Estévez

Opinión: A 36 años de la guerra, es hora de recuperar los valores que dejó Malvinas

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En el día de hoy se cumplen 36 años del día en que la Argentina recuperó por la fuerza las Islas Malvinas, usurpadas por los ingleses en 1833, también mediante el uso de la fuerza.
Un día como hoy, hace tres décadas y media, se llevaba a cabo con éxito la llamada Operación Rosario, que implicó el desembarco de tropas anfibias en Puerto Argentino (llamado Puerto Stanley por los ingleses), quienes doblegaron a la guarnición apostada en las islas, tras una escaramuza que derivó en las primeras tres bajas argentinas.
Las tropas de nuestro país tenían orden de no matar -y en lo posible tampoco herir- a nadie, para facilitar una posterior negociación diplomática.
Pero no hubo negociación o esa negociación nunca tuvo posibilidades reales. Naturalmente, los ingleses -gobernados por la “dura” premier Margaret Thatcher- formaron inmediatamente la mayor flota desde la Segunda Guerra Mundial y partieron en pocos días rumbo al Sur para recuperar las islas.
Se cumple hoy un nuevo aniversario de una guerra que no debió ser, mal planificada por la cúpula militar, donde llevaron -obligados- a soldados conscriptos (clase 63) que tenían apenas unos pocos meses de instrucción, y que una vez en las islas no estaban adecuadamente alimentados ni equipados.
La recuperación de las Islas Malvinas duró 74 días. Desde ese 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982. En el medio hubo una guerra, ante una de las potencias de la OTAN. Desigual. Una guerra planificada también desde la especulación de una Junta Militar encabezada por Leopoldo Galtieri y fogoneada por Jorge Isaac Anaya, el jefe de la Armada y el más intransigente cuando la vía diplomática pareció ofrecer a la Argentina una salida elegante de la mesa de negociaciones.
Las hostilidades comenzaron el 1º de mayo, cuando unos aviones Vulcan bombardearon Puerto Argentino, buscaron dejar inutilizada la pista del aérodromo que iba a ser la única conexión con el continente y exigieron la rendición inmediata. La Argentina se negó. La pista fue dañada, pero siguió operable hasta el final de la guerra. Al otro día, un submarino nuclear inglés hundió al Crucero General Belgrano, generando 353 bajas argentinas.
Dos días después, en una de las grandes operaciones aéreas argentinas -que luego serían reconocidas mundialmente-, una escuadrilla de aviones Super Etendard de la Armada hundió al destructor HMS Sheffield.
Empezar a rescatar los valores de Malvinas
Como la guerra en la Argentina es mirada en clave de “verguenza”, lamentablemente el esfuerzo, profesionalismo y verdadero patriotismo de miles de argentinos, como los pilotos del Súper Etendard -que llevaron a uno de los cinco misiles Exocet con los que contaba la Argentina-, quedaron en el olvido.
Porque hoy debe conmemorarse también una guerra con innumerables actos de patriotismo para los que solamente se pueden encontrar paralelismos en las guerras de la Independencia o en la Guerra de la Triple Alianza (el anterior conflicto armado en el que estuvo involucrado nuestro país). Con soldados y oficiales jóvenes argentinos -los de menor rango- que creyeron en la causa y en cumplir su deber, para con su país y para con sus compañeros.
Es cierto que el accionar de la cúpula militar Argentina y de los máximos oficiales a cargo en las Islas fue vergonzoso, salvo honrosas excepciones (Informe Rattenbach). Pero es injusto meter a todos en la “misma bolsa”. Algo tan argentino, como el sentimiento por las Malvinas.
La derrota en Malvinas sirvió para terminar con la Dictadura, que tras la rendición el 14 de junio de 1982 tenía los días contados.
Pero no debe olvidarse el sacrificio y el compromiso de los que dejaron su vida. De los que los sobrevivieron. De los que estuvieron en ese territorio en donde, por 74 días, volvió a flamear la bandera celeste y blanca. En estas últimas tres décadas y media sobraron críticas a una guerra que, es cierto, no debió ser.
Pero va alumbrando una nueva época, la de mirar a Malvinas de otra forma el conflicto, y rescatar el aporte de miles de argentinos que fue olvidado. Como el de la tripulación del submarino San Luis, que atacó en soledad a una buena parte de la flota inglesa.
Como el de los pilotos voluntarios que salieron a atacar con sus A4-Skyhawk al portaaviones “Invincible”. En una de las misiones más audaces de la guerra, cuatro aviones de la Fuerza Aérea y dos Super Etendar de la Armada salieron a buscar a uno de los dos portaaviones ingleses con el último misil Exocet disponible.
La misión consistió en disparar el misil a una distancia de unas 30 millas y luego los Skyhawk tenían que pegarse a la estela del cohete y seguir rumbo hasta el enorme barco para atacarlo con bombas. De los cuatro aviones, sólo dos volvieron. Hace unos años tuve la suerte de conocer y hablar con uno de ellos, Gerardo Isaac, por entonces un alférez de 24 años.
Fueron muchos los que le pusieron el cuerpo a las balas y a las bombas. Como cada soldado de los regimientos que defendieron las colinas que rodean a Puerto Argentino. Juan Nazer, el vicepresidente de Guaraní A. Franco estuvo ahí, defendiendo el monte Dos Hermanas. Fue doblemente herido con la metralla de una granada y una bala en la espalda y tomado prisionero.
O la sección “C” del Regimiento de Infanteria 25, que descolló con su compromiso en la sangrienta batalla de Ganso Verde, y que produjo al mayor héroe misionero -y uno de los mayores héroes argentinos- en la guerra de Malvinas: El teniente Roberto Estevez.
Los norteamericanos ya hubieran producido varias películas o series sobre este grupito de soldados que fueron los primeros en entrar en combate con los ingleses. En cambio en Argentina el desastre de una guerra que no debió ser y de una Dictadura militar repudiada por todos, dejó en el olvido a todo esto.
¿Cuántos alumnos de escuelas primarias o secundarias saben quién fue Estévez? ¿Cuántos misioneros -en general- conocen algo de este auténtico héroe misionero? Estévez tenía apenas 23 años cuando conducía a un pelotón hacia un contraataque en la batalla de Ganso Verde. Estaba aferrado a su posición, cuando otros hubieran retrocedido. Daba el ejemplo a sus jóvenes soldados exponiendo su vida. Imaginen por un instante a un chico de 23 años de hoy en semejante situación.
Hoy, 2 de abril, es un día para reflexionar. Malvinas significó la recuperación de la Democracia. Pero dejó muchas enseñanzas. A 36 años de aquella gesta, algunas -acaso las más valiosas, porque hablan de compromiso y de valores en un país que lastimosamente está en decadencia- todavía están por descubrirse…
 
