Donald Trump estudia una excepción temporaria para las autopartes

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Donald Trump evalúa posibles exenciones temporarias a los nuevos aranceles de importanción sobre repuestos importados por Ford, GM y Stellantis, entre otros.

Trump impuso un arancel del 25% a los vehículos ensamblados, aplicando derechos sobre las autopartes importadas, que entrarán en vigor el 03/05, pero ahora está considerando exenciones para ciertos componentes de automóviles de bajo costo, informó Bloomberg.

Trump también mencionó

  • planes para implementar aranceles a las importaciones farmacéuticas en un “futuro no muy lejano” ;
  • que el alivio para los productos tecnológicos -conocido durante el fin de semana, y que beneficia en especial a Apple– será de corta duración; y
  • que eventualmente se impondrán aranceles específicos para cada sector.

El presidente Donald Trump dijo que está explorando posibles exenciones a sus aranceles sobre vehículos y repuestos importados para darles a las compañías automotrices más tiempo para iniciar la producción dentro de USA. Es el gran sueño no cumplido de Lee Iaccoca.

“Estoy considerando algo para ayudar a las compañías automotrices con esto. Están cambiando a piezas fabricadas en Canadá, México y otros lugares, y necesitan algo de tiempo, porque las van a fabricar aquí”, dijo Trump a la prensa el lunes 14/04 en el Despacho Oval.

Los comentarios del Presidente podrían aliviar a los fabricantes de automóviles afectados por los aranceles a las importaciones de automóviles y camionetas ligeras, pero también aumentan la incertidumbre sobre sus planes arancelarios.

Las acciones de General Motors Co. , Ford Motor Co. y Stellantis NV, matriz de Chrysler, aumentaron sus cotizaciones tras los comentarios de Trump, revirtiendo las caídas previas.

Los gravámenes a las importaciones de automóviles han amenazado con elevar los precios para los consumidores estadounidenses y causar estragos en las cadenas de suministro de automóviles, que están profundamente integradas en USA, Canadá y México. Trump ha argumentado que los aranceles son necesarios para reactivar la industria manufacturera estadounidense.

Trump impuso un arancel del 25% a los vehículos completamente ensamblados, con derechos sobre las piezas que entrarían en vigor a más tardar el 03/05. Sus aranceles a Canadá y México ya incluyen una excepción para los vehículos con suficiente contenido nacional para cumplir con los requisitos del acuerdo comercial vigente en América del Norte.

Los 3 grandes fabricantes de automóviles de Detroit llevan semanas presionando a la Administración Trump para que excluya ciertos componentes de bajo costo para automóviles de los aranceles previstos.

Ford, GM y Stellantis han admitido su disposición a pagar aranceles sobre automóviles terminados y componentes grandes como motores y transmisiones, según personas familiarizadas con el asunto.

Pero representantes de las compañías han dicho a la Administración que los aranceles amplios a las piezas aumentarían los costos en miles de millones de dólares y desencadenarían menores ganancias y despidos que contrarrestarían el objetivo de Trump de reconstruir la industria automotriz estadounidense.

Los frecuentes cambios de Trump en sus planes arancelarios han enviado señales confusas a los mercados, las empresas y los socios comerciales que luchan por entender cómo interactuar con una Casa Blanca que se ha comprometido a negociar docenas de nuevos acuerdos destinados a reducir los desequilibrios comerciales.

El Presidente promocionó las excepciones s los productos electrónicos de consumo populares de los aranceles del 125% sobre China y un arancel global base del 10% como beneficiosos para el gigante tecnológico estadounidense Apple Inc. y también promocionó las inversiones estadounidenses del fabricante de chips de inteligencia artificial Nvidia Corp.

“Mira, soy una persona muy flexible, no cambio de opinión, pero soy flexible”, dijo Trump a los periodistas.

“Recientemente ayudé a Tim Cook y a todo ese asunto”, continuó el Presidente, refiriéndose al director ejecutivo de Apple. “No quiero perjudicar a nadie. Pero el resultado final es que alcanzaremos la grandeza para nuestro país”.

