Creatividad, lapiceras y renuncias

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En la primera reunión oficial con Daniel Scioli, flamante ministro de Desarrollo Productivo, el gobernador Oscar Herrera Ahuad consiguió confirmar la continuidad del Ahora Misiones+21, un programa nacido en la tierra colorada para abaratar 41 por ciento las compras de insumos clave que sufrían la competencia directa en la zona de frontera. Al mismo tiempo, el ex embajador en Brasil le dio el visto bueno a otra sugerencia misionera: el Ahora Alimentos, mediante el cuál se reintegrará el 21 por ciento del IVA en las compras de los alimentos que componen la Canasta Básica a través de tarjetas de débito, otras herramientas digitales y tarjetas sociales. Win-win. Se blanquea la economía y se alivia el bolsillo en momentos en los que la inflación es un dolor de cabeza sin antídoto. Se espera que no sea menor a 5 por ciento en junio, con un aumento interanual superior al 60 por ciento en el NEA; una de las zonas más castigadas por los precios y las propias decisiones del Gobierno nacional, como los precios más altos del país en los combustibles.

Scioli comprometió un desembolso de 3.200 millones entre la extensión del Ahora Misiones y el Ahora Alimentos. En la semana que comienza habrá nuevas reuniones entre los equipos técnicos para definir la implementación, mecanismos de reintegros y alcances. Creatividad misionera y resolución rápida de Scioli, llamado a ser el gran componedor en un Gobierno que se consume en la interna que en las últimas horas derivó en la renuncia de Martín Guzmán.

El acuerdo con Misiones permite evidenciar la lejanía entre la agenda de las provincias y el poder central y las demandas de soluciones reales en una Argentina donde cada mes es un poco más difícil que el anterior. Consecuencias que afectan a todos, malas decisiones -por decirlo con delicadeza- de unos pocos. Sobran las excusas y los argumentos, pero lo cierto es que la gestión de Alberto Fernández no logra salir de la mediocridad de las frases de manual, mientras que la oposición (responsable directa de la crisis actual) juega a ver quién se corre más a la derecha de la grieta. Ese es el escenario a poco más de un año de las presidenciales, lo que obliga a pensar la política en clave provincial, antes que en las candidaturas nacionales. 

Los halcones de la oposición discuten en televisión sobre la venta de órganos, libre uso de armas, cobrarles por la salud y la educación a los habitantes argentinos que se atrevan a ir a vivir a la Capital Federal… y otras zonceras

La batalla dialéctica en el oficialismo consume horas que deberían dedicarse a la gestión. El propio Presidente alimenta esa distracción con frases de ocasión que corren el eje de lo importante. El (no uso) de la lapicera, derivó en una nueva crisis del Gobierno con la renuncia de Martín Guzmán, en otro sábado tranquilo. 

La salida de Guzmán, inevitable, sucedió a la misma hora en la que Cristina hablaba en homenaje a Perón, con críticas veladas a la gestión de Alberto. Durmiendo con el enemigo. Ambos. La apelación permanente a la historia es una retórica vacía si no se la actualiza.

Son horas frenéticas, de reuniones en Casa Rosada. El Presidente convocó a su círculo cercano para definir al reemplazante de Guzmán. Sergio Massa fue uno de los primeros en llegar a la Casa Rosada. Al cierre de esta columna, no había novedades sobre el sucesor. 

Guzmán llegó con todos los pergaminos académicos y surfeó con éxito la crisis de la deuda heredada del macrismo. 

Durante el primer año de gestión tuvo a su cargo la reestructuración de la deuda con los bonistas privados que culminó con un canje histórico del 99,75%, y posteriormente logró una renegociación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por US$ 44.000 millones y salvó a la Argentina de un nuevo default. Aplausos. 

Pero en la gestión del día a día, hubo escaso contacto con las provincias y con los sectores productivos. La recuperación pos pandemia nunca se terminó de sentir en el bolsillo. Hay más empleo, pero el dinero se lo come la inflación. No acertó medidas ni cuando sumó poder tras la salida de Matías Kulfas. El salario perdió valor. En la comparación interanual, los sueldos de los trabajadores privados avanzaron 57,7 % y los ingresos de los trabajadores “en negro”, el 49,4%, contra una inflación del 58%. El crecimiento económico no es suficiente si no hay distribución. Eso no se consigue con la apelación al diálogo. No hubo allí la creatividad necesaria del discípulo predilecto de Paul Krugman.

