Cuestión de tiempos

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Ya es tarde para buscar a los chicos que dejaron la escuela durante la pandemia. Esos chicos seguramente estarán perdidos de una villa o ya cayeron en actividades del narcotráfico“. La frase de la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, muestra en toda su dimensión el preconcepto clasista de un espacio político. La funcionaria de Horacio Rodríguez Larreta, en una ciudad donde gobierna el PRO desde 2007, trata de ese modo el impacto de la pandemia en la educación, que, paradójicamente, es uno de los valores que son la “esencia” de la alianza Cambiemos. El que se quedó atrás, no vale la pena el esfuerzo.

No es una concepción que sea exclusividad de la ministra que considera fracasados a los que eligen la docencia, sino que forma parte de un ADN que atraviesa al principal espacio de la oposición, desde aquella queja del radical Ernesto Sanz porque la Asignación Universal por Hijo se iba por la canaleta del juego y la droga, hasta el diputado antivacunas Horacio Loreiro, del macrismo misionero, quien cree que durante la última dictadura había más libertades, cuando no se exigía un pase sanitario.

Claro que una política educativa seria debe partir de la premisa de que todos deben ser incluidos y que, definitivamente, nunca es demasiado tarde para seguir dentro del sistema. Pero para eso hacen falta bases. Misiones comenzó a pensar un modelo educativo que deje atrás oprobiosos indicadores que ubicaban a la provincia casi siempre última en los ránkings de calidad e inclusión a fines del siglo pasado.

Hoy los datos indican que se mejoró en calidad, en trayectoria, en salarios docentes, pero sobre todo, en inclusión. Misiones terminó el 2021 con más estudiantes que en 2020, cuando se inició la pandemia que obligó a cerrar las escuelas. 

En 2020 había 98.084 chicos en la secundaria, mientras que el año pasado cerró con 99.362, con una diferencia de 1.278 estudiantes, muchos de los cuáles fueron revinculados con la escuela a través de diversos operativos docentes, Centros de Apoyo y los Mitai Recreativos. Más de 18 mil estudiantes mejoraron en forma significativa su trayectoria y hay más jóvenes en la secundaria. 

El acierto de las políticas diseñadas en Misiones se refleja en otro dato. La Nación reconoció que 500.000 chicos están desvinculados de la escuela en todo el país a partir de la pandemia. Para Misiones, que tiene el 3.5% de la matrícula total, deberían ser 17.500 chicos. No hay más de 3.000.

La permanente búsqueda de ampliación de derechos, el gobernador Oscar Herrera Ahuad pidió que los estudiantes de las Escuelas de la Familia Agrícola puedan acceder a las becas Progresar, hasta ahora reservadas para alumnos de escuelas comunes. En primera instancia, Misiones ofrecerá tres mil becas. Se espera que incluso puedan ser incorporados estudiantes que concurren actualmente a escuelas privadas, pero que, por efecto de la agobiante inflación, sus familias tienen menores ingresos. 

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“Es nuestra responsabilidad salir a buscar uno por uno a esos más de tres mil estudiantes, potenciales beneficiarios del programa Progresar, deben estar todos incluidos, la meta no debe ser menos ambiciosa”, sentenció Herrera Ahuad, casi al mismo tiempo en el que en Capital Federal, la ministra de Larreta daba por pérdidos a los chicos alejados por la pandemia. Como se ve, nunca es tarde. Solo falta decisión y una mirada política. 

Misiones puede hacerlo por decisión política. El contraste es nítido: una de las provincias con menor proporción de recursos federales, contra la Capital rica y abundante, generosamente beneficiada por decreto con más recursos de coparticipación cuando gobernaba Mauricio Macri.

