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Informe fiscal CEPA: el ajuste del gasto sostiene el superávit, pero crece el déficit financiero implícito

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El Sector Público Nacional (SPN) cerró noviembre de 2025 con superávit fiscal y financiero, en un contexto marcado por una fuerte contracción real del gasto público y una caída significativa de los ingresos. Según el último informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el resultado primario fue positivo en $2,13 billones y el financiero alcanzó los $0,60 billones, tras el pago de $1,53 billones en intereses de deuda. El dato confirma la consolidación del ajuste iniciado en 2024, aunque también expone un déficit financiero implícito creciente, asociado a la capitalización de intereses de la deuda en pesos.

En términos prácticos, el superávit se explica casi exclusivamente por el recorte del gasto, que compensó la caída de la recaudación, y permitió al Gobierno ubicarse por encima de las metas fiscales comprometidas con el FMI. Sin embargo, el informe advierte que, al incorporar los intereses capitalizados de títulos como LECAP, BONCAP y DUALES, el resultado financiero mensual se tornaría deficitario y el rojo acumulado del año alcanzaría niveles sustanciales.

Ajuste fiscal: superávit primario con fuerte contracción del gasto

Durante noviembre, los ingresos totales del SPN sumaron $11,40 billones, con una caída interanual real del 9,7% y del 16,0% respecto del mismo mes de 2023. En paralelo, el gasto total fue de $9,27 billones, lo que implicó una reducción real del 14,2% interanual y una contracción del 35,2% frente a noviembre de 2023, confirmando la profundización del ajuste fiscal.

El informe de CEPA subraya que, de no haberse aplicado recortes significativos en partidas sensibles, el resultado financiero habría sido negativo. En particular, si los rubros “Otros programas”, Prestaciones del INSSJP y Universidades Nacionales hubieran mantenido en noviembre el mismo nivel de ejecución que en 2024, el gasto adicional habría ascendido a $1,34 billones, transformando el superávit financiero de $0,60 billones en un déficit de $0,74 billones.

Dentro del gasto, las Prestaciones Sociales cayeron 10,6% interanual y 19,8% frente a 2023. Se destacan recortes en Asignaciones Familiares (-17,5%), INSSJP (-44,6%), Pensiones no contributivas (-16,8%) y, especialmente, en “Otros programas” (-79,8% respecto de 2023), donde se incluyen políticas como Tarjeta Alimentar, comedores comunitarios, ex Potenciar Trabajo, Acompañar y Becas Progresar.

Las Jubilaciones y pensiones contributivas mostraron una suba interanual del 5,5%, aunque en el acumulado de 2025 registran una caída real del 6,3% frente a 2023. En tanto, las Universidades Nacionales exhibieron un desplome del 95,5% interanual y del 96,7% respecto de noviembre de 2023, en un esquema de postergación de transferencias que ya se había observado en junio de este año, tras la suspensión de la Ley de Financiamiento Universitario.

Ingresos en caída y efectos de las medidas tributarias

La contracción de los ingresos estuvo atravesada por cambios normativos y efectos de base de comparación. El informe detalla una caída del 67,7% interanual en Bienes Personales, explicada por el impacto del REIBP, vigente desde septiembre de 2024, y por la prórroga de pagos aplicada el año pasado. También se registró una baja del 7,7% interanual en el impuesto a las Ganancias.

El rubro “Resto de tributos” retrocedió 42,5% interanual, debido a la eliminación del Impuesto PAIS, descontinuado a fines de 2024. CEPA estima que, de haberse mantenido vigente, este tributo habría aportado $8,73 billones reales en los primeros once meses de 2025.

En comercio exterior, los Derechos de Exportación se desplomaron 67,2% interanual, como resultado de liquidaciones anticipadas y de medidas transitorias como el Decreto 682/2025, que redujo temporalmente las retenciones a 0% para diversos productos. El informe advierte que es previsible que en los próximos meses continúen las caídas en este tributo. En contraste, los Derechos de Importación crecieron 8,0% interanual, en línea con un aumento de las importaciones.

Déficit financiero implícito y metas con el FMI

Aunque el resultado financiero de noviembre fue positivo, CEPA remarca que el Tesoro continúa priorizando la emisión de títulos capitalizables en pesos, lo que difiere el registro de intereses. Solo en noviembre, los intereses capitalizados en LECAP, BONCAP y DUALES ascendieron a $2,65 billones. Si se incorporan estos compromisos, el resultado financiero del mes se transforma en un déficit de $2,05 billones y el déficit acumulado de 2025 alcanza los $21,22 billones.

Pese a este escenario, en términos de metas fiscales con el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno se mantiene holgado. Tras la revisión de agosto de 2025, el objetivo de superávit primario para diciembre quedó fijado en $10,88 billones. Hasta noviembre, el SPN acumuló un resultado positivo de $14,65 billones, es decir, $3,76 billones por encima de la meta.

