Tafí y los Valles Calchaquíes, las perlas del verano tucumano

Las alturas precordilleranas y las llanuras del sur; las sierras orientales; la imponencia de la Yunga. Todos los ambientes de Tucumán guardan un tesoro de agua y frescura para el alivio de los visitantes en verano. Pero existen sitios que ya son un clásico para quienes buscan en esta provincia las tardes y noches frescas en los meses más calurosos del año. 

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Las alturas precordilleranas y las llanuras del sur; las sierras orientales; la imponencia de la Yunga. Todos los ambientes de Tucumán guardan un tesoro de agua y frescura para el alivio de los visitantes en verano. Pero existen sitios que ya son un clásico para quienes buscan en esta provincia las tardes y noches frescas en los meses más calurosos del año. 

Tapizada de verde, bendecida por la humedad de su tierra y su aire, con lugares donde el agua brota como en un ensueño para refrescar a quienes tienen el privilegio de conocerla. Tucumán es un oasis que ofrece a los visitantes experiencias únicas todo el año, por su clima benévolo y por la variedad de paisajes que la visten. Y en los calurosos meses de verano, la maravilla de sus embalses, ríos y cascadas ofrecen un encantador remanso de frescura.

La reducida geografía de esta rica tierra de contrastes, es además su fortaleza a la hora de atraer a los turistas del país y el mundo que la recorren. En pocos minutos, en cortos tramos de ruta, se puede divisar desde la magia selvática de la Yunga hasta la aridez majestuosa de los Valles Calchaquíes; desde la fertilidad de sus planicies hasta la imponencia de sus altitudes en el Aconquija. Y en cada una de estas regiones, siempre presente, la bendición del agua para satisfacernos, para regocijarnos.

Y cualquier visita a Tucumán no puede dejar de tocar uno de sus puntos turísticos más pintorescos y visitados, Tafí del Valle. Ascendiendo por la serpenteante ruta provincial 307 hacia el noroeste, y tras sortear las sierras centrales de la provincia, se llega al valle del Tafí, demarcado en su otro extremo por las Sierras Calchaquíes. Esta planicie más árida que deja atrás la exuberancia de la Yunga y nos sumerge en la imponencia de las sierras y bolsones, también nos sorprende con el refrescante milagro del agua.

A unos 15 kilómetros de Tafí del Valle se encuentra la maravillosa cascada de Los Alisos, a la que se accede luego de una travesía en vehículo al principio, y por senderos de a pie al final, reservado preferentemente para quienes estén dispuestos a una larga caminata de 3 horas por el maravilloso paisaje calchaquí.

Lo que se encuentra allí es sorprendente: una cascada de 60 metros de caída que derrama imponentemente las aguas del río Los Alisos, ideal para refrescarse en verano luego de la caminata, o maravillarse con el agua congelada en invierno. Allí se pueden almorzar los víveres que cada visitante debe llevar, para reponer fuerzas antes del retorno. Quienes quieran un poco más de adrenalina, se puede practicar rappel o canyoning en la cascada, por supuesto bajo la guía de los prestadores especialistas en la materia.

El recorrido por esta zona de la provincia de Tucumán no puede evitar una parada en el dique La Angostura, un impresionante espejo de agua que abre la puerta de los valles Calchaquíes a quienes ingresan desde el sudeste por la Ruta Provincial 307. El lago forma parte de una reserva natural de 1.400 hectáreas en cuyo extremo sur se encuentra la villa veraniega de El Mollar y al norte la reconocida Tafí del Valle.

La importancia biológica de este lago artificial se sustenta en la protección de un enorme número de especies de aves acuáticas y migratorias que allí moran. Este humedal forma parte del sistema hídrico subterráneo de la Yunga y Chaqueño, por lo cual recibe una corriente migratoria de aves andinas que atraviesa Perú, Bolivia y Argentina. En un principio, el objetivo de la construcción del dique fue alimentar a una central hidroeléctrica, pero sólo se llegó a construir el muro del embalse. Los deportes náuticos y la pesca deportiva encuentran aquí un punto destacado en la geografía tucumana, con pejerreyes y truchas como piezas más destacadas.

Otra cascada impactante en esta zona, aunque más destinada a su contemplación que al baño, debido a la baja temperatura de sus aguas, es la cascada El Remate, ubicada a menos de 10 kilómetros al sur de Amaicha del Valle. Se accede allí por un camino de tierra apto para autos, motos o bicicletas, para descubrir un profundo cañón de piedra donde casi no entran los rayos del sol, con saltos de agua cristalina y un maravilloso juego de sonidos que provocan el cauce y las caídas de agua al chocar con las paredes rocosas del río de Amaicha.