Sin embargo, Trump señaló durante el fin de semana que el alivio para los productos tecnológicos será de corta duración, y él y sus asesores dijeron que esas importaciones eventualmente serán afectadas con un arancel diferente, específico para cada sector.

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Carolina Okulovich y la resiliencia en el mundo del té

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Resiliencia, define Carolina Okulovich. Y la palabra sirve para describir la capacidad de adaptación de la industria del té –o de la industria en general– para funcionar en la Argentina. Una industria que pasó de padecer tipos de cambio paralelos a sufrir un dólar planchado y costos que se dispararon sin control. A eso se suma la world trade war made in Trump, que agrega incertidumbre, con aranceles que pasaron de cero a diez por ciento y de nuevo a una pausa de 90 días que serán muy largos. Paciencia y adaptación. 

Sin embargo, toda crisis es al mismo tiempo una oportunidad. Y para el té misionero puede ser una enorme, revela Carolina: uno de los competidores principales del té misionero es China, que en la pulseada con Trump, tiene aranceles de importación del 145 por ciento. 

El año pasado Argentina envió té al país del norte por 57,9 millones de dólares, mientras que China colocó 55,5 millones. Habrá que esperar hasta octubre, en la feria de compradores de Estados Unidos, para ver cómo reaccionarán los importadores al nuevo escenario. El dólar libre anunciado el viernes por el ministro de Economía, Luis Caputo, es también un incentivo directo a la exportación, con un incremento del 20 por ciento en relación con la liquidación que regía hasta ahora. 

Ese combo de variables provoca una tensión diaria, que exige precisión quirúrgica. “La línea es fina. La ineficiencia hoy se nota mucho más. Entonces hay que ser muy, muy cauteloso. Redoblar esfuerzos, estar más atentos, estar pendientes en todas las áreas”, remarca Carolina en una visita a las oficinas de Economis.

Y no es metáfora. Los costos suben, los ingresos no acompañan, las exportaciones dependen de variables que no se manejan en las propias empresas. “El jornal siguió subiendo hasta emparejarse. Hoy para nosotros es un monto mensual muy importante. Las cargas tributarias también generan un costo financiero altísimo. Terminás de pagar sueldos y a los 10 días te llega el 931, que es un 50% más. La energía, el combustible, los fletes… Nosotros tenemos mil kilómetros hasta el puerto para sacar nuestros contenedores. Todo subió, menos el tipo de cambio. Y prender la industria del té hoy es carísimo. Tenemos muchos motores, mucho gasto energético. Todo esto con el mercado mundial en tensión”.

Don Basilio es uno de los principales exportadores de té argentino a Estados Unidos, donde el consumo de té frío es masivo, sobre todo en los estados del sur. Pero la noticia de un arancel del 10% que comenzó a aplicar ese país cayó como balde de agua fría.

“Es una suba importante. No debería afectarnos, porque es un impuesto a la importación que asume el comprador. Pero sabemos que no funciona así. Nosotros no somos formadores de precio. Dependemos del mercado exterior porque el consumo interno es muy bajo”.

Mientras tanto, la competencia global no afloja. “China está más complicado, Vietnam también, Kenia está como nosotros, pero ha plantado mucho más. Vi unas estadísticas: en 2014 Argentina estaba en el puesto ocho como productor mundial. En 2023, bajamos al puesto once. Y no sé si no vamos a seguir bajando”.

En este contexto, la industria tiene apenas cinco o seis meses de zafra por año. “Invertimos toda la vida en esta estructura. Pero trabajar la mitad del año no alcanza. Dependemos del financiamiento bancario. Mientras elaboramos, no estamos vendiendo. Pagamos sueldos, energía, hoja verde… y después guardamos el producto hasta que el cliente lo pide. Es tiempo muerto”.

Aunque tienen líneas con tasas subsidiadas, no siempre son accesibles. “Muchas veces se orientan a cooperativas más chicas. Nosotros siempre reinvertimos. Pero cada crédito se evalúa con incertidumbre. Las tasas varían todo el tiempo. Ser empresario en Argentina es casi un milagro”.

Detrás de esa expresión, hay una verdad: “Tenemos más de 300 personas trabajando con nosotros. Es una enorme responsabilidad”.