El contraste puede extenderse a otros ámbitos. A pesar de ser una de las provincias con menor cantidad de recursos y desde hace años reclamando beneficios que emparden la situación económica con otras provincias, Misiones logró desendeudarse y es una de las pocas que, en medio de la pandemia, logró tener una política activa para contrarrestar los efectos de la parálisis. El efecto es visible: hay más empleo, mayor actividad y consumo. Misiones no paró y el turismo, uno de los sectores más golpeados, vive esta temporada una acelerada recuperación, con niveles de ocupación similares a los de la prepandemia. La comparación no es menor, ya que el 2019 había terminado con un récord de visitas al Parque Nacional Iguazú, con más de 1,6 millones de ingresos. La diferencia, sin embargo, radica en que ahora el turismo está preparado de otro modo. Ya no es “sólo” Cataratas, sino que hay un crecimiento en todo el destino, incluida Posadas, que ahora aparece en el mapa con una oferta de playas que no tiene nada que envidiar ni a Encarnación ni a las correntinas. Miles de misioneros y turistas aprovechan la estructura armada de cara al río Paraná, que posiciona a la capital misionera como un activo jugador turístico, ya no como ciudad de paso. La oferta gastronómica de la Costa Sur, sumada a la de la Costanera tradicional, que culmina en el balneario El Brete, convierten a la ribera en un destino en sí mismo. Solo Costa Sur tiene casi una veintena de ofertas gastronómicas de primera línea. El Soberbio asoma como nuevo destino “descubierto” por miles de misioneros e inversiones que potencian el destino. La zona centro también comienza a vivir del turismo como una actividad central de la economía, con hoteles en lugares no tradicionales sobre la ruta nacional 14. 

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No es casual que el Gobernador insista en conseguir obras energéticas destinadas al Alto Uruguay, largamente olvidado. Hay un enorme potencial turístico y rural que necesita ser fortalecido con infraestructura. Hasta ahora las respuestas del Gobierno nacional han sido positivas en materia de infraestructura, aunque a cuentagotas si se compara con la urgencia de la demanda. 

También se espera que haya respuestas positivas en relación con el pedido de creación de una zona aduanera especial en Misiones o alguna alternativa intermedia, de la mano de la reglamentación de la ley Pymes. La zona aduanera especial estuvo a punto de convertirse en realidad a través del Presupuesto, pero el rechazo de la alianza Cambiemos al proyecto oficial, empantanó los avances. Ahora no hay herramienta ni Presupuesto. Ambas carencias le permiten a Alberto Fernández manejar la lapicera a su antojo, pero al mismo tiempo, complican el arreglo con el Fondo Monetario Internacional, que mete presión sobre la incipiente recuperación económica. 

Cambiemos, hoy en la oposición, pero responsable del descalabro económico de la Argentina y del mayor préstamo en la historia del FMI, ahora pone condiciones para acompañar las negociaciones del país con el organismo financiero. Parece un mal chiste, pero no. Todo sea para empiojar al rival, para agrandar la grieta. “Un plan serio”, exigió Horacio Rodríguez Larreta, vocero del macrismo ante el silencio del ex presidente. ¿Tan serio como el plan que derivó en los 57 mil millones de dólares de deuda? ¿Tan serio como el que disparó la desocupación y la pobreza en los cuatro años de Cambiemos en el Gobierno? ¿Tan serio como el que culminó con una inflación récord en el último año de Macri en el poder? No es serio poner condiciones con esos antecedentes tan frescos. 

Pero el Gobierno está enmarañado en esas negociaciones que complican incluso la gestión diaria, que necesita en muchos casos una reacción más rápida, acorde a las urgencias. 

La parsimonia permanente daña las estructuras y deja bajo la lupa a algunos funcionarios. El misionero Ignacio Barrios Arrechea, al frente de la Entidad Binacional Yacyretá, está apuntado desde hace algunas semanas como de salida. La única certeza es que le pidieron que presente la renuncia y que se evalúa el nombre de su reemplazante. Podría haber una salida formal en los próximos días, dependiendo de la agenda del Presidente o el secretario de Energía. Misiones, a través del Gobernador, dejó claro que no quiere el cargo que ambicionan otros mandatarios de la región, sino que Yacyretá vuelva a cumplir con las obras energéticas y de compensación que prácticamente desaparecieron desde la época de Cambiemos.

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