Scarabotti, de Tras los Pasos: “Creo que este año el comercio lo va a pasar sobreviviendo”

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El centro de Posadas tiene sus rincones y uno de ellos es sin dudas la librería Tras los Pasos, en Rioja casi Colón. El aroma a café del bar se mezcla y compite con el de los libros sin dueño y le da una bienvenida distinta al lector.

Cada rincón demora en silencio el tiempo de los clientes que se dejan seducir por los autores. La lectura, como la música, refleja un momento, una vivencia, una moda, un estado de ánimo. Matías Scarabotti, es el fundador y propietario de Tras los Pasos, que también cuenta con una sucursal en Oberá.

Scarabotti tiene tan solo 39 años, pero 20 de experiencia en el rubro. Pasó la crisis del 2001 como encargado de una librería en La Plata, y salía a buscar productos accesibles al bolsillo de la gente. “¿Qué puede comprar la gente?, bueno eso tengo que ofrecerle, pensaba”.

Este emprendedor que logró imponer un concepto nuevo en el negocio de la venta de libros, recibió a Economis para hablar sobre sus proyectos, aunque el tema que dominó la charla fue la difícil coyuntura económica que enfrenta el comercio de la ciudad. Scarabotti sabe que la pasión por la lectura no es suficiente cuando ese estado de ánimo lo marca también la economía, y hoy, le genera preocupación.

El comerciante se confesó “pesimista” por la falta de un plan económico que permita reactivar un consumo interno golpeado más aun en zonas de frontera.

“El año viene con perspectivas no tan positivas desde el punto de vista intuitivo que es una gran cuota para los empresarios y comerciantes. La economía tiene que ver con un estado de ánimo también, en este sector noto esa sensación, excepto los que son muy optimistas, demasiado optimistas para mi gusto dentro de la Cámara de Comercio. Pero si le pongo racionalidad al asunto, no veo buenas perspectivas, aunque hasta ahora no viene tan mal, el crecimiento de un negocio o su caída se ve por la cantidad de unidades no por plata, y en unidades estamos más o menos parejos en comparación interanual”.

El comerciante asegura que la crisis no es similar a la de comienzos del 2001 pero observa un amesetamiento en las ventas, y una escasa reacción por el cambiar el rumbo.

“Si me preguntas la proyección, soy bastante pesimista, no veo un plan B, ni un plan A, ni C en el gobierno desde el punto de vista económico, veo que van poniendo parches, una contradicción enorme entre la filosofía política y económica, porque ellos son de formación liberal pero están actuando como un gobierno interventor, no es coherente, pero no les queda otra además porque están atrapados en la discordia, en el enfrentamiento, en la tragedia Argentina, peronistas y radicales, River y Boca, unitarios y federales”.

Matías Scarabotti tiene 39 años y 20 en el rubro. Pasó la crisis del 2001 como encargado de una librería en La Plata, y salía a buscar productos accesibles al bolsillo de la gente. “Qué puede comprar la gente, bueno eso tengo que ofrecerle, pensaba”.

Recuerda que en ese momento compraba bibliotecas de personas, empresarios, profesionales que quebraban y vendían hasta sus libros. “Era muy triste, yo me iba a las casas a llevarme los libros de esas familias por dos mangos, me acuerdo y me provoca una sensación muy fea. Fue una locura y tristeza de mucha gente. Compraba video clubs que se fundían y me llevaba las viejas películas. Tenía una librería que estaba a cargo mío y todo el piso de arriba era de libros y películas viejas, es donde más lleno estaba y así salimos”.

¿Y hoy?

No estamos en un contexto parecido, yo imagino esto como una meseta, que vamos a estar así manejándonos con una leve caída, sobreviviendo. No veo un crecimiento, veo un futuro de un año o dos de sobrevivencia.

El momento social y político marca lo que lee la gente. Si hay un caso de corrupción la gente busca sobre eso, sobre política, economía, más allá de que cada uno tiene su perfil.

El comerciante que tiene a su cargo a 30 personas -posee la franquicia del local de ropa para niños Cheeky – incursiona desde hace un año y medio en el mercado de capitales. “En vez de estar pensando cómo puedo invertir o dónde tengo que invertir en mi negocio, ellos me hacen pensar en cómo puedo generar una guita más con el dinero que me genera el negocio, mover la plata en sí misma, eso me proponen. No me gusta, pero lo tengo que hacer por la salud de mi gente también”, explica.

Y en esas charlas que tienen con los comerciantes de Posadas, qué debaten para hacerle frente a Encarnación por ejemplo.

Mucho no se puede hacer. Es mucha plata que se va, pero es comprensible, la gente hace lo que puede. Seamos sinceros, rinde más el dinero allá pero hay algo que la gente tiene que saber y es responsabilidad nuestra transmitirlo, de que eso hace mucho daño a la economía local y genera más desempleo, más comercios cerrados. Yo pido como comerciante que los consumidores sepan en qué medida van a comprar a Paraguay, que lo hagan con responsabilidad, comprá lo que necesites y si hay una gran diferencia y bueno, no queda otra, pero no vayas a gastarte toda la plata allá a comprar cualquier cosa que podes conseguir acá por la misma guita.

