Política y mate: la grieta que no se mancha con yerba

De Kicillof a López Murphy, el mate se metió en la campaña y marca una grieta cultural.

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Maximiliano Sardi, Revista Noticias. En la Argentina, podés discutir inflación, FMI, déficit cero o si conviene dolarizar. Pero atenti: si te metés con el mate, estás tocando un nervio más sensible que la grieta. El mate es religión, patria y escenografía política todo en uno. Y la última semana lo dejó claro: volvió el versus entre kirchneristas y libertarios bajo las banderas de los “bien del mate” y los “anti-populares”.

La chispa fue Axel Kicillof, que llegó con termo y mate Stanley a “Odisea Argentina”, el programa de Carlos Pagni en LN+. Pagni destacó el gesto político del gobernador que no tomaba whisky si no mate, “como buen bonaerense”. Un guiño que desató el debate. Para algunos, fue un acto de autenticidad. Para otros, la sobreactuación de lo nacional y popular bajo una marca estadounidense cuyo equipo de mate ronda el medio millón de pesos. 

Políticos tomando mate

Lo cierto es que Kicillof convirtió un mate en trending topic y, de paso, instaló su perfil de “presidenciable 2027” con un gesto más barato que cualquier focus group. Mientras Milei ruge contra la casta y exhibe su Biblia de Mises, el gobernador bonaerense bajó un cambio y acomodó la bombilla. Estrategia pura: uno grita “¡Viva la libertad, carajo!”, el otro susurra“¿Querés un mate?”.

Políticos tomando mate

No es casualidad que Ricardo López Murphy haya salido con los tapones de punta. El bulldog, siempre listo para defender las formas británicas del té de las cinco, publicó un tuit con fotos de Massa, Mayra Mendoza, Kicillof y hasta Juan Román Riquelme, todos con mate en mano. La idea era ironizar: “Mirá el club de los mates, el verdadero círculo rojo”. Lo que no esperaba es que internet nunca perdona: Sergio Chouza y decenas de usuarios rescataron fotos del propio López Murphy cebando como un campeón. Nadie escapa al poder de la calabaza.

Políticos tomando mate

Porque ahí está la trampa: el mate es demasiado argentino como para rechazarlo sin costo político. Podés ser liberal ortodoxo, libertario extremista o peronista de barricada, pero tarde o temprano el mate te alcanza. Te encuentra en la sobremesa, en el pasillo del Congreso o en la canchita de papi fútbol. Y si no lo tomás, ojo: sos “raro”, casi antipático. Milei lo sabe. Agarró la bombilla en el contexto de La Rural con Nicolás Pino a su lado. Pero el gesto denotó su falta de experiencia. Nada que sus seguidores condenen: se jactan de ser “anti-populares”, como si renegar de la yerba fuera una medalla de modernidad.

Políticos tomando mate

El contraste es brutal: de un lado, los que muestran el mate como bandera de proximidad, humildad y pertenencia (Riquelme, Kicillof, Massa, Mayra). Del otro, los que lo evitan como si fuese un impuesto distorsivo. Y en el medio, Pagni intentando explicar que un gobernador bonaerense tomando mate es noticia.

¿Y qué nos dice todo esto? Que la política argentina es un eterno casting de símbolos. Antes era el bombo, la escarapela en la solapa o el asado en campaña. Hoy, el mate es el comodín perfecto: barato, transversal, inofensivo. Ningún consultor cobra honorarios por recomendarlo, pero todos lo ponen en la primera página del manual de comunicación. “Si no podés hablar de déficit primario, por lo menos cebá un par de mates”, sería la versión criolla del keep it simple.

Políticos tomando mate

Lo curioso es que hasta en este terreno Milei queda descolocado. El presidente que rechaza ser “fenómeno barrial” se topa con un límite insalvable: la ronda de mate. Es el ritual más populista de todos: circular, gratuito y compartido. Nada más anti-liberal que pasar una bombilla de mano en mano.  Y el episodio deja una enseñanza: en la Argentina, la política no solo se mide en votos o en índices económicos, sino en gestos culturales.

Al final, en la Argentina podés bancar déficit cero, dolarizar o recitar a Hayek de memoria. Pero si no tomás mate, estás perdido: ni la motosierra te salva de quedar como un marciano. Porque en este país, podés ser radical, peronista o libertario, pero si no tomás mate… te tildan de extranjero en tu propia tierra.

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