El dilema del pequeño productor

Carolina no esquiva el tema: el sistema no cierra para los pequeños. “Un productor con 7 u 8 hectáreas no puede venderle a la industria y sobrevivir. Nosotros necesitamos ser competitivos globalmente. Con los costos de mano de obra, energía, logística que tenemos, con este tipo de cambio, no cierra”.

“Antes la industria había dejado de participar en Coproté porque el ambiente era difícil. Hoy estamos más presentes, hay más voces. Pero estas cosas hay que decirlas con claridad”, explica. 

Por eso impulsa una alternativa: el té gourmet. “Yo soy una motivadora de eso. Que quien tiene su chacra pequeña piense en elaborar su propio té, en cosechar a mano, dar valor agregado. Pero para eso, hay que estar encima. Muchos tienen pocas hectáreas y dejan todo tercerizado. Así no cierra”.

La escena productiva cambió. “Antes la unidad era una chacra de 25 hectáreas, dividida en cuatro: un cuarto de té, un cuarto de yerba, uno de pino como ahorro y el otro para la casa con animales. Hoy casi no existe eso”.

¿Y qué propone cuando escucha que no da para más? 

“A veces dicen ‘plantá otra cosa’, y no me parece tan descabellado. Si no conseguimos más mercado, tenemos que ser realistas. Brasil, por ejemplo, era un gran productor. Hoy no exporta más”.

El té, explica, es una industria 100% tecnificada. “No hubiese habido otra manera de sobrevivir. Desde que tengo uso de razón, siempre invertimos en tecnificación. Competimos con China, India, África… países con costos muchísimo más bajos. Por eso digo: la industria del té argentino es resiliente. Sobrevive todo el tiempo”.

“A veces escuchás críticas: que la industria especula, que tiene galpones… Pero nadie ve que mientras elaboramos, no vendemos. Pagamos todo. Después vendemos. Es al revés de lo que muchos creen”, argumenta. 

Pasión familiar y marcas propias

La historia de Don Basilio no se entiende sin la familia. “Mi bisabuelo vino como inmigrante, lo mandaron al monte a plantar té. Decía: ‘Vamos a plantar porque parece que en el mundo se consume’. Era monte. Hoy veo nuestra yerba y nuestro té en góndola y me emociono”.

Su padre sigue trabajando todos los días. “Y eso nos empuja. Yo trabajé muchos años sola con él. Después se sumaron mi hermano, mi hermana. Le metimos aire fresco a la empresa. A las 7:30 nos chocamos todos en la oficina. Amamos lo que hacemos”.

Hoy dieron un paso más: pasaron de ser elaboradores a tener marca en góndola. “Es otro negocio. Somos compradores de papel, de pegamento… cambia todo. Pero la empresa crece. La familia crece. Teníamos que hacerlo”.

¿Y cuál es el objetivo con las marcas propias? ¿Estar, ganar mercados?

Ganar mercado, pelear el mercado. Nos está costando Posadas. Pero no Misiones, lo que pasa es que hay muchas marcas. Pero estar en góndolas ya es un orgullo. 

Carolina también fue pionera en vincular la industria con el turismo. “Lanzamos la Ruta del Té hace 11 años. Hoy es una herramienta que acerca el producto a la gente, promueve el consumo y cambia la percepción del té argentino”.

Pero aún faltan cosas. “Hay que mejorar la señalética, la información. En Mendoza está muy bien trabajado. Acá vamos por buen camino, pero falta. Recién lanzamos la tercera Expo Té Argentina, y la semana pasada fue la Fiesta Nacional del Té. Todo suma”.

“Son eventos que potencian el consumo, que acercan la comunidad al producto. Pero Argentina y sobre todo Misiones somos grandes consumidores de mate y de café. Y somos grandes productores de té, pero poco consumidores, entonces el desafío lo tenemos que tener nosotros. Ese camino está siendo transitado. Hace once años cuando empezamos con la ruta del té había prácticamente cero y hoy y si yo miro para atrás digo: “Wow, creo que hubo un cambio.” Cuando al argentino le abren las puertas y le cuentan la historia, se la toman como propia, empiezan a defender el producto argentino con uñas y dientes. Nos pasó con el vino, nos pasa siempre con el cuero argentino, hay un montón de productos argentinos de los cuales nos sentimos orgullosos de que sean argentinos y eso tiene que pasar con el té. O pasar con la yerba también”. 

