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De la mano de la crisis empeora la distribución de los ingresos en Posadas

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La extensa crisis económica apareada con una inflación fuera de control, provocó un empeoramiento en la distribución de los ingresos. Según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos, desde 2015 hubo un retroceso en la distribución del ingreso en la capital misionera, mientras que en el promedio país, hay un leve mejoramiento de la distribución del ingreso entre primer trimestre 2015 y primer trimestre 2018, que fue demolido por la profundización de la crisis económica, que se inició hace un año con la corrida cambiaria. Pero antes de la corrida, el gobierno de Cambiemos no había logrado cambios significativos.
En Posadas, donde la inflación es más alta que en el resto del país y se sintió el impacto de tarifazos varios y quita de subsidios nacionales, hubo un empeoramiento en la distribución de ingresos.
En el primer trimestre de 2015,

  • El 25% de la población percibía alrededor del 7,5% de los ingresos totales familiares. Por lo tanto, el 92,5% restante de renta la percibía el 75% de la población restante.
  • El 50% de la población tenía el 22,0% de los ingresos totales. Por lo tanto, el 78,0% restante de renta la percibía la otra mitad de la población.
  • El 75% de la población, poseía aproximadamente el 46,5% de los ingresos totales. Es decir, el 53,5% de ingresos restantes estaba en manos del 25% de la población restante.

Para primer trimestre de este año, en cambio,

  • El 25% de la población percibía alrededor del 7,5% de los ingresos totales familiares. Por lo tanto, el 92,5% restante de renta la percibía el 75% de la población restante.
  • El 50% de la población tenía el 21,8% de los ingresos totales. Por lo tanto, el 78,2% restante de renta la percibía la otra mitad de la población.
  • El 75% de la población, poseía aproximadamente el 45,4% de los ingresos totales. Es decir, el 54,6% de ingresos restantes estaba en manos del 25% de la población restante.

 
En el primer trimestre del año 2018, en la Argentina el 10% de la población de mayores ingresos obtiene retribuciones mensuales 20,1 veces superior al 10% inferior. En Posadas, el valor es de 14,7 veces.
Para el primer trimestre del año 2017, en la Argentina el 10% de la población de mayores ingresos obtenía retribuciones mensuales 21,9 veces superior al 10% inferior. En Posadas, el valor era de 12,5 veces.
“El Aglomerado Posadas presenta un crecimiento en la proporción de personas que acceden a algún ingreso, ya sea por actividades laborales o por situaciones particulares como la condición de jubilados, viudos, discapacitados, en situación de pobreza, entre otros.
Para el primer trimestre del año 2018, sobre un total de 360.920 habitantes, el 61,8% accedían a algún ingreso, es decir, 223.084 personas. El 41,1% restante no recibían ingresos (137.836)”, explica Darío Díaz, director de Metodología y Relevamiento Estadístico del Instituto Provincial de Estadística y Censos.
A partir de la población total del Aglomerado Posadas (incluye población ocupada con y sin ingresos, población sin ingresos y población con ingresos no laborales) se calculó un indicador de dependencia. Este indicador expresa cuántas personas subsisten por cada persona ocupada (razón entre la población con ingresos no laborales más la población sin ingresos y la población ocupada con ingresos).
En el primer trimestre de 2018, el indicador de dependencia arrojó un valor de 1,33. Es decir, que, entre una y dos personas dependían de un solo trabajador con salario. En el primer trimestre de 2015, el indicador de dependencia era de 1,64, compara Díaz.
A modo de contextualizar históricamente este indicador, es necesario mencionar lo siguiente: en el primer trimestre del año 2004 cada trabajador con salario financiaba a 2,37 personas sin trabajo o con acceso a ingresos no laborales, mientras que, al primer trimestre del año 2010, ese mismo trabajador financiaba a 1,98 personas sin trabajo o con ingresos no laborales; y como se mencionó, en el primer trimestre de 2018, el valor descendió a 1,33.

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¿Controlar el dólar implicará menos inflación?

