G20: Trump y el líder chino definen el futuro del comercio

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Ninguno de los funcionarios argentinos esperaba que un comentario breve provocara un sacudón diplomático tan temprano en la mañana.
Cuando trascendió que la vocera estadounidense, Sarah Sanders, había afirmado que en la bilateral Mauricio Macri y Donald Trump dialogaron sobre la “actividad económica depredadora de China”, el Presidente argentino rápidamente quedó en medio de la disputa entre las dos mayores potencias del mundo.
Como anfitrión de la cumbre del G20, Cancillería sabía que el jefe de Estado se iba a mover en una delgada línea roja y que cada palabra que aludiera a alguno de los países, debía estar cuidada al detalle.
Sucede que Estados Unidos y el gigante asiático están liderando una disputa inédita para el comercio global, con una guerra de aranceles por valores astronómicos, que hasta el momento involucran flujos de importaciones y exportaciones por más de u$s360.000 millones y que amenaza con ampliarse aun más si el líder de la Casa Blanca y Xi Jinping no llegan pronto a un acuerdo.
Ambos líderes se verán las caras este sábado pasadas las 18 horas, cuando compartirán una cena justo antes de la partida de Trump.
El mandatario chino, en tanto, se quedará un día más, para mantener el día domingo una bilateral con Macri, en la que se debatirán cuestiones como financiamiento, inversiones en el rubro energético e infraestructura y un mayor acceso de productos argentinos a ese mercado.
Por eso, cuando en el centro internacional de prensa comenzó a replicarse la noticia de que Macri y Trump supuestamente habían tenido coincidencias al criticar la actividad económica “depredadora” por parte del gigante asiático, el Gobierno sabía que estaba ante un conflicto diplomático.
Con este comentario emitido de manera unilateral y que lógicamente no fue consensuado con la contraparte argentina, Trump quiso poner intempestivamente al anfitrión de su lado y no hizo más que calentar la previa del mano a mano que tendrá con Xi Jinping el sábado y en la que se podría definir parte del futuro del comercio global, dado ambos países representan nada menos que el 40% del PBI mundial.
Dos gigantes en pugna
Para analistas como Marcelo Elizondo, la raíz del problema no se limita a cuestiones como el déficit comercial récord que tiene Estados Unidos por las importaciones chinas.
“Está en juego un tema mucho más estratégico”, sostuvo el experto en diálogo con iProfesional, quien vinculó el conflicto entre ambos gigantes con una pelea de fondo por el dominio tecnológico.
El punto central está en que cualquier compañía que pretende ingresar al mercado chino o producir allí –sea una empresa de informática o una automtoriz-, queda obligada a formar un joint venture con el gobierno chino.
Y, como consecuencia de esta unión, debe compartir software, patentes y secretos tecnológicos que luego, supuestamente, el gigante asiático se apropia y lo utiliza para producir copias que les hacen perder miles de millones de dólares al año a las compañías estadounidenses.
A esta acusación por robo de patentes y propiedad intelectual, Washington suma otros focos de conflicto, como maniobras de dumping –cuando un país exporta un producto a un valor más bajo que el de producción-, y manipulación del tipo de cambio.
Antes de partir desde EE.UU. hacia la Cumbre del G20, sin embargo, desde la Casa Blanca deslizaron que había posibilidades de llegar a un entendimiento, pero aclarando que pretendían que Beijing presentara una propuesta superadora en la bilateral que mantendrán el sábado.
Incluso, el propio Trump afirmó en Buenos Aires que había “buenas señales” y que sería positivo un acuerdo al que aspiran ambas partes.
En paralelo, justo antes del inicio del encuentro de líderes mundiales, un influyente diario oficial chino también planteaba que la administración de Xi Jinping quería “un acuerdo, al igual que Washington”.
Eran todas muestras de buena voluntad que, sin embargo, ahora chocan contra el humor impredecible de Trump.