¿Qué falta para eso?

Es tiempo. Yo creo que el camino está correcto. Cambiar la cultura, educar, transmitir, es tiempo. Van 10 años, pero faltarán 10 más probablemente. A veces me preguntan por qué no empezamos antes. “Mi abuelo murió gastado y trataba de solventar. Mi padre sigue trabajando. Nuestra generación recién ahora tiene el tiempo para pensar en diversificar. Antes era sobrevivir”.

“Nosotros vivíamos en Campo Viera, teníamos cinco kilómetros de tierra, veinte de asfalto para llegar al colegio. Recuerdo a mi mamá pintando la casa y cocinando porque venía un comprador de té. Así nos criamos”.

Don Basilio es una empresa orgullosamente familiar, misionera. Poder estar con mi hermano, con mi hermana. Hay pasión familiar. Y mucha. Uno tiene mucha historia y por eso también es importante participar. Antes la industria había dejado de participar de Coproté, porque realmente el ambiente era difícil y hoy participamos y a veces a mí me dicen, ¿Para qué? Hay que estar”. 

Carolina es una de las empresarias más convocadas en foros de liderazgo femenino. Pero no milita desde un lugar de privilegio, sino de esfuerzo. “No levanto banderas. Me formé, me animé, me gané el lugar. Fui presidenta de la Cámara de Elaboradores de Té cuando no había muchas mujeres. Hoy veo hijas de colegas que trabajan y van para adelante. Y me encanta”.

Tiene referentes. “Paquita Lowe es una referente. Victoria Szychowski también. Y muchas más. No somos iguales hombres y mujeres, y eso está buenísimo. Yo soy madre, mi marido es padre, cada uno cumple su rol. Pero el lugar hay que ganárselo. Con respeto, sin ofenderse por cualquier cosa. Hay que estar”.

¿Qué le diría a quien quiere emprender hoy en el agro? 

Si tuviera la varita… (Ríe). “Que sepa que no es fácil. Que empieza a subir, cae, sube, cae…. Que hay que invertir, no solamente tiempo, estudiar, observar, mejorar. Ver dónde está la competencia, ver dónde puedo resaltar, en qué puedo ser mejor, dónde puedo marcar la diferencia. Que va a caerse y levantarse muchas veces. Pero que se puede”.

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Unión Europea se Une a la Guerra Comercial: Responde a Trump con Nuevas Tarifas

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A partir del 15 de abril comenzará a gravar algunas hortalizas y frutas, legumbres secas, tabaco, papel higiénico, laminados de acero o motocicletas como las Harley-Davidson

La Unión Europea (UE) ha aprobado la primera fase de aranceles en respuesta a la guerra comercial iniciada por el presidente estadounidense Donald Trump, autorizando la imposición de un 25% de recargo a importaciones estadounidenses por valor de 21.000 millones de euros. Esta medida, que entrará en vigor el próximo lunes, es una represalia por los aranceles de Trump al acero y aluminio europeo.

La Comisión Europea, que considera los aranceles de Trump “injustificados y dañinos”, ha dejado abierta la puerta a una solución negociada, indicando que las contramedidas pueden suspenderse si Estados Unidos acepta un acuerdo “justo y equilibrado”.

El paquete de aranceles se aplicará en tres fases: abril, mayo y diciembre, afectando a una amplia gama de productos, desde alimentos básicos hasta productos industriales y de consumo. Sin embargo, el bourbon y los vinos estadounidenses fueron excluidos de la primera fase para evitar represalias de Trump.

Reacciones y Próximos Pasos

La aprobación de los aranceles se produjo con el único voto en contra de Hungría, cuyo ministro de Exteriores advirtió que las medidas “dañarán” la economía europea.

La UE también está preparando una respuesta a los aranceles masivos de Trump del 20% a todas las importaciones y del 25% a los automóviles y componentes, que se espera presentar la próxima semana.

