nación autónoma y soberana. Lógicamente, Gran Bretaña, madre de la patria de Estados Unidos, no pensaba dar el brazo a torcer, y es, con absoluta claridad, uno de los determinantes para el apogeo de la utilización de las armas en la actualidad estadounidense. 

Para la construcción del propio estado de los Estados Unidos, era necesario, como en todos los actuales modelos republicanos y democráticos de la actualidad, la necesidad de tener un corpus de leyes que pueda ser mediador de las relaciones sociales internas del país. Esta ley magna, conocida como la Carta de Derechos estadounidense (Bill of rights) contiene una enmienda fundamental para entender el proceso de construcción de consenso a la hora de portar armas: la Segunda Enmienda. Esta permite, hasta el día de hoy que los defensores de la tenencia de armas sigan manteniendo sus discursos. Dicha enmienda protege al pueblo de Estados Unidos de poseer y portar armas. 

La Segunda Enmienda dice lo siguiente: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”. 

Esta traducción es tomada de los Archivos Nacionales de Estados Unidos. Esa enmienda fue propuesta en 1789 y finalmente aprobada en 1791. 

Ahora bien… ¿Hay una explicación para semejante institucionalización de la portación de armas? Claro que la hay, y básicamente se explica en la amenaza constante de las potencias europeas. Desde que la independencia de Estados Unidos se transformó en un hecho, la necesidad de Gran Bretaña de volver a contar con las colonias norteamericanas era imperante. Ante esto y los consecuentes roces armados en distintas zonas de la región atlántica de Estados Unidos, incluyendo a comerciantes, llevó a los actuales próceres estadounidenses a pensar en la posibilidad de la defensa como parte del aparato institucional. Armar a toda su población a través de la Segunda Enmienda fue básicamente una estrategia interna y externa. En la primera premisa se entiende la necesidad de tener un ejército robustecido ante cualquier avance de fuerzas extranjeras, más allá que los mismos sean tropas no profesionales. Por otro lado, a nivel externo, fue un llamado de atención para Reino Unido. Esto se explica en la necesidad de construir una imagen de un pueblo fuerte, resistente y con capacidad de dar batalla a un gigante mundial como lo era la corona británica por esos años. De hecho, esa constante sensación de invasión y conflagración fue argumentada con los sucesos ocurridos en la Guerra Anglo – estadounidense entre 1812 y 1815.

Entendiendo este derrotero histórico, es simple ver que la Segunda Enmienda tiene un fundamento meramente contextual. El hecho de una nación en defensa de su territorio dista mucho de la actualidad de Estados Unidos, la gran potencia mundial desde el siglo XX y con un prontuario enorme en cuanto al “mal uso” de las armas respecta.

En base a esto, modificar una enmienda de semejante preponderancia pareciera ser una tarea prácticamente imposible. Aquí cabe recordar que hay un gran sector de la población de Estados Unidos que apoya a ultranza la posesión y comercialización de las armas. Sin embargo, hay otra cuestión por demás importante: el costo político. Suponiendo que el gobierno de Joe Biden decida tomar cartas en el asunto y llevar adelante la sola idea de una reforma constitucional con el fin de revocar o cambiar esta enmienda, no solo sería histórico o revolucionario, sino que abriría el panorama a una situación de descontento generalizado tan evidente en la ciudadanía más conservadora y recalcitrante de Estados Unidos, que inclusive podría abrir el panorama a una radicalización de estos grupos. El costo político de trastocar una de las leyes fundamentales del génesis estadounidense podría significar una mayor oposición armada, e inclusive la posibilidad de ejercer golpes de Estado con total liviandad. La rudeza del ala más dura de los republicanos podría manifestarse y poner en riesgo el afianzamiento del Estado de Derecho de Estados Unidos. 

Palabras más, palabras menos… El intento de sofocar las oleadas de matanzas y masacres en Estados Unidos a través de una prohibición o cambios en la Segunda Enmienda, sólo podría generar una reacción aún más violenta. De hecho, uno de los argumentos expuestos por los “pro-guns” es que el hecho de tener una ciudadanía armada podría servir para tener en constante amenaza a la clase dirigente en que no transformen al Estado de Derecho en una tiranía. Don’t tread on me

¿Quiénes defienden el uso de las armas?