La misma falta de creatividad del Gobierno para resolver los problemas. Hace unas pocas horas, a casi un mes de una severa escasez de combustible en la Argentina, Fernández culpó a las provincias fronterizas por “dejar escapar insólitamente” el gasoil. Apuntó especialmente a Corrientes, pero la alusión obviamente alcanza a Misiones, la provincia con mayor territorio fronterizo con otros países y con la que, casi al mismo tiempo, YPF cerró un acuerdo para conseguir un millón de litros extra por mes para la zafra yerbatera, pacto que después Oscar Herrera Ahuad amplió con Shell, por otros 300 mil litros. 

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Un ejemplo, Corrientes, en el último mes la venta de gasoil aumentó 40 y pico por ciento ¿Cómo se explica eso? O cargan y se lo llevan. Ya lo corregimos, pero esas cosas razonablemente no deberían pasar. Eso es un estacionero que se presta a ese juego, una provincia que no mira el problema y deja que ocurra… eso también ha pasado y hay que plantearlo”, dijo el Jefe de Estado.

El Presidente parece estar mal informado, porque en las provincias de la región el consumo de combustible prácticamente no varió en los últimos cuatro meses y, particularmente en gasoil, no aumentó significativamente. 

El pico de consumo en Corrientes ocurrió en enero, cuando se vendieron 40,5 millones de litros, pero la demanda comenzó a crecer en julio del año pasado, cuando lentamente fueron dejadas de lado las restricciones impuestas por la pandemia. El “cuarenta y pico” se da únicamente en la comparación interanual -43,41 por ciento-, pero en línea con el crecimiento del consumo en el país, que llegó al 32% interanual, en coincidencia con la recuperación después de la parálisis impuesta por la pandemia.

El Presidente no nombró a Misiones, pero en la tierra colorada el comportamiento fue similar. Pico en enero con 52,2 millones de litros de combustible y de ahí a la baja, entre 45 y 47 millones de litros mensuales, con un crecimiento interanual de 33,71 por ciento. Misiones es por lejos la provincia que más demanda, pero en los últimos meses el consumo se mantuvo estable, con leves variaciones. Formosa en cambio, los últimos dos meses registró una caída en las ventas.

Pero si se analiza únicamente el consumo de gasoil, el “cuarenta y pico” no existe. En Corrientes la demanda creció 30,37 por ciento. En mayo de 2021 se vendieron 13,5 millones de litros y ahora fueron 17,6 millones, a la baja en comparación con los tres meses previos.

En Formosa, gobernada por Gildo Insfrán,  sí hubo una demanda más alta de gasoil, con 37,14 por ciento, pero el consumo es mínimo ante la magnitud del problema: 4,8 millones de litros de gasoil, contra 3,5 millones de mayo de 2021. 

Nuevamente es Misiones la que consume más gasoil en la región, pero el crecimiento de la demanda fue de 19 por ciento. En mayo pasado se vendieron 17,9 millones de litros y ahora 21,3 millones. En los últimos cuatro meses el consumo se mantuvo en 20 millones de litros promedio. Para “corregir” el problema, hoy los misioneros pagan el gasoil más caro de la Argentina, incluso, insólitamente, más que por la nafta, también la más cara del país. 

En lugar de deslindar responsabilidades, debería ocuparse de las soluciones, pero el Gobierno está enredado en una telaraña de internas de la que no parece poder escapar. Es llamativa la autodestrucción. Las discusiones más fuertes se dan hacia dentro del Gobierno -aunque con una obscena exposición pública-, más que con la oposición. 

El debate propuesto por Cristina Fernández sobre la generación de empleo de calidad, generó un nuevo cisma en el oficialismo y dejó al desnudo bajezas que siquiera muestran respeto por el que la pasa mal incluso dentro del mercado formal. “En el mejor momento del gobierno de Cristina había 6,5 millones de trabajadores registrados y 11 millones de trabajadores sin derechos. Yo no quiero ese país, ese país es una mierda. El país lindo es cuando todos los trabajadores tienen derechos”, afirmó Pérsico, de profesión piquetero, ahora secretario de Economía Social del Gobierno, pero que no tuvo problemas de congraciarse con Carolina Stanley en el momento en que hubo una explosión de planes sociales para cubrir el deterioro social durante el macrismo. 

Cristina dejó su gobierno con 253.000 planes, Macri se fue con 641.000 planes (153 por ciento más), y Alberto, con pandemia y crisis, llegó a 1,3 millones. Pérsico los administra, con un presupuesto (el año pasado) de 166.084,65 millones de pesos, el 40 por ciento todos los recursos destinados al ministerio de Desarrollo Social. 

Como ocurrió con Matías Kulfas y sus ataques de offs, los funcionarios parecen tener una autonomía para ventilar opiniones aunque éstas vayan en detrimento de la coalición que integran y que no tiene garantizada su supervivencia electoral. 

