En el marco de exploraciones paleontológicas en la Formación Toropí/Yupoí, en la provincia de Corrientes, investigadores del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, UNNE-CONICET) identificaron restos fósiles de un ejemplar de “ocelote”. Es el tercer registro de félido en ese sitio paleontológico, y el primer registro fósil de la especie “Leopardus pardalis” del Pleistoceno Tardío para la Mesopotamia argentina.
La Formación Toropí/Yupoí (aproximadamente 52-38 miles de años antes del presente) es una de las unidades fosilíferas más ampliamente distribuida en la provincia de Corrientes, contando con una importante diversidad de vertebrados, 45 taxones reconocidos hasta el momento, dentro de los cuales predominan ampliamente grandes mamíferos herbívoros.
Sin embargo, el sitio exhibe un escaso registro de carnívoros, que se limita a materiales pobremente preservados correspondientes a un cánido no identificado y a dos félidos: Panthera onca (Linnaeus, 1758) o “Yaguareté” y Smilodon populator (Lund, 1842) o “Tigre dientes de sable”.
Recientes trabajos de exploración en la Formación Toropí/Yupoí dieron como resultado el hallazgo de una hemimandíbula derecha y un fragmento de maxilar izquierdo, los cuales se interpretaron como correspondientes al mismo ejemplar.
Ante el hallazgo, investigadores del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, UNNE-CONICET) y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la UNNE (FaCENA) pusieron en marcha un proyecto para describir y asignar taxonómicamente el ejemplar.
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Según las observaciones, el tamaño de la mandíbula se encuentra dentro del rango de variación de Leopardus Gray, 1842, siendo considerablemente menor que otros géneros como Puma Linnaeus, 1771 y Panthera Linnaeus, 1758.
En tanto, la morfología dentaria y de la mandíbula también remite a este género, difiriendo de otros géneros como Herpailurus, en que la rama horizontal tiene una altura uniforme y es robusta en su extremo anterior.
“Los estudios confirmaron que se trata de un ejemplar de Leopardus pardalis Linnaeus, 1758” comentó la licenciada Cecilia Méndez, becaria doctoral del CECOAL (UNNE-CONICET), quien desarrolla su tesis doctoral sobre la tafonomía de vertebrados de la Formación Toropí/Yupoí.
En el trabajo colaboraron los investigadores Alfredo Zurita, Ángel Miño Boilini, Carlos Luna y Pedro Cuaranta, del CECOAL y FaCENA-UNNE, así como el Dr. Francisco Prevosti del CRILAR (Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja).
La Lic. Méndez explicó que el ejemplar de “ocelote” identificado representa el tercer registro fósil de félido (un grupo de mamíferos carnívoros) para la Formación Toropí/Yupoí en casi cuarenta años de estudios en ese sitio de creciente interés paleontológico y cultural.
Pero además el hallazgo representa el primer registro de la especie Leopardus pardalis u “ocelote” para el periodo del Pleistoceno Tardío de la región Mesopotámica de Argentina.
El Pleistoceno Tardío es una división de la escala temporal geológica que pertenece al período Cuaternario, y que finalizó aproximadamente hace 10.000 antes del presente.
La licenciada detalló que las especies de este género se encuentran adaptadas a diferentes hábitats, que van desde la Cordillera de los Andes hasta las sabanas húmedas del Pantanal en Brasil. Resaltó en ese aspecto que el hallazgo contribuye a seguir aportando al conocimiento de la Formación Toropí/Yupoí y sobre los vertebrados del Pleistoceno Tardío de las provincias de la región.
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El hallazgo del ejemplar de Leopardus pardalis se enmarca en las líneas de investigación desarrolladas por integrantes del “Laboratorio de Paleontología y Paleoambientes del Neógeno y del Cuaternario” del CECOAL (UNNE-CONICET) y del “Grupo de Investigación en Paleontología de Vertebrados” de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura de la UNNE.
Dentro de las misiones que los jesuitas fundaron entre los guaraníes en los siglos XVII y XVIII existió un espacio dedicado a las plantas: el huerto.