La política estadounidense es, casi por definición e historia, un sistema bipartidista. En este sentido, hay dos grandes partidos políticos que priman por sobre el resto: demócratas y republicanos. Estos últimos son generalmente los más asociados, desde la opinión popular como desde la defensa pública, como los más allegados al uso de las armas como así también a su comercialización. Sin embargo, y más allá de sobradas pruebas que demuestran el affaire de los republicanos con revólveres, pistolas y rifles, cierto es que no todo se puede remitir meramente a la cuestión partidaria.

Hay situaciones que ameritan una perspectiva mucho más sociológica. El sur de Estados Unidos es una región la cual, luego de la Guerra de Secesión (1861 – 1865) se comenzó a construir, desde el imaginario social, un prototipo de persona con características denotadas y, principalmente, una postura de defensa absoluta de la portación de armas. Más allá de los prototipos creados sobre los rednecks, hay una explicación para comprender el deliberado uso de armas, como se dijo previamente. En principio, el sur de los Estados Unidos luchó por un modelo de producción agraria, contra un modelo de producción industrial del norte durante la Guerra de Secesión. Ante la derrota del sur, Washington supo comenzar a unificar su estrategia de modo de acumulación del capital. Sin embargo, en el sur, casi por costumbre, se heredaron una serie de comportamientos: uno de ellos fue el de mantener un fuerte arraigo a la producción en los campos en contraste con las urbes cosmopolitas industriales. Este es un fenómeno interesante, ya que la protección de los campos lleva al auto – sustento de seguridad de los propietarios, quienes, mediante la utilización de armas de fuego, cuidaron y siguen cuidando sus campos hasta el día de hoy. Solo basta con ver la típica imagen de las películas “yankees”, donde se aprecia a un anciano con una escopeta en una silla mecedora. Cabe recalcar que esta imagen no es completamente homogénea y, claramente, no toda la población sureña es así, sino una pequeña parte, aunque peligrosa.

Ahora bien, la utilización de las armas para defender sus campos es una explicación hasta casi obvia. En este apartado hay que leer entrelíneas, y de esa forma cabe ver que la formación de la idiosincrasia del sureño estadounidense mucho tiene que ver con romper toda semejanza con el norte. La portación de armas, entre otros aspectos, son formas de rebelarse históricamente al dominio del norte industrial, cosmopolita y europeísta. Así también, son varias las aristas que se conjugan aquí, como ser los extremistas religiosos, el racismo confeso (por ejemplo, el KKK) y la exaltación de la cultura regional. Esos parámetros ampliamente polémicos conforman a un colectivo imaginario que es uno de los más grandes defensores de la portación de armas, casualmente avalados por la propia constitución estadounidense. 

Lógicamente que, en este gran grupo de adherentes, hay facciones anarcocapitalistas, conspiranoicos, grupos cuasi paramilitares, mafias y organizaciones criminales, y personas que han sido atravesadas por procesos de asimilación y de consumo del “ser” ultranacionalista estadounidense, que enarbola la bandera de la utilización, posesión y comercialización de las armas. Asimismo, el paulatino crecimiento de los niveles de inseguridad en las grandes urbes en conjunción con el precario accionar de la policía local y estatal en Estados Unidos, llevó a que la propia ciudadanía tome cartas en el asunto sobre cómo defenderse a sí mismo y a su propiedad. Detroit es el claro ejemplo del crecimiento industrial casi porcentualmente con el crecimiento de la inseguridad.

Para mayor complejidad, se suma un agregado más, y es el de las nuevas tecnologías de la comunicación. Las redes sociales han sido y siguen siendo grandes plataformas de formadores de opiniones, en los cuales pululan los discursos racistas, supremacistas, golpistas, anti cientificistas y xenófobos, entre otros. Se transformó en un sitio ideal en donde los adeptos a estas nefastas ideas encuentran a sus pares, y ven potenciados sus discursos al creer en la magnificación de los mismos. De esta forma, la formación de generaciones jóvenes se ven claramente seducidas por estas ideas puestas en una plataforma de consumo inmediato y virtual.