Tenemos muchos nuevos lectores. El gran logro que hemos tenido en Tras los Pasos es la creación de nuevos lectores. Nativos digitales que buscan libros también.

 

¿Hay una cuota de responsabilidad de los comerciantes que no pudieron fidelizar al cliente en tiempos de bonanza económica con precios excesivamente elevados cuando por ahí podían vender por menos?

El problema con las asimetrías es muy complejo porque está eso que vos mencionas. Hubo comerciantes que se aprovecharon, pero no son todos. Pero todo forma parte de la tragedia Argentina de la que hablábamos al principio. Si el comerciante tomara conciencia de que es su gente, su empleo, su futuro, no tendría que arrancarle la cabeza al consumidor. Esa avaricia desmedida que puede haber en algún sector, tiene que ver con esto, con no pensar a futuro, con no proyectar, con no amar su país, con no pensar éticamente en sus cliente, con vender mercadería trucha. Hay que resignar un poquito de ganancias y ser coherente. Es difícil pensar en una salida porque es cultural.

¿Cómo cree que va a terminar el año?

Más o menos igual, sobreviviendo, resignando utilidades, ganando un poquito menos.

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“La columna vertebral de cualquier economía tiene que ser la rotación de productos”

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En una entrevista con Economis, Nicolás Mas, titular de Consultora Misionera, analizó el momento del sector inmobiliario y aunque prefiere no hablar de crisis, admite que hay más incertidumbre que concreción en la adquisición de unidades funcionales, aunque considera que ese freno se genera por una especulación que alimenta el mal momento de la economía.

“La crisis tiene una gran ventaja, o algo malo termina o algo nuevo comienza. Es una gran oportunidad para replantearnos un montón de cosas como un mayor volumen en ventas con rotación de productos, las grandes economías se manejan por volumen de ventas, yo no puedo tener un producto caro, con una rotación baja y con un alto margen de utilidad, debe ser al revés bajo margen de utilidad y gran rotación. Prefiero vender 50 departamentos a un buen precio que vender diez a un excelente precio. En ese volumen estoy generando puestos de trabajo, impuestos. La columna vertebral de cualquier economía tiene que ser la rotación de productos”.

¿Es momento para invertir?

Hoy por hoy ofrecemos departamentos que van desde los 750 mil pesos a los 850 mil pesos de un dormitorio con todas las facilidades y a partir de ahí de distintos niveles, toda esta gama de productos está entre un 15 y un 20 por ciento de la media del mercado. Siempre es momento de invertir. Es aquí y ahora porque mañana no sabemos qué pasa, lo mismo si pensás en viajar, tener un hijo, casarte. Creemos que hoy el negocio es comprar y vender para los inversionistas  de volumen.

 

En Posadas uno ve edificios en permanente construcción pero la discusión es la misma, es una plaza cara

Acá el tema no pasa por vender menos y ganar más, es al revés, hay que ganar por volumen. Y eso lo ves no solo en el sector inmobiliario, sino en comercio, automotores.  Nosotros nos adaptamos al cliente, el cliente quiere cerrar y nosotros cerramos. Buscamos la manera de que ese movimiento no pare porque todo lo que es estático tiende a fenecer. Por un lado siempre nos quejamos de que no hay ventas, no hay productos, del rol del Estado, y por otro lado cualquier ventaja la usamos a nuestro favor. Tenemos que hacernos responsables y dejar de culpar a los demás.  Tenemos una crisis que nos genera la oportunidad de crecer”.

 

¿A qué nos llevó la especulación? Somos un país eternamente especulador con el dólar, la inflación, el desempleo, la construcción y esta especulación es la que genera la situación de crisis que vivimos. 

 

Desde 2010 con su sociedad, incursionó en el rubro de la construcción y la creación de proyectos de desarrollos inmobiliarios. Mas afirma que su secreto es la flexibilidad. “Somos muy flexibles al momento de negociar, eso hace que el negocio crezca y trabajamos en la rotación de productos, creemos que el precio tiene que estar acompañado de la eficiencia”.

¿Cómo observan el comportamiento del cliente, prefiere esperar, tiene incertidumbre?

El cliente espera, pero no sé qué espera. Es un defecto nuestro en general. Si vos frenás el flujo de capital que querés insertar en el mercado y así como vos otros tantos, cuando te querés acordar, tenes una crisis porque el estancamiento provoca crisis.

¿Eso es falta de confianza en el mercado, en el gobierno?

Creo que es falta de confianza en que la cosa puede estar mejor. Por qué los argentinos se van a cualquier lado y les va bien, en Brasil, en España. Creo que siempre es un buen negocio invertir en ladrillos. Posadas está entre las cinco ciudades de mayor crecimiento del país porque está en un enclave estratégico por su zona de frontera, por ser una provincia turística, por varios factores. Creo que hay un temor y que ese temor es parte de la crisis, sí tenemos muchas consultas, pero mucha especulación.

Cuando el contexto no es el mejor tenemos que preguntarnos dónde tenemos qué ajustar pero el ajuste no recesivo sino inteligente.