Formaba parte del trazado urbano, estaba ubicado por detrás de los edificios principales, y delimitado por un muro de circunvalación. Su diseño interno comprendía parcelas y andenes de cultivo, estanques y un sistema hidráulico. Pese a la variedad temática en investigaciones sobre los conjuntos jesuíticos, el huerto ha sido un espacio casi olvidado. El proyecto denominado “Huertos jesuíticos: entre el diseño, el diálogo y la experimentación. Arqueología de jardines en el huerto de la misión jesuita de guaraníes de Santa Ana (siglos XVII y XVIII)”, bajo la dirección la investigadora María Victoria Roca, busca abordar esta temática.
Desde el Instituto de Estudios Sociales y Humanos (CONICET-UNaM), Roca encara el proyecto a partir de una beca interna posdoctoral. Nexo Universitario dialogó con la arqueóloga sobre los detalles del estudio que busca rescatar el patrimonio de Misiones.
En esta investigación el huerto es entendido como un espacio de experimentación y consolidación de un entorno vegetal expresivo de las prácticas, conocimientos y creencias puestos en juego por actores sociales de diversos orígenes: guaraníes, jesuitas americanos y jesuitas europeos. Esto se refleja en un particular diseño para cada pueblo y en una selección de especies que están presentes en dicho espacio, silvestres y cultivadas, nativas y exóticas.
“Los guaraníes ya cultivaban. Eran cazadores horticultores de floresta subtropical. Ellos no desconocían lo que era cultivar o producir su propio alimento no solo a partir de una recolección sino a partir del establecimiento en un lugar, del uso de esa tierra, de cómo se prepara esa tierra y demás, y sí tenían un repertorio de especies, por ejemplo maíz, porotos, mandioca, zapallo”, explica Roca.
En el contexto de Misiones Jesuíticas se continúa esa tradición de cultivo. Los guaraníes se sedentarizan, es decir, se establecen en un lugar que será la Misión y cada familia tendrá su chacra propia. “El sistema comunitario tradicional se rompe o se transforma, porque por un lado, hay una chacra familiar que es el abambaé y después el tupambaé que son las tierras de todo el pueblo, pero que generalmente se usan para asistir a los ancianos o para la comercialización”, describe la investigadora.
Según los documentos históricos, el huerto “es un espacio exclusivo de los jesuitas en donde tienen los ayudantes que se lo denomina hortelano quienes se ocuparían de este mantenimiento. Ahí hay una cuestión de gustos personales de los jesuitas y lo que cada uno trae de su tierra de origen; hay una combinación de lo nativo con lo exótico traído desde afuera”.
También es un espacio de experimentación, dice Roca: “Se trata de rescatar los huertos como un lugar de ciencia. Hay que pensar que pudo haber sido el lugar que posibilitó el traslado de los yerbales que estaban lejísimos a las cercanías y alrededores de cada pueblo. Y eso te hace pensar en las consecuencias económicas y consolidación de toda la experiencia misional”.
El huerto de la reducción de Santa Ana es el más apropiado para concretar este proyecto. Este sitio UNESCO está ubicado en Misiones. Los huertos están compuestos por un jardín de hierbas, jardín de flores (la parte ornamental), el huerto frutal y la viña. Los jesuitas trajeron hortalizas y plantas ornamentales y para el consumo. Se observa una sectorización y un manejo del espacio o domesticación del paisaje.
Se espera que esta investigación contribuya tanto a la conservación de los saberes y conocimientos asociados con las plantas nativas e introducidas, como a los espacios físicos que posibilitaron esta experiencia.
“En este momento histórico -Siglos XVII y XVIII- podemos pensar en la globalización de la biodiversidad. A partir de misioneros como los jesuitas o de los viajeros y exploradores, incluso en épocas anteriores, el mundo se completa como mundo y empieza este intercambio a nivel de lo que significan las plantas, de los conocimientos que tienen las comunidades que usan esas plantas, que muchas veces está relacionado a su cosmovisión.
Redescubrir los entornos en un lugar tan rico en naturaleza como es Misiones es muy interesante y creo que podemos vincularnos como humanidad a través de las plantas”, reflexiona Roca.