El informe concluye que el programa fiscal muestra consistencia en el corto plazo gracias al ajuste del gasto, pero plantea interrogantes sobre su sostenibilidad, en un contexto de caída de ingresos, recortes profundos en áreas sociales y educativas, y un endeudamiento en pesos que esconde un déficit financiero de magnitud creciente.

Informe fiscal Noviembre 2025 by CristianMilciades

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Caputo defendió el nuevo régimen del dólar y aseguró que el crawl bajará con la desinflación

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El ministro de Economía, Luis Caputo, salió a respaldar la modificación del régimen cambiario anunciada por el Banco Central (BCRA), que desde enero ajustará el techo y el piso de las bandas de flotación del dólar en función de la inflación pasada. Aunque reconoció que en el arranque el ritmo de incremento será mayor —2,5% en enero—, aseguró que se trata de un efecto transitorio y que, a medida que avance la desinflación, el crawling peg “va a ser más bajo” y perforará el 1% mensual, consolidando el proceso de estabilización macroeconómica.

Bandas indexadas por inflación y un crawl variable

Caputo defendió los anuncios oficiales pese a que días atrás había señalado que el esquema cambiario no sufriría modificaciones. Según explicó, el sistema de bandas “se mantiene” y el cambio introducido es “muy menor”, ya que no implica una aceleración deliberada de la devaluación sino una adecuación técnica para reducir la incertidumbre.

“El cambio no quiere decir que el ritmo de ajuste de devaluación va a subir, sino que va a ir al ritmo de la inflación”, afirmó el titular del Palacio de Hacienda. En ese sentido, reconoció que en enero el techo de la banda se incrementará a un ritmo superior al actual —2,5% frente al 1% mensual vigente— debido a la indexación, pero remarcó que luego el deslizamiento será más bajo. “Si tiene razón el presidente y en nueve meses el número de la inflación empieza con cero, el ritmo de ajuste va a ser menor”, argumentó.

En declaraciones al streaming La Casa, Caputo rechazó que se trate de una “microdevaluación” y sostuvo que el nuevo esquema introduce un crawling peg variable: “Que hoy esté por arriba es solamente circunstancial”. Según su análisis, a medida que se equilibre el mercado monetario, la inflación local “va a terminar convergiendo a la inflación internacional”.

Reacomodamiento empresario y cambio de mentalidad

Consultado por la caída de la actividad industrial, el cierre de plantas como Whirlpool y el impacto de las importaciones, Caputo vinculó la situación al fin de un modelo que, según sostuvo, se sostenía en distorsiones cambiarias extremas. Recordó que durante el esquema anterior existía “una brecha del 200% entre el dólar oficial y el dólar libre”, lo que generaba rentas extraordinarias para algunos sectores.

“Muchos empresarios seguramente ganaron mucha plata, pero porque les permitían comprar dólares a $300 cuando valía $1.000”, señaló, y calificó ese esquema como “fatal para la gente”. En ese marco, pidió un “reacomodamiento de los empresarios”, que incluya un “cambio de mentalidad”. “Muchos lo están haciendo, están dispuestos a invertir y competir, pero otros se han acostumbrado a 20 años de hacerla fácil”, apuntó.

El BCRA, las reservas y la estrategia monetaria

Desde el Banco Central, su presidente Santiago Bausili defendió el esquema de bandas y sostuvo que “es el mejor régimen cambiario” para las condiciones actuales de la economía argentina. Explicó que la entidad proyecta un aumento en la demanda de dinero que permitirá adquirir divisas sin alterar el funcionamiento del mercado de cambios, con una participación estimada en torno al 5% del volumen operado.

Como ejemplo, mencionó que en la jornada el Tesoro compró u$s320 millones en un mercado con un volumen de u$s300 millones, y advirtió que sin esa intervención la estabilidad podría haberse visto afectada. Bausili aclaró que la acumulación de reservas no implica que el tipo de cambio “tenga un sesgo hacia arriba”, sino que responde a una mayor demanda de pesos que, sin intervención, apreciaría fuertemente la moneda local.

El titular del BCRA remarcó que la actualización de las bandas por inflación pasada (T-2) no condiciona la trayectoria futura de los precios, sino que apunta a “disminuir la incertidumbre” cambiaria. Además, señaló que la estrategia es consistente con un escenario de desinflación, ya que se espera que la demanda de dinero crezca más rápido que la oferta asociada a la compra de reservas.

En la conferencia también participó el director Federico Furiase, quien recordó que la base monetaria históricamente promedió el 7,5% del PBI y que actualmente se ubica en 4,2%. El BCRA prevé elevarla a 4,8% del PBI para diciembre de 2026, lo que podría abastecerse mediante la compra de u$s10.000 millones, sujeta a los flujos de la balanza de pagos.

Compras del Tesoro, vencimientos y vínculo con el FMI

En paralelo a los cambios monetarios, el Tesoro aceleró la compra de divisas. Tras adquirir u$s220 millones la semana pasada, este lunes sumó otros u$s320 millones en el mercado oficial, con el objetivo de afrontar los vencimientos de enero. El equipo económico enfrenta pagos por u$s4.200 millones, mientras que, según datos al 5 de diciembre, el Tesoro contaba con apenas u$s210 millones depositados en el BCRA. Con las compras recientes y otras fuentes, el Gobierno acumula cerca de u$s1.500 millones.

