El plan de la ¿victoria?

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Volodimir Zelenski, el ya reconocido presidente ucraniano, lanzó la plataforma de fin de guerra con los intereses de su país como bandera. El programa fue presentado frente a la Unión Europea y se basa en cinco claves. Antes de entrar a detallar los puntos, es necesario entender si eso es realizable o no. A esta altura de la guerra en Ucrania y con lo presentado como “Plan de la victoria”, Zelenski deberá negociar o mediar. En caso contrario, lo más posible es que este conflicto siga extendiéndose en el tiempo. 

Los puntos claves 

El primer tema que planteó Zelenski para sellar la victoria ucraniana en el campo de batalla es la invitación de la adhesión como miembro de la OTAN. Esto significa que Zelenski busca de manera directa que sea Estados Unidos el se haga cargo de su guerra con Rusia, es decir, busca globalizar un conflicto regional. 

La OTAN es una alianza militar occidental, la más importante del mundo. Tiene incorporado dentro de su accionar que si cualquier miembro resulta amenazado o atacado directamente, la alianza se activa y todos los integrantes salen en defensa de ese damnificado. Sin embargo, no es tan fácil acceder. 

El artículo 10 del Tratado Atlántico dice que para ser miembro hay que ser un estado europeo (salvedad para Estados Unidos), seguir principios democráticos y poder contribuir a la seguridad regional. Desde esta perspectiva y en contexto bélico, Ucrania debería reafirmar su modelo democrático y salvo que sea una guarida militar estadounidense, poco tiene para ofrecer en cuanto a la seguridad regional, entendiendo la gran cantidad de préstamos que ejecutó Estados Unidos para solventar su maquinaria bélica, lo que significa que después de la guerra pasará por un evidente empobrecimiento y difícil despegue en cuanto al desarrollo económico. 

En pocas palabras, el primer punto es irrealizable y lo más preocupante, es el interés de Zelenski de globalizar un conflicto de carácter regional. 

El segundo punto es el refuerzo de capacidades de defensa. Es básicamente lo que viene haciendo Zelenski desde que comenzó la guerra: pedir armamento y tecnología para enfrentar a Rusia. Sin embargo, lo grave de este punto es que incluye la necesidad de trasladar la guerra a territorio ruso, como había sido la incursión a Kursk. La complejización parte del hecho de volver a involucrar a otros países en un conflicto en territorio ajeno. La ecuación es simple: si hay países que le brindan armas a Ucrania y encima atacan territorio ruso, eso habilita al Kremlin a un enfrentamiento directo con sus aliados. En síntesis, este punto podría decantar en un choque sin escalas entre Rusia y Estados Unidos, y eso, inevitablemente, nos arrastraría a todo el mundo. Nuevamente se ve presente la necesidad de globalizar el conflicto regional. 

Este ítem es realizable a medias. Ucrania podría conseguir financiamiento para su maquinaria bélica pero tener luz verde para atacar suelo ruso sería catastrófico para el tablero geopolítico, sobre todo por la respuesta del Kremlin. 

El tercer punto es la disuasión. Con esto, Ucrania busca asegurarse tener un bastión bélico de suma importancia para la posguerra. Significa, básicamente, la petición de un paquete integral de disuasión estratégica no nuclear que sea suficiente para defenderse de Rusia en caso de futuras hostilidades. Lo que busca con esto Zelenski es transformar a Ucrania en un centro de operaciones militares de Estados Unidos con la colaboración de otras potencias militares. Geopolíticamente es una jugada inteligente, ya que sería Ucrania, con un armamento concreto, el último bastión occidental antes de la frontera real con Rusia. Aquí pueden pasar dos cosas, en caso de que suceda, o Rusia cede en cuanto a las hostilidades hacia Ucrania o este conflicto se termina transformando en un epicentro eterno de atentados. Este último punto, teniendo en cuenta la imposibilidad de ingresar a la OTAN, al menos en el corto y mediano plazo. 

Este punto es bastante realizable. A Estados Unidos le conviene tener su poderío militar muy cerca de Rusia, manteniendo una suerte de paz armada y recreando las condiciones de la antigua crisis de los misiles cubanos, la cual arrancó por los misiles estadounidenses apuntando hacia Moscú desde Turquía en ese entonces. La nueva Turquía podría ser Ucrania. 

El cuarto tópico habla del potencial económico. Esto incluye la explotación absoluta de los recursos naturales ucranianos en manos de Estados Unidos y sus aliados. Argumenta Zelenski que las reservas de uranio, titanio, litio y grafito pueden valer billones de dólares y es mejor que estén en manos de occidente que de Rusia y sus socios. Este punto es interesante para analizarlo ya que será necesario para Ucrania devolverle dólar por dólar a Estados Unidos una vez que la guerra termine, salvo caso que el control absoluto de sus recursos naturales terminen en manos del Tío Sam. No sería algo nuevo para Estados Unidos, de hecho, es casi nostálgico para un país de prácticas imperialistas como tal. Claro está que para Zelenski es vital que estos recursos no caigan en manos del afán expansionista ruso. Este punto más que realizable sería hasta necesario, e inclusive, podría ser pedido por el propio Washington. 