Asimismo, Estados Unidos presenta una situación que suele repetirse también en Latinoamérica. El bullying pareciera ser una problemática transversal a los modelos occidentales, en los cuales el acoso de una persona o un grupo sobre un perjudicado, termina provocando una herida enorme. En gran parte de las masacres que se han visto en Estados Unidos durante las últimas décadas, se puede apreciar a un agresor que pasó por un círculo de familia y escolar que han sido complicados o no lo suficientemente contenedores para con esas personas, como así también una sociedad cómplice que replica estas prácticas, sin poder generar un consenso para evitarlas con total solvencia desde las decisiones políticas. Es, lastimosamente, una constante cuando uno habla de matanzas o tiroteos. Claro está, que estas personas pueden llevar a cabo con total liviandad los semejantes actos que cometen debido a una legislación que los ampara y con una sociedad que fogonea la portación de armas, inclusive con un reciente ex presidente, tal como lo es Donald Trump.

Es menester también tener en cuenta a un grupo que institucionalizó y aglomeró a los fanáticos de las armas en Estados Unidos. En este sentido, la Asociación Nacional del Rifle es un espacio fundamental para los defensores de la portación de armas. El mismo fue fundado en 1871 y es el lugar en donde los discursos se transforman en acción, en donde, colectivamente, se defienden los ideales más conservadores del Estados Unidos profundo. Las decisiones que se tomen en esta comunidad son fundamentales para entender la problemática de la portación de armas en Estados Unidos. 

Estados Unidos y el culto al revolver 

Ante el inmenso grupo de personas que abogan por el uso de las armas, la proliferación de matanzas, masacres y tiroteos públicos ha sido moneda corriente, como ya lo hemos comentado previamente. Cifras de hasta el año 2018, tomadas por encuestadoras privadas dan un total de 120 armas por cada 100 habitantes de Estados Unidos, un número verdaderamente sorprendente. Según datos recabados por Gun Violence Archive, desde el año 2019, en Estados Unidos hubo más atentados y tiroteos públicos que días, con cifras realmente escalofriantes. Sin ir mas lejos, según esta asociación sin fines de lucro, el año pasado hubo 692 episodios violentos en donde las armas fueron el protagonista principal. Siguiendo con los datos, en 2020 hubo más de 45 mil víctimas por armas de fuego según el Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. 

Estos datos solamente revelan el flagelo de un país entero ante la propagación de una verdadera cultura de las armas. Las diferencias sociales, políticas, económicas, culturales y étnicas, pareciera ser que quedan en segundo plano cuando se trata de este tipo de crímenes que, claramente, conmueven al total de la sociedad. Más allá de esto, solamente hay 8 Estados que tienen estrictas regulaciones a las armas de guerra y asalto: Nueva York, Nueva Jersey, Washington DC, California, Massachusetts, Maryland, Connecticut y Hawái. El resto de los Estados que conforman al gran imperio del norte simplemente se apegan a las leyes establecidas desde nación, e incluso hay Estados con menores regulaciones que el resto: Minnesota y Virginia. 

Las armas en el resto del mundo 

Indudablemente que para poder afirmar que la posesión de armas como una práctica legal y accesible en Estados Unidos es uno de los motivos por el cual tienen lugar más atentados, cabe realizar una comparativa con el resto del mundo y sus realidades. 

Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, 53 personas murieron por día con ataques que incluyen a las armas de por medio, y  pareciera ser un número verdaderamente alto. El mismo dato está cruzado con el total de que 79% de los homicidios en general en Estados Unidos están asociados a la utilización de armas. Ante esto, cabe ver de manera comparativa con el resto del mundo. Por ejemplo, en Canadá, el 37% de las muertes fueron por armas de fuego, siempre tomando al 2020 como el año de análisis, en tanto que en Australia fue del 13% y Gran Bretaña del 4%. Estas cifras están fuertemente atadas a la explicación de una legislación que apoya (o no) a la proliferación de las armas en el común de las calles. 