Fuente: DW

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Trump’s trade war

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Comenzó la era dorada para Estados Unidos”, decían los seguidores de Donald Trump, parafraseando incluso al propio Presidente, y marcando de alguna forma el pulso de una nueva etapa económica que se cierne sobre el sistema mundial. En un mapa geopolítico profundamente fragmentado, con el ascenso de potencias en un orden regional, para Trump resulta fundamental modificar las reglas del juego económico con un único objetivo: la lucha por la hegemonía frente a China.

La guerra de los aranceles

Una de las primeras medidas que Trump impulsó -tras coquetear con la idea durante su campaña- fue la imposición de aranceles a nivel global. Con diferentes prioridades y niveles de intensidad, ni siquiera una isla habitada únicamente por pingüinos, como Heard y McDonald, se salvó.

Hay dos formas de ver esta cuestión. Por un lado, la visión simplista, o mejor dicho, el relato oficial que propicia Trump. El expresidente ha dejado en claro desde siempre que su propósito al ocupar el Salón Oval es que su país sea respetado en el mundo, y que todo beneficio global termine favoreciendo al ciudadano estadounidense. Hasta ahí, parece una declaración de principios basada en el proteccionismo económico y el nacionalismo político. Sin embargo, existe una lectura mucho más profunda.

Detrás de esa fachada nacionalista -real, sin duda- se esconde el verdadero leitmotiv de la aplicación generalizada de aranceles. Trump apunta todos sus cañones contra quien reconoce como su principal enemigo geopolítico: China.

Ya durante su primera presidencia había iniciado una guerra comercial directa contra Pekín. En aquel entonces, la cuestión arancelaria se limitaba a un enfrentamiento visible entre Estados Unidos y China. Hoy, en cambio, el mundo entero ha entrado en esa dinámica que parece tener un tinte revanchista. La pregunta es inevitable: ¿por qué las economías más postergadas deben pagar los costos de la lucha por la hegemonía entre estas dos potencias?

Lejos de tratarse de un capricho juvenil para debatir en una clase universitaria, se trata de un interrogante legítimo. La respuesta es tan simple como cruel: Trump aprendió de su primer mandato y ha desarrollado una lectura más afinada de la economía global. Sabe que, para debilitar los factores de producción chinos —y eventualmente enfriar su economía—, debe golpear a todo el sistema. Porque, en definitiva, todo el mundo comercia con China y está integrado a su economía, incluso desde el plano financiero.

El golpe de efecto de Trump es debilitar la cadena de aliados y países que dependen de los productos chinos, encareciendo sus importaciones para forzarlos a buscar nuevas rutas comerciales. El mensaje al resto del mundo parece claro: “esto les pasa por ser amigos de China”. Una estrategia tan inteligente como maquiavélica, en la que bien cabe la frase “el fin justifica los medios”.

En paralelo, Trump busca seducir a los países que resulten golpeados por la avalancha de aranceles, mientras toda esa riqueza termina dirigiéndose a las arcas estadounidenses. La ecuación es simple: para los ciudadanos de su país, la industria nacional será más barata que importar productos. Si un país altamente dependiente del mercado estadounidense pierde el acceso a ese negocio de 340 millones de consumidores, su economía podría colapsar sin tiempo para reacomodarse.

El juego de seducción incluye además un intento por posicionarse como socio económico prioritario de los países relegados, casi como el gran acreedor mundial, siempre desde la lógica del comercio exterior. Esta estrategia, sumada al aislacionismo político que pregona Trump, remite a la postura de Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial. Finalizado el conflicto y con el Tratado de Versalles sellado, el país del norte se convirtió en acreedor global, encerrándose en sus fronteras y dejando a Europa librada a su suerte. Aquella decisión fue el preámbulo de la crisis del 29 y del ascenso de los fascismos. Claro está, el contexto actual dista mucho de aquel, pero las resonancias históricas están presentes.

Una nueva etapa para el capitalismo

La globalización ha terminado. Es un hecho que muchos aún se niegan a aceptar, pese a las evidencias. Este fin del modelo de acumulación de capital, vigente desde la caída de la Unión Soviética, da paso a un mundo multipolar. Ya no es solo Estados Unidos quien detenta la hegemonía; ahora debe compartirla con China y Rusia, junto a otros actores de peso regional, como India, los “tigres asiáticos” y las petromonarquías de Medio Oriente.