El quinto y último punto es la arquitectura de seguridad en la posguerra, con parecidos al refuerzo de seguridad previamente nombrado. Aquí se trata de ofrecer todas las fuerzas ucranianas en pos de mejorar la seguridad del resto de Europa. Zelenski lo que ofrece es que Ucrania sea el foco de contención de Europa antes de llegar a la zona de influencia rusa. Parece una decisión interesante, entendiendo que es la razón por la cual esta guerra está solventada por Estados Unidos para Kiev. Ucrania ha servido como un punto de resistencia para evitar la expansión de influencia de Putin, por ende, el rearmado de seguridad desde Ucrania es algo viable y visto con buenos ojos para occidente. Además, el argumento de Zelenski fue contundente: “Si Putin logra sus disparatados objetivos geopolíticos, militares, ideológicos y económicos, creará una impresión abrumadora para otros agresores potenciales, particularmente en la región del Golfo, la región del Indo-Pacífico y África, de que las guerras de agresión también pueden ser rentables para ellos”. 

El futuro de la guerra 

Rusia hace varios meses ya presentó su plan de fin de guerra. Aclaró que busca cortar con cualquier actividad bélica de Ucrania y que busca quedarse con el territorio del Donbass, entendiendo la zonas de Donetsk, Zaporiyia, Lugansk y Jersón. Esto fue contundentemente rechazado por Ucrania y no sería ni siquiera tema de discusión. 

En el caso ucraniano, lo único preocupante para el resto del mundo es el hecho de intentar internacionalizar este conflicto, que si bien ha repercutido en todo el mundo desde su arranque en febrero de 2022, no dejó de ser un enfrentamiento entre países europeos que tuvo cierta colaboración indirecta de aliados y posicionamientos diplomáticos. Arrastrar a Estados Unidos de un lado y a China e Irán del otro sería catastrófico para el globo. Mientras tanto, ambos países deberán arribar a un punto medio y encontrar la paz, salvo que Moscú siga viendo en la guerra de desgaste una técnica para asegurar un triunfo, y salvo, también, que Donald Trump si es electo presidente de Estados Unidos, incida en un fin precipitado de este conflicto.

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Putin, Ucrania y una guerra contra el tiempo

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Ya pasaron casi dos años y seis meses desde que Vladimir Putin anunció la “operación militar especial” que dio origen al conflicto del cual habla todo el mundo. Desde ese entonces, gran parte de las fuerzas se concentraron en el territorio ucraniano. Con vaivenes, el enfrentamiento fue variando, aunque las últimas semanas le dieron mayor oxígeno a Ucrania. 

Kursk se transformó en la nueva obsesión de Zelenski. Las fuerzas rompieron el umbral del terreno ruso y avanzaron copando cerca de 100 asentamientos. Destrucción de puentes, sedes tomadas, ataque a barcos de petróleo y hasta un asedio aéreo a Moscú son las nuevas jugadas de Ucrania, quien parecía dormida pero nuevamente se puso en juego. 

La siesta rusa 

Parece difícil pensar, hoy en día, tras más de dos años de guerra, que Putin haya bajado la retaguardia a tal punto que las fuerzas ucranianas irrumpieron en su territorio. La guerra entró en una nueva faceta: ruso-ucraniana. Ya no se lleva a cabo sólo en suelo de Ucrania. Esto posibilita ver las nuevas características del conflicto. 

En primer lugar, una guerra en suelo ruso facilita el lanzamiento de drones y misiles hacia objetivos ucranianos, entendiendo la cercanía. Además de ello, Ucrania levantó su moral en una guerra que parecía ser de un desgaste eterno y hoy pelea a destajo en las gélidas tierras del país de Putin. 

El gran interrogante pasa por la falta de reacción del Kremlin. Difícil es creer que un ejército de semejante estirpe no haya podido contener este avance ucraniano y, sobre todo, permitir el asedio a Moscú, el punto más fuerte que tiene Rusia. Quizás a Putin se le están terminando las pilas o quizás, la contraofensiva que se pueda presentar sea letal. 

No sería de extrañar que Putin esté permitiendo la avanzada ucraniana para poder tener la excusa perfecta de arrojar un ataque mortal. 

Las armas nucleares son una opción a contemplar y a tener. Se sabe que Rusia las posee y un solo lanzamiento podría ser devastador para el mundo, aunque está claro que terminaría con toda pretensión de Ucrania. Esa opción hoy está más viva que nunca. 

Siempre que habla Putin, el temor se apodera de la escena, pero, en este caso, el silencio de Putin es aún más terrorífico.

El marketing de guerra 

No sería de extrañar tampoco que Ucrania esté siendo utilizada por sus aliados para ganar espacio en la agenda internacional. Zelenski tuvo que ir de rodillas hasta el Capitolio y la Casa Blanca para pedir que le extiendan los préstamos (impagables) y el financiamiento de la maquinaria bélica. El Senado de Estados Unidos le había dado la cara de manera contundente, pero ahora la cosa parece diferente. 

No es descabellado pensar en que el último trajín de la gestión de Biden le haya abierto los grifos del dinero para esta incursión. ¿Qué ganaría Estados Unidos? Biden podría lavar un poco la cara de su pésima gestión en política exterior y de esta manera, juntar unos “porotitos” para la campaña de Kamala Harris. 