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Para terminar esta parte del recorrido, llegamos a la reserva natural Los Sosa, en plena cuesta de acceso desde el centro de la provincia hacia los valles Calchaquíes, sobre la Ruta Provincial 307. El “Chasqui”, monumento al indio originario, moldeado por el artista plástico Enrique Prat Gay, es la imagen más representativa de esta reserva, y se levanta altivo en medio de la espesura de la Yunga tucumana.

Al pie de la ruta corre el río Los Sosa, que atraviesa las casi 900 hectáreas de la reserva, bajando desde su nacimiento, a 2 mil metros sobre el nivel del mar, hasta los 400 metros que alcanza la llanura este de la provincia. Cientos de especies de aves, mamíferos y anfibios habitan este ecosistema único, que en sus más de mil metros de diferencia de altitud comprende tres ambientes de Yunga: la selva pedemontana en su base, la selva montana en su parte media, y el bosque montano por arriba de los 1.500 msnm.

Lo abrupto de su terreno, lo impenetrable de su vegetación, las ríspidas caídas desde sus barrancos, son además una barrera natural al avance del hombre en este ambiente, por lo que puede conservarse esta enorme biodiversidad casi intacta y sólo ser observada desde la serpenteante ruta que la atraviesa. Como también, desde lo alto, lo atraviesan las dos corrientes migratorias de aves que buscan aquí sus nidos temporarios: la altoandina y la panamericana central. 

Cultura, tradición y producción en los Valles Calchaquíes

La Ruta Nacional 40 en Tucumán contiene la mayor concentración de sitios arqueológicos, emprendimientos productivos y parte de la Ruta del Vino donde está la única bodega administrada por un pueblo comunitario: Los Amaicha. La cultura, la naturaleza y la aventura son las propuestas que ofrece un recorrido en verano por los Valles Calchaquíes.

Sólo 41 de los más de 5 mil kilómetros de la Ruta 40 pisan suelo tucumano, y los viajeros que llegan a este breve segmento de la columna vertebral del país perciben inmediatamente en cada pueblo y en sus habitantes el orgullo de una cultura ancestral, una cultura viva. Desde Ampimpa, El Pichao, Amaicha del Valle, El Bañado, Talapazo, Quilmes y Colalao del Valle, hasta los propios Quilmes, que mantienen hoy su asentamiento. No son pueblos con el diseño español de la plaza central y los edificios públicos, sino que las casas se mantienen con sus tierras y una amplia superficie. Un verdadero viaje hacia nuestros antepasados.

El viaje desde Tafí hasta Amaicha del Valle, por la ruta 307, requiere atención ante la dificultad del camino de cornisa como la belleza de sus vistas. Son unos 50 kilómetros en los que, a mitad del camino, nos regala un maravilloso mirador en el abra del Infiernillo (3.042 msnm), descendiendo luego por la cuesta de Los Cardones, donde cientos de cactus gigantes que parecen bajar del cerro en procesión, nos acompañan hasta llegar al pueblo.

Amaicha abre la puerta hacia la traza de la mítica Ruta 40 en Tucumán. Cuando ingresamos por sus calles, en las antiguas casas se pueden apreciar los dinteles de madera de cardón sobre las puertas, y al llegar a la plaza hay un cartel que anuncia 365 días de sol. En el vehículo propio o contratando un guía, se ofrece la posibilidad de recorrer la Ruta del Artesano, que incluye la visita a cada atelier y a cada taller con el autor de las obras que, en madera, cerámica, textiles o hasta plateros, trabajan en forma manual.

Si bien en esta localidad se celebra el día de La Pachamama el primer día de agosto, como en todas las provincias del Norte y de la Argentina, también en cada mes de febrero se realiza el Festival a la Madre Tierra. Es en este festejo, en época de carnaval, cuando el pueblo se tiñe de color y costumbres ancestrales, que nos trasladan a las raíces de este suelo norteño. La plaza se colma de un ambiente festivo con una feria de comidas y productos regionales, artesanos, agrupaciones musicales, delegaciones gauchas y bailarines. El evento prioriza a la mujer y distingue la sabiduría de la más anciana, que es elegida como representante de La Pachamama. Además, se elige a la Ñusta (que representa la fertilidad), al Yastay (deidad protectora de los animales), y al Pujllay (espíritu del diablillo del carnaval). 