 

Proyectos en marcha

Consultora Misionera brinda asesoría en desarrollo inmobiliario y lleva adelante la construcción del Complejo Ipanema, de casi 4.000 metros cuadrados, ubicado sobre la avenida López Torres, con vista a la Costanera de Posadas. Un edificio de 27 unidades funcionales, con un centro regional de negocios, vista al río,  departamentos de uno y dos dormitorios, dos semipisos, veinte cocheras, laundry y spa en planta baja.

Además construye el residencial Don Jaime, de mil metros cuadrados, ubicado sobre la avenida López Torres casi Tierra del Fuego, conformado por 18 unidades funcionales de 39 metros cuadrados, destinado a jóvenes profesionales y estudiantes.

Finalmente, en sociedad con Guillermo Vázquez, lleva adelante la edificación de la Torre Aymará de 16.000 metros cuadrados. Un emprendimiento que posee características técnicas orientadas a la eficiencia energética y todas las unidades tienen vista panorámica al río, la costanera y las ciudades de Posadas y Encarnación. Los departamentos tendrán piscina con solarium, salón de usos múltiples, gimnasio, sauna seco, sala de masajes, salón de belleza y peluquería, restaurante y bar.

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El FMI prevé un fuerte crecimiento mundial por primera vez desde la crisis

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El Fondo Monetario Internacional emitió su primer pronóstico de crecimiento de la economía global en los últimos seis años, basado en el empuje que están mostrando las grandes economías desarrolladas y en el repunte que está exhibiendo China en los últimos trimestres.

 El Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió su primer pronóstico de crecimiento de la economía global en los últimos seis años, basado en el empuje que están mostrando las grandes economías desarrolladas y en el repunte que está exhibiendo China en los últimos trimestres.

“La primavera está en el aire y la primavera está en la economía también”, dijo la directora-gerente del Fondo, Christine Lagarde, en una entrevista a la televisión concedida el jueves pasado al iniciarse la Reunión de Primavera del FMI y el Banco Mundial en Washington.

La literaria apreciación de Lagarde sobre el desempeño de la economía mundial para este año se asienta sobre la previsión del Fondo de un crecimiento del 3,5% en 2017, una décima porcentual por encima del 3,4% que anticipó en su Reunión Anual de septiembre pasado.

En su informe de perspectivas, el denominado World Economic Outlook, el FMI dijo que la economía crecerá a ese ritmo merced al inesperado fortalecimiento de China, que ya ha mostrado un incremento de su PBI en el primer trimestre de este año del 6,9%, que se suma así a la clara mejoría de Europa, Japón y Estados Unidos.

El Outlook colocó a España a la cabeza del avance de Europa, con un aumento del producto interno del 2,6% para 2017 después de haber crecido un 3,2% el año pasado, y ubica al Viejo Continente con un avance promedio del 2% para el año en curso.

También pronosticó que Japón crecerá 1,2% este año, en tanto para China prevé una expansión del PBI del orden del 6,6% y, con un récord de crecimiento, coloca a India, con un aumento del 7,2%.

De esta manera y a pesar de los problemas que atraviesan las economías latinoamericanas y de Africa, los especialistas del Fondo creen seriamente en una profundización de las mejoras que se evidencian actualmente en la industria y en el comercio mundial, considerando que ha llegado a su fin la fase de crecimiento “mediocre” comenzada tras la debacle 2008-2009.

Por eso, fuente del FMI han afirmado que “la economía mundial está en su mejor momento desde la crisis financiera” de aquellos años, a pesar de que subsisten grandes preocupaciones alrededor de los posibles efectos negativos de los factores políticos negativos que se ciernen en algunos de los países desarrollados.

Ese es el caso de Francia, donde mañana se celebra la primera ronda de las elecciones presidenciales, en las que existe el riesgo moderado de una victoria de la candidata de extrema derecha Marine Le Pen, quien es partidaria del abandono de la Eurozona y de la Unión Europea (UE).

Durante la reunión semestral de este fin de semana en Washington, fuentes del sector de estudios del FMI deslizaron que hay nerviosismo en el organismo multilateral por lo que pueda ocurrir en la elección francesa de mañana y, sobre todo, en la segundo ronda del mes próximo entre los dos candidatos que ocupen los primeros lugares en la primera vuelta.

Lagarde dijo públicamente que una eventual victoria de Le Pen “entrañaría, ciertamente, un desorden mayor” en la economía internacional, una apreciación nada habitual en un director-gerente del Fondo y que puede, también, leerse como un mensaje para que sus compatriotas se lo piensen dos veces antes de decantar su voto en favor de la candidata extremista.

En lo que hace a Estados Unidos, el Fondo prevé un crecimiento del 2,3% del PBI este año, bien por encima del 1,6% del año pasado, aunque mira con incertidumbre lo que finalmente ocurra con la orientación económica del presidente Donald Trump, quien hasta el momento viene encontrando serios obstáculos para imponer sus reformas de carácter proteccionista y aislacionista.

Aunque Lagarde elogió los primeros pasos de Trump, no deja de sorprender que lo haya hecho justamente en los mismos días en que el presidente estadounidense anuncia una investigación de “seguridad nacional” para frenar las importaciones de acero, las cuales vienen fundamentalmente de China, lo que implicaría el inicio de represalias comerciales mutuas entre Washington y Pekín.