En pocas palabras, si la incursión ucraniana en Kursk sigue teniendo espacio y va ganando terreno hasta noviembre, Biden podría sacar pecho de que “valió la pena” el desequilibrio económico y fiscal de Estados Unidos a expensas de la posible derrota rusa y del crecimiento de la influencia estadounidense en el mundo (como si lo necesitara).

Ucrania, el conejillo de Indias 

Hay una fuerte sensación de que el régimen de Zelenski es, hace tiempo, una especie de laboratorio para Estados Unidos. El ideario de crear una esfera de poder occidental alrededor de Ucrania, en detrimento del poder ruso en Europa del Este. 

Zelenski, sea como sea, sabe que posiblemente se le esté acabando el tiempo. Si Trump gana las elecciones, difícilmente pueda seguir batallando contra Rusia y la rendición sería la única escapatoria. Por ende, “quemar las naves” es la solución que encuentran ahora con un fuerte avance en Kursk.

Lo que aclararon las autoridades de Kiev es que no tienen pretensiones de mantenerse ocupando esos territorios, sino que lo hacen con el fin de que Rusia acepte una salida al conflicto o un plan de paz que también beneficie a Ucrania. 

Putin fue tajante, y aclaró que pacificará la zona si Ucrania acepta ceder los territorios del Donbás a Rusia, sumado a la ya ocupada península de Crimea desde 2014. Para Zelenski no hay otra salida que la recuperación de esos territorios y encontraron en el avance sobre Rusia, la posibilidad de presionar al Kremlin. 

Pero, ¿qué pasa si Estados Unidos deja de financiar a Ucrania? Básicamente, el gobierno de Zelenski se cae a pedazos. Hace mucho tiempo se sabe que este conflicto es lo más parecido a uno de los puntos calientes de la Guerra Fría. Estados Unidos usa a Ucrania para medirse contra Rusia, con el fin de mantener y usurpar la hegemonía del otro. El fin de Zelenski será el fin de la guerra. Si sale victorioso será un héroe, si pierde será condenado.

A fin de cuentas, y volviendo a la actualidad, ¿Ucrania está ganando la guerra? En términos bélicos, está pasando por una remontada y una incursión al estilo ruso en Rusia, casi como darle de tomar de su propia medicina. Sin embargo, el Régimen de Putin continúa controlando parte del Donbás y demostró, a lo largo de estos últimos dos años y medio que tiene capacidad para aguantar un conflicto de larga data. Es cierto, Rusia tiene grandes aliados como China e Irán, pero su tradición bélica sigue marcando el ritmo del conflicto. 

En términos generales, el dominio de la guerra actualmente en manos de Ucrania tiene una fecha de vencimiento. Si Rusia aguanta con lo mínimo y su economía no se resiente, podría esperar a una posible victoria de Trump, lo que sería categórico para Ucrania. La estrategia de Putin estaría centrada en usar la menor fuerza posible y jugar con las expectativas de un cambio en el orden internacional. En caso contrario, Putin deberá sacar a relucir sus armas más letales e inclusive sus aliados en la zona, no es casualidad que haya viajado a Chechenia recientemente. Hoy, la guerra ruso – ucraniana ya no es el sensacionalismo amarillista de los medios cuando comenzó el conflicto. Es un claro juego de ajedrez, donde el retador ucraniano depende de su entrenador estadounidense y, el ruso, fiel a su historia, espera paciente para su jaque mate.

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Guerra Santa, castigo debido: el agónico choque entre Israel y Palestina

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Cuánto se habló de esta parte del mundo en la última semana tras los nuevos choques bélicos entre Hamas e Israel. ¿Por qué pasa esto? ¿Guerra Santa o Santa guerra?

Antes de hablar del conflicto puntual, hay que aclarar que forma parte de una eterna escaramuza entre ambos frentes, sin un perdedor a la vista. Este es un conflicto étnico, territorial, religioso, político, cultural y económico. Por ende, ninguna respuesta mesiánica es una verdad absoluta. Asimismo, está compuesta de matices y acepciones. Árabe y musulmán no son sinónimos. Judío y sionista no son sinónimos. Palestina y Hamas no son sinónimos.

En principio, hay dos grandes bloques que se disputan Medio Oriente. Por un lado, Israel, el gran representante de Occidente. Este país, además de la tarea reguladora de los intereses occidentales, contiene la gran representación histórica del judaísmo a nivel mundial. Del otro lado, el mundo árabe-musulmán, con Irán a la cabeza, a la par de Arabia Saudita, ambos representantes de la máxima expresión de las teocracias y con el Islam como bandera de cohesión social. 