Avances y metas
Tras el trabajo de campo en la reducción de Santa Ana, el equipo se encuentra en la etapa de procesamiento de toda la información recabada para actualizar los mapas e incorporar nuevos elementos que pudieron identificar. “El espacio del huerto es enorme, el uso o manejo del agua es de una tecnología hidráulica muy de avanzada que empezamos a desmenuzar a partir de la identificación de nuevos tramos del sistema de canalización. Otro de los puntos fuertes son los detalles ornamentales. Hay un plan a nivel arquitectónico y artístico que tiene su correlato en el huerto”, señala Roca.
Además, las actividades desarrolladas dentro de la Paleoetnobotánica y la Arqueología de Jardines, posibilitarán la revelación de su diseño original, a partir de la identificación de estilos e influencias o relaciones con otros jardines históricos. También, permitirán indagar en la cultura material asociada al laboreo de la tierra en el ámbito reduccional, al tiempo que se avanzará en la identificación de etnoespecies mediante análisis arqueobotánicos.
La producción de información específica, asimismo, potenciará el valor turístico del sitio, propiciando el desarrollo local. En este sentido, este proyecto contribuirá con los objetivos del programa a cargo de la doctora Norma Hilgert, que se enfocan en la instalación de un jardín formal que aprovecharía el concepto de los huertos jesuitas, respondiendo de la forma más fiel posible al diseño, colecciones de plantas y función dentro de la vida y gestión misionera.
A su vez, el equipo trabaja en la concientización sobre el patrimonio. En conjunto con el Taller de Arte Brasanelli brindaron charlas a escuelas contando sobre el trabajo de investigación. Al respecto, Roca señala que “la comunidad de Santa Ana está bastante distante de este sitio patrimonial.
Para ellos es tan familiar que quizás se escapa el valor histórico. A partir de diferentes técnicas para la activación patrimonial, se puede ir cambiando esa percepción del entorno. Es un trabajo de hormiga en el que es fundamental que la escuela acompañe”.
Datos de la investigación
Tipo de beca: Beca Interna Posdoctoral Temas Estratégicos del CONICET Tema: Huertos jesuíticos: entre el diseño, el diálogo y la experimentación. Arqueología de jardines en el huerto de la misión jesuita de guaraníes de Santa Ana (siglos XVII y XVIII). Directora: Dra. María Lelia Pochettino – Co- Directora: Dra. Beatriz Rivero
Datos del Programa marco Programa de Incorporación de contenidos etnobotánicos en el conjunto Histórico-Arqueológico de las Misiones Jesuíticas en la provincia de Misiones (Argentina): Hacia un Jardín Etnobotánico Jesuítico-Guaraní Directora: Dra. Norma Hilgert – Instituto de Biología Subtropical, Facultad de Ciencias Forestales, Universidad Nacional de Misiones y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) Integrantes actuales: Dr. Esteban Hernández – Bermejo Departamento de Ciencias y Recursos Agrícolas y Forestales (Universidad de Córdoba, España) y Banco de Germoplasma Vegetal Andaluz (Junta de Andalucía, España). Dra. María Lelia Pochettino – Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Dr. Pablo Stampella – Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Dra. Lorena Salvatelli – Museo Histórico y Arqueológico Andrés Guacurarí
Participantes del trabajo de campo agosto 2019 Dra. Lorena Salvatelli – Museo Histórico y Arqueológico Andrés Guacurarí M.M.O. Mónica Leyría – Estación Vía Cultural Sr. Lucas Godoy – Estudiante de Historia UNaM C.P.A. Fotógrafa Sandra Nicosia – Instituto de Estudios Sociales y Humanos (CONICET-UNaM) Téc. Zoraida Ferri – Guía de Turismo con orientación en interpretación patrimonial.
Investigadores del CONICET participan de proyectos para el mejoramiento genético de Arachis hypogaea, combinando especies silvestres y razas antiguas inmunes a la enfermedad que provoca pérdidas de hasta el 40 por ciento en Argentina.
Con más de 800 mil toneladas vendidas al exterior cada año, Argentina es uno de los principales países exportadores de maní en el mundo. Sin embargo, el rendimiento de la producción local comenzó a verse afectado desde mediados de la década del ‘90 por el carbón, una enfermedad causada por el hongo Thecaphora frezii, que destruye las semillas de los frutos.