La guerra de aranceles deja algo en claro: el orden que conocíamos se ha terminado. Asia ya no será el gran taller del mundo produciendo a bajo costo, América Latina no se limitará a exportar materias primas baratas, Europa ya no será el epicentro del mercado global ni de las tendencias cosmopolitas, y Estados Unidos carece hoy de la base social y económica que dio forma al “sueño americano”.

El mundo comienza a asistir a un nuevo concierto, donde los acordes no son los de la integración ni el compañerismo político, sino los de la autosuficiencia y el fortalecimiento de las economías nacionales. El rumbo parece ser claro: evitar los altos costos de la importación mediante la promoción de la producción local. Esto, inevitablemente, traerá consecuencias políticas y sociales, pero lo urgente es evitar que los aranceles terminen de destruir a naciones que ya están en situación crítica.

Argentina se encuentra en una encrucijada. Javier Milei es un ferviente admirador —casi un devoto— de Donald Trump, pero sus políticas económicas son diametralmente opuestas a las del expresidente norteamericano. Si bien coinciden en temas como el achicamiento del Estado o la batalla cultural, en términos económicos Trump representa exactamente lo contrario de lo que hoy impulsa Milei.

Ahí reside el dilema: ¿cómo separar lo político y cultural de lo económico, cuando en el fondo son partes del mismo engranaje? Trump podría celebrar el desmantelamiento del Estado argentino promovido por Milei, pero le impuso a nuestro país el mismo nivel de aranceles (10%) que a Colombia, con cuyo presidente, Gustavo Petro, mantuvo un breve conflicto diplomático.

El futuro de Argentina en este nuevo orden económico mundial es incierto. El potencial y los recursos existen, pero la voluntad política parece alejada del nacionalismo económico que hoy predomina en gran parte del mundo.

La guerra mundial ya no se libra con misiles ni atentados, sino con corridas cambiarias y aranceles. Muchos expertos en historia dirán que siempre fue así, que la economía ha sido el principal motor de los conflictos internacionales. Puede ser. Pero hoy el conflicto está a la vista de todos: Estados Unidos y China se disputan quién será el amo del mercado internacional.

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Trump anunció aranceles recíprocos con todo el mundo: los productos que ingresen desde Argentina pagarán 10%

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El presidente estadounidense Donald Trump confirmó este miércoles nuevos aranceles para “todos los países del mundo”, entre los que se encuentra la Argentina, en un anuncio que puede sacudir el sistema económico global como no se ha visto en décadas.

“Este es uno de los días más importantes, en mi opinión, en la historia de Estados Unidos. Es nuestra declaración de independencia económica“, afirmó Trump, quien ha bautizado esta jornada como el “día de la liberación” de Estados Unidos. 

“Firmaré una histórica orden ejecutiva que instituirá aranceles recíprocos a los países de todo el mundo”, resaltó durante el evento celebrado en la Rosaleda de la Casa Blanca.

Al dar detalles del alcance de la medida, confirmó que habrá un arancel del 25% a todos los automóviles fabricados en el extranjero a partir de esta medianoche.

Además, confirmó aranceles de al menos el 10% sobre prácticamente todos los bienes que ingresan a Estados Unidos.

Trump mostró un poster para ejemplificar cuáles serán los porcentajes aplicados a cada país: China pagará un arancel del 34%, la Unión Europea del 20 por ciento, y la Argentina un 10%.

“Hoy defendemos al trabajador estadounidense y por fin priorizamos a Estados Unidos”, celebró Trump.

Los aranceles entrarán se comenzarán a aplicar de inmediato, según informó la Casa Blanca, que añadió que el republicano está dispuesto a negociar con cada país implicado una vez que estén en vigor.

El magnate también afirmó que los aranceles “crearán más manufactura, lo que significará una competencia más fuerte y precios más bajos para los consumidores”.

La iniciativa recibió fuertes críticas de la minoría en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. El demócrata Hakeem Jeffries, por ejemplo, cargó contra el presidente y aseguró que “no es el día de la liberación” sino “el de la recesión”.

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