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El Banco Central de la República Argentina comunicó, al inicio de la semana pasada, el virtual abandono de la zona de no intervención (ZNI) del mercado cambiario, lo que implica la posibilidad de intervenir en él aun cuando la cotización de la divisa se encuentre por debajo de 51,45 ARS/USD (el techo de la ZNI establecido para el resto del año). Esta medida tiende a fortalecer el poder de fuego de la autoridad monetaria en caso de una elevada demanda de divisas, lo cual luce altamente probable dada la actual incertidumbre electoral. Sin embargo, incluso en el escenario en el que las presiones cambiarias logren ser domadas por el BCRA, no esperamos que se observe durante los próximos meses una significativa desaceleración de la inflación, sostiene en su último informe la consultora Ecolatina. Si bien controlar el mercado cambiario reduce la probabilidad de una nueva aceleración en el avance de los precios, no es condición suficiente para que la inflación se encuentre en un nivel significativamente más bajo.

Esto se debe a que por el momento no se percibe la existencia de un plan integral que logre coordinar expectativas. Por caso, en las últimas semanas comenzó a tomar fuerza el visto bueno del gobierno en relación al ajuste trimestral de las paritarias, siendo incluso el costo laboral un driver más importante que el dólar a la hora de analizar el proceso inflacionario y al que no se le suele dar tanta importancia.

¿Cuál es el factor de propagación?

El acortamiento de la vigencia de las paritarias constituye un intento de proteger los ingresos reales de los trabajadores en un contexto de inflación elevada e incierta y frenar la caída del consumo de cara a las elecciones. Sin embargo, la mayor nominalidad que provoca esta dinámica, así como la incorporación de cierto grado de indexación (en lugar de las cláusulas de renegociación generalizadas en las paritarias pasadas) puede ser nociva en lo que refiere al proceso inflacionario.

Pongamos el ejemplo de los trabajadores de la construcción. En los últimos días, UOCRA acordó subas trimestrales hasta marzo del 2020 que se caracterizan por tener un ajuste automático al cierre del tercer mes en caso de que el aumento sea finalmente menor a la inflación del período. Vale destacar que el monto del aumento sólo se fijó para el primer tramo, en tanto que los próximos serán establecidos en función de la dinámica que tome la inflación de acá en adelante. Si bien la cantidad de empleados formales del sector –quienes se benefician con este acuerdo- es acotada, todo parece indicar que otros gremios importantes –comercio, metalúrgicos- cerrarán sus negociaciones en esta tónica, generalizándose entonces esta modalidad, e imponiendo, cada tres meses, el costo adicional que implica sentarse a negociar, aumentando el riesgo de una mayor conflictividad.

De esto se desprende que el aumento en los costos salariales será una constante durante el año. En la medida que los márgenes de las empresas no se achiquen, el aumento en la estructura de costos de las mismas será trasladado a los precios de sus productos. Por lo tanto, en un contexto como el actual, en el cual la inercia que posee la inflación es elevada, la incorporación de un esquema de paritarias que propague rápidamente la misma puede contrarrestar –parcial o totalmente- el efecto positivo de la política cambiaria.

¿Cuáles son los riesgos?

Una mayor nominalidad es el riesgo al que se expone el gobierno al respaldar este tipo de acuerdos, lo que parece ser la última carta para afrontar las elecciones. Sin embargo, supeditar los acuerdos salariales a la inflación pasada, en un intento de fijar el salario real bajo condiciones macroeconómicas muy inestables, puede ser peligroso al menos por dos motivos.

En principio, el siguiente gráfico refleja que las recomposiciones nominales no muestran una relación clara con las mejoras reales (de hecho esperamos aumentos nominales elevados y caída de salario real durante prácticamente todo el año). Por este motivo, en los meses que faltan para las elecciones, los incrementos salariales pueden no ser suficientes para apuntalar el consumo –vía un mayor salario real- y en consecuencia, los mayores costos a los que las empresas se enfrentan difícilmente sean saldados con más ventas.

Este escenario de alta nominalidad se da junto a una política monetaria más restrictiva, lo que implicaría una mayor tasa de interés y agrega más dificultades a la delicada situación en la que muchas empresas se encuentran. En este escenario, el tiro podría salir por la culata ya que se habría intercambiado, en la previa electoral, el riesgo de una caída el salario real por el riesgo de perder el empleo.

