El cambio climático como herramienta del Neoimperialismo

Escribe Carlos Andrés Ortiz

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No es cuestión de negar o discutir los cambios climáticos ni los fuertes valores de contaminaciones producidas por diversas actividades del ser humano.

Como sea, lo único constante en el clima global, es el cambio permanente.

Pero el caso es que con similares formatos se crearon y manejaron precedentes “denuncias” que alertaban acerca de supuestas “inminentes catástrofes ambientales”.

Así pusieron como “fechas límites” para implementar cambios drásticos –y sin inocencia alguna, detener todo proceso de desarrollo-, en 2000 y luego 2010.

Entre muchos docentes de real valía, recuerdo en la Maestría en Gestión de la Energía, a un chanta total, invitado a disertar, al que en clase traté de mentiroso (y casi le dio un soponcio); el cual con el “cartelito” de Premio Nobel Alternativo (o algo así), que dieron a un numeroso grupo de supuestos “científicos” operadores del terrorismo ambiental, mostraba “chapa” pavoneándose como supuesto “gran experto”, diciendo vaguedades y burdas imprecisiones.

Pero las campañas de terrorismo ambiental (batiendo el parche sobre supuestas mega catástrofes ambientales, casi siempre mostradas como “inminentes” o “irreversibles”), nunca se detuvieron, fogoneadas incesantemente por numerosas ONGs “ecologistas” anglosajonas y sus ramificaciones en diversos países.

Sus edulcorados mensajes y campañas, pensados para atraer “progresías” diversas, tan fácilmente fanatizables como casi imposibles de hacer razonar con bases científicas sólidas, calaron en diversos sectores, tanto en “viudos del marxismo” como en sectores del “chetaje” (sectores de clases altas o que se sienten tales), con mucho tiempo disponible y poca o nula predisposición a realizar análisis serios y objetivos.

En todos los casos, los mensajes “ecologistas” omiten toda consideración al desarrollo socio económico…¡como si la miseria no produjera espantosa contaminación!

Claramente, el supra mensaje es preocuparse solo por el ambientalismo, desechando toda consideración al desarrollo, E incluso algunos extremistas pregonan agresivamente la “necesidad” de detener por completo todo desarrollo…sin importarles nada el ser humano.

Algunos desquiciados además afirmaron que “la plaga del mundo es el ser humano”, sin tomar conciencia que en tal caso, ellos son parte de esa “plaga”… ¡y proponen el exterminio!

Lo que se advierte del accionar y de algunos documentos emanados del Acuerdo de París (vinculado con el COP 21), es que el mismo conjunto de “recomendaciones” casi coercitivas para los Estados que las acepten, guarda mucha vinculación con le mentalidad eurocéntrica del siglo XIX, cuando las pautas culturales y gubernativas del viejo continente, eran el “modelo a seguir” para el resto del mundo, con muy pocas “rebeldías” que quebraron dichas imposiciones.

Claro está que ahora no es solo eurocéntrica esa visión, pues de acuerdo a lo que se pudo saber, los iniciadores del Acuerdo de París fueron las potencias del G 7, el núcleo duro del actualmente denominado Bloque Atlantista.
Hoy se puede definir como mentalidad eurocéntrica atlantista, pues con pautas del eurocentrismo de los siglos XVIII y XIX, tiene el formato geopolítico atlantista.

Explícitamente el G 7 se forma con las cuatro economías más poderosas de Europa Occidental (Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña), más EEUU, Canadá y Japón.

Bajo la mentalidad e intereses de esas mega potencias económico-políticas, las “recomendaciones” a otras naciones que adhieran al Acuerdo de París, tienen claras connotaciones coercitivas, disimuladas bajo palabrería diplomática ad hoc. 

En cambio, los apoyos económicos de las grandes potencias a las restantes naciones que “adhieran” (léase subordinen) al COP 21, son meramente declamativos y no los comprometen concretamente en nada; son solamente recomendaciones que no obligan  indefectiblemente a apoyos algunos, quedando sujetos al mero voluntarismo de las potencias del G 7, el cual muy posiblemente solo se concretará de acuerdo a los intereses y prioridades geopolíticas del Grupo de Poder Atlantista, formado por EEUU más Canadá, la UE, Japón y algunos aliados menores muy vinculados.