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Presentaron en la Legislatura el libro “Cartas de Amor y Coraje”

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La obra reúne un trabajo de investigación histórica sobre la vida del héroe misionero, Teniente 1º Roberto Néstor Estévez, a quien se concedió, post mortem, la Cruz al Heroico Valor en Combate. Estévez nació en la ciudad de Posadas, y falleció a los 25 años, el 28 de mayo de 1982 en la Batalla de Pradera del Ganso.

El libro se nutre de entrevistas realizadas por su autora, Marisa Bisceglia, a los familiares, amigos, y camaradas de armas del soldado, quienes aportaron datos y documentación; en especial su tío, el escribano jardinense Julio Benítez Chapo quien lo llamaba “Toto”; y Marta Beatriz López, su novia, desde el Colegio Militar de la Nación hasta su fallecimiento.

La presentación fue realizada por la escritora; junto con la diputada provincial Mabel Pezoa; el ministro de Desarrollo Social, Lisandro Benmaor; el general de Brigada Monte XII, Juan Antonio Zamora; y la hermana de Roberto Estévez, María Julia Estévez.

Mabel Pezoa agradeció la presencia a los representantes de la Prefectura, Gendarmería, Servicio Penitenciario, Ejército, Armada Argentina, y a los referentes de organizaciones públicas, privadas, personalidades, y familiares y amigos del Teniente que asistieron al encuentro.

Recordó que desde que comenzó en 2014 con el programa “Quiero ser, Quiero estar” que acompaña a jóvenes aspirantes a ingresar al Ejército, tomó mayor conocimiento sobre el Teniente Estévez a quién expresó agradecimiento por “dar la vida por nosotros, y por reivindicar siempre a la familia y los afectos”.

Dar visibilidad al héroe, es una forma de “contarle a los jóvenes que hubo un misionero que murió en Malvinas por un sueño; fue un soldado feliz de conducir a sus hombres, convencido del deber a cumplir”, reseñó.

Asimismo la autora del libro, Marisa Bisceglia, manifestó que la obra versa sobre “un ejemplo misionero, un soldado que lo único que hizo es ser coherente con lo que pensaba y entregarse por la Patria”.

A su turno, la hermana de Estévez aseguró que “él es un modelo a seguir por toda la juventud: fue un chico común, pero siempre tuvo firme qué quería hacer y cómo”, recordó.

Rescató que Roberto Estévez era “un muchacho alegre, buen amigo y hermano; para él la familia era la base de todo”.

Del mismo modo, el General Zamora consideró la magnanimidad del soldado, y  expuso consideraciones sobre el paso de Estévez por el Ejército. “Es un ejemplo para cada uno de los que vestimos el uniforme: sus actos hablan por sí solos”.

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