Nadie sabe exactamente a dónde va Trump y, por tanto, la economía de Estados Unidos, un factor decisivo para cualquier prognosis del futuro de corto y mediano plazo.

“La crisis de liderazgo es hoy la mayor en mucho tiempo, en particular en el tiempo de vida FMI”, es decir, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, estimó el historiador oficial del Fondo, James Boughton, citado el pasado viernes por el Financial Times.

Aún así, hay otros importantes analistas, como es el caso del ex economista-jefe del Fondo, Olivier Blanchard, para quien no se vislumbran riesgos económicos reales por parte de las tendencias populistas en Estados Unidos ni en otras economías desarrolladas.

Ni siquiera el Brexit o un empeoramiento de la situación de Grecia, y su nunca descartada salida de la Eurozona, entrañarían un problema sistémico a escala mundial, de acuerdo con la visión de Blanchard.

Sin embargo, la apreciación del actual economista-jefe del FMI, Maurice Obstfeld, es un poco menos optimista y, hasta cierto punto, sombría sobre el futuro de la economía mundial en el próximo período.

Así lo expresó en su introducción al Outlook al señalar que “la corrección al alza de nuestro pronóstico para 2017 sigue siendo pequeña y las tasas de crecimiento potencial a más largo plazo siguen siendo inferiores a las registradas en las últimas décadas a nivel mundial, y especialmente en las economías avanzadas”.

Más aún, señala que “aunque existe la posibilidad de que el crecimiento supere las expectativas a corto plazo, hay significativos riesgos a la baja que continúan opacando las perspectivas a mediano plazo y que, de hecho, pueden haberse intensificado desde la publicación de nuestras últimas previsiones”.

Entre estos riesgos, Obstfeld señala que uno destacable “es un giro hacia el proteccionismo que haga estallar una guerra comercial”.

Puede verse en esta condensada línea de análisis que el FMI sigue muy pendiente de las tendencias nacionalistas que empiezan a empujar con más fuerza la política económica de las grandes potencias y las señala, como el ejemplo de Trump lo expresa, como un elemento muy preocupante de cualquier recuperación mundial de largo plazo.

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Volvió a repuntar la compra de dólares en bancos durante abril

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La incógnita hoy en las mesas es cuándo aparecerá la demanda de empresas. Prevén mayor presión en los meses preelectorales.

En el mercado gana cada vez más lugar la percepción de que el dólar de $15,50, que hoy se ve en las pizarras, debería estar muy cercano a un piso. Los ahorristas aumentan sus compras de billetes y la salida de divisas por las ventanillas de bancos y por homebaking ya se afirma entre los u$s1.000 millones y los u$s2.000 millones diarios.

En las mesas advierten que la demanda empezó a sentirse con más fuerza en abril, después de que marzo reflejara una merma respecto del verano (cuando hay necesidades de dólares por turismo). Mañana, precisamente, el Banco Central va a informar la demanda que hubo durante el mes pasado. Pero en las entidades comentan que el verdadero movimiento empezó a notarse en esta última quincena.

En ese contexto, los bancos atendieron estas compras, hasta ahora, principalmente con dólares propios. El interrogante en el mercado es, ahora, cuándo se iniciará la demanda de billetes de empresas y bancos. Mientras tanto, ante semejante oferta de dólares por blanqueo y emisiones de deuda, el flujo no alcanza a empujar el tipo de cambio.

Las compras de ahorristas ya se ubican en un nivel que duplica al de los meses normales del año pasado. El gran salto se dio en diciembre, con el efecto que generó la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Los ejecutivos de bancos creen no hay factores estacionales que justifiquen este nivel de demanda. Más bien atribuyen el comportamiento a una percepción de que, en la Argentina, el dólar deberá empezar a acompañar en algún momento el movimiento que muestra en otros países.

En algunos sectores ya ven las mismas señales de dolarización: las ventas de autos importados crecen por encima del 70% interanual, frente al avance del 8% que se ve en los nacionales; el turismo de argentinos hacia el exterior (el “emisivo”) aumentó un 12% en el primer trimestre de 2017 frente a un estancamiento del ingreso de extranjeros en el país (el “receptivo”); y el consumo en dólares con tarjetas de crédito avanza cerca del 40% respecto del año pasado (el que es en pesos, por debajo del 30%).

En abril se volvió a ver un repunte en el saldo en dólares que tienen los minoristas en sus cajas de ahorro bancarias, cercano a los u$s200 millones. En el sistema financiero explican que no hay muchos secretos detrás de este fenómeno: los argentinos perciben que el tipo de cambio quedó muy bajo frente al resto de los activos y aprovechan a dolarizar su cartera en busca de algún rendimiento que les permita salir airosos de la inflación. En diciembre, la compra de billetes por ventanilla o homebanking ya había alcanzado un récord de u$s3.474 millones, según las cifras oficiales del Banco Central, con lo que llegó a más que duplicar el promedio mensual del año pasado (cercano a u$s1.500 millones). Pero en enero y febrero, cuando todos esperaban una regreso a la normalidad, la dolarización siguió fuerte: hubo compras de billetes por u$s2.400 millones por mes, un registro inédito para esta época. Las ventas de dólares, en cambio, cayeron 50% respecto de diciembre, y los ahorristas reflejaron con esto una reticencia a desprenderse de sus divisas.