Esta suerte de marcha y contramarcha y esa estrategia de mostrar intenciones de querer hacer las paces para luego lanzar artillería pesada es muy propia del líder de la Casa Blanca. Un juego que, por cierto, no hace más que tensar la previa al encuentro.
Por eso es que los líderes del mundo están más pendientes del resultado que arroje la cena entre ambos mandatarios el día sábado que en si se logra o no alumbrar un documento final para esta cumbre del G20.
En la cuenta regresiva
El mano a mano que tendrán el sábado es decisivo: Trump ya advirtió que si no había acuerdo en Buenos Aires con Xi Jinping entonces habría altas chances de avanzar en una tercera ronda de aranceles, que terminarían por incluir al 100% de las importaciones de productos chinos.
Según Raúl Ochoa, que forma parte del think tank del G20, “como la nación asiática le compra mucho menos a Estados Unidos, no tiene el mismo poder de retaliación. Entonces, Beijing podría buscar otras vías para contraatacar y ahí entraríamos en una fase mucho más peligrosa en esta guerra comercial”.
El experto no es optimista respecto de la firma de un acuerdo que solucione definitivamente esta crisis con alcance global en tanto y en cuanto “las exigencias que plantea Trump en materia de propiedad intelectual, transferencia de tecnología y sociedades de capital estala, son muy elevadas y difíciles de aceptar por parte de Beijing”.
Sin embargo, Ochoa espera que en el encuentro del sábado por lo menos arroja un principio de tregua, que detenga la escalada de aranceles.
Desde la consultora DNI Negocios Internacionales vienen alertando que, en el mediano plazo, una guerra comercial de proporciones entre estas dos potencias provocará turbulencias financieras y podría afectar los flujos de inversiones, pasándole factura a los países emergentes y ralentizando el crecimiento de la economía global.
Incluso, el fundador de Alibaba, Jack Ma, advirtió recientemente que la pelea entre ambas naciones era “estúpida” y que provocará un “desastre” para todas las partes involucradas.
Macri, entre dos fuegos
Para Macri se trata de un balance difícil de sostener. Según Elizondo, a medida que se tense la relación entre ambas potencias, “es probable que comiencen a reclamar adhesiones y alianzas de terceros en una disputa que es más que comercial y los países como Argentina deberán adherir a uno”.
Esto implicaría entrar en una zona de riesgo político: el macrismo viene de recibir un fuerte espaldarazo por parte de Trump a la hora de negociar el apoyo del FMI.
“Trump que ha sido un actor central en la ayuda a la Argentina. Sin el activismo del presidente de los Estados Unidos y de una decisión política de su administración, el paquete del FMI no hubiese llegado a los u$s57.000 millones. Ni siquiera hubiera superado los u$s24.000 millones”, advierte Fabián Calle, analista de la Universidad Austral.
Esto le impone una presión extra al macrismo, plantea Elizondo.
Cabe destacar que Trump llegó con la promesa de activar inversiones por u$s20.000 millones en el campo energético, al tiempo que el Gobierno viene de firmar una carta de intención con la Overseas Private Investment Corporation (OPIC), una institución financiera de desarrollo del gobierno de Estados Unidos que respalda a empresas para proyectos en mercados emergentes.
A través de la misma, se oficializó impulsar desembolsos en territorio nacional por unos u$s813 millones, aunque se espera que terminen movilizando una cifra superior –según estimaciones oficiales- a los u$s3.000 millones en áreas como logística, infraestructura y energías renovables
Como contrapartida, el Gobierno acaba de negociar la ampliación del swap con el gigante asiático por un valor equivalente de u$s18.000 millones, al tiempo que está avanzando con tratativas para fomentar inversiones chinas en energía e infraestructura.
A esto se suma que Agroindustria acaba de firmar un acuerdo con el gigante asiático para incrementar las exportaciones de porotos de soja en hasta 3 millones de toneladas para la campaña 2018/19 y por cerca de 400.000 toneladas de aceite de soja.

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