Un giro ortodoxo ante la escasez de dólares

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Un informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz hace foco en las medidas de ajuste ante la fuga de divisas y la necesidad de cumplir las metas fiscales acordadas con el FMI.

La estructura económica se impone como una restricción que condiciona la política, obligando al peronismo a un ajuste de la economía para estabilizar el mercado de cambios ante el bajo nivel de reservas internacionales. La intención de ampliar el mercado interno mediante un círculo virtuoso que se inicia en el consumo, impulsa la producción y permite mejorar los ingresos reales de amplios sectores de la población se ve relegada ante la necesidad de frenar la corrida financiera, cambiaria y, aunque sea tardíamente, acumular reservas.

En 2019, el  gobierno liberal de Macri se vio obligado a reintroducir los controles cambiarios, que había eliminado al iniciar su gestión, ante el riesgo de desestabilizador que generaba la corrida cambiaria del fin de su mandato. Hoy vemos al peronismo virar hacia políticas económicas de corte ortodoxo en un intento de ganarse la “confianza de los mercados” y atenuar las presiones sobre el dólar de los últimos meses. En uno y otro caso es la economía la que impone restricciones a la política señalándole los límites de lo posible en términos de la ampliación de las bases materiales de una sociedad.

Ante las presiones cambiarias, el plan Massa parece optar por un ajuste vía ingresos, centrado en la reducción del gasto público y las restricciones a importar, mientras se ofrecen estímulos a sectores exportadores para que liquiden divisas y se pasa la gorra a nivel internacional en búsqueda de dólares financieros. Se evita un ajuste vía precios ya que una devaluación brusca, partiendo de los actuales niveles de inflación, se juzga riesgosa en términos de estabilidad económica y social. […]


CLAVES DEL INFORME


► La estructura económica se impone como una restricción que condiciona la política, obligando al peronismo a un ajuste de la economía para estabilizar el mercado de cambios ante el bajo nivel de reservas internacionales.

► El plan Massa parece optar por un ajuste vía ingresos, centrado en la reducción del gasto público y las restricciones a importar, mientras se ofrecen estímulos a sectores exportadores para que liquiden divisas y se “pasa la gorra” a nivel internacional en búsqueda de dólares financieros.

► Se evita un ajuste vía precios ya que una devaluación brusca, partiendo de los actuales niveles de inflación, se juzga riesgosa en términos de estabilidad económica y social.

► El “ancla fiscal y monetaria” puede tener algún efecto sobre el mercado de cambios (vía caída de la actividad e importaciones, junto a una menor liquidez que reduce las fuentes de presión sobre el dólar paralelo). Sin embargo, no tiene efectos concretos sobre una inflación de base inercial. Por el contrario, el salto en las tarifas de los servicios públicos para equilibrar las cuentas públicas, alimenta aún más las tasas de aumento de los precios que amenazan con alcanzar los tres dígitos.

► El plan Massa debe ser un puente hacia un programa de estabilización de precios heterodoxo que relance la gestión al dar respuesta a la principal demanda de la sociedad en materia económica: una estabilidad de precios que permita la recomposición de los ingresos.

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Equilibrio fiscal apretando más arriba

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No habrá aumentos de tarifas de servicios públicos por un tiempo. Las PYMEs endeudadas con AFIP obtuvieron una moratoria con 180 días de gracia. Se estableció la doble indemnización para despidos -aun cuando el sector privado no estaba despidiendo. Se bajó la tasa para créditos no bancarios de ANSES y se dispuso de un bono especial para jubilados con la mínima y beneficiarios de AUH, para que alcancen la cifra mínima de la canasta alimentaria. Se lanzó la Tarjeta Alimentaria. En pocos días, Alberto Fernández lanzó una serie de medidas que demuestran que estamos ante un gobierno peronista que se ocupa de su electorado más vulnerable. Y al mismo tiempo, hace aprobar una ley de equilibrio fiscal con énfasis en la presión impositiva (retenciones, ingresos, dólar, etc.) con vistas a lograr el superávit en 2020. Un equilibrio fiscal distinto a los que conocimos recientemente, porque busca segmentar los costos de las medidas.

Dijo el ministro Guzmán que este paquete impositivo, que el FMI conocía, era fundamental para poder renegociar con los acreedores y «reperfilar» el cronograma de vencimientos de la deuda. La bancada de Juntos por el Cambio declaró oponerse al paquete económico legislativo por criterios «institucionalistas» (los famosos «superpoderes» presidenciales) ya que no podía oponerse a sus contenidos. ¿Cómo estar en contra del superávit?

Desde un punto de vista electoral, las razones de uno y otro polo son prístinamente democráticas. Cada cual defiende a su electorado. El paquete de Guzmán recae más fuertemente «arriba» que «abajo». La discusión es político-económica: quien paga los costos del ajuste. No hay discusión macroeconómica: nadie discute que los números tienen que cerrar para que podamos cumplir con nuestros compromisos. Hacía mucho tiempo que en Argentina no había unanimidad sobre este último punto. La Argentina peronista reencontró sus objetivos sociales con la salud macroeconómica. Ya no sostiene que ciertos desequilibrios pueden tener efectos virtuosos. El kirchnerismo, pieza clave en la aprobación de la Ley de Solidaridad en el Congreso, pasó -en términos de pensamiento económico- de la heterodoxia latinoamericana al progresismo universal.

No era de extrañar que Alberto Fernández y Sergio Massa hubiesen visto con buenos ojos un plan de austeridad que esté dirigido a la salud de la macro. Pero este plan fue avalado y operado por Cristina y Máximo Kirchner. Este último punto seguramente tuvo influencia en la tranquilización del mercado, expresada en la caída del riesgo, el repunte de los activos argentinos y la moderada estabilidad del dólar. La política argentina adoptó un formato más predecible, con coaliciones ideológicamente sesgadas y la natural puja distributiva detrás de cada medida del gobierno, pero la ley de gravedad no entra en el campo del debate.

Esa es la novedad de Martín Guzmán como ministro. En la academia estadounidense, de la que proviene, se debaten los efectos de las políticas económicas pero no la naturaleza de sus instrumentos. Se puede ser progresista, o conservador, sin dejar de ser «convencional». Por otra parte, si esto que el mercado valoró se mantiene, lo que deberían cambiar son los discursos políticos. Si la racionalidad se da por descontada, los opositores deberán abandonar las acusaciones de «populismo económico», «inestabilidad», «falta de capacidad» y otros debates arcaicos, y discutir los efectos distributivos. ¿Es justo que el campo pague más que la minería? ¿Es demasiado alta la presión fiscal? ¿Es equitativo el sistema previsional así como está? Si esas son las discusiones de la política, nos habremos convertido finalmente en el país constante y aburrido que todos estaban reclamando.

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Las tapas del martes 11/9: El “día D” de Macri para aprobar el Presupuesto y avanzar con el FMI

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A continuación reproducimos las tapas de los principales diarios del país. Este martes se reúnen, el Presidente con los Gobernadores, que llevan afilados los lapices para debatir “a agenda abierta” (según Frigerio) todo lo concerniente al Presupuesto 2019, el ajuste fiscal y otras medidas que impactarán en todo el año que viene.
En la provincia otro brutal femicidio enluto la jornada del lunes, personal policial encontró el cuerpo de una joven en una heladera. Su pareja estaba inconsciente en el mismo departamento

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