Uno podría pensar que estos números simplemente explican la actualidad de Estados Unidos. Sin embargo, en un país de amplia complejidad como se explicó en clave histórica, un punto a tener en cuenta es el dato que revela Adam Lankford, un profesor asociado de justicia criminal en la Universidad de Alabama, quien reveló que entre 1966 y 2012 hubo 90 tiroteos masivos en Estados Unidos. Lógicamente, ese número se incrementó de manera exponencial como se expuso previamente, sin embargo, esos tiroteos y matanzas en EE.UU. forman parte de un total de 292 en todo el mundo con el mismo lapso de tiempo. Es decir, que, en 46 años, la cantidad de tiroteos solamente en Estados Unidos representó al total del 31% de los tiroteos globales. Una cifra indudablemente alarmante. 

Por otro lado, Estados Unidos es, por “goleada” el país del G7 con más cantidad de tiroteos, y asimismo es el país que representa un 57% más de atentados en sus escuelas que en el resto de las naciones industrializadas. Estos son datos tomados de diversos medios de comunicación con asiento en el país hoy presidido por Joe Biden. 

En el caso de Argentina, la compra de armas de manera legal es algo regulado firmemente por el Estado. La tenencia de armas está sujeta a poder transportarla descargada y separada de sus municiones, como así también para fines lícitos como la caza o el tiro deportivo. Previamente hay que contar con la credencial de Legítimo Usuario de Armas de Fuego y con un registro completo del arma en cuestión. En este apartado cabe recordar que, en el mercado negro y sobre todo en los sectores más desfavorecidos la compra y venta de armas no goza de estas regulaciones, ya que se encuentran fuera del sistema. Esto también es una constante que se repite en América Latina, donde Argentina si bien presenta día tras día casos de violencia relacionados a la utilización de armas en grandes urbes como CABA, Gran Buenos Aires y Rosario, es incomparable a los datos de otros países de la región, como Brasil, en donde el 72% de los homicidios se deben a la utilización de armas de fuego, y, yendo más lejos, el brutal caso de El Salvador, en donde el 91% de los homicidios son por armas de fuego. En este sentido, las desigualdades sociales son las explicaciones centrales que dichas problemáticas, sin contar con el accionar de las pandillas en el caso salvadoreño. 

Más armas que rosas

Estados Unidos, una de las capitales históricas del rock n’ roll definitivamente tiene más armas que rosas, parafraseando a la emblemática banda de hard rock, Guns n’ Roses. El panorama de este país pareciera no poder torcerse con una simple medida del Senado, ni tampoco podría cambiar radicalmente con una imposición rígida. Así como se construyó durante décadas e incluso siglos, esa cultura a las armas, costará mucho tiempo poder desarticularla. Si bien, la progresía a nivel mundial pudo poner de manifiesto esta situación, lo cierto es que, dentro de las propias fronteras de Estados Unidos, los demócratas cuestionan y lamentan los tiroteos y sus víctimas, pero engrosan su presupuesto nacional en defensa y en capacidad armamentística. Los estadounidenses lloran por las víctimas de los tiroteos en las escuelas, pero paralelamente bombardean escuelas en Medio Oriente. Estados Unidos y sus representantes demócratas buscan repensar estrategias como el alza de la edad para adquirir un arma (de 18 a 21 años) pero mientras tanto financia la defensa total de países que les sirven de aliados geopolíticos en diversas regiones del mundo. Nuevamente, el problema pareciera no ser meramente las armas, sino los intereses detrás de las mismas. Mientras los debates siguen, la problemática estructural se agranda aún más, y lo más lamentable de todo, son los inocentes quienes siguen pagando.

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Cuando el mundo se detuvo en 1810

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El mes de mayo es un mes de gran importancia para el pueblo argentino. A través de la agitada semana del 18 al 25 de mayo de 1810, Buenos Aires dio el primer paso de los procesos independentistas y emancipadores de Sudamérica. La agitación de una Plaza de la Victoria con la incertidumbre de los sectores más pudientes, como comerciantes, letrados y clérigos, fueron testigos de un cambio fundamental en la historia argentina.

A pesar de lo ya conocido en los distintos sistemas educativos, sea nivel primario, secundario, terciario o universitario, la noción de la “Revolución de Mayo” constantemente se comprende como un punto de inflexión en la historia nacional con repercusiones inmediatas en el resto del globo. Luego del pronunciamiento revolucionario de mayo de 1810, el mapa geopolítico sudamericano y europeo cambió para siempre.