La pregunta del millón: ¿Por qué Israel pelea con Hamas? Hay que remontarse hasta 1948. Después de las atrocidades del nazismo, conocidas como el Holocausto contra el pueblo judío, la incipiente Organización de Naciones Unidas tomó la decisión de crear un espacio físico que pueda asentar a esta nación milenaria. Hasta la Patagonia argentina estuvo entre los planes de la ONU

Sin embargo, la decisión fue la búsqueda de la famosa Tierra Santa, es decir, Jerusalén, basada en la Declaración de Balfour de 1917, que reconocía el derecho de los judíos a reconstruir su antigua patria en Palestina. Allí se asentó y se creó Israel, de manera arbitraria y quitándole territorio a Palestina, en pleno proceso de descolonización. Con el correr de los años se dieron varios conflictos cuando Israel buscó expandir su territorio, ante la siempre amenaza del “islam radical”. Es así que se dieron las guerras árabes-israelíes, la Guerra de los 6 días, la Guerra de Yom Kippur y las intifadas. Todas con victorias para Israel donde terminó consolidando su poderío.

En un principio, la mayoría de los países árabes apoyaron a Palestina en su conflicto, aunque desde la década de los 70, principalmente, la disputa pasó a ser casi plenamente palestina-israelí, entendiendo las divergencias políticas y económicas del momento. Luego de esto, y con los acuerdos de Oslo de por medio, en 1993, empezaron a tomar forma los movimientos armados que Israel y gran parte de Occidente consideran terroristas. 

Hezbolá, con base en Líbano, arranca sus actividades en 1985, en tanto que Hamas hace lo propio en 1987, teniendo Gaza bajo su control desde el 2007. En paralelo a las intifadas, estos grupos paramilitares comenzaron una serie de estrategias de desestabilización contra Israel, de carácter terroristas, como atentados, secuestros, matanzas públicas y otras tácticas. Respondiendo a la ocupación israelí, a los constantes bombardeos y ataque a blancos civiles que ejecutó Tel Aviv contra los palestinos desde su concepción, básicamente. 

Ahora bien, ni Hezbolá ni Hamas son Palestina. Son movimientos que se adjudican la hegemonía de la liberación palestina, pero no son el pueblo. De hecho, en los acontecimientos actuales, el pueblo palestino, propiamente dicho, no está movilizado. Mucho se habla de que son grupos “yihadistas”. Yihad significa sacrificio y hay muchos tipos de ellos en el islam. Hay algunos simbólicos y otros físicos. Dentro de los físicos hay algunos más moderados, como el ayuno, y otros más radicalizados, como la Guerra Santa. Y aquí también vale la aclaración: las pretensiones del Movimiento Nacional Judío, como se lo conoce al sionismo, no necesariamente representa al israelí de a pie, sino que son jugadas políticas de quienes hoy tienen el poder. 

Aquí hay partes irreconciliables. El Estado de Israel no piensa ceder ni un centímetro de su territorio y Palestina no va a renunciar al islam y va a seguir reclamando por el territorio quitado. Parece obvio que esto es por la tierra, pero también la religión hace que haya partes completamente yuxtapuestas. 

El temor es que una expansión del conflicto haga ingresar a Irán a la batalla. Este país se autoproclama ser la gran nación que llevará el poder de Alá a Medio Oriente. De mayoría chiíta, Irán pasó por su famosa Revolución Islámica en 1979, y desde ese momento apoya la causa palestina, pero también a los movimientos terroristas armados. Irán, por concepción ideológica y filosófica, considera que la eliminación de Israel es necesaria para construir una gran patria musulmana, dirigida por ellos mismos. Israel, en manos de Netanyahu, ve al mundo musulmán como el gran enemigo de las pretensiones imperiales israelíes y como el rival número 1 a nivel geopolítico. 

En pocas palabras, con todo este contexto, la cosa es así: Israel es apoyado por Estados Unidos y gran parte de Occidente. Hamas  es apoyado por Hezbolá e Irán. El pueblo palestino, rehén de ambas facciones, es apoyado por todo el mundo árabe y musulmán, desde los más radicales hasta los más moderados. 

¿Cómo se sale de esto? Hay muchos escenarios propuestos, desde los más utópicos hasta los más mundanos. El conflicto podría enfriarse con la restauración de la normalidad en Gaza y el cese de hostilidades entre Hamas y el ejército de Israel. Suena simple, pero en medio hay que saber que el grupo armado ya consiguió su cometido: poner al conflicto a los ojos del mundo y que Israel y Arabia Saudita no arriben a un histórico acuerdo de cooperación. Sin embargo, la salida no será simple. 

Muchos especialistas hablan del retorno de las fronteras de 1948, entendiendo que la eliminación del Estado de Israel sería un nuevo holocausto, y que, si siguen los combates, el pueblo palestino podría ser barrido del mapa. 

Este retorno del que tanto se habla, que involucra mucho más que Gaza y Cisjordania, sería imposible si la Autoridad Nacional Palestina no puede consolidar el poder. Para ello, los movimientos armados deberán cesar, ya sea con guerra o con acuerdos de cooperación. Lastimosamente, nada garantiza que esto sea así. 

Hay que entender la idiosincrasia de la zona. Estos son movimientos fundamentalistas e inclusive con una visión panislamistas, que buscan la consolidación de los históricos territorios de la expansión musulmana. Es decir, la política no corre para ellos y la institucionalidad es solo un juego. 

Por otro lado, si la administración se transforma en una esfera occidental, eso puede enfurecer a Irán, que ya está al borde de ingresar a esta guerra. Otra salida posible es un territorio palestino dividido y controlado por potencias partitas, como fue Berlín en su momento. 