Para dar solución a este problema que provoca pérdidas de hasta el 40% en las plantaciones, investigadores del CONICET están participando en proyectos que buscan desarrollar maní resistente al carbón. Para lograrlo, identificaron fuentes de resistencia tanto en especies silvestres de Arachis como en razas antiguas y generaron híbridos compatibles con las variedades que son cultivadas extensivamente para la industria.
Los resultados de estos estudios, que fueron realizados en conjunto con el Criadero El Carmen, la Universidad Nacional de Río Cuarto, la Universidad Nacional de Córdoba, la Universidad Nacional del Nordeste y el National Peanut Research Laboratory (NPRL) de Estados Unidos; fueron publicados recientemente en artículos en las revistas CropScience y PlosOne. Los investigadores estiman que, con el desarrollo de estos materiales, en pocos años se podrán liberar diversas variedades comerciales de maní resistente al carbón, que permitirán recuperar el rendimiento promedio del cultivo en el país.
“El carbón es una enfermedad endémica de Argentina que está generando pérdidas de hasta el 40 por ciento en la producción. Por eso es importante que trabajemos en encontrar una solución a este problema. Es muy difícil que grupos de científicos de otros países se interesen en atenderlo porque no lo tienen”, destaca uno de los autores de los trabajos, el investigador principal del CONICET en el Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE, CONICET – UNNE), Guillermo Seijo.
“Nuestro aporte consistió en sistematizar el conocimiento que existe respecto a las pruebas preliminares de razas de maní resistentes al carbón, que fueron obtenidas por el criadero El Carmen a través de distintas metodologías de mejoramiento. Particularmente, lo que hicimos fue identificar, mediante herramientas genéticas, de qué fuentes viene la resistencia y cuáles son los recursos que están disponibles en las razas antiguas y en especies silvestres para obtenerla”, explica el becario doctoral del CONICET en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET – UNC), Francisco de Blas.
Uno de los trabajos consistió en la obtención de un trihíbrido a partir de las especies silvestres Arachis correntina, Arachis cardenasii y Arachis batizocoi, al cual se le duplicaron los cromosomas para que sea compatible con la variedad comercial Arachis hypogaea. En el otro, en tanto, se transfirió al resistencia a partir de razas antiguas de maní de Sudamérica. En ambos casos se desarrollaron poblaciones para estudiar la estructura genética del carácter y posibilitar el desarrollo de marcadores genéticos asociados a la resistencia.
El trabajo apunta a ampliar la variabilidad existente en las variedades comerciales mediante el desarrollo de materiales de pre – mejoramiento, que son los que todavía presentan caracteres de las especies silvestres o de razas antiguas y no tienen valor para la industria. Estos materiales ya han sido incorporados a los programas de mejoramiento que tienen por objetivo el desarrollo de variedades comerciales resistentes al carbón a corto plazo.
“Hemos podido transferir la resistencia de estos materiales, que se comportan como resistentes, a poblaciones segregantes para realizar estudios genéticos y genómicos del carácter”, señala de Blas. Ahora, los investigadores están buscando determinar cuáles son las porciones del genoma que están asociadas a la resistencia. Según estiman, en un futuro cercano se podrán identificar las regiones genómicas asociadas a la resistencia y desarrollar marcadores de ADN que permitan acelerar los programas de obtención de variedades comerciales resistentes.
Si bien el camino a la obtención de un maní comercial que sea resistente al carbón está bastante avanzado, el objetivo principal de los investigadores del CONICET es determinar la estructura genética de la resistencia y contar con las herramientas para acelerar el proceso de generación de nuevas variedades con mejores características. “Para poder lograr esto es fundamental la colaboración entre las instituciones científicas y el sector productivo. En este proyecto, fue clave la vinculación con Criadero El Carmen y confiamos en poder seguir obteniendo buenos resultados de esta interacción”, finaliza de Blas.