Bausili descartó modificaciones a las restricciones cambiarias vigentes y negó la existencia de una “tasa de política monetaria” tradicional, al señalar que ese concepto se asocia a un esquema de metas de inflación que no es el actual. Sí precisó que las tasas de los REPOs pasivos tenderán a ser relativamente bajas para incentivar que la liquidez se canalice hacia LECAPs.

El presidente del BCRA también destacó la “relación de trabajo muy fluida” con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En ese marco, la vocera del organismo, Julie Kozack, expresó en redes sociales: “Acogemos con satisfacción el reciente acceso a los mercados y las medidas anunciadas para fortalecer el marco monetario y cambiario, reconstruir las reservas y avanzar en reformas que mejoren el crecimiento. Estamos trabajando estrechamente con las autoridades mientras implementan estas importantes medidas”. La próxima revisión del Fondo se estima para febrero.

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Respaldo del FMI a la estrategia monetaria y cambiaria anunciada por el Gobierno

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El Fondo Monetario Internacional (FMI) celebró este lunes las medidas económicas anunciadas por el gobierno de Javier Milei, que incluyen cambios en el esquema de bandas de flotación cambiaria y el lanzamiento de un programa de compra de reservas por parte del Banco Central. El organismo destacó el acceso al mercado y el refuerzo del marco monetario y cambiario, y aseguró que trabaja “estrechamente con las autoridades” en la implementación de estas decisiones, consideradas clave para recomponer reservas y apuntalar el crecimiento.

Respaldo del FMI al nuevo marco monetario y cambiario

El aval del organismo internacional llegó luego de los anuncios oficiales sobre la actualización del régimen de bandas cambiarias y la estrategia de acumulación de reservas a partir de 2026. A través de un mensaje difundido en redes sociales, la portavoz del FMI, Julie Kozack, valoró “el reciente acceso al mercado y las medidas anunciadas para fortalecer el marco monetario y cambiario, reconstituir los colchones de reservas e impulsar reformas que impulsen el crecimiento”.

“Estamos colaborando estrechamente con las autoridades en la implementación de estas importantes medidas”, afirmó la funcionaria, en una señal política e institucional de respaldo a la hoja de ruta económica del Gobierno.

El pronunciamiento del FMI se produjo tras la confirmación de que, a partir del año próximo, las bandas de flotación cambiaria pasarán a actualizarse según la inflación de los dos meses previos, modificando el esquema vigente que ajusta el piso y el techo al 1% mensual. La decisión apunta a dotar de mayor previsibilidad al régimen cambiario y alinearlo con la dinámica inflacionaria.

Programa de compra de reservas y metas para 2026

En paralelo, el Banco Central (BCRA) anunció que desde el 1° de enero de 2026 pondrá en marcha un programa de compra de reservas con el objetivo de acumular entre u$s10.000 millones y u$s17.000 millones durante el próximo año. La estrategia se concentrará en fortalecer el balance de la autoridad monetaria sin generar presiones inflacionarias.

Según el comunicado oficial, la base monetaria aumentaría del 4,2% actual al 4,8% del Producto Bruto Interno (PBI) hacia diciembre de 2026. Ese incremento podría ser abastecido mediante la compra de u$s10.000 millones, condicionada a la oferta de flujos de la balanza de pagos. Incluso, el BCRA anticipó que si la demanda adicional de dinero alcanzara el 1% del PBI, las compras podrían ampliarse hasta u$s17.000 millones.

El esquema operativo prevé que, en una primera etapa, el monto diario de acumulación de reservas se alinee con una participación del 5% del volumen del mercado de cambios. En función de la volatilidad observada en las últimas semanas, las compras diarias podrían oscilar entre u$s10 millones y u$s30 millones.

Impacto económico y señales al mercado

El respaldo explícito del FMI a las medidas anunciadas refuerza la señal de coordinación entre el organismo y el Gobierno en un contexto de redefinición del régimen cambiario y monetario. La combinación de bandas ajustadas por inflación y un programa explícito de compra de reservas busca consolidar expectativas, fortalecer los “colchones” externos y dar sustento al proceso de reformas económicas.

Para los mercados, el acompañamiento del FMI funciona como un ancla de credibilidad institucional, especialmente en lo referido a la sostenibilidad del esquema monetario y a la capacidad del Banco Central para recomponer reservas sin alterar la estabilidad de precios. Al mismo tiempo, el foco en la acumulación de divisas y en la consistencia macroeconómica anticipa un 2026 marcado por una estrategia gradual de normalización financiera y cambiaria.