Estados Unidos, Rusia, China y alguna otra potencia podrían ser los que determinen esa transición. El inconveniente aquí es que estas potencias no están interesadas en invertir tiempo y capital en conseguir la paz final allí.

Entonces, ¿Qué nos queda? Literalmente, esperar que ambos cesen sus ataques, acuerden un alto al fuego y rogar por que Irán no ingrese a la guerra. Su potencial nuclear e influencia regional involucraría a muchos países y eso sería catastrófico, sobre todo porque sería el punto de partida para que ingrese Estados Unidos a la guerra santa. Allí se cumpliría la tan temida “Tercera Guerra Mundial”. En el medio, millones de inocentes son los que reciben balazos y misiles cargados de un odio irracional en ambas partes.

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Soldado desconocido: Finlandia y el refugio de la OTAN

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La guerra ruso – ucraniana en suelo del país dirigido por Volodimir Zelenski ha dejado una serie de consecuencias tempranas que están a la vista de todos. Una de las resultantes de la invasión del ejército de Vladimir Putin en territorio ucraniano, es el dinamismo prácticamente inmediato en el tablero geopolítico mundial. Desde esta perspectiva, la OTAN se volvió a posicionar como causa y solución de los países, no solamente en disputa bélica, sino en condición de amenaza constante.

De esta forma, es conocida la posición de diversos países de formar parte de la OTAN. El primero que se mostró abrumadoramente interesado fue Ucrania. Las razones son lógicas, se encuentran padeciendo una invasión por parte de uno de los ejércitos más grandes del mundo y con mayor trayectoria y experiencia: Rusia. Sin embargo, una serie de países han mostrado interés en formar parte de las filas de la OTAN, como por ejemplo Moldavia, Suecia y Finlandia. El último caso es emblemático, ya que Finlandia rompió con ocho décadas de neutralidad a raíz de la amenaza de su seguridad nacional en el hipotético caso de una invasión rusa en suelo finlandés. Claro que no es la primera vez que Finlandia y Rusia tienen conflictos. En la Segunda Guerra, los escandinavos lucharon contra las potencias aliadas, y tras ser derrotados por la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, combatieron al Tercer Reich. Pero al finalizar la conflagración, Finlandia inicia otra guerra para recuperar los territorios perdidos a manos de los rusos. Un costado poco conocido de la guerra que fue retratado de forma magistral por la película Soldado Desconocido, basada en la novela del escritor finlandés Väinö Linna.

¿Qué es la OTAN?

Cabe la necesidad de realizar un breve contexto histórico. La palabra OTAN son siglas que significan Organización del Tratado del Atlántico Norte. Se trata de una alianza de carácter militar, gubernamental y política que aglutina a países europeos y de América del Norte. Fue fundada el 4 de abril de 1949 y en un contexto bastante particular: la Segunda Guerra Mundial había terminado, pero comenzaba la Guerra Fría.

En este sentido, si bien la amenaza nazi-fascista había acabado, el “fantasma” del comunismo asolaba a Occidente, y fiel a su estilo, Estados Unidos puso manos en el asunto para formar esta alianza que perdura hasta el día de hoy. Por su parte, la Unión Soviética formó su propia alianza llamada “Pacto de Varsovia” en el año 1955. 

Si bien el contexto fundacional ya no existe, la OTAN perdura y tiene preponderancia hasta el día de hoy. La razón se justifica en varias cuestiones. Por un lado, es el fin máximo entendido como la protección territorial de los países miembros, en dónde ante la amenaza de las fronteras o de la seguridad nacional de alguno de ellos, se activa la alianza para defender a ultranza de una amenaza externa. Prácticamente, y bajo esta premisa, la OTAN pareciera ser una comunidad que nunca tendría fin, entendiendo que los conflictos geopolíticos existirán en tanto existan los intereses de las naciones, gobernantes o Estados. 

Así y todo, hay otras razones. Por ejemplo, el país que es el líder simbólico y real de la OTAN es Estados Unidos. El gigante de América, de acuerdo a su historia siempre se encuentra en peligro y se embandera en la “defensa” de la democracia y el capitalismo, aunque sus intereses son más profundos de lo que puede parecer. 

Ante este recorrido histórico, es simple dilucidar las razones por las cuales hay diversos países que buscan ser parte de la OTAN. Una alianza que protege el status quo occidental. Además de eso, esta alianza está compuesta por 30 miembros actuales: el último de ellos en ingresar fue Macedonia del Norte en 2020, y según cifras símiles en los años anteriores, el presupuesto militar de los países miembros redondea el 52% del gasto militar mundial. La OTAN, con sede en Bruselas, es un coloso armamentístico global.

La sombra de la OTAN, la amenaza de Putin

Los alcances de la Organización del Tratado del Atlántico Norte pueden ser enormes. En este sentido, el mínimo ataque a un blanco de un país miembro puede desencadenar un conflicto de escalas apocalípticas. Ahora, la pregunta es: ¿La OTAN quiere una guerra contra Rusia? Contra viento y marea, esta alianza monumental busca evitar un enfrentamiento directo con Vladimir Putin, y viceversa, el Kremlin no quiere problemas con el Tratado de Washington.