Ciencia básica aplicada al agro
Durante más de cuatro décadas, distintos grupos del IBONE han trabajado en el estudio y la caracterización de los recursos genéticos del maní. Uno de esos proyectos tiene que ver con la creación de los bancos de germoplasma de maní de Argentina, que fue desarrollado en conjunto con equipos de la Estación Experimental Agropecuaria Manfredi Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA),
“Estos estudios básicos pueden convertirse en una herramienta sumamente valiosa para solucionar el problema que significa el carbón, que causa pérdidas que representan varios cientos de millones de dólares cada año”, señala Guillermo Seijo. Además, destaca que en el IBONE -instituto que dirige desde 2015-, actualmente se está desarrollando un plan de identificación de resistencias en especies silvestres, de generación de híbridos y de datos genómicos que estarán disponibles para ser utilizados en diferentes planes de mejoramiento del cultivo.
El Instituto de Botánica del Nordeste “IBONE” (UNNE-CONICET) cuenta con un banco de germoplasma de maní que resguarda la diversidad genética de especies silvestres, parientes de este cultivo, y que además favorece la realización de estudios para la caracterización y mejoramiento de las especies cultivadas.
De contar con unas pocas plantas para realizar ensayos de su tesis doctoral, que eran guardadas en macetas en invernáculos prestados o quedaban al aire libre, la Doctora Graciela Lavia es en la actualidad la responsable del Banco de Germoplasma de Arachis, del IBONE; así como también lidera el grupo de Investigación denominado: “Germoplasma de leguminosas de interés productivo: conservación, caracterización y premejoramiento”.
El Banco de Germoplasma de Arachis del IBONE es uno de los más reconocidos a nivel país, cuenta con más de 600 accesiones, o entradas de material, y resguarda más de 60 especies y más de 200 híbridos interespecíficos.
Pero la principal característica del banco es que la mayoría del material en custodia corresponde a especies silvestres de maní, especies que cada vez cobran mayor interés para planes de mejoramiento, ya que en ellas se encuentran resistencias a factores bióticos (plagas, enfermedades) y abióticos (sequía, anegamiento), que son de interés para incorporar al cultivo de maní.
La Dra. Lavia, quien además es docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Naturales y Agrimensura de la UNNE, recordó que el proyecto del banco de germoplasma comenzó hacia principios de la década de 1990, y no fue sino hasta el año 2001 cuando tras participar en un proyecto financiado por la Comunidad Europea lograron, junto al Dr. Guillermo Seijo, equipar el Laboratorio de Citogenética Molecular y construir el primer invernáculo para conservar las plantas.
A partir de ahí la colección comenzó a crecer, recibiendo principalmente material proveniente de otros centros especializados en maní como INTA Manfredi de Córdoba, CENARGEN de Brasilia y Texas A&M University de Estados Unidos, así como las muestras propias colectadas a campo por investigadores de la UNNE y CONICET.
El crecimiento del banco de germoplasma siguió, lo que posibilitó la construcción de un nuevo invernáculo y la conformación de un equipo de trabajo de calificados profesionales.
La investigadora explicó que el banco de germoplasma permitió el desarrollo de líneas de investigación orientadas a la conservación, caracterización y pre-mejoramiento.
La etapa de conservación consiste en el resguardo del material en invernáculo, que contiene plantas vivas, y el banco de semillas conservadas en cámaras de frío.
En lo que concierne a la caracterización, luego de la identificación del material que se está conservando, se aplican diferentes técnicas para describir características morfológicas, citogenéticas, genómicas, entre otras.
Y es justamente para los planes de mejoramiento que resulta importante la preservación de las especies silvestres. Es que las especies silvestres presentan una gran diversidad genética que se traduce, entre otras características, en resistencias a factores bióticos y abióticos. Debido a esto, las especies silvestres están siendo utilizadas en planes de mejoramiento dirigidos a “introgresar” estos caracteres.
Una estrategia para llevar a cabo la “introgresión” es mediante cruzamientos interespecíficos, duplicación cromosómica y posterior cruzamiento del anfidiploide artificial con alguna línea elite del maní.
“Las especies silvestres del maní, así como de otros cultivos, cada vez revisten mayor interés en conservación, con fines de mejoramiento, pero también como resguardo ante el avance de la degradación de ecosistemas naturales que va generando una pérdida de biodiversidad” agregó la Dra. Lavia.
Reiteró en ese sentido la importancia del Banco de Germoplasma de concentrar especies silvestres, colaborando así en su conocimiento pero también en evitar que se pierdan definitivamente.