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El juego del dólar

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Escribe Bruce Edwards / F&D FMI – El dominio en el ajedrez consiste en ejercer control sobre casillas críticas que cubren rutas de movimiento vitales, no muy diferente de los atributos de una moneda de reserva dominante. De adolescente, Kenneth Rogoff tuvo su primera visión del mundo no dominado por el dólar en 1969, cuando abandonó el instituto en Rochester, Nueva York, para jugar contra campeones mundiales de ajedrez en lo que entonces era Yugoslavia. Rogoff continuó sus estudios en la Universidad de Yale y se sorprendió al escuchar a sus profesores anticipar el auge del rublo, dada la misura que había presenciado en el Bloque del Este controlado por los soviéticos.

Rogoff obtuvo un doctorado en economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y ha publicado investigaciones pioneras sobre diversos temas, incluyendo la independencia del banco central y los tipos de cambio. También fue economista jefe del FMI en 2001–03. Actualmente ocupa la Cátedra Maurits C. Boas de Economía Internacional en la Universidad de Harvard. Su último libroNuestro dólar, tu problema, examina el auge del dólar estadounidense y qué podría causar su caída. Discutió sus conclusiones con Bruce Edwards de F&D.

F&D: ¿Cómo llegó el dólar estadounidense a ser tan dominante como moneda de reserva?

KR: La respuesta corta son dos guerras mundiales. La Primera Guerra Mundial paralizó la economía británica, pero la libra esterlina siguió siendo, si no la moneda dominante, al menos codominante con el dólar. Tras la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña estaba arruinada, y Estados Unidos, con quizás el 40 por ciento del PIB mundial, se convirtió en el único juego disponible. Hacia el final de la guerra hubo un acuerdo —algo controvertido con los británicos— de que todos debían anclar sus monedas al dólar. Estados Unidos podía hacer lo que quisiera, pero con una gran salvedad: teníamos que intercambiar dólares por oro siempre que los acreedores oficiales lo pedían, lo que limitaba nuestro comportamiento. El título del libro se remonta a 1971, cuando el presidente Richard Nixon sorprendió al mundo diciendo: “¿Sabes lo que dijimos sobre cambiar tus dólares por oro? Ya no. No lo vamos a hacer.”

F&D: ¿Qué diferencia ahora en cuanto a que Estados Unidos utilice la fortaleza del dólar para reforzar su posición en la economía global?

KR: Empecemos por 1971, cuando Estados Unidos perdió el oro. En una reunión en Roma, los europeos y otros países en patrón dólar preguntaron al secretario del Tesoro estadounidense, John B. Connally: “¿Qué se supone que debemos hacer con todos estos billetes del Tesoro?” Y Connally respondió: “Bueno, es nuestro dólar. Ese es tu problema.” Nunca me gustó esa arrogancia, pero tras dejar atrás el patrón oro, Estados Unidos no tenía un plan para controlar la inflación. También era nuestro problema.

Avancemos hasta hoy, cuando estamos socavando la independencia de la Reserva Federal y tenemos problemas de déficit y deuda que amenazan la estabilidad financiera. Sí, es un problema para todos, pero también para Estados Unidos.

F&D: ¿Existen presiones sobre los bancos centrales para que sean menos independientes?

KR: Esas presiones han existido desde hace mucho tiempo. Cuando visité por primera vez el FMI en 1982, escribí el primer artículo sobre por qué deberías tener un banco central independiente y cómo podría ser una forma de afrontar la inflación. Otros también contribuyeron más tarde. Creo que la independencia de los bancos centrales ha sido la innovación política más impactante de los últimos 70 años. La gente puede discrepar, pero ha tenido tanto éxito que la gente ha olvidado por qué la necesita.

Incluso antes de que fuera presidente Trump, hubo presiones populistas, especialmente desde la izquierda, en economías avanzadas para que el banco central ayudara con el medio ambiente, con la desigualdad, y así sucesivamente. La pandemia fue una llamada de atención—quizá no deberíamos permitir este aumento de la misión. Pero sigue habiendo mucha presión, especialmente en Estados Unidos, donde la Fed se encuentra en una situación algo única. Pero la independencia del banco central está siendo atacada en todas partes. Me ha preocupado antes, pero nunca tanto como ahora.

F&D: ¿Han amenazado otras monedas con el dominio del dólar en la historia reciente?

KR: El yen fue una vez muy importante. Hubo un periodo en el que la economía japonesa parecía estar superando a la de Estados Unidos. Algunos de mis distinguidos colegas mayores en Harvard escribieron libros sobre cómo todos deberíamos imitar a Japón. En aquel entonces, Japón tenía la mitad de la población de Estados Unidos, pero su mercado bursátil y bienes raíces valían más. Parecía que nos estaban aplastando en todo. Pero actuamos duros con ellos, y cedieron en demasiadas áreas, terminando en una crisis financiera desastrosa. Pero las cosas podrían haber sido diferentes.

La decisión de China de atar básicamente el renminbi al dólar funcionó durante mucho tiempo. Pero hubo un periodo, empezando a principios de los 2000, cuando yo era economista jefe en el FMI, en el que dijimos: No deberías seguir haciendo esto. Eres un país grande y deberías tener tu propia política monetaria. Si fijas tu tipo de cambio, tiende a subir demasiado rápido el precio de bienes no comercializados, como las casas. Vas a tener inflación.