Por otro lado, esta suerte de indexación deja activo un mecanismo de transmisión que, si bien puede desacelerar rápidamente la inflación ante shocks positivos (apreciación cambiaria), también puede acelerarla producto de presiones en el frente externo o de incapacidad de coordinar expectativas. En este escenario de marcada inestabilidad, esto puede llevar a una espiral precios-salarios en pocos meses. Después de todo, no hay nada como un plan de estabilización fallido para acelerar la inflación. 

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Hay que aguantar

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Que vivimos en tiempos de consensos precarios no es una novedad. Los acuerdos, si los hay, no duran mucho. Las expectativas en relación con temas o personas tienen un ciclo de vida extremadamente corto. La familia, los valores, las opiniones, los apoyos, todo resulta volátil y dinámico.  
Lo políticamente correcto ya no es tal. En la sociedad de hoy no existen temas tabúes, todo se discute. Lo naturalmente aceptado pasó, nadie escucha sin saber el por qué, el para qué y el quién, de la persona que tiene en frente. El cínico es inteligente y el idealista ingenuo.  Se premia el extremismo y se castiga la moderación. Y más importante, los líderes hoy más que nunca son estrellas fugaces, con mucho brillo, pero en un lapso de muy corto de tiempo.
En esa sociedad existimos y nos relacionamos. Nuestras identidades sintetizan un mundo en conflicto, donde pensamos una cosa, pero decimos otra. El anonimato del mundo digital ayuda a la expresión genuina, viralizamos vídeos que no podemos mirar en público, criticamos la inmigración, la violencia es aceptable y ponemos en duda casos de abuso. Una realidad difícil de leer, muchos menos de aceptar pero que nos interpela a cada uno.
Por lo menos paradójico resulta que una de las principales consecuencias del pluralismo resulte en la exacerbación del tribalismo. El imperativo categórico del progreso y la innovación, no es fácil de asimilar para todos. Los cambios culturales y sociales van a tal velocidad, que no todos los podemos entender.
Allí, los gobiernos deben construir legitimidad para poder hablar y que se les tome en serio. Cómo lo hagan, cómo todo, dependerá de su contexto más inmediato.  Para entender a los políticos, hay que mirar a las sociedades en las que se encuentran. Más que diálogo, hay monólogos entre cruzados. La discusión pública ya no gira en torno a la comprensión, sino a la competencia. No se busca el medio. Se trata más de inclinar lo suficiente los extremos para lograr la mitad más uno.
No hay que lograr cautivar a todos, hay que fidelizar. No se deben cambiar los rumbos, hay que profundizarlos hasta las últimas consecuencias. Lo flexible de las opiniones se contrapone a lo rígido de las identidades colectivas. Los individuos son volátiles, los grupos son rígidos como el cemento.
Si uno quiere entender la sustancia de cada discurso público deberá mirar allí, en el centro del corazón de los seguidores. En la pasión de las masas que pueden cambiar de personajes, pero no de creencias. Las ideologías siguen vigentes, no en el formato como las conocíamos, pero sí de manera implícita en las mentes de las personas.
A eso hay que apelar si se quiere ganar una elección o gobernar un distrito. Ya pasaron las épocas de los grandes consensos duraderos y medias tintas. Ahora se logra lo suficiente para vivir un día más. Los costos pueden ser altos, pero sólo hay que aguantar más que él que está en frente.

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Si otros países lo lograron, ¿Por qué Argentina no puede bajar la inflación?

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INFLACIÓN ¡vaya que los argentinos conocemos del tema! Por generaciones escuchamos esta palabra y lo vivimos a diario, mientras pensamos cómo vamos a hacer para llegar a fin de mes, porque todo sube y el sueldo ya no alcanza. Pareciera ser que, a pesar de que los argentinos somos tan buenos en todo, a este problema de la economía no le podemos encontrar una solución.
Tal es el caso, que somos un objeto de estudio para todo el mundo, ya que nuestra historia se caracteriza por presentar una gran cantidad de episodios inflacionarios e hiperinflacionarios. Como dato, para que vean cuán seria es la cosa, si tomamos en cuenta los últimos 100 años, la tasa de inflación promedio para Argentina es del 105% anual, alcanzando un máximo de 3079% en 1989 (cifras comparables únicamente con la hiperinflación alemana luego de la derrota y destrucción que significó Primera Guerra Mundial).