En las mesas creen que la voracidad de los ahorristas por los billetes podría aumentar en el tercer trimestre ante la especulación de una corrección en el tipo de cambio poselectoral.

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Brotes verdes, amarillos y rojos: ¿qué pasa con el empleo en Argentina?

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El pasado jueves 16 de marzo el INDEC dio a conocer datos de desempleo del cuarto trimestre, que dieron una baja respecto al tercero (7,6% contra 8,5%). Unas horas antes de que el organismo de estadística publicara el dato, el diputado oficialista Luciano Laspina tuiteó: “Tengo una buena noticia. El desempleo está bajando en la Argentina. Bajó a 7,6%, casi un punto menos respecto al tercer trimestre”. Sin embargo, a las pocas horas lo borró: quizá porque no corresponde que alguien que no sea el INDEC comunique ese tipo de datos o, quizá, porque la baja del desempleo no se dio por un motivo positivo (como la creación de empleo), sino por otro (personas que no tenían trabajo y buscaban activamente dejaron de buscarlo), como se conoció horas después en el informe del INDEC. Ahora bien, por esta razón es muy errado entender el mercado de trabajo argentino (o el de cualquier país) en base a una sola variable como la tasa de desempleo. En lo que sigue, procuraremos analizar qué está pasando con el mercado de trabajo en la coyuntura actual, tratando de sacar el mayor jugo posible a los datos oficiales.

Los indicadores del mercado laboral

Un niño de 12 años que va a la escuela y por tanto no trabaja, ¿es un desocupado? Un jubilado que trabajó 40 años y ahora tiene 80, ¿lo es?

El desempleo no implica sólo no tener trabajo. También hay una segunda condición: no tenerlo y, además, buscar activamente empleo. Las personas que no trabajan ni buscan activamente empleo se denominan “inactivas” (es el caso del niño y del jubilado mencionados recién, pero también de muchos adultos que, por diversas razones -discapacidad, son amas de casa, desaliento a buscar empleo por falta de oportunidades, etcétera-, no trabajan ni buscan empleo). Por el contrario, los ocupados (se considera ocupado a toda persona que haya trabajado una hora en la semana en la que el INDEC le hace la encuesta -salvo que esté de vacaciones o licencia laboral-) y los desocupados componen lo que se denomina “población económicamente activa (PEA)” o “fuerza laboral”. La “tasa de desocupación” es el porcentaje de los desocupados sobre la PEA, no sobre el total de la población. El 7,6% actual significa que de cada 1000 activos, 76 son desocupados y 924 ocupados.

Como decíamos antes, la desocupación entre el tercer y cuarto trimestre no bajó porque desocupados se transformaran en ocupados, sino que pasaron a ser inactivos. Aún más, los datos del INDEC muestran que hubo 29.000 ocupados menos en el cuarto trimestre respecto al tercero. Este dato debe tomarse con ciertas pinzas, por razones que detallaremos luego.

Volvamos por un minuto a las medidas que se usan para analizar el mercado de trabajo. Además de la tasa de desocupación, hay otras que son muy importantes. Por ejemplo, una de ellas es la “tasa de actividad”, que mide cuántas personas son activas (ocupados más desocupados) cada 100 habitantes. Entre el tercer y el cuarto trimestre, tal cifra cayó del 46% al 45,3%. De ahí que haya bajado la desocupación en simultáneo con el empleo. Otro indicador muy relevante es la “tasa de empleo”, que muestra cuántos ocupados hay cada 100 habitantes. Quizá esta medida es mejor indicador de la situación económica que el desempleo, ya que efectivamente nos muestra qué porcentaje de la población trabaja. Teniendo en cuenta que la población argentina crece al 1% por año, ello significa que el empleo debiera crecer al mismo ritmo para que la tasa de empleo se mantenga constante. Habida cuenta de que tenemos poco más de 18 millones de ocupados, eso implica que tendríamos que crear 180.000 puestos de trabajo al año para mantener la tasa de empleo constante. “Se sostuvo el empleo”, frase que diversos gobiernos han destacado como una noticia positiva en algunos contextos, no es algo demasiado promisorio: si el empleo se sostiene (sin crecer), la tasa de empleo empeora. En otras palabras, se mantienen los ocupados pero las nuevas personas que ingresan al mercado laboral no logran insertarse. La variable demográfica es clave en los análisis económicos: de ahí que tampoco sea del todo útil decir “mienten cuando dicen que la economía no creció durante el último gobierno de Cristina, ya que el PBI creció 0,2% por año”. Crecer al 0,2% por año implica una caída del 0,8% anual en términos per cápita. Del mismo modo, si el PBI creciera 2,5% en 2017 y volviera a los niveles de 2015, estaríamos 2% abajo en materia per cápita (por el crecimiento demográfico de 2016 y 2017). Nada que festejar.

