El FMI, 30 años después del plan Brady

Compartí esta noticia !

Por Rhoda Weeks-Brown y Martin Mühleisen
El pasado mes se celebró el 30º aniversario del anuncio del «plan Brady». En respuesta a la crisis de deuda en América Latina de los años ochenta, este plan, que debe su nombre al entonces Secretario del Tesoro de EE.UU., Nicholas Brady, permitió que los países canjearan sus préstamos de bancos comerciales por bonos respaldados por el Tesoro de EE.UU., terminando así con un agitado periodo con posibles consecuencias sistémicas para el sistema bancario internacional en ese momento. En lo que entonces supuso una estrategia novedosa, los bancos acordaron un muy necesitado alivio de la deuda —la reducción promedio fue del 35%— a cambio de instrumentos negociables sin riesgo.
El FMI desempeñó un papel fundamental, acorde con su mandato de ayudar a los países miembros a resolver sus problemas de balanza de pagos y recuperar la viabilidad externa. No solo supervisó los planes de ajuste de los países y proporcionó financiamiento para la recompra de deuda y la garantía de pagos de los bonos permutados, sino que también ofreció un foro para las negociaciones entre acreedores y deudores e incentivó una mejor coordinación de los acreedores mediante un cambio en sus políticas.
Con anterioridad al plan Brady, un acreedor privado podía frenar la financiación del FMI si se negaba a reestructurar su crédito. Esto cambió con la adopción por parte del FMI, en 1989, de su política de «concesión de préstamos a países con atrasos», según la cual podía prestar a un país con atrasos en los pagos del financiamiento de acreedores privados, siempre que el deudor negociara con sus acreedores de buena fe.
Los acuerdos Brady cambiaron para siempre el panorama del financiamiento soberano en dos formas fundamentales. Primero, los bonos soberanos, mantenidos directa o indirectamente por un conjunto diverso de posiblemente miles de acreedores, se convirtieron en el instrumento de financiamiento preferido por los países, reemplazando a gran parte de los préstamos con bancos comerciales. Segundo, el sector oficial asumió un papel central en la reestructuración de la deuda soberana.
Este cambio ha presentado al FMI nuevos retos, que requieren adaptaciones frecuentes de sus políticas para satisfacer las necesidades en evolución de sus miembros.
La coordinación entre los acreedores
Primero, con una base de acreedores cada vez mayor y más diversa, la coordinación entre los acreedores presenta mayores retos, ya que los tenedores de obligaciones individuales tienen la posibilidad de mantenerse al margen de un acuerdo de reestructuración e intentar la recuperación total, en esencia, aprovechándose del alivio de la deuda ofrecido por los demás.
El FMI consideró inicialmente una estrategia legal similar al mecanismo de quiebra de empresas para la deuda soberana (el mecanismo de reestructuración de la deuda soberana, SDRM por sus siglas en inglés) para hacer frente a esta cuestión, pero en último término apoyó un enfoque de mercado en 2003, cuando refrendó las cláusulas de acción colectiva (CAC).
Estas cláusulas permiten que una mayoría cualificada de tenedores de bonos acuerde los términos de reestructuración de la deuda e imponga esos cambios en las condiciones a todos los tenedores de bonos dentro de la misma serie. En 2014, el FMI refrendó las principales características de unas «CAC mejoradas» que van más allá al permitir que una mayoría cualificada de tenedores de bonos en todos los bonos obligue a la minoría. Estas son ahora el estándar en el mercado .
Segundo, con unos niveles de deuda que están aumentando de forma drástica y que representan actualmente el 225% del PIB mundial, y con el aumento de la interconexión de los mercados, las dificultades soberanas para prorrogar los plazos de vencimiento de la deuda pueden provocar crisis de deuda soberana. Es en estos momentos en los que el FMI suele intervenir con financiamiento.
Sin embargo, este mecanismo de apoyo corre el riesgo de generar riesgo moral si los acreedores esperan que el FMI les rescate.
El FMI respondió a esta precaución a comienzos de 2000, cuando reconoció que existen circunstancias en las que el sector privado debe contribuir al financiamiento de los programas de ajuste de los países. También adaptó sus políticas de concesión de préstamos para exigir una «alta probabilidad» de que la deuda sea sostenible siempre que las necesidades de financiamiento sean grandes y, en caso contrario, la necesidad de una reestructuración lo suficientemente profunda.
Esta exigencia resultó demasiado estricta cuando golpeó la crisis de la zona del euro, y la preocupación por que una reestructuración de la deuda griega socavara la confianza del mercado en el resto de la zona del euro condujo a la introducción, en 2010, de una «exención sistémica». Esta exención permitió que se llevara a cabo la concesión de préstamos en casos en los que la deuda se consideraba sostenible, aunque no con alta probabilidad, y existía un alto riesgo de contagios sistémicos.
Sin embargo, debido a que la deuda pública griega siguió siendo muy elevada, en 2012 se hizo inevitable una reestructuración de la deuda privada. Con esta experiencia como trasfondo, en 2016 el FMI modificó su marco de concesión de préstamos para eliminar la exención sistémica e introdujo mayor flexibilidad para ayudar a mantener el financiamiento de los acreedores privados en situaciones en los que la deuda es sostenible, pero no con una alta probabilidad.
El FMI también está revisando su marco analítico de análisis de sostenibilidad de la deuda para países que tienen acceso a los mercados internacionales de capitales, a fin de mejorar su evaluación de la capacidad futura de los países para devolver la deuda. Esto contribuirá a definir mejor cuándo, y en qué condiciones, puede ser necesaria una reestructuración de la deuda para garantizar la sostenibilidad en el contexto del financiamiento del FMI.
Finanzas del sector oficial
Tercero, una proporción cada vez mayor de financiamiento del sector oficial proviene en la actualidad de acreedores «no tradicionales» de mercados emergentes. Este hecho presenta desafíos para la política del FMI sobre atrasos en los pagos oficiales, lo que se vincula directamente con el Club de París, el mecanismo de coordinación de larga data para acreedores bilaterales oficiales «tradicionales».
En 2015, el FMI modificó esta política para eliminar el vínculo con el Club de París cuando la participación de este grupo en el financiamiento de un programa no representa la mayoría del financiamiento del sector oficial. Esta modificación de la política también permite al FMI conceder préstamos en países con atrasos al sector oficial si se cumplen ciertas condiciones (entre ellas, las negociaciones de buena fe por parte del deudor).
La transparencia de deuda
Cuarto, las preocupaciones sobre la transparencia están creciendo, a medida que las condiciones del endeudamiento soberano (incluidos los acuerdos con garantías y mecanismos similares) están cada vez más escondidos del público. Además, los países prestatarios han aprovechado nuevas formas no tradicionales de financiamiento, como son las adquisiciones de bonos por parte de fondos soberanos de inversión.
El FMI trabaja para fomentar la mejora de las prácticas de gestión de la deuda soberana y de la declaración de datos por parte de sus miembros y, también está revisando su política sobre límites de endeudamiento, incluidas las directrices sobre deuda garantizada.
En el actual panorama tecnológico y financiero en rápida evolución, es imposible predecir los nuevos desafíos relacionados con la deuda soberana que surgirán en los los 30 próximos años. No obstante, podría esperarse que el principio plasmado en una respuesta internacional coordinada que representó el plan Brady continuará siendo indispensable para la prevención y resolución de crisis de deuda soberana. El FMI seguirá desempeñando un papel central en este contexto, dado su singular mandato relativo a la financiación, y se adaptará a las nuevas realidades, partiendo de las lecciones aprendidas en el pasado.

