Si alguna vez viste un árbol cuadrado, no necesitas leer esto

Casas cuadradas, barrios a cuadrículas. Ciudades en escuadra perfecta, matemáticas complejas aplicadas al diseño y la disposición del hábitat humano. Creo estúpido dudar acerca de la salubridad e implicancias de esta metodología.

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Casas cuadradas, barrios a cuadrículas. Ciudades en escuadra perfecta, matemáticas complejas aplicadas al diseño y la disposición del hábitat humano. Creo estúpido dudar acerca de la salubridad e implicancias de esta metodología. Quizás las líneas rectas nos hayan servido, a lo largo de milenios para enmarcar nuestra “superioridad” al resto de las especies, barbáricas e imperfectas. Quizás una variación en nuestro ADN nos convenció de que las líneas rectas representaban la perfección en algún sentido, pero nada más lejos de la verdad.

La eficientización de los métodos de construcción a lo largo de la historia fue obvia y enormemente afectada por el contexto sociocultural de turno, pero mayormente se vería trastocado por el contexto climático del lugar y la disponibilidad de los recursos en lo circundante. Mas adelante, la industrialización del basto mundo de la arquitectura provocaría que esta se aleje aún mas del mínimo de sustentabilidad que aún acarreaba, conllevando a que la prioridad tienda a ser la funcionalidad y durabilidad del producto en función de abaratar costos de elaboración y engrandecer los bolsillos del empresario.

Al día de hoy, la industria de la construcción utiliza no menos del cuarenta por ciento de los recursos naturales a nivel global, sin contar con el transporte de los mismos, que representa un número significativo en torno a las emisiones de gases de efecto invernadero. Por los motivos antes mencionados, se hace también muy obvio que esta manera de relacionarnos con los recursos naturales en función de nuestros queridos hogares, no tiene un futuro muy promisorio. De una manera u otra, nuestra generación o la siguiente va a tener que afrontar las consecuencias de la escasez de recursos que hoy forman parte estructural de nuestra cotidianeidad. Por ello, hoy es prioridad encontrar soluciones fiables que encaminen a la industria hacia un futuro integro para todos, teniendo en cuenta algo tan sencillo que pareciera imposible de ignorar. A modo de ejemplo, si yo fuera el dueño de una empresa dedicada a la elaboración de vehículos automotores, mi fijación debería dejar de orientarse a los gustos estéticos del cliente sobre el brillo de la pintura, priorizando asegurar una correcta disposición de materia prima para garantizar que en los próximos años no perderé el material con el que fabrico los pistones.

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Quisiera detenerme aquí. En un análisis más profundo y exhaustivo, podría decir que nuestro orgullo humano al contemplar nuestras rectilíneamente perfectas estructuras de hormigón, esta fuertemente ligada a la seguridad que nos brinda creer que las matemáticas son la esencia de la perfección misma, vanagloriándonos de ser los amos de la sublimidad material y, por ende, la única forma de vida autodenominada “inteligente” en el universo observable. Aun cuando, nuestras mas profundas inmersiones en el mundo de las matemáticas y la física, nos llevaron a entender que la “perfección” no es más que un concepto humano, arraigado en la seguridad que le brinda creer que entiende como está conformada la materia. Siendo que aun los muy prolijamente ordenados “átomos” de materia, representan el mayor caos matemático jamás observado, haciendo imposible que como humanos lleguemos a calcular o predecir un evento futuro a la perfección. De esta manera, la naturaleza nos viene a dar otra maravillosa y poética bofetada, enseñándonos que la perfección es intrínseca a la acción humana, y que nuestra mera presencia no hace mas que provocar desequilibrios en el sistema que ha subsistido en perfecto orden los últimos millones de años.

Volviendo al eje, la problemática de la construcción a gran escala hizo que nos veamos obligados a convertir a la materia prima en un producto, llevándonos a elevar las consecuencias ambientales para con lo que a ello respecta, encerrando a nuestros hermanos y hermanas dentro de miles de “muy funcionales” y bien distribuidas jaulas de cemento y acero.

Las tecnologías que apuntalan una conducta humana resiliente para con la naturaleza, el medio y el prójimo, a menudo se tachan de retrogradas o poco duraderas estructuralmente, el prejuicio más frecuente gira en torno a la estética, señalando a la imperfección como un defecto inconcebible. Siendo que la bioconstrucción representa un conjunto de modelos extremadamente vanguardistas en torno a este aspecto, dotándolo de una imperfecta belleza, a menudo mimetizada con su propio entorno. La bioconstrucción es un término que define a cualquier método conformado por prácticas que se vean regidas por la sustentabilidad de los materiales a implementar, priorizando técnicas vinculadas al uso consciente de los recursos disponibles en el medio y dejando de lado todo material que haya sido preprocesado industrialmente. Dicho conjunto de técnicas no solamente representa un ahorro económico significativo en el proceso de elaboración del mismo, además como veíamos, se estructura de una manera singularmente estética, acentuando paredes curvas y adaptándose a el aprovechamiento de la luz de ambiente, los colores y la vegetación como un factor imprescindible en dicha técnica.

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Volver a empoderarnos con las técnicas de construcción milenaria, tal y como lo es el adobe o los techos de paja, no tiene porque significar un retroceso a nivel “estilo de vida”. En otras palabras, no por construir casas de barro vamos a comportarnos como cazadores recolectores que desconocen la rueda. Estamos en un punto tan elevado de conocimiento técnico-practico como especie, que seria estúpido dejar de lado todo lo que ya descubrimos. Las conductas alternativas tal y como lo es el uso considerado y resiliente de los materiales de construcción, tiene que ser un mecanismo que nos permita seguir avanzando somo especie, no hacernos retroceder. Por el contrario, defender el modelo extractivista de sociedad de consumo actual, va a llevar a un punto de no retorno en el que indefectiblemente nos convertiremos en bárbaros saqueadores de supermercados abandonados en el mas inimaginable y distópico de los escenarios. Dejando en el más triste de los olvidos todo aquello de lo que hoy nos enorgullecemos de llamar humano.

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