Hay diversas variables adicionales que importan en el mercado de trabajo. Hay dos de ellas que suelen tener rebote mediático (aunque menor al de la desocupación): la subocupación y la informalidad. Un subocupado es un tipo específico de ocupado: aquel que trabaja menos de 35 horas semanales por causas involuntarias, y que además está dispuesto a trabajar más horas. La tasa de subocupación -al igual que la de desocupación- se calcula como porcentaje de la PEA, y no sobre la población total (como ocurre con la tasa de actividad y la tasa de empleo). Entre el tercer trimestre y el cuarto casi no cambió: pasó del 10,2% al 10,3% (por debajo del 11,2% del segundo trimestre).

Por su lado, la informalidad es muchas veces tomada como síntoma de precariedad laboral o empleo vulnerable. Dentro de los asalariados (esto es, los ocupados que están en relación de dependencia, a diferencia de los patrones -que tienen personal a cargo- y cuentapropistas -que no tienen personal a cargo pero no están en relación de dependencia-), tenemos los “en blanco” o “formales” o “registrados”, que son aquellos que aportan al sistema jubilatorio (y que además suelen tener obra social y vacaciones pagas, por ejemplo), y los “en negro” o “informales” o “no registrados”, que no aportan al sistema jubilatorio (y no tienen obra social y, en muchos casos, tampoco vacaciones pagas). Lo que conocemos como “tasa de informalidad” refiere al porcentaje de asalariados que no aporta al sistema jubilatorio: en el cuarto trimestre, tal cifra estuvo en el 33,6% (la última medición kirchnerista daba 33,1% en el segundo trimestre de 2015). Tal 33,6% esconde heterogeneidades regionales: el noroesta (NOA) superó el 40% y en la Patagonia rondó el 17%.

El problema de la “tasa de informalidad de los asalariados” es que se dejan afuera a los trabajadores no asalariados (también llamados trabajadores independientes, que son aproximadamente el 24% del total), para los cuales medir formalidad es más complejo (puede ser como aportantes a la seguridad social vía regímenes como monotributo, aunque otros análisis definen informalidad no asalariada en función del nivel de calificación del ocupado). Si tomáramos a los no asalariados (recordemos, patrones y cuentapropistas) de baja-media calificación como informales y a los de alta calificación como formales, la informalidad en Argentina (contando todo) estaría en torno al 40%. Tomando a la fuerza laboral en su conjunto (esto es, ocupados más desocupados), tenemos que alrededor del 45% de la PEA tiene problemas de empleo (esto es, son desocupados o asalariados informales o trabajadores independientes informales). El Gráfico 1 a continuación muestra el mapa del empleo en Argentina al segundo trimestre de 2016 de acuerdo a microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC. Si bien el desempleo entonces era del 9,3% y en el cuarto trimestre del 7,6%, el diagnóstico no cambia en lo esencial. Cambiar para bien significativamente ese mapa del empleo sólo se puede dar en el largo plazo por medio del desarrollo económico y productivo; hacerlo para mal puede hacerse más rápidamente por medio de catástrofes económicas (algo que por suerte no ocurrió en el segundo semestre de 2016).

Gráfico 1: Composición de la fuerza laboral en Argentina (segundo trimestre de 2016), en porcentaje

 

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Ay, INDEC

¿Cómo podemos analizar en el tiempo lo que pasa en el mercado de trabajo argentino? En primer lugar, vale aclarar que hay dos grandes fuentes de información para monitorear las tendencias del mercado de trabajo. La más famosa es la EPH que realiza el INDEC, que cubre 31 aglomerados urbanos del país que representan el 62% de la población nacional. Al encuestar unos 26.000 hogares por trimestre, la EPH permite conocer múltiples aspectos de la población, como por ejemplo las mencionadas tasas de desocupación, subocupación, empleo, actividad o informalidad.

Lamentablemente, es difícil tener una comparabilidad fiable con los datos de la EPH 2016 con la de los años previos. ¿Por qué pasa esto? Básicamente porque es difícil poner las manos 100% al fuego por la EPH del período 2007–2015, de la intervención kirchnerista en el INDEC. Es complicado saber bien qué se manipuló (si es que efectivamente se manipuló) de la EPH durante los últimos años kirchneristas. Existen ciertos indicios de que se toqueteaba “quirúrgicamente” la tasa de desempleo, por medio de por ejemplo la “oficina matadesocupados” (que llamaba a los que eran desocupados y les hacían una serie de repreguntas para ver si los transformaban en “inactivos”). Sin embargo, no podemos saber a ciencia cierta cuánto incidía ello en el desempleo (mi intuición: en torno a 0,5 y 1 punto porcentual, al menos a partir de comparar los datos de desempleo de CABA según la EPH y la Dirección de Estadísticas de CABA, que tiene su propia medición del mercado laboral porteño).

Si la tasa de desempleo del cuarto trimestre de 2016 estuvo en el 7,6% (en un contexto recesivo), no suena del todo descabellado que el desempleo durante los últimos años kirchneristas estuviera en torno al 6/7%, tal como mostraban las cifras oficiales. Luego, el resto de los datos de la EPH de los años kirchneristas (tasa de informalidad, porcentaje de ocupados, ingresos, etcétera) luce medianamente razonable. He pasado días enteros comparando la EPH 2016 (sin sospechas de intervención K) con la de los años anteriores y -salvo en lo mencionado del desempleo- no vi nada extraño. Si los ingresos de la población hubieran estado muy inflados durante los años kirchneristas (para amplificar mejoras en el salario real por ejemplo, aún tomando datos alternativos de inflación), tendríamos que haber encontrado que entre 2015 y 2016 habrían subido muy poco según la EPH. No ocurrió ello: por el contrario, los salarios según EPH subieron poco más del 30% entre esos años (segundos trimestres), cifra razonable, a tono con los registros administrativos del Estado y las paritarias.