La explosión de mayo 

El principio del siglo XIX fue signado por una serie de problemáticas territoriales y de soberanía del entonces Virreinato del Río de la Plata. Cabe recordar que, previo a los sucesos de mayo de 1810, Buenos Aires soportó y logró repeler una serie de invasiones inglesas dadas en 1806 y 1807. En ese momento, y a nivel comercial, el dominio del puerto de Buenos Aires era estratégicamente fundamental. Cabe recordar que el dominio virreinal de España sobre el entonces Río de la Plata era ley: Buenos Aires solamente podía comerciar con barcos de bandera española. 

Ante semejante panorama comercial y, también, en el marco de comprender que el puerto de Buenos Aires era primordial no solamente para la producción de la pampa húmeda, sino también para lo producido fronteras adentro del Virreinato del Río de la Plata, como por ejemplo gran parte de las riquezas del Alto Perú, Cuyo, Mesopotamia y Tucumán, la queja por parte de los terratenientes, ganaderos y productores era moneda corriente.

Más allá de la penetración de las ideas ilustradas, lo cual fue una realidad, uno de los ejes fundamentales para la explosión de mayo fue determinar quién debía tener el monopolio del puerto de Buenos Aires. Los criollos pujaban por una política aduanera y comercial distintas, donde pudiesen llevar adelante sus transacciones económicas con tantos países quieran, principalmente con aquellos de bandera inglesa, holandesa y portuguesa. Sin embargo, esa situación fue denegada e imposibilitada con constancia. Tal y como se tratase de la actualidad, fue el establishment económico quien comenzó a mover el termómetro del humor social a favor de Buenos Aires. 

Sin embargo, como un fenómeno a tener en cuenta, esta imposición por parte de la corona española, solo motivó al favorecimiento y afianzamiento de una práctica: el contrabando. Gran cantidad de lo producido en Buenos Aires, como carnes saladas y cuero, fueron destinadas al comercio del contrabando. Cuando los jefes aduaneros de Buenos Aires dormían o miraban para otro lado, los extranjeros se llevaban gran parte de esa producción, y el bolsillo de los hacendados engordaba. Uno de ellos fue Domingo Belgrano, padre de Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, el padre de la patria. 

Esta es una de las razones más interesantes para comprender parte del proceso de emancipación de la incipiente futura patria argentina. Las causas políticas internas, como la aceptación rotunda de las ideas de la ilustración, son generalmente conocidas, pero el ensamblaje de las causas económicas corrientemente es dejado de lado. Mayo de 1810, una explosión política y económica. 

El derrumbe español 

El Imperio de los Reyes Españoles supo ser una de las organizaciones políticas más grandes del mundo. Colonias españolas no solamente en América, sino también en Asia. Sin embargo, el devenir histórico se llevó por delante a un coloso que no supo aggionarse a los tiempos. En el año 1688 se dio la Revolución Gloriosa en Inglaterra, abriendo camino al reformismo inglés y en 1789 se da la Revolución Francesa, con sus posteriores estadios, siendo el suceso creador de época de la contemporaneidad y el Estado de Derecho. En 1799 se da el golpe de Estado llevado adelante por Napoleón Bonaparte, donde se congratula como cónsul y, posteriormente, comienza la etapa del Imperio Napoleónico que duró desde 1804 hasta 1815. 

Hablar de Napoleón es hablar de la Corona Española, por cuestiones históricas. En 1808, tuvo lugar la invasión de las tropas napoleónicas sobre la península ibérica, dando como resultado la evidente ocupación de España. Las implicancias políticas más grandes fueron la abdicación de Fernando VII y el panorama de derrumbe político y económico español cada vez mas evidente. José Bonaparte, hermano de Napoleón, ocupó el lugar de la plaza del poder real español y las noticias repercutieron en todo el mundo, sobre todo en las colonias. 