Compartí esta noticia !

¿Por qué en América Latina se mata más?

Compartí esta noticia !

Por Alejandra Sánchez Inzunza y José Luis Pardo Veiras, New York Times. Sergio Vicente Goulard terminó desnudo sobre una camilla en el hospital, a la espera de ser reconocido. Unas horas antes, unos milicianos le dieron un tiro en la cabeza dentro de su casa. La policía todavía no sabía el móvil de su asesinato. El segundo muerto, Luiz Carlos Barbosa, fue encontrado en la calle en medio de una favela dividida entre dos grupos criminales. Lo habían ejecutado por cambiar de bando. Al tercero, Jorge Luiz Bento, lo halló su familia, sin cabeza, atado de manos, pudriéndose cerca de un riachuelo en el municipio de Nova Iguaçu. Otro fallecido, Claudeir Francisco, andaba en bicicleta cuando le dispararon. Todavía sujetaba los audífonos de su celular mientras lo lloraba su madre. Leandro Alves murió al defenderse de un asalto. Estaba con su esposa y su hijo y, cuando intentaron robarle el coche, sacó una pistola. El sexto muerto era uno de sus asesinos.

El 28 de enero de 2017 nos encontramos con estos seis cadáveres en la Baixada Fluminense, el área con más homicidios del estado de Río de Janeiro. Cada víctima representaba un problema diferente para sus asesinos. Cada cuerpo, la solución. El homicidio es el crimen más extraordinario: alguien decide quitarle la vida a otra persona y, sin embargo, en América Latina –la región más violenta del mundo–, esa persona, la víctima, está destinada al olvido y el victimario, a la libertad.