De todos modos, en lo que concierne a desempleo, no podemos saber exactamente qué pasó. El último dato oficial del INDEC kirchnerista dio un desempleo del 5,9% en el tercer trimestre de 2015. No tenemos datos oficiales del cuarto trimestre de 2015, comparable -por razones estacionales- con el cuarto trimestre actual (la comparabilidad del mercado de trabajo siempre es mejor hacerla con el mismo trimestre de años anteriores y no contra otros trimestres del mismo año). Del cuarto trimestre de 2014 sí tenemos datos: 6,9%. Pero lamentablemente no podemos poner las manos en el fuego por ellos, al menos en lo que concierne al desempleo. ¿Qué podemos hacer, entonces, para analizar comparativamente?

El SIPA: virtudes y defectos

Hay una segunda gran fuente de información para analizar el mercado de trabajo argentino, que es el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), la cual tiene dos grandes ventajas y una gran desventaja respecto a la EPH. La desventaja es que el SIPA solo capta el empleo registrado, dejando fuera de cobertura a todos los informales y, obviamente, a los desocupados. Por su lado, la primera gran ventaja del SIPA es que no se trata de una encuesta (que tiene errores muestrales –de ahí que no podamos decir con precisión que entre el tercer y el cuarto trimestre de 2016 se destruyeron 29.000 empleos, como surge de la EPH, ya que hay un margen de error estadístico importante). Por el contrario, los datos de SIPA surgen de registros administrativos del Estado (CUIT y CUIL), de modo que conocemos con exactitud la cantidad de asalariados formales (y monotribustistas/autónomos). Aun más, hasta podemos tener un alto detalle de lo que pasa en cada provincia o en cada rama de actividad. Otra gran ventaja del SIPA es que durante el período 2007–2015 sus datos no han sido impugnados por nadie, a diferencia de los del INDEC.

¿Qué dicen los datos del SIPA, en lo que concierne al empleo asalariado formal en el sector privado -que es el que todos los gobiernos dicen querer fomentar, a diferencia del empleo público, que muestra más divisiones ideológicas-? El Cuadro 1 exhibe la variación del empleo asalariado formal privado en el cuarto trimestre de 2016 respecto al mismo período de 2015, para el total del país y para las 24 jurisdicciones del país. Los datos efectivamente no son nada buenos: el empleo asalariado “en blanco” del sector privado (poco más de 6 millones de personas) cayó 1,1% interanual, la cifra más fuerte que 2009, por encima de los recesivos 2012 y 2014, cuando el empleo se mantuvo estable. La hipótesis de Sergio Berensztein, consultor cercano al PRO, no es irrazonable, aunque sí insuficiente: antes de 2016 las empresas se cuidaban de despedir por temor a las represalias del gobierno anterior. Sin embargo, 2016 se caracterizó por algo que 2014 (de caída similar del PBI y del mercado interno) no tuvo: mayor apertura comercial, que afectó severamente a diversos segmentos industriales, muchos de ellos intensivos en empleo (como calzado, textiles o metalurgia). En efecto, 2016 fue un año anómalo: las cantidades importadas subieron en conjunción con una recesión. Sólo en 1916, 1925, 1945 y 1975 se había dado ello.

La dinámica del empleo en 2016 fue muy desigual a nivel regional y sectorial. En el Cuadro 1 vemos un dato muy importante (recomendamos tenerlo en el radar habida cuenta de que en unos meses tenemos elecciones): en 8 de los 24 distritos (Chaco, Santiago del Estero, Río Negro, Misiones, Catamarca, San Luis, Formosa y Tierra del Fuego, en donde el empleo asalariado formal privado se contrajo un dramático 12,9%, de la mano de la crisis del ensamble de electrónicos), la merma del empleo asalariado formal privado fue la peor desde 2002. En la petrolera Santa Cruz, la caída del 10% es la peor desde que se tiene registro (1996). En estas provincias, el principal factor que explica la caída del empleo formal es el parate en la construcción (en Santa Cruz el empleo en este sector cayó ¡40%! entre el cuarto trimestre de 2015 y el tercero de 2016 de la mano del freno a la obra pública), salvo en Tierra del Fuego (donde primó la destrucción de empleo manufacturero). En Chubut, Neuquén, Corrientes y Buenos Aires se dio algo similar al país, en el sentido de que la destrucción de empleo formal privado fue la peor desde 2009. En provincias agroindustriales como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos o La Pampa, la situación fue mucho menos dramática (de hecho La Pampa es la de mejor performance relativa, con crecimiento del empleo del 1,9%). Jujuy y Tucumán -también de base agroindustrial- acompañaron a La Pampa en el club de las ganadoras de empleo en 2016.