Todo esto me llevó a preguntarme cómo les va a otros países con la “tan temida” inflación y, para mi sorpresa, no parece ser un problema que les preocupe demasiado al resto del mundo (excepto Venezuela).  También pude descubrir que no siempre fue así, por ejemplo Israel tuvo un fuerte periodo inflacionario durante la década de los ochenta, alcanzando una tasa anual de inflación de 450% en el año 1985. Chile, nuestro vecino trasandino, también padeció este mal durante los años 70, con una inflación promedio de 312% entre 1972 y 1973. Tampoco México, Colombia y Brasil estuvieron exentos de ello. Sin embargo, todos estos países, a excepción de Argentina, lograron superarlo.
¿Cómo lo hicieron? Lo primero que descubrí es que no existe una receta mágica para ello. Algunos países aplicaron medidas más acorde a la teoría económica ortodoxa y otros medidas más heterodoxas y para que lo pueda ver por usted mismo, en el siguiente cuadro se presenta una síntesis de las medidas aplicadas por algunos de estos países para bajar la inflación:

En definitiva, de la experiencia de estos países, podemos aprender que:

  1. No existe una fórmula para bajar la inflación, todo depende de las características de cada país.
  2. No es algo que se pueda lograr de un día para otro: a estos países les tomó, en promedio, diez años controlar la inflación.
  3. Se necesita un consenso de la sociedad y un compromiso a largo plazo.
  4. La credibilidad es un factor determinante (en eso no somos muy buenos).
  5. Es importante mantener un orden fiscal, con reglas que equilibren el presupuesto del Estado a mediano plazo.
  6. Se necesita un Banco Central independiente, que establezca metas creíbles.

En conclusión, necesitamos dirigentes políticos comprometidos con el país, que trabajen en conjunto planificando políticas económicas de largo plazo. Es hora de priorizar el bienestar de todos los argentinos, dejando de lado las ambiciones personales. Los argentinos, justamente no nos caracterizamos por ser altruistas, sino más bien somos famosos por la “gran viveza criolla”, pero si queremos resultados diferentes, debemos comenzar a pensar diferente y a actuar diferente. El crecimiento económico primeramente exige el compromiso de la clase política, los primeros y gran responsables de los problemas que tiene Argentina hoy. Pero también de todos nosotros, es hora de pensar en Argentina en serio y dejar de ponernos la camiseta sólo cuando juega la selección.

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Un primer balance de las elecciones provinciales de 2019

