El capitalismo y la democracia están en cuestión

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Tal como es lógico y puede verificarse en la historia, a una crisis económica le sigue, una política. El panorama local es elocuente, pero a nuestros vecinos no les va mejor. En Paraguay menos del 30% de la población cree que su flamante presidente vaya a terminar su gestión y en Brasil – que acaba de entrar en recesión- las cosas no están mucho mejor.

En todo el mundo, la crisis política consiste en que las derechas, que provocaron todas las últimas crisis económicas, no tienen otra cosa que ofrecer. Todos los conflictos actuales expresan la impotencia económica estructural, del sistema capitalista mundial por salir de su propia crisis por sus propios medios y según su propia lógica.

En otras palabras, la continuidad del repliegue capitalista hacia sus núcleos más concentrados y hacia la especulación desenfrenada continuará amenazando la paz mundial -como estamos viendo en el golfo pérsico o en las tensiones de eeuu y china- agravando los conflictos sociales y en último término, deteriorando su expresión política, la democracia.

Y es que, en la presente etapa, cualquier aumento de la producción y productividad, destruye puestos de trabajo. Trataré de explicarlo de manera sencilla: los bienes producidos en mayor cantidad y más rápidamente, se ofrecen en un mercado cada vez menor en términos de poder adquisitivo a causa del desempleo y la caída de la participación de los trabajadores activos en el ingreso. Así la tasa de ganancia se ve reducida lo que lleva a las empresas a intentar achicar costos en proveedores, servicios, etc y en particular en salarios. 

El recurso de mantener o aumentar la tasa de ganancia achicando costos se ve facilitado por: 1. la mayor capacidad de producir bienes con menor trabajo humano –tecnificación- y por ,    2. su consecuencia, un mercado de trabajadores inactivos dispuestos a aceptar salarios y condiciones inferiores -el principal objetivo de los actuales gobiernos de derecha de la región es bajar costos laborales-. Así, y a pesar de algunos éxitos parciales, al final de su recorrido el proceso no hace más que achicar la demanda global.

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Las luchas y dramas sociales de la hora expresan una situación insoportable y se manifiestan de distintas formas, pero todas apuntan a resolver esas cuestiones: nuevas organizaciones sociales, nuevas propuestas políticas, sectores de clase “nuevos”, todos buscan su lugar en esta nueva etapa de la lucha de clases.

Pero, el neoliberalismo entró hace unos años en una grave crisis, que afecta al planeta entero y se manifiesta en su propio corazón: los países desarrollados. La salida de la crisis, anunciada a diario por los organismos mundiales es una gran mentira que está dejando  números rojos en materia de empleo y deuda. 

La implacable continuidad del problema en la economía real se manifiesta en su contracara política. La vieja división entre derecha y centro izquierda o populismos, ya no se corresponde con la manera como la mayoría de los votantes responde a los políticos o ve sus necesidades y  allí se encuentra la mayor dificultad para entender cómo actuaron en las últimas elecciones: el capitalismo y la democracia están en cuestión.

Ocurre que existe en general la idea de que los únicos afectados por la crisis económica son los sectores más bajos, las llamadas clases populares, los trabajadores sin mayores capacidades. Pero a la desocupación crónica debe sumarse el hundimiento de la pequeña clase media, por las dificultades o desaparición del pequeño y mediano comercio y el deterioro salarial en el sector servicios. La concentración empresaria y el estancamiento de los salarios medios y profesionales, afecta por su parte a las capas medias y media-altas.

Esta nueva realidad, un presente desconcertante y sin futuro, afecta a la estructura tradicional de millones de familias de casi todas las clases sociales, y como siempre, el hundimiento material de las clases medias tiene un incierto destino político.

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La actual lógica de concentración capitalista no deja excedentes materiales para las políticas socialdemócratas o populistas, por ello habrá que ver cómo se gobierna nuestro país y toda la región en un futuro próximo. Vivimos un final de época y nadie tiene recetas definitivas, así que como se dice popularmente “hay para rato”.

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