¿Qué nos dice esto? Durante la Revolución de Mayo en 1810, el poder político monárquico que monopolizaba al actual territorio argentino, se encontraba acéfalo. La figura de Napoleón triunfaba, no solo a nivel político, sino a nivel social, intelectual y carismático. Las ideas francesas no fueron frenadas por ninguna frontera, sino que fueron potenciadas a través de la figura de los letrados criollos, quienes cuestionaron el orden real del poder español.

En este apartado cabe preguntarse si realmente hubo un levantamiento rebelde contra el orden político, entendiendo que el Virrey Cisneros huyó despavoridamente ante la evidente caída de Fernando VII, sumado a grandes situaciones de crisis económicas evidenciadas por la pésima gestión de los recursos de la corona en al menos un siglo. 

En la cuestión del proceso de debilitamiento del Imperio Español, hay otra arista interesante para comprender la diferencia para con las grandes potencias de la época: la religión. España ha sido la espada del catolicismo en América desde tiempos de la conquista. Ya sea con la evangelización y la inquisición, para los españoles fue primordial la imposición eclesiástica como parte de un modelo de organización socio – político. Ante esta decisión, casi de carácter hereditario, la expansión del catolicismo en las colonias españoles, terminó siendo un revés para el mismo imperio. España, por priorizar las órdenes religiosas, no logró ver las condiciones cambiantes de la institucionalidad política y de la dinámica capitalista del momento, y lo pagó caro.

 España no tomó nota de la incipiente formación del parlamentarismo inglés y del concepto reformista de la política que comenzó a tomar forma en Inglaterra luego de la Revolución Gloriosa. Los reyes españoles tampoco tomaron dimensión del cambio en el eje de producción de capital y de comercialización que los ingleses supieron plantear. No vieron el fin de los open fields y el comienzo de los cercamientos de terrenos. España no vio que el futuro del capital y que la figura de potencia económica estaba en la Primera Revolución Industrial iniciada en la segunda mitad del siglo XVIII. Finalmente, la “madre patria” de América Latina no aprendió de Inglaterra, que los problemas religiosos debían ser internos y no extenderse hacia las colonias. Esto último no significa que no hayan existido problemas de índole eclesiástica en colonias inglesas, simplemente evidencia donde pusieron su prioridad los españoles y marcaron su propio declive imperial. 

España tampoco miró a la rebelde Francia. La caída de la monarquía francesa en manos del Tercer Estado y de cierta sensación de mancomunión de clases sociales yuxtapuestas, tuvo que haber servido de ejemplo para España, pero no alcanzó. Los españoles no supieron frenar el avance de las ideas de la ilustración, el achicamiento del Estado déspota, la creación de los tres poderes, el gobierno constitucional y la separación de la Iglesia – Estado. El siglo de las luces oscureció al retrógrado sistema político real español. 

Francia también demostró que la lucha armada era una vía de cambio significativo en la matriz política y social, y en ese sentido, sirvió de ejemplo para los combates independentistas en Latinoamérica. En algo donde España imitó a Francia, fue en la subestimación de las clases subalternas y del devenir histórico, desde el punto de vista de sus consecuentes reyes.

El impacto en Latinoamérica 

Finalmente llegó el 25 de mayo, el primer grito de libertad tras siglos de presencia española, las antípodas de una nación gigante como Argentina, comenzaba a tomar forma. Sin embargo, no hay que dejar de lado que el Virreinato del Río de la Plata no era conformado solamente por el actual territorio argentino, sino también por Paraguay, Uruguay y Bolivia. Las repercusiones regionales fueron inmediatas.

Paraguay, de la mano de Bernardo Velasco, se opuso fervientemente a la decisión revolucionaria de Buenos Aires. La decisión inmediata de Asunción fue la de jurarle lealtad al rey de España, aunque el mismo se encontraba apresado por las tropas napoleónicas. Ante esta iniciativa, la primera lectura que se puede hacer no es solamente la de la idea de pertenencia al imperio español, sino también la oposición a formar parte de un gobierno dirigido desde Buenos Aires. Paraguay tuvo su propia Revolución de Mayo en 1811.

