El valor ambiental de los biocombustibles

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En línea con la creciente demanda internacional de trabajar en proyectos que permitan una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en un corto período de tiempo, la Argentina tiene una oportunidad histórica de posicionarse como productor de biodiesel, bioetanol y biogás. Este será uno de los temas que plantearán especialistas del INTA en Aapresid.

En la actualidad, la producción agropecuaria primaria dejó de ser el factor central. Hoy la sostenibilidad, la calidad y el impacto en el ambiente cobran más importancia y requiere un mejor entendimiento de las interrelaciones entre los sectores y las actividades. Puntualmente, los últimos dos informes del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) alertan sobre las mayores implicancias de los aumentos de temperatura: “Vamos a una velocidad de deterioro mucho más grande del que preveíamos”, advierte el documento.

En este sentido, “es necesario prestar atención a las señales y apostar fuerte a los biocombustibles, el biometano, el biodiesel, el bioetanol, porque son los productos derivados del sector agrícola que nos van a permitir, en un futuro no muy lejano, una reducción de emisiones muy importante en muy corto período de tiempo”, expresó Jorge Hilbert, especialista del Instituto de Ingeniería Rural del INTA, quien desde hace más de 35 años trabaja en el desarrollo de estudios de conformación de la cadena de biomasa en la Argentina.

El valor agregado ambiental que se obtiene a partir de poner en evidencia la adopción de métodos de producción de bioenergía que satisfacen a las preocupaciones de los consumidores comenzará a cobrar mayor relevancia. “Debemos estar preparados cuando llegue ese momento”, indicó Hilbert quien planteó la posibilidad que tiene el país, en el nuevo contexto mundial, de posicionarse como un productor de energías limpias.

“No solo debemos ser capaces de producir bioenergía para el mundo, sino que, además debemos demostrar que ese biocombustible, biodiesel o bioetanol, emitió menos gases de efecto invernadero durante todo su proceso productivo”, destacó Hilbert y agregó: “El tema de carbono y de emisiones lo evaluamos a partir de lo que llamamos la huella de carbono, aplicando un análisis de ciclo de vida siguiendo protocolos internacionales certificables por tercera parte”.

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¿Por qué calcular las huellas y retornos energéticos? De acuerdo con Hilbert, esto sirve “para aumentar la eficiencia de los procesos, para generar ahorros de energía, combustibles, químicos e insumos; y por razones comerciales: anticiparse a medidas regulatorias, superar la barrera ante algunos mercados, posicionar el producto en el mercado local, entre otras”.

En la Argentina, los biocombustibles marcaron una avanzada en esto, ya que “desde hace 14 años se viene trabajando con toda la industria exportadora argentina, que tiene cada vez más restricciones desde el punto de vista ambiental y de reducción de emisiones y eso nos ha motivado a analizar todo el sistema”, expresó el especialista del INTA.

En el campo de la bioelectricidad generada por medio de biogás recientemente los cálculos realizados en tres plantas arrojaron que prácticamente se llegó a la carbono neutralidad al obtener un 98,7 % de reducción de emisiones, respecto al combustible de referencia.

En esto, el especialista del INTA destacó la reducción de pérdidas e ineficiencias: “El sector agropecuario es un generador de captura de carbono a través de la forestación o reforestación, la bioenergía con captura y almacenamiento de dióxido de carbono, la restauración de la tierra y secuestro de carbono en el suelo, la intemperización reforzada y alcalinización del océano, la captura directa de dióxido de carbono en el aire y almacenamiento; y la fertilización de los océanos”.

Siguiendo a Hilbert, “la investigación a campo es escasa a nivel mundial y requiere de la conformación de redes interinstitucionales para avanzar sobre estos temas pasando de una modelización global a valores relacionados con la particularidad de cada cultivo y agroecosistema”.

En el marco de la 30° edición del Congreso de Aapresid “A suelo abierto”, Hilbert disertó sobre “Hacia dónde va el mundo con la producción de bioenergías”. En su charla, abordó diferentes tendencias donde se juntan captura, reducción de emisiones y producción de alimentos, con la producción de bioenergía. El especialista hizo hincapié en todo lo que está pasando con el biometano y los cambios en cuanto a la particular situación de corte de gas de Rusia.

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La cadena de la biomasa

“Somos productores de biomasa, que tiene dos características fundamentales: la baja densidad energética y la alta dispersión geográfica. La biomasa es fundamentalmente un negocio de logística y transporte”, indicó Hilbert.

A su vez detalló todos los engranajes de la cadena: Cultivos, uso del suelo, políticas de bioenergía, co-productos, regulaciones nacionales, internacionales, mercados, transporte y logística, demanda y patrones alimentarios, consumo, nuevas tecnologías, insumos agropecuarios, energía fósil, clima, plagas y enfermedades. “A veces se cae en reduccionismos de estudiar las emisiones de un producto como si fuera un producto industrial, cuando es mucho más diverso y complejo”, puntualizó.

En esa línea, afirmó que la producción agropecuaria primaria dejó de ser el factor central: “Hoy la sostenibilidad, la calidad, el impacto en el medio ambiente cobra más importancia y requiere un mejor entendimiento de las interrelaciones entre los sectores y las actividades”.

Para lograr una sustentabilidad en la transformación de la biomasa es fundamental incrementar el número y valor de los productos obtenidos. Productos que estén en la cima de la pirámide con alto valor agregado como los bioproductos, y productos que puedan estar en la base como la bioenergía. “Para lograrlo se necesita un intenso y continuo trabajo en el campo científico, estudios ambientales, negociaciones internacionales permanentes y de largo plazo, y estudios de mercados evaluando percepciones del público”, concluyó el investigador.

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