Globalización a la brasileña
Lula lo hizo, otra vez. Llamó a un nuevo reordenamiento global, pero, ¿se puede hablar de una nueva globalización o ya es pasado?
La economía es algo que preocupa a todo el mundo, más allá de que los argentinos tenemos expertise en cuanto refiere a este tópico como problema. Lo cierto es que, dentro de la cumbre de cancilleres del G20, el factor económico mundial vuelve a estar en tela de juicio. Uno de los ejes fue ese justamente, ¿cómo seguimos tras las vicisitudes actuales? El mundo es absolutamente dinámico, cambia “cada 2 x 3”, y por más que nos esforcemos, esos cambios dejan atrás a la voluntad humana.
Hoy como nunca, vivimos en la era de la hiper comunicación y con la tecnología de avanzada. La gente tiene acceso a la tan conocida “inteligencia artificial” y todas las soluciones, aparentemente, están a un clic, pero el hambre aún está ahí. La pobreza, la desigualdad, los tratos desiguales y las crisis humanitarias aún existen, y mientras existan, el progreso es solamente ficticio o es clasista.
Esta mera crítica estuvo presente en el G20, y fueron los brasileros quienes pusieron primera. Los funcionarios de Lula, con la venia de la mandamás, claramente, propusieron un nuevo acuerdo económico mundial. Una reforma en el eje del capitalismo. Brasil habló de una nueva globalización. Un esquema que pueda hacer frente a las desigualdades. Pero, ¿esto es posible?
Mi respuesta rápida es no. Simplemente porque los acontecimientos bélicos y geopolíticos indican que el mundo va a hacia otro lado. Todo indica que ese famoso estadio del capitalismo llamado “globalización”, está agonizando hace años. Los ejes van hacia la desglobalización, hacia un regionalismo integrado y con una fuerte impronta de nacionalismos duros, tanto de derecha como de izquierda. Recordemos que la globalización fue el triunfo de la hegemonía estadounidense en el mundo luego de la caída de la Unión Soviética.
Hoy en día es imposible pensar en ese único mundo. Rusia, India, China, los bloques africanos, el mundo árabe y hasta Latinoamérica, pujan por su lugar. La distribución de la torta ya no es mayoritaria para Estados Unidos y la Unión Europea. El debilitamiento político al que están asistiendo los líderes de Occidente es evidente.
Sin embargo, ¿de qué viene esa nueva globalización brasilera? Básicamente es el intento de una continuidad del modelo capitalista, y es lógico, nadie niega que es el modelo económico que más resultado ha tenido y que más poder acumula, pero el seguimiento tal cual como está es insostenible. Los regionalismos piden su lugar y lo van a conseguir con la pluma o con la fuerza. Lo que planifica Brasil es una suerte de revisionismo del capitalismo humano. Un sistema de economía de mercado con fuerte impronta social desde el Estado, algo que, hoy en día, en el oficialismo argentino está bajo la lupa de la crítica.
Esa nueva globalización tiene un tópico interesante: impuestos a millonarios. Ahí, Lula lo volvió a hacer. El entramado brasilero contempla esta política impositiva, sin embargo, extenderla al mundo parece difícil, hasta casi utópica. Que los ricos paguen más impuestos que el resto parece sensato, justo y hasta casi un acto demagógico con roces de Robin Hood. Y la verdad que si, es un mundo agradable, esa debería ser la lógica. Pero el capitalismo nunca pierde, y el que más plata tiene es el que más posibilidad de decidir algo detenta. Sin embargo, es interesante y hasta puede ser el delineado de una tendencia expansiva. Fuera de toda discusión queda el concepto “izquierda – derecha”, una antinomia que en el nuevo rearmado global no pareciera tener lugar, o al menos no se sienta en la mesa grande de las discusiones.
Redefinir el modelo económico es una necesidad y el planteamiento de Brasil parece sensato, ahora, la aplicación parece lejana. Difícil proponer un cambio abrupto sin que la fuerza no esté en el medio. Y aunque las guerras parecen ir por ese camino, una revuelta de semejante envergadura necesita de otro tipo de fiereza. La idea está, aplicarlo es difícil pero la necesidad es absoluta. Brasil, tierra de fútbol, samba, caipirinhas y nuevas globalizaciones.