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El año electoral 2019 se caracteriza por un fenómeno inusual de desdoblamiento de las elecciones provinciales. Desde marzo, la mayoría de los domingos se vota en algún lado. Dos de cada tres provincias tuvieron o tendrán elecciones locales separadas de las nacionales. A ello hay que sumar otro dato significativo: también en dos de cada tres provincias, Cambiemos ya no se denomina así, porque los frentes provinciales dominados por el radicalismo han preferido adoptar otras denominaciones. Esta situación es muy distinta de las elecciones de 2017, donde en todos los distritos salvo en la Ciudad de Buenos Aires, el oficialismo utilizó el mismo nombre que en las presidenciales de 2015. Hay, en definitiva, un alejamiento (¿espíritu de preservación?) de la política provincial respecto de la nacional.
Hasta la fecha hubo siete elecciones provinciales: cinco primarias y dos generales. Se trata de las provincias de La Pampa (primarias no obligatorias; las elecciones se realizarán el 19 de mayo), Neuquén (gobernador y legisladores provinciales), San Juan (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 2 de junio), Río Negro (gobernador y legisladores provinciales), Entre Ríos (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 9 de junio), Chubut (primarias para gobernador; las elecciones provinciales generales se harán el 9 de junio) y Santa Fe (primarias provinciales generales; las elecciones se harán el 16 de junio). Hubo también elecciones municipales en Córdoba y Mendoza. Próximamente (el 12 de mayo) habrá elecciones provinciales generales en otra provincia clave: Córdoba.
Una primera lectura de los resultados (tomando a la cantidad de votos obtenidos como indicador) de estos siete comicios muestra que:
– En La Pampa solo se votó lugar dentro de la alianza Cambiemos, imponiéndose cómodamente el precandidato del radicalismo (Kronenberg) sobre el del PRO (Mac Allister).
– En Neuquén se reeligió el gobernador Omar Gutiérrez (MPN), dejando en segundo lugar al peronismo – kirchnerismo y en el tercero a Cambiemos.
– En San Juan se impuso cómodamente en cantidad de votos el peronismo, y el gobernador Uñac se proyecta hacia su reelección.
– En Río Negro se impuso cómodamente la candidata del gobernador, Arabela Carreras (Juntos Somos Río Negro), dejando en segundo lugar al peronismo – kirchnerismo y en el tercero -lejos- a Cambiemos.
– En Entre Ríos triunfó ampliamente el peronismo unido (Federal + Kirchnerismo), y el gobernador Bordet se proyecta hacia su reelección.
– En las primarias Chubut el candidato más votado fue el gobernador Arcioni, aunque en cantidad de votos la fuerza más votada fue el peronismo – kirchnerismo; las elecciones estarán disputadas entre Arcioni y el kirchnerista Linares; Cambiemos quedó muy relegado
– En Santa Fe se impuso en cantidad de votos el postulante socialista, el ex gobernador Antonio Bonfatti, aunque en cantidad de votos la fuerza más votada fue el peronismo. Las elecciones estarán disputadas entre Bonfatti y el justicialista Omar Perotti.
En las seis elecciones en las que compitió el oficialismo provincial, sus candidatos fueron los más votados. Las fuerzas provinciales en Neuquén y Río Negro demostraron su superioridad; en las otras provincias, en dos el gobernador reelegirá seguro y en otras dos, la competencia será entre el oficialismo provincialista y el peronismo. En ninguna de las elecciones Cambiemos tiene posibilidad de ganar.
El caso de Santa Fe es particularmente interesante. Allí, las encuestas y estudios cuantitativos electorales (de inferencia estadística por circuito) sostienen que hubo transferencia de votos (alrededor de 5 puntos porcentuales) desde Corral -el candidato cambiemita- hacia el socialista Bonfatti. Una tendencia preocupante para Cambiemos en el cálculo nacional, ya que el fantasma de la transferencia de Macri a Lavagna (quien es, además, el candidato presidencial apoyado por Bonfatti) asoma por el horizonte. En Córdoba todo indica que Schiaretti se impondrá cómodamente ante un Cambiemos partido en dos, y la duda es si el gobernador cordobés -uno de los políticos más importantes de la Argentina- apoyará a Lavagna o intentará jugar una carta en el peronismo.
schiaretti-y-perotti
G1_502 (Blanco)
En el análisis político nacional hay una tendencia a sobre-analizar las implicancias de los resultados en la presidencial. Se trata de dos escalas y lógicas distintas. Aunque las elecciones locales crean clima y muestran algunas pistas. Estamos asistiendo al desgajamiento de Cambiemos a nivel local y al fortalecimiento del peronismo en distritos clave. Un dato clave para las proyecciones nacionales es cómo se vienen organizando los espacios y coaliciones políticas en los distritos. Para el peronismo y para Cambiemos, las provincias ponen a prueba cuán unidos están sus dirigentes (y sus votantes). Cambiemos debe demostrar que no se disgrega, y el peronismo que es capaz de unirse. La crisis económica terminará definiendo hasta qué punto estos armados provinciales se coordinarán -o no- a nivel nacional para las elecciones presidenciales. Tanto el peronismo unificado como el Cambiemos que resiste la dispersión enfrentan la amenaza del proyecto Lavagna. Y cada elección provincial en la que el ex ministro de Duhalde y Néstor Kirchner no es protagonista es una confirmación de que la elección de octubre será entre los dos grandes de la grieta.

 
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