No creo que entendiera todas las dimensiones del problema al que se enfrentaba China en ese momento, pero si no se hubieran mantenido fijos en este tipo de cambio fijo—que distorsionó su desarrollo y que con el tiempo dejó de funcionar—la huella del dólar sería mucho menor. Hoy, Asia es la mitad del bloque del dólar. Podría haber sido más bien una cuarta parte o un tercio si China no hubiera estado girando en torno al dólar durante tanto tiempo.

Hay competidores del dólar en el margen: el euro, las criptomonedas, el renminbi, todos los cuales están minando poco a poco el dominio del dólar. Pero el problema mayor es que quizá los inversores no vean el dólar tan deseable como antes, y para absorber la oferta creciente, exigirán un tipo de interés más alto. El dólar podría mantener su posición número uno pero perder cuota de mercado.

F&D: En el libro dices que la deuda es el mayor peligro para la fortaleza del dólar y rechazas la idea popular de que la deuda estadounidense está segura. ¿Por qué?

KR: Así que hay una idea en todas partes, pero especialmente en Estados Unidos, de que la deuda es un almuerzo fácil: que los tipos de interés siempre van a ser muy bajos, así que no deberíamos preocuparnos. Bueno, los tipos de interés han subido. Y creo que los tipos de interés a largo plazo van a mantenerse altos durante mucho tiempo, al menos de media. Los factores estructurales las están haciendo altas, no solo en Estados Unidos, sino en Reino Unido, Francia, Japón, en todas partes.

Todo el mundo sabe que es brutal si tu hipoteca del 2 por ciento de repente sube al 7 por ciento. Los rendimientos de los bonos estadounidenses no han subido mucho, pero nuestros pagos de intereses casi se han triplicado respecto al PIB en poco tiempo. Son más grandes que el gasto en defensa. Estados Unidos tiene que adaptarse a este gran cambio y, en este momento, hay muy poca voluntad política para hacerlo. No culpo a ningún líder en particular. Seguiríamos teniendo un déficit enorme si tuviéramos un presidente completamente diferente. Puede ser muy difícil convencer al Congreso y al pueblo estadounidense de que frenen las cosas hasta que la economía llegue al borde del abismo.

Cuando el tipo de interés era cero, muchos economistas —incluidos algunos muy inteligentes— pensaban que las economías avanzadas en general ya no necesitaban preocuparse por la deuda. Esto se trasladó al trabajo del FMI. He dado charlas por todo el mundo advirtiendo que si los tipos de interés no se mantienen bajos, el servicio de la deuda se disparará. Pero me dijeron: No, no van a subir.

El tema dominante era la teoría secular de la estancación de Larry Summers. Paul Krugman también parecía argumentar que los tipos de interés reales serían cero para siempre. Olivier Blanchard, un gran economista, propuso un argumento similar. ¿Y si se equivocan? ¿Y si hay una guerra? ¿Y si necesitamos un despliegue militar repentino? Quizá los tipos de interés a largo plazo vuelvan a colapsar. Pero si no ocurre muy pronto —y si la IA no genera un crecimiento políticamente sostenible, no solo mayores beneficios a costa del trabajo— podría haber problemas.

Esta entrevista ha sido editada por motivos de extensión y claridad. Visita los podcasts del IMF o escucha abajo para escuchar la entrevista completa.

BRUCE EDWARDS forma parte del equipo de Finanzas y Desarrollo

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El Pulso del Planeta

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Escribe Kenneth Cukier / F&D FMI – Vemos el planeta no tal como es, sino tal como somos. En el ámbito de los datos, los economistas deben replantearse qué información utilizan para mostrar la verdad sobre el terreno y reimaginar la verdad que desean registrar.

El campo sufre de una “déformation professionelle”, que ve la economía a través del prisma de un mundo de “small data” que conocen desde hace tiempo. Pero en un universo de “big data” —cuando la variedad, frecuencia y granularidad de las fuentes de datos (y las características a medir) son mucho más numerosas— se requiere una nueva mentalidad.

Para hacerse una idea de cómo es una colisión así entre más información y el pensamiento tradicional, consideremos un poco de historia en el campo de la sanidad.

En 1990, General Electric lanzó una actualización del software para sus máquinas de resonancia magnética (MRI) Signa, utilizadas para escáneres médicos. Los ingenieros descubrieron un fallo en el sistema que comprimía cómo mostraba tejido que contenía lípidos, o grasa. Pero cuando se hicieron disponibles imágenes más precisas, muchos radiólogos se rebelaron. No estaban acostumbrados a ver los mejores escáneres y se sentían más cómodos evaluando los más antiguos. Había temores de diagnósticos erróneos debido a nuevas imágenes. GE se vio obligada a añadir una función a las máquinas de resonancia magnética que permitía a los radiólogos ver las antiguas exploraciones —etiquetadas como “clásicas”, en un guiño y guiño al desastre tras el lanzamiento de la “nueva Coca-Cola” unos años antes.