El Presidente no hace gala de autoridad, sino que apela a la “búsqueda de consensos”. En la reunión por el 48 aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, lo recordó con una rara parábola setentista: “(…) había que terminar con las divisiones. (Perón) habló con radicales, y se abrazó con (Ricardo) Balbín. Era un mensaje claro de unidad (…) Nos dijo: `Bajen las armas’. Otra metáfora fuera de tiempo.

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El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por convencer. Perón nunca necesito una lapicera. Lo importante no eran las herramientas que se usaban, sino para qué se usaban: para preservar los derechos en la Argentina”.  

El problema es que no se usa la lapicera ni se persuade. Los precios no bajan por convencimiento. Los problemas no desaparecen por el mero diálogo. La salida de Guzmán es la evidencia de ese fiasco

De todos modos, el Gobierno tiene a su favor que la oposición tampoco parece demasiado preocupada por los problemas reales de la sociedad. Por el contrario, hay varios proyectos en línea con restringir derechos, como el del macrista marido de Pampita, quien propuso que Horacio Rodríguez Larreta comience a cobrar a los habitantes de otras provincias que se atienden en los hospitales porteños o asisten a alguna escuela de la Capital subsidiada por todos. Javier Milei promete el derecho a vender órganos y Patricia Bullrich a usar armas. 

La jefa del PRO hace gala de su fama de “mano dura” en la interna convulsionada del PRO. Ahora sugirió que Larreta no tiene el coraje necesario para ser presidente. En Misiones, donde vino a hacer campaña usó una frase que la coloca al frente del pelotón de los halcones: “Vamos a hacer todo lo que hay que hacer, porque esta vez no nos roban el Gobierno”, dijo rodeada por un puñado de dirigentes, entre los que se encontraba su candidato Martin Goerling y Horacio Loreiro, el diputado piquetero que reivindica a la dictadura militar. 

Antes de su acto de campaña frente a un reducido grupo de seguidores, Bullrich participó de un foro con empresarios de Iguazú, organizado por la financiera estadounidense JP Morgan, que alienta su candidatura. Pero no es la única aspirante bendecida y mucho menos en Misiones, donde el radicalismo quiere sacarse de encima al macrismo y exige ir a primarias. Del otro lado, los macristas misioneros no están dispuestos a seguir al radical Martín Arjol, quien impone las condiciones en la UCR. El tercer socio en discordia es Ramón Puerta, quien aparece como el armador del espacio pichettista, pata “peronista” del macrismo.

En el Congreso el macrismo hizo gala de su agenda. En la media sanción de una moratoria previsional, que beneficiará a unas 850 mil personas, 18 senadores de Cambiemos se abstuvieron y seis votaron en contra. Pero el dato más llamativo fue el del senador misionero Humberto Schiavoni: el Senado sancionó la nueva ley de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, otras infecciones de Transmisión Sexual y Tuberculosis. Fue el único que votó en contra. 

Por el contrario, la Legislatura misionera aprobó esta semana nuevas leyes vinculadas a una mejor salud de los misioneros y un mejor servicio de Justicia, con nuevos funcionarios en distintas dependencias. 

En Misiones la Legislatura marca los tiempos de la política y en muchos casos, con mucha anticipación. Ahora cobró fuerza el debate sobre el uso del glifosato en la tierra colorada después de que se emitiera un dictamen favorable al proyecto de prohibición en todo el territorio. Hubo varias voces en contra desde sectores empresarios y productivos y un llamativo reproche de Héctor “Cacho” Bárbaro, el líder del partido Agrario que ahora se opone a la prohibición. 

Sin embargo, en 2018 el Pays respaldó un proyecto de prohibición de la inoculación y/o fumigación, mediante la utilización de aeronaves o medios análogos, de plaguicidas u otros químicos de naturaleza biocida, en todo el territorio provincial. Ese proyecto se convirtió en ley prohibiendo su uso en ámbitos urbanos. Ahora se pretende extender el veto a todo el territorio. Tampoco es un debate nuevo. Ya en 2015 el diputado Hugo Escalada propuso la prohibición del glifosato. Pasaron siete años. Las oposiciones sólo surgen a las apuradas. Así no se hace política más que de coyuntura. 

Está claro que la producción está virando hacia un modelo más sustentable y Misiones ahí debe hacer punta, como provincia que custodia la biodiversidad. Lo entiende así hasta Gustavo Grobocopatel, el zar de la soja que proyectó, nada menos que en el congreso de Maizar, “para dentro de diez años una agricultura más agroecológica” que utilizará productos biológicos para controlar malezas e insectos. Lo que impulsa Misiones ahora.

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