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Tampoco es casual que el Bloque Continentalista, cuyo núcleo duro se compone de Rusia y China, más otros aliados importantes, no estuvo en la creación del Acuerdo de París, ni es tampoco un entusiasta promotor de dichos acuerdos supranacionales; si bien también hacen esfuerzos y acciones para mitigar las emisiones de polucionantes; como en China las transformaciones de centrales a carbón, para evitar en buena parte sus emisiones tóxicas, las plantaciones masivas de árboles para fijar el carbono (en lo cual usa a su enorme ejército), y las fuertes inversiones en energías no contaminantes, como la hidroeléctrica y la nuclear; mientras que Rusia también construye nuevas centrales nucleares (las grandes hidroeléctricas ya las tiene hechas) y se basa en su abundante gas natural, el cual es mucho menos contaminante que otros hidrocarburos.

Tampoco es casual que ciertos comentaristas del Acuerdo de París, alineados con el Poder Atlantista, con diversos tonos de mensajes, noticias pseudo culturales e incluso opiniones en muchos casos ignotas “de buenas fuentes”, distorsionen datos y ataquen al vastísimo plan de usinas nucleares e hidroeléctricas de China; así como critiquen el masivo abastecimiento de gas ruso a Europa, con varios enormes gasoductos…muy atacados por el poder mediático alineado con EEUU, potencia que quiere abastecer a Europa con gas natural transportado por grandes buques metaneros.

Con la doble vara típica del poder imperial atlantista, al Cop 21 no parece importarle la enorme huella de carbono que causaría el tráfico constante de barcos metaneros, que resultarían no solo más costosos sino mucho más  contaminantes que los gasoductos rusos a Europa.

Esos “datitos” de la doble vara del Atlantismo, que evidencia manejar o al menos influir fuertemente sobre el Acuerdo de París – Cop 21, que son muy gruesos y contundentes, no nos deben hacer desechar otras evidencias, que nos tocan más de cerca a los íbero americanos, africanos y algunas naciones asiáticas poco desarrolladas; de la concepción eurocéntrica hoy devenida en Atlantista, de ese grupo de poder basado en temas de medio ambiente.

El Atlantismo en el Acuerdo de París, apenas menciona a las hidroeléctricas (la fuente más eficiente de energía renovable), y casi ni apoya a las nucleares.

El Cop 21 y las ONGs vinculadas a esos poderes, no solo apenas citan a las hidroeléctricas, y el ecologismo duro y cavernario las ataca con tanta saña como falsos argumentos, y el tema no parece importarle mucho al Acuerdo de París. En buena parte, eso parecería vinculado al hecho que las potencias del G7 prácticamente ya construyeron todas o casi todas las hidroeléctricas que sus cuencas hídricas permiten. O sea que para ellos –las potencias del G 7- la
hidroelectricidad dejó de ser una alternativa para cubrir incrementos de la demanda. ¡Ya las construyeron todas!

Pero esa no es la realidad de Íbero América, de África y de algunos países asiáticos, incluyendo en ello a la hoy poderosa China. ¿Por qué nos miden con la misma vara, teniendo realidades distintas? ¿Por qué el ultra ecologismo mantiene feroces campañas de terrorismo  ambiental, en contra de las hidroeléctricas? ¿Qué negocios y que objetivos geopolíticos motivan esas campañas del ecologismo cavernario?

Tampoco el Acuerdo de Paris evidencia mucho entusiasmo respecto a las nucleares, pese a que este tipo de centrales produce energía de calidad, a costos bajos y con muy reducidos niveles de contaminación.

En este caso resulta muy claro que el desarrollo tecnológico nuclear, resulta un poderoso factor de inducción del desarrollo, y si los pobres y subordinados de hoy nos desarrolláramos, dejaríamos de vender baratas nuestras materias primas, y no aceptaríamos imposiciones neocolonialistas. ¡Por ahí va la cosa!

Pero así como el Acuerdo de París se muestra renuente a promover los desarrollos de las eficientes, económicas y limpias energías hidroeléctrica y nuclear; en cambio se muestra muy activo para promover, apoyar e incluso inducir al financiamiento de las muy promocionadas energías “renovables” eólica y solar.