Una resonancia magnética es visual, informativa. No es la cosa en sí. De este modo, es un poco como los datos económicos, como el crecimiento, el desempleo, la inflación y similares. Los radiólogos de los años 90 preferían la información menos precisa porque se habían acostumbrado a usar escaneos comprimidos; Sus habilidades se perfeccionaron en gran medida para trabajar dentro de esas limitaciones. Se resistían a mejores imágenes. ¿Existe el riesgo de que los economistas actuales sean vulnerables a la misma trampa mental?

Galaxia de datos

Considera la galaxia de datos e IA que nos rodea hoy en día, y lo novedosa que es. Hace un cuarto de siglo, la mayoría de las cosas en la vida no tenían un chip informático ni se conectaban a una red. Era una era pasada de cartas, fichas de metro, despertadores de viaje y transacciones con tarjeta de crédito que requerían una firma en un formulario de papel carbón tras pasar por una impresora, conocida como máquina zip-zap. Tu sueño y ejercicio no se controlaban con tu reloj de pulsera. Tu teléfono inalámbrico no reconoció tu cara; Tu banco no verificó tu firma de voz. Los coches sin GPS significaban que los conductores dependieran de mapas mal plegados. No seas nostálgico: la cuestión es que la digitalización de la sociedad significa que actividades que nunca podrían convertirse fácilmente en datos ahora lo son.

Esto ofrece la posibilidad de entender la economía de manera más precisa, un mejor reflejo de la verdad de terreno, de lo que realmente se está midiendo. La notificación puede hacerse mucho más rápido, quizás en tiempo cuasi-real, y de formas más granulares, hasta en segmentos pequeños o incluso individuos, algo que los métodos antiguos no podían hacer—comprimiendo en su lugar la información como una resonancia magnética anterior a 1990. La precisión, la velocidad y los detalles mejoran. Además, lo que se mide puede cambiar por sí mismo, dando lugar a nuevas formas de entender el mundo (y al hacerlo, con suerte, mejorarlo).

Sin embargo, las entidades que recopilan la información proceden del sector privado, ya que es él quien genera los datos en sus operaciones. Por ejemplo, las imágenes satelitales pueden rastrear los rendimientos agrícolas. Las páginas de ofertas de empleo pueden identificar qué áreas urbanas crecen más rápido que otras, mientras que las de ventas de viviendas pueden mostrar cuáles están en declive. En muchos casos, las empresas se encuentran en medio de flujos de datos procedentes de las operaciones de otros. El procesador de nóminas ADP gestiona uno de cada seis trabajadores estadounidenses: su informe mensual de empleo es utilizado por economistas para complementar datos de la Oficina de Estadísticas Laborales de EE. UU.

Indicadores alternativos

Tales indicadores alternativos (o “alt-data”) pueden no compilarse utilizando los métodos académicamente rigurosos de las agencias estatales de estadística. Aprovechar los datos requerirá un cambio de mentalidad por parte de los profesionales actuales, que quizá deban replantear su responsabilidad, pasando de generar información a colaborar con el sector privado para reforzar y validar la integridad de los datos y así poder utilizarse con fines más amplios. Es un eco de los orígenes del campo.

El término estadística deriva del alemán “Statistik”, acuñado a mediados del siglo XVIII para referirse a la “ciencia del estado”. Estas métricas pueden basarse en la inferencia: generalizar desde lo que es fácilmente medible para llegar a conclusiones sobre lo que es difícil de aprender. Como a menudo era caro o imposible contar las cosas en sí, la práctica aceptada era buscar proxies y extrapolar. Este enfoque caracterizó los primeros días de la estadística. “La ciudad de Dublín en Irlanda parece tener más chimeneas que Bristol y, en consecuencia, más gente”, escribió William Petty al inicio de un ensayo sobre “aritmética política” en la década de 1680 para estimar poblaciones.

Hoy en día, las economías desarrolladas gastan miles de millones de dólares al año para producir indicadores económicos y sociales fiables. Para los sumos sacerdotes y sacerdotisas de la métrica oficial, es una vocación sagrada, una marca de civilización. “El conocimiento es poder: la estadística es democracia”, afirmó célebremente Olavi Niitamo, quien dirigió Statistics Finland de 1979 a 1992.

Los datos son solo una simulación de lo que pretenden cuantificar, calificar y registrar. Es una abstracción, nunca la cosa en sí, igual que un mapa no es territorio y una simulación meteorológica no te moja. Los datos contienen un “cociente de información” de lo que representan. A medida que cambia el mundo, también deben hacerlo las estadísticas con las que los científicos sociales miden al hombre. A pesar de que los filósofos mundanos adoptaron métodos más serios para establecer una ciencia desastrosa, todavía se utilizan proxies informales y extrapolaciones.

