69 años después: la juntada de las Muchachas del ’56
En la mesa del comedor, entre tazas de té, fotos en blanco y negro y algunos antifaces de cotillón, catorce mujeres celebran algo que solo el tiempo y la amistad pueden sostener: 69 años de egresadas de la Escuela Normal Mixta de Posadas, promoción 1956. La anfitriona es Yolanda “Pelusa” Salomone de Gauvry. Las risas suenan como campanas viejas: suaves, familiares, de esas que despiertan recuerdos dormidos.
“Nosotras seguimos siendo las chicas del Normal -dice Pelusa con esa alegría que atraviesa las décadas-. Solo que ahora tenemos un poco más de años… y mucho más para contar”.
Una amistad de toda la vida
La reunión tiene una lista de nombres que podría ser la nómina de una generación entera de maestras y pioneras en su tiempo: Kika Ceballos de Bullón, Yolanda Salomone de Gauvry, Neca Da Silva, Tita Yamaguchi, Mari Nieto de Ríos, Maritina Camino de Gadea, Bebi Atores de Leguía, Lali Caballero de Frezza, Keko Bregañolo, Chiquita Heineke de Chiaradía, Carmen Murciego de Falabella, Marta Cáceres de Orfila, Nena Salvo y Margarita Saindeifish.

“De las cuatro divisiones que teníamos en aquel entonces, quedamos muy pocas acá en Posadas -cuenta Pelusa-. Algunas están en Buenos Aires o en Córdoba, otras ya no están con nosotras, pero seguimos reuniéndonos todos los años. Siempre en octubre, no sé por qué elegimos esa fecha, pero ya quedó como tradición.”
Este año la anfitriona es ella, Pelusa, y promete una tarde distinta. “Nos vamos a disfrazar un poco, para recordar tiempos idos. Vamos a reírnos, a contarnos cosas, a mirar fotos viejas. Algunas viven en geriátricos, otras están solas, así que será temprano, pero con el mismo espíritu de siempre.”
El zapato volador y otras travesuras
Los recuerdos fluyen con naturalidad. Pelusa recuerda una anécdota que todavía provoca carcajadas entre las compañeras:
“En quinto año éramos tan revoltosos que un día me sacaron un zapato y lo tiraron al aire. Salió volando por la puerta del aula y fue a caer justo al lado de la vicedirectora. Entró con el zapato en la mano y preguntó: ‘¿De quién es esto?’. Yo me levanté y asumí la culpa. Nos suspendieron a todas y tuvimos que ir al otro día con nuestros padres. ¡Qué vergüenza! Pero al final nos perdonaron, porque éramos buenas alumnas”.

A pesar de las travesuras, todas recuerdan con cariño aquellos años de formación. “Una escuela exigente, pero llena de vida”, dice Pelusa, con esa sonrisa que revive el pasado.
Donde empezó el amor
También hubo lugar para el amor. Pelusa recuerda con ternura la Estudiantina del segundo año: “Hicimos la carroza en el patio de mi casa, éramos pintoras, y mi papá nos ayudó con una gran paleta de artista. En el desfile nos cruzamos con la carroza de la Escuela Industrial, donde el rey resultó ser mi futuro marido. Yo decía: ‘Qué odioso ese rey, ni se ríe’. Después lo invité a un asalto -así se llamaban los bailes en casas particulares-, y ahí nació nuestro romance. Yo tenía 15 años, y a los 18 ya estábamos casados”.
Su esposo, Gauvry, fue profesor en la Escuela Industrial y trabajó muchos años en EMSA, la empresa eléctrica de Misiones. “Soy viuda -cuenta ella-, pero tengo tres hijos maravillosos: uno actor, que trabajó en las novelas de Thalía, otro ingeniero que vive en Australia, y mi hija, que está en San Martín de los Andes. Ya soy bisabuela, y me llena de orgullo ver lo que cada uno logró”.
Cada encuentro es una celebración de la vida. “A esta altura, lo único que puedo hacer es agradecer estar viva y tener todavía a mis amigas -dice Pelusa, emocionada-. Son vínculos que no se rompen. A veces pasa un año entero sin vernos, pero cuando nos reencontramos, es como si no hubiera pasado el tiempo”.
Así, entre fotos, abrazos y risas que suenan a recreo, las muchachas del ’56 siguen dando lecciones, sin pizarrón ni aula: la de la amistad verdadera, la que ni los años ni la distancia logran borrar.
