Los seis cuerpos hallados, lejos de las playas de Río de Janeiro, corroboraban el promedio de seis asesinatos diarios en esta zona marginal. Una muestra de lo que ocurre en América Latina, donde 400 personas acaban en la morgue cada día. Se mata tanto y a tal velocidad —cuatro personas cada quince minutos— que no nos alarman los que ya no están y con suerte los recordamos apenas un instante. América Latina concentra poco más del ocho por ciento de la población mundial, pero más de un tercio de los homicidios. Todas las regiones han disminuido sus estadísticas, pero nosotros cada vez matamos más.

Ese día de enero empezamos una investigación sobre el homicidio en los siete países más violentos del continente –Brasil, Venezuela, Colombia, El Salvador, Honduras, Guatemala y México– para entender cómo un acto que dura un segundo evidencia una cultura de violencia, corrupción e impunidad. Detrás del muerto hay muchos vivos: un traficante o un policía, un grupo de exterminio, un hacendado o simplemente un chico que tomó una pistola que era fácil de disparar. Un investigador con un nuevo caso que tiene más posibilidades de quedarse en el cajón que de resolverse. Un juez sobresaturado, abogados que son caros, cárceles hacinadas. Una madre, un hijo o una esposa que repetirá en su cabeza la secuencia de ese día una y otra vez.

Lo que casi nunca hay es castigo. Los países latinoamericanos incluidos en el Índice Global de Impunidad, del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia (CESIJ) en México, tienen una impunidad “alta”. México es el segundo de la lista y Colombia el tercero, solo detrás de Filipinas. Si contamos la cifra negra —aquellos delitos que nunca se denuncian y permanecen en la oscuridad—  los dos países tienen una impunidad del 99 por ciento.

Se mata porque se puede. Se mata por control territorial, por tráfico de drogas, por disputas políticas. Se mata por la riña más estúpida en un domingo después de un asado. El estudio mundial sobre homicidio de las Naciones Unidas clasifica en tres los tipos de asesinato: delictivo, interpersonal y sociopolítico. América Latina ocupa el primer lugar en los tres.

Un delegado de homicidios de la Baixada Fluminense nos dijo que le gustaba trabajar ahí porque era una “jungla” del asesinato con una “fauna muy variada”. Un juez de menores, que ha escuchado cientos de testimonios en sus audiencias, nos aseguró que los jóvenes rara vez tenían remordimiento por matar a alguien; más bien se avergonzaban de haber sido descubiertos. Se mata porque, si tenemos en cuenta que entre 2000 y 2015 murieron 2,6 millones de personas (casi las mismas que viven en el área metropolitana de Caracas), el asesinato se ha convertido en algo normal. Pero, en definitiva, se mata porque el crimen queda impune.

Aunque una mayoría de latinoamericanos nunca ha visto una víctima de homicidio más allá de los periódicos y la televisión, la minoría –usualmente conformada por pobres, morenos de los barrios más marginados– ha visto demasiados. Los que matan y mueren también suelen ser ellos. Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo señala que un 50 por ciento de los crímenes en las ciudades latinoamericanas ocurren en un 1,6 por ciento de sus calles.

Hace poco visitamos Fortaleza, la ciudad de Brasil con el mayor índice de homicidios de adolescentes y niños. En 2013 la tasa de homicidios era de 267,7 por cada 100.000 habitantes entre jóvenes de 16 y 17 años, pero su mapa de violencia letal dibujaba un arco casi perfecto, alejado de la zona turística, donde había barrios sin ningún homicidio en un año.

Cuando les preguntamos a jóvenes de estos lugares cuántos asesinados han conocido, a veces utilizan los dedos de las dos manos para contarlos. Hace unas semanas, un extraficante nos decía que no recordaba a cuántas personas había matado. Lo hacía porque era lo que tenía que hacer: eliminar al enemigo. Un policía de Río de Janeiro relataba una historia similar. Lo más común es que tampoco recuerden cuántos compañeros han muerto. Un chico de 15 años nos contó que había matado a su novia porque se enfadó con ella. Tenía la pistola y disparó. La falta de premeditación suele ser escalofriante.