Anécdatos

Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de 1987 a 2006, es famoso por abrazar la “anécdata” —una mezcla entre anécdota y datos— para adelantarse sobre los indicadores oficiales. Como joven economista, entre los datos que analizó estaban las ventas de ropa interior masculina. En su razonamiento, es un indicador económico: el tipo de cosas que la gente reduce cuando se aprietan los cinturones.

Sus sucesores en la Fed siguieron su ejemplo. Al inicio de la crisis financiera de 2008, pocos días después del colapso de Lehman Brothers, Janet Yellen, entonces presidenta del Banco de la Reserva Federal de San Francisco, advirtió sobre una fuerte recesión económica durante una reunión del Comité Federal de Mercado Abierto. “Los cirujanos plásticos y dentistas del East Bay señalan que los pacientes están posponiendo procedimientos electivos”, informó, según las transcripciones publicadas cinco años después. “Ya no es necesario reservar en muchos restaurantes de alta gama.” Sus compañeros se rieron.

¿Cómo le fue a la agencia estadística? En el cuarto trimestre de 2008, la primera cifra publicada para Estados Unidos fue una caída del PIB del 3,8 por ciento. Ese valor se revisó rápidamente un mes después a una caída del 6,2 por ciento. En la revisión final, en julio de 2011, se recalculó como una caída del 8,9 por ciento—la mayor revisión a la baja del PIB registrada y más del doble de lo que se había reportado inicialmente. Quizá indicadores alternativos habrían ayudado.

Las nuevas fuentes de datos podrían haber hecho un trabajo más rápido y mejor que los indicadores existentes, y con más detalle. Por ejemplo, ADP, la empresa de nóminas, podría haber detectado una disminución de nuevos empleados y una desaceleración en los aumentos salariales. Las búsquedas en Google relacionadas con la compra de viviendas pueden haberse ralentizado drásticamente. Del mismo modo, sitios profesionales de ofertas de empleo como LinkedIn e Indeed tienen una perspectiva sobre los anuncios de reclutamiento, no solo los que se publican, sino también los que se retiran. (Esos datos los utilizan los inversores porque son un predictor temprano de tambaleos empresariales y rebajas de los analistas, y por tanto de precios de las acciones.)

Herramienta para la transparencia

Durante las crisis, las métricas oficiales pueden fallar debido a retrasos en la notificación. Los datos alternativos prosperaron al inicio de la pandemia de COVID-19. El GPS en los teléfonos Apple y Android detectó una disminución en las visitas a los minoristas y reveló qué lugares desobedecieron las órdenes de confinamiento. Del mismo modo, durante el cierre del gobierno estadounidense en octubre de 2025, las agencias estadísticas no pudieron publicar datos, por lo que el sector privado cubrió la brecha. Las tendencias de empleo fueron proporcionadas por ADP y Carlyle, un fondo de capital privado que gestiona 277 empresas con 730.000 empleados.

Los datos alternativos hacen que los gobiernos rindan cuentas. Los datos oficiales de inflación de Argentina se volvieron tan ridículos a principios de la década de 2010 que The Economist utilizó en su lugar cifras de PriceStats, una empresa fundada por dos economistas de la Harvard Business School y el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Sigue los cambios en 800.000 precios diarios entre 40 millones de productos en 25 economías. Mientras se plantean preguntas sobre la integridad de los datos estadounidenses tras el despido del presidente Donald Trump en agosto de 2025, tras un informe negativo sobre empleo, los datos alternativos pueden ser una herramienta independiente para la transparencia.

La explosión de nuevas fuentes y técnicas de datos es especialmente importante en las economías en desarrollo, que carecen de la capacidad institucional, los fondos, las habilidades y la voluntad política para recopilar, analizar e informar estadísticas. Con pensamiento creativo, los datos del sector privado pueden ser transformadores. Por ejemplo, muchas economías en desarrollo no pueden permitirse equipamiento meteorológico en zonas remotas para medir eventos meteorológicos como las precipitaciones, y así avisar con antelación de inundaciones. Pero los operadores móviles tienen torres de telefonía móvil por todo el campo. Estas torres se comunican constantemente entre sí para obtener información de red y para transferir el tráfico. Sin embargo, la intensidad de la señal se debilita con la lluvia, lo que los hace útiles para medir la precipitación. Se necesita más originalidad para superar las lagunas de datos en lugares pobres.

Sin embargo, crear indicadores más precisos, granulares y oportunos significa poco si no hay forma de usarlos eficazmente. “A menos que aumentemos simultáneamente la velocidad de implementación, el ‘big data’ tiene una utilidad limitada”, dijo Greenspan en una entrevista que realicé por correo electrónico en 2014.

Un mundo feliz

Además, lo que está en juego es incluso mayor que la necesidad de mejorar lo que existe o de cubrir carencias conocidas. La dataficación de actividades que nunca se han transformado en forma de datos ofrece una oportunidad única para aprender cosas nuevas sobre el mundo. La sociedad está apenas al inicio de una gran transformación en la comprensión.