Ambos son brutalmente poderosos, enormes y con un derrotero digno de imperios históricos. Cabe recordar que Putin heredó el poderío militar soviético y supo elevarlo al carácter de mega-potencia que el Ejército Rojo supo tener hasta 1991. Pero este “superclásico” de la política global no quieren enfrentarse. 

Hay varias razones por las cuales buscan evitar un enfrentamiento directo. En principio, algo que ambos comparten es el hecho de que los miembros de la OTAN como Rusia por su parte, buscan acrecentar su ritmo de generación de excedentes económicos y de posicionar a sus economías como líderes en un mundo regido por el capital. Aquí no hay pasado soviético que valga. 

De esta forma, es inviable pensar en un crecimiento económico a corto plazo en un contexto de guerra, aunque Estados Unidos sea una potencia en el marco de la industria armamentística. Sin embargo, hay más cuestiones y sobre todo una “voz cantora” que es determinante: China.

El país gobernado por Xi Jinping y, que mantiene una curiosa estructura estatal de política y economía denominada Capitalismo de Estado no quiere frenar su abrumador crecimiento. China es un aliado estratégico de Vladimir Putin, con sus idas y vueltas, pero siempre más cerca de Moscú que de Washington. 

El acercamiento estratégico de ambos países forma parte de un eje poderosísimo en términos políticos que no tiene un fundamento en común más allá que el de detonar los cimientos de poder internacional en el que se fundó la hegemonía estadounidense en todo el globo. A este dúo poderoso y bajo la idea anti-estadounidense, se le suman Irán y Corea del Norte. Un cuarteto extremadamente fuerte si hablamos en clave militar. 

Si bien la amistad sino-rusa es una realidad enmarcada en la complejidad de los dilemas geopolíticos y de la construcción de una coraza simbólica contra la OTAN, Xi Jinping no quiere frenar a la inmensa maquinaria económica china. Por consiguiente, si se desencadenara una guerra y aunque China tome o no postura, su economía se enfriará, y los chinos nunca pierden

De esta forma, hay dos razones por el momento: la economía y la palabra china. Sin embargo, se debe agregar algo más. Putin no buscaba generar un efecto en cadena de adhesiones a la OTAN, sino una guerra de conquista rápida que conlleve paulatinamente la anexión de parte de un territorio ucraniano. 

Tomando en cuenta esta última noción, a simple vista los planes de Putin se vieron frustrados ante la imposibilidad de vencer las fuerzas de Kiev. Sin embargo, Rusia acaparó prácticamente todas las ciudades y regiones más importantes del este de Ucrania. Más allá de las pretensiones militares del Kremlin, se ha provocado un efecto inesperado que puede impactar en la reconfiguración del mapa político de Europa del Este. Estamos hablando del posicionamiento de la OTAN como el refugio de los países limítrofes de Rusia.

Una de las razones esbozadas por Putin para comprender la invasión a Ucrania se basó en la seguridad nacional rusa a través del avance y la presencia de la influencia de la OTAN y la Unión Europea en Ucrania, pero su operación militar especial podría tener un efecto rebote y es algo que el Kremlin busca evitar a toda costa. Es decir, si Moldavia, Finlandia y Suecia logran afianzar su solicitud para ser parte de la OTAN y posteriormente son incorporados como miembros, las fronteras político- militares de la OTAN se encontrarán limitando con Rusia

Esto último se puede entender como la puesta en funcionamiento de un cinturón ejercido por la alianza occidental sobre territorio ruso y bielorruso. Putin no lo quiere y para él, esa es la amenaza más grande, aunque sabe que la Organización del Tratado del Atlántico Norte tampoco busca un enfrentamiento directo. Esta situación deriva en la creación de un ambiente de tensión total en Europa, al cual hay que ir varias décadas detrás en la historia para poder ver algo similar. Esta tensión genera incertidumbre, tanto para los poderosos como para los países que buscan ingresar a la OTAN y para Bielorrusia, que es el fiel aliado europeo de Moscú.

Un largo camino hasta la OTAN

Indudablemente, desde su fundación, la Organización del Tratado del Atlántico Norte se transformó en el faro de muchos países. Deseos, aspiraciones, anhelos y peticiones públicas por parte de países que vieron su seguridad nacional afectada de cerca o que responden a la agenda hegemónica de Occidente. 

En ese trajín, muchos deseos terminaron transformándose en realidad y muchos otros quedaron por el camino. Lógicamente, la OTAN no arriesgará su propio privilegio por el simple hecho de llevar un plan de salvataje a algún país que atraviesa una crisis de seguridad, sino que, por el contrario, abogará por robustecer su alianza con Estados que sean funcionales a sus intereses. Caso muy parecido al ingreso a la Unión Europea. 

A partir de la decisión de Finlandia de solicitar el ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, es necesario comprender los requisitos que son fundamentales para poder aprobar el ingreso de un miembro nuevo o no a la alianza militar más grande del mundo. 

En principio, ser un país europeo es el requisito específico y más segregacionista que se establece para el ingreso. En base a este último punto, Finlandia tiene claramente el visto bueno. Sin embargo, hay otros países de diversas zonas del mundo que han intentado ingresar y no han podido, como por ejemplo Colombia. Pese a esto, el país sudamericano es socio global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte desde 2018, junto a otros 19 países. Estos no cuentan con la protección de la alianza, pero sí pueden mantener mejores relaciones para afianzar la defensa de sus fronteras.