Las heterogeneidades del empleo formal (proxy de las de la actividad económica) no sólo se dieron a nivel regional, sino también a nivel sectorial (Cuadro 2). Sectores como la salud y la educación privada, el agro, el financiero o el comercio incrementaron su empleo en 2016, aunque a tasas menores que en 2015 (salvo el agro, que lo hizo a tasas mayores). En contraste, la construcción tuvo un pésimo año (-7,1% cayó el empleo formal privado entre el cuarto trimetre de 2016 respecto al mismo período de 2015), debido al parate de una obra pública que recién comenzó a reactivarse gradualmente hacia el final del año (el argumento oficial fue la auditoría de los proyectos de obra pública que había iniciado el kirchnerismo). En la industria, azotada por la caída del mercado interno, las altas tasas de interés, la suba de costos energéticos y la apertura comercial, ocurrió algo similar: la caída del empleo en blanco en el sector fue de casi el 4%, la peor desde 2002, y todavía no se vio el punto de inflexión hacia la recuperación (a diferencia de la construcción). El sector petrolero sufrió una aguda crisis (-6,7% cayó el empleo en blanco), debido a la dinámica de precios internacionales. Esta baja es la peor desde que se tenga registro (1996).

¿Qué 2017 se nos viene?

Los datos de actividad económica del INDEC muestran que la economía tocó fondo a mediados de año, y que en el cuarto trimestre creció un 0,5% contra el tercero (sin estacionalidad). Los datos de empleo asalariado formal privado muestran algo similar: lo peor se dio hacia mediados de año. ¿Cómo puede ser entonces que los datos del INDEC hayan mostrado una caída del empleo en el cuarto trimestre respecto al tercero? La razón principal es que, al parecer, las mejoras registradas en el empleo formal en SIPA fueron más que compensadas por destrucción de puestos de trabajo informales (sólo captables por la EPH). En efecto, la EPH sugiere que en el cuarto trimestre hubo 13.000 asalariados formales más (públicos y privados) que en el tercero, pero que eso se vio compensado por la destrucción de 35.000 puestos de trabajo asalariados informales y 7.000 no asalariados. De todos modos, estos guarismos deben ser tomados con cautela, habida cuenta de que la EPH tiene el mencionado “error muestral”, por medio del cual no podemos saber con 100% de precisión de cuánto fue la caída del empleo en el cuarto trimestre (quizá fue menos que 29.000 puestos, o quizá más).

En resumen, la información disponible permite ver que en 2016 el mercado de trabajo no “explotó” como sí lo hizo en recesiones como 1995 o la de la crisis de la Convertibilidad. Sin embargo, sí se precarizó. En el segundo trimestre de 2015, de cada 1000 ocupados, 513 eran asalariados en blanco. En 2016, tal cifra estuvo en torno a 500 (Gráfico 2). Por el contrario, los que ganaron mayor peso son los “no asalariados” (cuentapropismo, mayormente), cuya fragilidad laboral suele ser más grande. La información disponible también nos permitió ver una enorme heterogeneidad tanto regional como sectorial en lo que concierne al empleo (asalariado formal privado).

Gráfico 2: Composición de los ocupados en Argentina (2015 y 2016)

Fuente: elaboración propia en base a EPH-INDEC. El número romano indica el trimestre.

2017 probablemente sea un año de crecimiento: algunos, más cautos, lo ubican más cercano al 2% (como la Consultora Contexto); otros, más optimistas como Miguel Bein, por arriba del 4%. En promedio, las consultoras -la mayoría de ellas afines al gobierno actual- pronostican un crecimiento del 3%. Si ello efectivamente es así, probablemente el mercado de trabajo tenga una dinámica más auspiciosa que la de 2016, habida cuenta de que el crecimiento económico es una variable crucial por detrás de las tendencias del mercado de trabajo. Sin embargo, es factible que tal crecimiento sea heterogéneo, con sectores como el agro con bonanza y otros (como algunos sectores industriales sensibles a la competencia extranjera y castigados por la apertura comercial y la apreciación del tipo de cambio) que pueden agudizar los problemas de 2016. El perfil sectorial del crecimiento no es un dato menor, pues hay sectores que crean mucho empleo indirecto (por ejemplo, cada puesto de trabajo creado en la industria suele implicar 2,5 puestos adicionales a raíz de las múltiples demandas que genera a otros sectores) y otros que no (es el caso, por ejemplo, del sector educativo).

Por último, una reflexión final: si la población crece al 1% al año (2% desde 2015) y el empleo formal privado asalariado se contrajo 1,1% a lo largo de 2016, entonces debiera crecer 3,1% en 2017 para volver a la situación de 2015 (en lo que concierne a la cantidad de asalariados privados formales cada 100 habitantes). Ello implicaría una generación de poco más de 180.000 puestos de trabajo formales privados nuevos. ¿Será posible? Difícil con una economía creciendo al 2/3%; más factible con una creciendo por encima del 4%, y de la mano de sectores traccionadores del empleo (como por ejemplo el industrial). Crecer al 4% es más probable si los salarios reales y el gasto público se expanden (ya que son componente clave de la demanda); en tanto, el perfil sectorial del crecimiento tendrá mucho que ver con las políticas productivas del gobierno.

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