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Los valles calchaquíes son un territorio generoso, alimentado por los minerales de las areniscas, arroyos, vertientes y ríos que convierten a esta región en un sitio de producciones de excelencia. Será esta la razón por la que las primeras bodegas resaltaron su arquitectura con el telón de fondo de las montañas y se lucen inmersas en el paisaje típico de los valles.

Justamente en Amaicha del Valle se encuentra la única Bodega Comunitaria de Sudamérica administrada por su pueblo originario. En homenaje a su historia y cultura la bodega está diseñada emulando las unidades habitacionales propias del período prehispánico. Siguiendo la técnica del pircado, los recintos son circulares e interconectados, tal como perfilan las casas de piedra original y hasta los restos que pueden observarse en los sitios arqueológicos. Este estilo de construcción indígena está fuertemente caracterizado por la relación del hombre con la naturaleza, proveedora de las materias primas utilizadas. Tanto la bodega como la implementación de viñedos se enmarcan en el buen vivir de los Amaichas, que en su concepción trata de reintegrar la relación de equilibrio entre el ser humano y la madre tierra como un todo. En la actualidad la bodega posee dos etiquetas con nombre en lengua Cacán. “SumajKawsay” (El Buen Vivir) y “KusillaKusilla” (Ayúdame, sé generosa), expresión habitual en la invocación a la Pachamama.

La majestuosidad de la Ciudad Sagrada de Quilmes

Desde Amaicha, en menos de media hora, se llega por RP 307 para acceder a la mítica RN 40 y desde allí, por un camino enripiado pero en buen estado, durante unos 5 kilómetros, se llega hasta al sitio arqueológico de Quilmes, al pie del cerro Altos del Rey. A un lado y al otro hay arbustos y algarrobales, sobre un suelo de arenas blancas. El centro de interpretación es muy novedoso por cuanto contiene cinco salas imperdibles. Entre ellas, un auditorio con pantalla gigante donde se proyecta un audiovisual en el que participaron miembros de la comunidad Amaicha y relata la historia y el presente. Además, en la segunda sala, se extienden una “línea del tiempo” que narra los hechos de la historia en el mundo y la de los calchaquíes, lo que permite conocer qué ocurría en diversos lugares mientras crecía este pueblo diaguita calchaquí, desde que llegaron los incas hasta los españoles y la actualidad.

A continuación se encuentra otro ambiente donde las audioguías acompañan al visitante con descripciones de la forma de vida calchaquí y, en otra sala, se pueden observar piezas arqueológicas. Casi terminando el recorrido por el museo, otro recinto expone el valor de la tierra y la labor comunitaria para su explotación sustentable y al final, un ámbito dedicado al concepto del cosmos y la naturaleza de la cultura andina. La Ciudad Sagrada de los Quilmes, es uno de los sitios arqueológicos más importantes del Norte argentino, que atrae visitantes de todo el mundo y convierte a la travesía en una experiencia que une pueblos, culturas e historias.

Muchos eligen llegar al sitio arqueológico Ciudad Sagrada de Los Quilmes y recorrer a pie. Se puede hacer. Pero también se puede reservar una guiada de culto que lo llevará a conocer desde Amaicha, en vehículo para cuatro o para ocho personas, este sitio único. La importancia de los bosques de algarrobas, de los cazadores recolectores de la prehistoria, del pueblo de Incalilla, el primer asentamiento en la zona, los 50 años del inca, los 300 años de resistencia calchaquí, qué representa el sitio, de qué manera fue reconstruido en 1977; y luego  privatizado en los años 90, recuperándose en 2008, con un sistema de manejo compartido entre la comunidad Amaicha y el estado provincial; son algunos de los aspectos que podrán conocerse durante esta guiada.

El Pichao, Talapazo y Colalao del Valle son parte del universo rutero en estos valles calchaquíes tucumanos donde el turismo rural, el turismo rural comunitario; ruta del vino, los productores de nueces, dulces artesanales y cada comunidad abre sus puertas para ofrecer momentos únicos plenos de cultura, historia y naturaleza. Muchos viajeros intentan recorrer en un día esta travesía, pero los valles calchaquíes atrapan y sugieren disfrutar de la tranquilidad de cada lugar. Una mixtura imperdible entre el terruño, la arquitectura, los aromas, colores y sabores de este territorio que imprime la fuerza de la historia.

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