Otro punto a tener en cuenta para el ingreso como miembro de la OTAN es ser un estado democrático. Este último apartado es fundamental, entendiendo el concepto de la estabilidad gubernamental y la garantía de planificar políticas estatales a largo plazo respetando la pluralidad, pero por sobre todo el modelo de la democracia liberal que es la estirpe de Occidente. Teniendo en cuenta esto, Finlandia es modelo de un sistema democrático, que, de hecho, suele ser el país cliché en cualquier ejemplo de funcionamiento de un sistema socio-político integrado. Factor clave y determinante donde los finlandeses incluso son más viables que varios países que ya integran la OTAN. 

Finalmente, y como punto neurálgico de la acción de la alianza, la capacidad de contribución a la defensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, a todos sus miembros que requieran el accionar militar, sin excepción. Los escandinavos entran a la OTAN con un currículum impactante en términos armamentísticos. Finlandia es la mayor potencia militar del norte báltico, un poderío explicitado en uno de los países europeos que mayor cantidad de aviones de combate F-35 tiene en su haber. El potencial de la armada es imponente, contando con un programa de corbetas que hacen del Mar Báltico, la piscina de la casa de Finlandia. 

La situación armamentística del país del norte de Europa se ha logrado a través de una serie de debates enormes en términos de seguridad nacional que se vienen dando desde los años de la Guerra Fría, potenciados en la década de 1980. Asimismo, la población finlandesa nunca ha visto con buenos ojos semejante gasto público destinado a la defensa. De hecho, Finlandia se caracteriza por destinar gran parte de su presupuesto a la educación y a los programas sociales. Esta perspectiva cambió luego del avance de las tropas rusas en suelo ucraniano el 24 de febrero. Según consultoras privadas, la entrada del país nórdico a la OTAN tiene, actualmente, una aprobación de casi el 80% del total de la población. Una cifra asombrosa para un país donde el ejército nunca fue prioridad, aunque tampoco fue desarmado ni dejado completamente de lado. 

Entonces… ¿OTAN si u OTAN no?

Es un hecho que la reconfiguración del tablero político internacional cambió y seguirá cambiando en tanto dure esta guerra y sus consecuencias. Sin embargo, el ingreso de más países a la OTAN supone un nivel de variabilidad que podría incrementar o enfriar la tensión en la región. Europa deberá afrontar años difíciles

Yendo a los datos duros, cabe aclarar que, en el caso del ingreso de Finlandia a la Alianza Atlántica, la frontera terrestre con Rusia pasaría de 1215 a 2600 kilómetros, un número sumamente considerable que no muestra optimista a Putin. Cuidar tantos kilómetros de frontera con un país que ya afronta un conflicto bélico es una tarea dificultosa, más allá de la capacidad militar del Kremlin. 

Esta frontera es decididamente importante, entendiendo, como se explicó previamente, la formación de un cinturón geopolítico de la OTAN sobre Rusia, el mayor temor de Putin. 

Sin embargo, hay otro factor a considerar: los mares. Finlandia y Rusia son socios comerciales y quienes, junto a Dinamarca y Suecia, monopolizan el Mar del Norte. Sin embargo, esto podría cambiar, no tanto en lo que respecta exclusivamente a los acuerdos bilaterales, sino en las rispideces que se puedan generar en mar abierto o aguas internacionales. Esto significa, lisa y llanamente que, si un barco de bandera finlandesa es hundido o atacado por un barco ruso, la OTAN activa el accionar propuesto por el artículo 5. Este se basa en que, si un país miembro sufre un ataque armado en Europa o en América del Norte, se tratará de un ataque dirigido a toda la alianza, que responderá con la dureza y firmeza correspondientes. En otras palabras, un barco hundido de Finlandia por parte de Rusia, desencadenaría en una guerra de dimensión masiva. 

También cabe agregar que el ingreso de Finlandia a la OTAN significaría una mayor relación comercial con los países de la alianza. Aunque no se establezcan primordialmente, en la práctica, las relaciones diplomáticas son fundamentales. Pero en este apartado hay que entender la otra cara de la moneda. La sede central en Bruselas podría comenzar a pujar por un cese paulatino de comercio entre Finlandia y Rusia. Esto va más allá de las sanciones impuestas desde Helsinki o de las respuestas de Moscú con su monopolio del gas, sino más bien a la imposición de decisiones ajenas al estado de Finlandia. Un problema enorme de soberanía podría abrirse en el norte báltico, generado a partir de la presencia de la OTAN. Dar y recibir

Argentina y Finlandia

Ante el posible escenario que se generaría en Europa por el ingreso de nuevos miembros a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la evidente crisis económica desatada por la guerra en Ucrania, Argentina debería comenzar a pensar en una gran cantidad de probabilidades. En caso de que Finlandia represente algún tipo de problemas de abastecimiento por el boicot ruso, deberán concentrar sus fuerzas económicas en el mercado interno para poder subsanar ciertos productos y servicios, o bien, volcar la balanza del presupuesto para sectores de la producción que podrían verse afectados, y casi como un efecto dominó, podría repercutir en Argentina. 