La mayor parte de los asesinatos en América Latina se concentran en los siete países de esa ruta que seguimos desde enero. Hace tres años los recorrimos, con otros once países latinoamericanos, para escribir Narcoamérica, un libro sobre el impacto del narcotráfico en cada uno de ellos. Cuando preguntamos a las autoridades la causa de sus tasas de homicidios, la respuesta más repetida era el narcotráfico.

El tráfico de drogas es un potenciador de nuestros males, no la causa de todos ellos. Es un negocio donde el asesinato es algo común. Países como Nicaragua, Costa Rica y Panamá, que también son parte de la ruta de la droga hacia Estados Unidos, tienen las tasas más bajas de Centroamérica, a una distancia sideral de sus vecinos del Triángulo N orte. En Perú y Bolivia, dos grandes productores de cocaína, tampoco se mata tanto como en Colombia.

Hace un par de semanas, el periodista mexicano Javier Valdez fue asesinado en Culiacán, Sinaloa. Fue el sexto comunicador muerto este año. Las agresiones contra periodistas en México —casi 800 desde el 2000— tienen un 99,7 por ciento de impunidad. Este dato se refleja en todos los casos de violencia: en la búsqueda de desaparecidos, en los feminicidios, en las masacres. El sistema de justicia funciona como un embudo: desde el policía hasta el juez se va haciendo cada vez más estrecho. Otro ejemplo mexicano: hay 4 jueces por cada 100.000 habitantes, cuando la media mundial es de 40. Producimos una cantidad de muertos exorbitante para que lo investigue un sistema incapaz y sin voluntad: ya sea por corrupción o porque los que mueren no importan.

Hace unos años, en una escena del crimen, un inspector de homicidios de San Pedro Sula tenía su bloc de notas casi vacío y se indignaba porque no conseguía información: “A nadie le importa, esto es un show”, nos dijo al señalar a los curiosos que tomaban fotos del cuerpo.

Las 400 escenas del crimen diarias demuestran que el derecho a la vida ha perdido valor. Para recuperarlo, es imprescindible atacar el homicidio con una política de seguridad acompañada de programas sociales. Y, sobre todo, romper la cadena de impunidad. Las primeras 24 horas después de cada asesinato son fundamentales. Las investigaciones deben ser rápidas, efectivas, exhaustivas y transparentes. Una cadena de justicia fuerte, desde policías especializados hasta jueces independientes y en número suficiente, es la primera clave para reducir el crimen sin castigo y que en América Latina matemos menos.

 

 

Compartí esta noticia !

El Madariaga es el único hospital público de Latinoamérica que ofrece cirugía robótica gratuita

Compartí esta noticia !

Desde el Hospital Escuela de Agudos “Dr. Ramón Madariaga” destacaron el avance del Servicio de Cirugía Robótica. Duplicaron los procedimientos, extendieron la práctica a casos oncológicos y se formaron más profesionales. Este año la meta será lograr la incorporación de dos cirujanos generales para completar el grupo multidisciplinario de cirugía robótica

 

El responsable del Servicio de Cirugía Robótica del Hospital Escuela,  David Rywaka destacó que el balance del 2016 fue muy positivo, ya que se pudo concretar varias cosas que se venían planificando como la formación de dos urólogos.

 

Al tiempo que agregó “esta capacitación involucró la llegada de un profesional especialista en cirugía robótica urológica oncológica para la realización de nuevas prácticas como las prostatectomías, esto es un gran avance para el Servicio y sobre todo para el grupo de urólogos que vienen trabajando con el Da Vinci”.

 

Además, Rywaka mencionó que en el ámbito ginecológico también se fueron fortaleciendo las cirugías oncológicas. Se registraron muy buenos resultados en pacientes que tuvieron el alta en 24 horas, con otras técnicas que involucrarían incisiones muy grandes, tendrían 4 o 5 días de internación, con necesidad de transfusiones.

Continuando con el avance de la especialidad ginecológica del Servicio de Cirugía Robótica del Hospital Escuela destacó “a fines de 2015 se anunció con orgullo la realización de 120 cirugías. Mientras que en el 2016 se lograron 240, se duplicaron los procedimientos ginecológicos. Somos referentes a nivel país por la cantidad de cirugías realizadas. El grupo de urología también incrementó sus prestaciones, esperamos que éste año tengamos los mismos resultados”.

 

“Algunos pacientes no dimensionan lo que esto implica. En Latinoamérica el Hospital Escuela de Agudos “Dr. Ramón Madariaga” es el único en el ámbito público que ofrece cirugía robótica en forma gratuita a pacientes que no cuentan con cobertura social”, dijo.

 

Con el Robot Da Vinci es posible resolver procedimientos más complejos que con las técnicas tradicionales o laparoscópicas, resaltó.