El grupo de investigación dirigido por la Dra. Graciela Lavia, del Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE, UNNE-Conicet), está integrado por el Dr. Guillermo Seijo, Dr. Germán Robledo, Dra. Alejandra Ortiz, Dra. María Celeste Silvestri y la Lic. Alejandra García.
El grupo además trabaja en articulación con investigadores de otras facultades de la Universidad Nacional del Nordeste y de la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba). Asimismo, participan en proyectos en articulación con organismos públicos científicos y empresas privadas (Criadero El Carmen, Gral. Cabrera, Córdoba).
Luego de su participación en “¿Quién quiere ser millonario?”, la investigadora del Conicet Marina Simian se reunió con el presidente de la Nación, Mauricio Macri, y conversaron sobre medidas “para mejorar la situación de los científicos en el país y facilitar el desarrollo científico”. La especialista en cáncer publicó una serie de puntos que le presentó al mandatario, entre los que se destacan el pago en tiempo y forma de los subsidios adjudicados, así como la actualización de esos montos. Un repaso por la situación del sector científico.
Hoy tuve una muy buena reunion con el Presidente Macri. Hablamos de lo que hay que hacer a corto plazo para empezar a aliviar la situación de los científicos. pic.twitter.com/mLqY3nChKQ
Los últimos datos disponibles muestran que en 2015 la inversión pública y privada en investigación y desarrollo llegaba al 0,62% del PBI, mientras que en 2016 bajó al 0,56% y en 2017 cayó al 0,55% del producto.
Al analizar los datos oficiales se ve que la inversión privada se mantuvo constante en 2015, 2016 y 2017 (0,15% del producto). O sea, la inversión privada en investigación y desarrollo no varió en la gestión de Cambiemos. El principal cambio, entonces, se dio en la inversión pública, que pasó de 0,47% del PBI en 2015 al 0,40% en 2017.
Los nuevos datos también muestran que en 2016 y 2017 la inversión total (tanto pública como privada) cayó en término reales, es decir, aumentó menos que la inflación. Las cifras oficiales muestran que en 2016 hubo una pérdida del 11% y en 2017 se mantuvo, por lo que entre 2015 -último año de Fernández de Kirchner- y 2017 -último año con datos- cayó cerca de 11 puntos.
La inversión en Ciencia también cayó como porcentaje del gasto total del Estado. Como se explicó en esta nota, al ver el gasto en Ciencia y Técnica (que incluye investigación y desarrollo, transferencia de tecnología, educación de postgrado para formación de investigadores y promoción de las actividades científicas y técnicas) como proporción del gasto total del Estado, se ve que en 2018 se destinó el 1,13%, el menor porcentaje desde 2001. Según el Presupuesto 2019, este valor bajaría levemente hasta 1,11% del gasto total, lo que sería la menor proporción desde 1993, el primer año con datos oficiales comparables.
¿Cómo varía por provincia?
Los datos publicados también dividen la inversión por provincias (teniendo en cuenta tanto la inversión nacional como la provincial, así como también la privada). En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es donde más invirtió en 2017 en relación a su cantidad de habitantes ($6.208 por habitante), seguida por Río Negro ($4.292) y Corrientes ($1.662). Al contrario, las provincias donde menos se invierte son Chaco ($252 por habitante), Santiago del Estero ($367) y Misiones ($389).
¿Quiénes investigan en el país?
Según las últimas cifras oficiales, en el país hay casi 110 mil personas dedicadas a investigación y desarrollo, de los cuales el 76% (es decir, más de 83 mil personas) son investigadores -incluidos los becarios de investigación.
De ese grupo, hay 44 mil investigadores que son de universidades públicas, 22 mil en el Conicet, 6 mil en organismos de Ciencia y Técnica, casi 6 mil en empresas y otros 5 mil en universidades privadas.
¿Qué se investiga?
El estudio también muestra en qué áreas invierten los organismos públicos. El 18% de la inversión se destina a proyectos cuyo objetivo está relacionado con “Energía”, mientras que el 16% se destina a “Salud”, otro 16% se invierte en “Producción general de conocimiento” y un 15% se relaciona con “Agricultura”.