Según Estadísticas de la Aduana de Finlandia, hasta el año 2019, el país europeo le proveyó de una gran cantidad de papel y cartón a Argentina, de hecho, fue el producto más importado. Seguido a ello, maquinarias industriales y artefactos eléctricos fueron también de lo más requerido por Argentina. Finlandia no solo exporta su educación.

En un panorama de economía de guerra, en donde Finlandia ponga sus esfuerzos económicos en solventar su consumo interno de energía a partir de las represalias rusas, podría significar que falte inversión estatal en las industrias que proveen de los bienes previamente nombrados a Argentina. Esta es otra prueba más de como un conflicto en otro lado del mundo puede repercutir en la realidad argentina. Así también desvela que una alianza militar puede generar, indirectamente, un sinfín de problemáticas de índole económica. 

Rumbo a un nuevo orden 

La OTAN agranda su familia y Rusia se mantiene cerca de China, Corea del Norte e Irán, la resultante de esto es que el mundo vive un 2022 cargado de tensiones, que más allá del conflicto bélico desatado en tierras ucranianas, mantiene en vilo al mundo por varios aspectos. Claramente, nada de lo que conocíamos previamente, volverá a tener el mismo sentido. La década de 2020, marca el proceso de transición de nuevos modelos de sociedades y de nuevas configuraciones geopolíticas. La pandemia de COVID – 19 y la Guerra en Ucrania tienen consecuencias directas en el Orden Mundial, el mismo que día a día continúa sorprendiendo, e inclusive planteando incógnitas a futuro. Si Suecia y Finlandia ingresan a la OTAN y la tensión bélica continúa o se expande, ¿podría pensarse en la posibilidad de incorporar países no europeos a la alianza? ¿Rusia conformará una alianza símil o, casi en forma de reversión del Pacto de Varsovia? Ejes de supina importancia que demuestran la complejidad de los tiempos, pero también de la misma vorágine y dinámica de la política internacional.

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Putin reafirmó que la invasión militar en Ucrania alcanzará su “objetivo fundamental”

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El presidente de Rusia, Vladimir Putin, reafirmó este martes que la invasión militar en Ucrania, que hoy ingresa en su día 48, alcanzará su “objetivo fundamental” de “ayudar a la gente en el Donbass”, la región del este ucraniano que alberga dos provincias rusoparlantes que mantienen desde hace ocho años un conflicto armado contra el gobierno de Kiev.

“El objetivo fundamental es ayudar a la gente en el Donbass, al pueblo del Donbass que hemos reconocido. Nos hemos visto obligados a hacerlo porque las autoridades en Kiev, empujadas por Occidente, se negaron a cumplir con los Acuerdos de Minsk encaminados a una solución pacífica de los problemas del Donbass”, agregó.

El mandatario ruso se refirió a los acuerdos de paz de 2014 y 2015 firmados en la capital de Bielorrusia, en los que el gobierno de Ucrania se comprometió a darle cierta autonomía regional a las provincias de Donetsk y Lugansk que incluían la enseñanza oficial del idioma ruso y la elección de autoridades locales, cuestiones que, según Moscú y las milicias prorrusas, no cumplió.

“A Ucrania habían empezado a convertirla en un puesto de avanzada contra Rusia, habían empezado a cultivar los gérmenes del nacionalismo y el neonazismo que estaban allí desde hace tiempo (…) Era inevitable que esas fuerzas se enfrentaran a Rusia, no hacían más que elegir el momento del ataque”, afirmó el líder ruso en declaraciones que recogió la agencia de noticias Sputnik.

Las afirmaciones de Putin se conocieron en las horas previas a lo que las autoridades ucranianas presagian como una gran ofensiva de las fuerzas rusas sobre esa región esteña, que en lo que va del conflicto ya presenta ciudades y pueblos devastados con la portuaria Mariupol, objetivo estratégico para Moscú.

Por otro lado, la Dirección Fronteriza del Servicio Federal de Seguridad para la región de Rostov informó hoy que más de 15.000 refugiados del Donbass cruzaron la frontera con Rusia en las últimas 24 horas.

“En la jornada pasada más de 15.000 ciudadanos cruzaron la frontera para entrar en Rusia a través de los puestos de control ubicados en la región de Rostov”, indica el comunicado citado por Sputnik.

En total desde la escalada de las hostilidades más de 730.000 refugiados llegaron a Rusia, comunicaron ayer los servicios de emergencia.

El Ministerio ruso de Emergencias, en tanto, anunció a la agencia de noticias rusa que trasladó a Donbás y Ucrania casi 1.100 toneladas de carga humanitaria.

“El Ministerio ruso de Situaciones de Emergencia continúa la misión humanitaria. Diecisiete caravanas de automóviles compuestas por 121 camiones del ministerio trasladaron a las RPD, RPL (denominación que utiliza Rusia para las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk) y Ucrania otro lote de ayuda humanitaria”, dijo un comunicado.

Se agregó que la carga incluye agua embotellada, artículos de primera necesidad, camas y ropa de cama. Además fueron trasladados materiales para la reconstrucción de la infraestructura vital.

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