Curiosamente, en este apartado, Misiones toma relevancia a nivel internacional. Fue el enclave estratégico para Buenos Aires, un territorio de las antiguas Misiones Jesuíticas, ubicado entre Paraguay y Brasil. De hecho, en 1810, Misiones se transformó en la primera provincia de la actual República Argentina en acatar el pronunciamiento de la Revolución de Mayo. Esta es una de las razones por la cual se desataron tantas batallas en territorio misionero, dando como resultado las épicas actuaciones bélicas de Andrés Guacurarí, el caudillo guaraní que se transformó en el gran ícono de la historia de Misiones. 

Con mucha relación con la historia misionera, el estallido de la Revolución de Mayo en 1810, sumó a José Gervasio Artigas a la causa revolucionaria, encabezando la Banda Oriental. Esta situación socio – política esta estrechamente asociada al comienzo del proceso revolucionario e independentista en Uruguay. El caso del actual país “charrúa” es interesante. Se han dado idas y vueltas en cuanto a causa revolucionaria uno refiere, aunque es inasequible que el estallido del cabildo abierto en Buenos Aires marcó el comienzo de su era de construcción de un Estado soberano e independiente. 

Para entender a la región en 1810, es necesario un breve panorama por el contexto económico. Si bien se nombró previamente sobre la importancia del monopolio del puerto de Buenos Aires como la salida principal del Virreinato del Río de la Plata hacia el Océano Atlántico, es menester también entender que Montevideo tuvo uno de los puertos más importantes de Sudamérica. Estos puertos siempre han mantenido una cierta competencia en cuanto a mayor capacidad de materias primas y manufacturas se podían comerciar; una cuestión meramente asentada en los sectores hacendados y su método de acumulación de capital. De hecho, un gran sector del actual territorio uruguayo, no vieron con malos ojos el desapego político de Buenos Aires para con la corona española, entendiendo que esta podría haber sido una oportunidad para posicionar a su puerto como el predominante de los ex territorios coloniales de Sudamérica. Más allá de eso, Uruguay fue epicentro de disputas armadas y de utilización de enclave estratégico. Luego de un año de agitación entre Montevideo y Buenos Aires, el Grito de Asencio en febrero de 1811 se considera el inicio del proceso revolucionario en Uruguay. 

Bolivia, por su parte, tuvo su propio 25 de mayo, pero de 1809 con los levantamientos de las ciudades de Chuquisaca y La Paz. Este proceso revolucionario se vio envalentonado por el accionar de los revolucionarios de Buenos Aires exactamente un año después. Asimismo, Bolivia tuvo una situación de inestabilidad caracterizada por el choque contra los realistas que duró hasta 1825. Casualmente fue el 9 de julio de ese año, el Congreso Constituyente en Chuquisaca proclamó la Independencia de Bolivia, aunque la misma fue fechada el 6 de agosto para que coincidiera con el primer aniversario de la Batalla de Junín. Bolivia y Argentina tuvieron sus “25 de mayo y 9 de julio”; naciones hermanadas por la historia. 

Las actuales potencias mundiales en 1810 

Si bien, con el correr de la contemporaneidad en el mundo, España y Francia siguen siendo países bien posicionados a nivel mundial, hoy los verdaderamente colosos de la política y economía global son otros.

En este sentido, se puede denotar que Estados Unidos ya había consumado su independencia en el año 1776 con su consiguiente guerra de independencia. En el caso del actual país gobernado por Joe Biden, lucharon contra los británicos. Curiosamente, la conflagración entre los incipientes estados de Norteamérica contra la realeza británica, fue un punto débil que favoreció a la Revolución Francesa. En la lucha por la geopolítica global a principios del siglo XIX, Inglaterra y Francia se disputaban la presencia en el norte de América. En ese sentido, las trece colonias atlánticas fueron apoyadas militar y económicamente, en parte, por Francia. Esto profundizó la crisis económica interna del país europeo continental, que tuvo su decante en un aumento generalizado de impuestos sobre bienes de primera necesidad, como la harina, la sal y el vino. Esta fue la gota de rebalsó el vaso y provocó el estallido sucedido en 1789.