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¿Tiene lógica ambiental y de auténtica promoción del desarrollo socio económico esa doble vara del Acuerdo de París y de los poderes asociados, no promocionando hidros y nucleares, pero en cambio apoyando enfáticamente eólicas y solares? ¡Realmente no! Entonces, ¿que otros factores concretos se pueden inferir?

La incoherencia del Acuerdo de París se da de bruces con la crisis energética que afecta seriamente a Europa, en particular a naciones muy subordinadas a los mandatos del ecologismo cavernario, como Alemania y España, que apostaron en forma desmedida a eólicas y solares –que producen energías intermitentes-, de baja calidad, y cuyas fuentes de generación, el viento y el sol, no pueden ser manejados por el ser humano.

Para agravar la cosa, Europa está siendo fuertemente presionada por su “aliado” mayor, EEUU, para no seguir comprando gas a Rusia, o al menos disminuir o congelar los volúmenes de importaciones, que por cierto son cuantiosos.

De ahí las presiones para no completar el gran gasoducto del Báltico, el Nord Stream 2, que sin intermediarios ni trayectos por otros países, discurre entre Rusia y Alemania.

Si el panorama es complejo y costoso para potencias mega desarrolladas, como Alemania, que en ese contexto ve aumentar en exceso sus costos de la energía, quitándole competitividad; la cosa es mucho peor y mucho más preocupante para Íbero América y África, pues al enfatizar desmedidamente las ineficientes y costosas energías eólica y solar, nos están poniendo un pesado salvavidas de plomo, del que si no nos libramos pronto y muy decididamente, nos atará al subdesarrollo permanente.

Más de un incauto o desinformado se preguntará: ¿Por qué salvavidas de plomo las eólicas y solares?

Porque producen energía cara (nunca mencionan sus costos por kWh) y de muy baja calidad, por sus intermitencias; sus importantes costos ambientales, cuidadosamente encubiertos por sus promotores a ultranza (¡no son “energías limpias”); las cortas vidas útiles de sus instalaciones generadoras, que transformadas en chatarras caras al término de sus períodos activos, son de difícil y costosa degradación. Y principalmente, porque si se usaran esas energías como bases del respectivo sistema eléctrico, su funcionamiento sería caótico, por sus intermitencias y fluctuaciones muy acentuadas del voltaje.

Lo precedente, si se perpetrara, significaría un crónico cuadro de pobreza energética, con tarifas muy altas y poca calidad del servicio; lo cual nos ataría al subdesarrollo crónico, lo cual es un encubierto pero claro objetivo del núcleo del Poder Atlantista, vinculado el mismo a la globalización salvaje.

Ese fenómeno de acciones para impedir el desarrollo, lo explicó muy didácticamente el economista coreano Ha-Joon Chang en su libro “quitando la escalera”.

Por otra parte, el volumen de contaminación que puede causar un país semi industrializado con muy baja densidad poblacional, como Argentina, es insignificante y prácticamente “ni mueve la aguja” de la contaminación mundial, si se compara con la provocada por las Potencias Atlantistas y otras naciones de grandes volúmenes de actividades económicas y densidades poblacionales, como India y China. Y seguramente, los índices de contaminación per cápita de Haití, sumido en la más abyecta pobreza, con seguridad son superiores a los nuestros.

Carece por completo de coherencia que a Argentina la quieran encorsetar en agresivas pautas dudosamente “ambientalistas”, como imponernos masivamente los ”ventiladores” eólicos y los “espejitos de colores” de las fotovoltaicas; por nuestra bajísima incidencia en la contaminación global; imponiéndonos energías caras y muy ineficientes.

Tampoco se entiende o justifica, que quienes se rasgan las vestiduras por las destrucciones ambientales y grandes huellas de carbono, ni siquiera mencionen los efectos ambientales muy negativos de sostener guerras de muy alta intensidad (como las del  intervencionismo en Afganistán, en Iraq, en Siria, etc.); y de mantener en funcionamiento enormes sistemas bélicos, como los de todas las grandes potencias. Pero claro…¡de algunas cosas no se habla!

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