#NoAl2x1 No hay que pedirle al pueblo…
…porque somos parte de él.
Somos parte de este pueblo, de su memoria, de sus luchas. Parte de su historia. Parte de sus problemas pasados y de sus desafíos futuros, que por supuesto se dirimen en el presente.
La gran mayoría del pueblo quiere que todos estemos mejor. Que todos tengan techo, trabajo, y vivienda. A la gran mayoría le gustaría que no haya nadie en contra de esto.
El problema surge cuando ese pueblo, amplío, indefinido, vinculado a -mediado por- símbolos, historia, instituciones, una cultura, una idiosincrasia, se transforma en ciudadanía, con voto, y dentro de ésta una fracción se convierte en partido, con ideas sobre cómo lograr ese (u otro) progreso económico. En este punto esa mayoría grande que mencionaba antes, se parte. Algunos creen que se consigue de una forma y otros de otra. Y cada uno de ellos arrastran a una parte del pueblo en ese camino, lo convence de esas ideas.
Por otro lado, existe una minoría que prefiere conscientemente que haya menos trabajo, más explotación, más extranjerización, más libertad y por ende más dominio para los capitales globales sobre las cosas nacionales. Se trata de personas muy asociadas a intereses extranjeros o hiper concentrados del capital local que saben que su mejor posibilidad es perjudicando el desarrollo de todo el país. Se trata de representantes de sectores que ganan más cuanto peor va la actividad local (que quieren excedentes para exportar -sobre todo vinculados a alimentos y energía- o que su mejor renta genera expulsión de inversiones productivas -sector financiero extranjero-). Nada es lineal, porque algunos que tienen objetivos saludables de inclusión e igualdad, creen, que eso se consigue con libertad de mercado, coincidiendo, trágicamente, con los que quieren esa libertad pero para imponerse, sin ningún derrame.
Texto de Canitrot escrito en 1979 y publicado en 1980. Para pensar el presente en función del pasado, de forma de lograr un futuro mejor.
Entre los que piensan el desarrollo, la inclusión y se vinculan con el extranjero para desojar el país, está la verdadera grieta histórica. Lamentablemente no es blanco o negro, porque esta grieta se enmarca en condicionantes económicos y sociales que impiden a ambos lados tomar decisiones extremas de forma permanente.
Pero, de ningún modo, alguien encargado de algún asunto del Estado que crea en la inclusión como camino de superación, que crea en la producción nacional como vía al desarrollo, está dispuesto a usar el Estado para castigar y reprimir, e incluso violar, matar, desaparecer gente o sustraer bebes, escondiendo sus verdaderas identidades. Suponer que lo segundo puede servir a lo primero no tiene ninguna posibilidad de coherencia o buena intención. Y merece ser juzgado.
Dicho lo cual, en toda búsqueda bien intencionada podemos equivocarnos todos, la información completa no es una opción, se trata de hacer construcciones graduales, que pueden tener retrocesos graduales. Pero nunca nadie que haya usado el Estado para matar, para imponer una postura política y económica, a costa de la vida , es alguien equivocado. Es un criminal de lesa humanidad y no merece ni más ni menos que toda la dureza de la justicia, sin ningún beneficio.
La justicia no viene de Marte, las normas nos las damos nosotros, en tanto pueblo organizado, institucionalizado. Suponer que un cambio de gobierno permite tomar un atajo y desconocer nuestrs normas, nuestras modificaciones, y derogaciones, es no entender que la única reparación posible para un pueblo lastimado por genocidas es la aplicación de la justicia vigente, y en constante evolución.
Hubo una parte que no coincidía con el gobierno kirchnerista. Se dio un cambio, pero no en materia de derechos humanos. Pero tomar la parte por el todo sólo puede hablar de la vileza de algunos corazones que apuntan tomar atajos de odio y retroceso.
El pueblo, incluso despartidizado, no lo va a permitir. Ni la Corte, ni mucho menos los jueces que le deben su sillón al macrismo, pueden desconocer que este pueblo en los últimos 15 años ha ganado para sí, la memoria para que nunca más haya una dictadura, la verdad sobre la pata militar y civil que le dieron forma a aberrantes hechos y la justicia sobre los criminales.
Porque son 30.000, para que nunca más ocurran cosas semejantes, de espaldas al pueblo, estamos presentes. Están presentes. Con ellos. Con nosotros. Hoy, ahora y siempre.
Somos parte de un pueblo cada vez más despierto.