Volviendo a Estados Unidos, luego de la Declaración de Independencia, se puede decir que, en 1810, la actual mega potencia de Norteamérica, se encontraba en la antesala de la Guerra Anglo – estadounidense en 1812. Este conflicto bélico duró hasta 1815 y significó el comienzo de la unificación de Estados Unidos. Casi como si fuese una condición sine qua non de las grandes potencias, una de las consecuencias de este enfrentamiento fue la imposibilidad de Estados Unidos de comerciar con otras naciones europeas. Un calco con el Río de la Plata. 

Rusia, actual país que se encuentra en guerra con Ucrania, casi como si estuviese en el genoma de la política rusa, en 1810 se encontraba en guerra contra el Imperio Otomano. En este enfrentamiento, el Imperio Ruso se quedó con Besarabia. Aunque, como si fuera poco, Rusia se encontraba con otro frente bélico: la Guerra ruso – persa. El resultado también fue de una victoria rusa, con el mantenimiento del dominio de los territorios en disputa y el freno a las tropas persas en Europa. Cabe recordar que, durante 1810, se llevaban adelante las batallas napoleónicas, y Rusia supo resistir a las mismas. De hecho, en 1815 y con Napoleón derrotado, Rusia fue parte del Concierto Europeo y la Paz Armada. Situación de reconstrucción del mapa político del viejo continente. 

En 1810, China se encontraba bajo un proceso de transformación social, política, económica y cultural de enormes dimensiones. Ya a fines del siglo XVIII, las fuerzas británicas buscaban a toda costa la dominación del gigante asiático, aunque nada hacia pensar que se podía corromper semejante cultura milenaria. Sin embargo, el as bajo la manga británica vino de la mano de una “droga”: el opio. La introducción de este aditivo provocó un descontento generalizado en los manejos imperiales chinos y que buscaron a toda costa el impedimento de la proliferación del opio. Esto desembocó en la Guerra del Opio entre 1839 y 1842 con la cual cayó la inmensa tradición china en manos británicas y abrieron paso a la primera etapa de occidentalización y dominio europeo de China. 

Mucho más que un feriado 

El recorrido histórico en clave de análisis geopolítico de las causas económicas y políticas, externas e internas del Río de la Plata dan una gran cantidad de respuestas a los aún más interrogantes que se plantean. Sin embargo, abrir el juego hacia el paradigma internacional genera un mayor panorama de comprensión y análisis de lo sucedido. Algunas de las reflexiones acerca de esto, es que el comienzo del siglo XIX vivió un dinámico cambio de fronteras, de poderes políticos, de dominios económicos y la paulatina caída de los regímenes monárquicos en el mundo. Indudablemente, las causas nacieron en Europa, pero Latinoamérica pudo mucho más que simplemente combatir al realismo. Buenos Aires fue artífice del proceso revolucionario integral de la Patria Grande de América Latina. Sin el cabildo rebelde de mayo de 1810, no hubiesen existido la independencia paraguaya ni la uruguaya. Bolivia no hubiese tenido una equivalencia de fuerzas para luchar en el Alto Perú contra los españoles, sin la decisión de Buenos Aires. Chile y Perú no hubiesen sido liberados tan fácilmente por la gesta patriótica, entre otras razones. 

Hoy en día, el panorama ha cambiado. Quienes supieron ser hermanos, hoy en día se encuentran amparados por una asimetría total. Cierto es que pasaron 212 años del grito de libertad de los revolucionarios de mayo y que sucedieron una cantidad de procesos históricos que han marcado el rumbo de la historia nacional. Pero esto solamente desnuda la diferencia que se mantiene hoy en día, Buenos Aires se ha posicionado como el gran centro de Argentina, y las provincias que lucharon por la causa de mayo, ven desvanecerse sus posibilidades de igualdad. Misiones fue la primera provincia en acatar la revolución, Tucumán y el norte argentino fueron grandes partícipes de la gesta independentista con la sangre de sus tropas. Pero hoy en día, la diferencia entre ellos y la capital argentina es sublime. Argentina fue tan grande en su génesis que, al mismo tiempo, las grandes potencias que llevan adelante la actual Guerra Comercial no eran ni la sombra del Río de la Plata. Estados Unidos solo era un puñado de colonias y China comenzó a ser dominada por Gran Bretaña. Un millar de palabras podrían explicar este proceso histórico, pero una frase podría resumir el origen argento: Argentina nació para ser gigante.

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