Una dimensión temprana de esta transformación es el “gráfico económico” de LinkedIn. Mide las actividades laborales de 1.200 millones de personas, 67 millones de empresas, 15 millones de empleos, 41.000 habilidades y 133.000 escuelas. Muchos países la utilizan para responder preguntas como “¿Qué habilidades crecen más rápido, qué lugares ganan y pierden empleos, qué dificultad tienen las transiciones a mitad de carrera por ocupación y en qué industrias y países hay mujeres en puestos de liderazgo más alto?” Esta información nunca pudo ser rastreada, analizada ni comparada hasta ahora.

Aunque un análisis tan profundo de la información personal de las personas pueda parecer amenazar la privacidad, no es necesario que lo haga. Las técnicas avanzadas de procesamiento de datos —con nombres de generación espacial como aprendizaje federado, cifrado homomórfico, computación multipartidista segura y privacidad diferencial— permiten el análisis de datos cifrados, por lo que el registro real no es visible para el procesador de datos. El sistema aún está en pañales porque es difícil de llevar. Pero las empresas y las oficinas estadísticas ya están experimentando con ello.

Por supuesto, existen límites para usar “datos en la naturaleza” corporativa. A menudo se presenta en forma de agotamiento de datos, es decir, generados como un subproducto de las actividades comerciales habituales de una empresa. Por tanto, contendrá los sesgos de ese entorno. Las firmas de Carlyle aceptaban un propietario de capital privado (así que quizás no eran las más fuertes); Probablemente LinkedIn tenga más profesionales que miembros de clase trabajadora (así que quizá sea más adinerado); ADP guarda silencio sobre la economía gris de niñeras, limpiadoras de casas, lavadoras de coches y similares (cuyas cifras pueden ser señales aún más fuertes de salud económica).

Además, no se puede confiar completamente en los alt-data si no siempre existen. Por ejemplo, la empresa estadounidense de software Intuit produjo un índice de pequeñas empresas basado en datos agregados de su software contable QuickBooks. Pero en 2015 suspendió los informes, antes de relanzarlos con una metodología diferente y más robusta en 2023. Así que el futuro no se basará únicamente en datos alternativos, sino en fuentes oficiales y no oficiales complementarias. Aun así, este es un mundo nuevo y valiente.

Métricas modernas

Y eso nos lleva de nuevo a la resonancia. La imagen por resonancia magnética data de 1974, cuando fue patentada por Raymond Damadian de la Universidad Estatal de Nueva York como un método no invasivo para detectar el cáncer. Ese mismo año marcó una recesión brutal en Estados Unidos, que inspiró a un economista de la Universidad de Yale y exasesor de la Casa Blanca, Arthur Okun, a crear un nuevo indicador para tener en cuenta su impacto en los individuos, y no en la unidad abstracta de la economía en su conjunto.

Su Índice de Malestar Económico —más tarde apodado el “índice de la miseria”— se convirtió en un elemento básico de la política estadounidense. Ronald Reagan la utilizó para derrotar al presidente Jimmy Carter en la presidencia en 1980. Pero simplemente es la suma de las tasas de desempleo e inflación. Es fácil imaginar una métrica moderna para la era de la IA.

Recopilaría todas las formas en que la gente podría expresar su miseria, desde cambios en los patrones de gasto—no comprar menos cosas (una cifra contundente), sino pasar realmente de comer filete a ramen. Igualmente, facturas de servicios no pagadas y pagos atrasados del coche. Luego, incidentes de ira al volante, conducción errática y choques de golpes, no en conjunto, sino rastreados hasta la persona. Los Apple Watch pueden controlar la calidad del sueño y el estrés durante el día. Las cámaras de circuito cerrado de televisión en calles, tiendas y oficinas que cuentan con capacidad de reconocimiento facial pueden grabar las emociones de las personas. Los inodoros con biosensores pueden rastrear los niveles hormonales de los usuarios, como el cortisol y la epinefrina, que se disparan en momentos de ansiedad.

Esto se acerca más a la verdad terrenal que se puede encontrar. Estas estadísticas de ciencia ficción probablemente parezcan a muchos una verdadera miseria: las implicaciones para la privacidad son aterradoras, incluso si los datos, en teoría, podrían ser anonimizados. Con tal información, ¿no tiene el Estado el deber de intervenir para ayudar a los individuos y proteger a la sociedad? “Después de tal conocimiento, ¿qué perdón?” lamentó T. S. Eliot.

Esos datos alternativos no ocurrirán pronto, si es que alguna vez ocurren. Los paradigmas cambian un funeral a la vez. Y un “techlash” está ganando fuerza a medida que el público se vuelve cauteloso con el uso descontrolado de datos y el optimismo de los primeros tiempos de internet disminuye. Idealmente, los científicos sociales de hoy tienen el cuidado, la ética y la flexibilidad mental para aprovechar lo mejor de la IA y el big data y evitar sus carencias. Al fin y al cabo, los radiólogos ya no necesitan la vista “clásica” para las resonancias magnéticas.

KENNETH CUKIER es subeditor ejecutivo de The Economist y coautor de varios libros sobre datos y sociedad.

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