 

Por lo que agradeció, el apoyo del Gobierno de Misiones, a la Fundación Parque de la Salud Dr. Ramón Madariaga, a las direcciones Jurídica y de Administración del Parque de la Salud de la Provincia de Misiones Dr. Ramón Madariaga, a los anestesistas e instrumentistas y a todo el personal de quirófano.

 

Finalmente, anunció que éste año la meta será lograr la incorporación de dos cirujanos generales para completar el grupo multidisciplinario de cirugía robótica.

Compartí esta noticia !

Día Mundial del Agua: 34 millones de latinoamericanos no tienen acceso a agua potable

Compartí esta noticia !

Hoy el 95% de los latinoamericanos tienen acceso al agua frente al 82% que lo tenía en el año 2000. Sin embargo, aún queda mucho trabajo por hacer. En el Día Mundial del Agua es importante tomar conciencia, y reducir y reutilizar el agua malgastada.

El Día Mundial del Agua fue propuesto en la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo realizada en Río de Janeiro (Brasil) en 1992. La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el 22/12/1992 la resolución A/RES/47/1931 que declaró el 22 de marzo como Día Mundial del Agua.

En la actualidad, el 95% de los latinoamericanos tienen acceso al agua frente al 82% que lo tenía en el año 2000. Sin embargo, todavía hay 34 millones de personas en América Latina, en su mayoría residentes en zonas rurales, que todavía no cuentan con acceso a agua potable. Otras personas tienen acceso, pero de forma precaria.

Muchas ciudades de América Latina enfrentan fenómenos climáticos extremos, como sequías prolongadas e inundaciones por lluvias torrenciales repentinas. El cambio climático está afectando los recursos hídricos de América Latina, que contiene un tercio del total del agua dulce del planeta.

Además, el crecimiento acelerado de las ciudades, donde vive el 80% de la población latinoamericana, aumentó la presión sobre el recurso hídrico, de la mano de una mayor demanda de agua para el consumo, la agricultura y la producción.

Enrique García, presidente ejecutivo del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) dijo: “La exclusión social es la cara más visible de la inequidad: existen desigualdades en el acceso a bienes y servicios básicos, como el agua y el saneamiento, que hieren la cohesión social de la sociedad latinoamericana y sus perspectivas futuras de bienestar, equidad y justicia social”.

“Los gobiernos, sean locales, regionales o nacionales, están entendiendo la importan cia de abordar todo el ciclo del agua, más allá del acceso. Hay que evaluar si se están protegiendo las cuencas y bosques, si hay suficientes plantas potabilizadoras, cómo es el sistema de alcantarillado, si el agua está debidamente tratada antes de devolverla a los ríos. Todos son elementos a tener en cuenta”, afirmó José Carrera, vicepresidente de Desarrollo Social de CAF.

Estimaciones del banco indican que América Latina necesitaría invertir 0,3% del producto bruto interno (PBI) regional anual hasta 2030 para alcanzar el 100% de cobertura en agua potable, un 94% en alcantarillado sanitario y un 85% de la superficie urbana atendida por redes de drenaje fluvial.

Carrera aseguró: “No sólo es un objetivo realista sino incluso un buen negocio si tenemos en cuenta el alto costo que pagan los países por una mala calidad del agua. Hay enfermedades, gastos en salud, ausentismos en los trabajos”.

Más de 663 millones de personas viven sin suministro de agua potable cerca de su casa, por lo que tienen que pasar horas haciendo cola o trasladándose a fuentes lejanas. También deben hacer frente a problemas de salud por el consumo de agua contaminada.

‘¿Por qué desperdiciar agua?’ es el lema de este año elegido por las Naciones Unidas. El objetivo es reducir y reutilizar hasta un 80% del agua que se malga sta en las casas, ciudades, industrias y agricultura y que fluye de vuelta a la naturaleza, contaminando el medio ambiente y perdiendo nutrientes valiosos.

Según publica Naciones Unidas, en el mundo más del 80% de las aguas residuales que se generan vuelve a los ecosistemas sin ser tratada ni reciclada.

 

Unos 1800 millones de personas usan una fuente de agua contaminada por material fecal, con el riesgo de contraer el cólera, la disentería, el tifus o la polio. El agua no potable, las pobres infraestructuras sanitarias y la falta de higiene, causan cerca de 842 000 muertes al año.

Un informe del Consejo Mundial del Agua (WWC, por sus siglas en inglés) indicó que “las enfermedades relacionadas con el agua representan 3,5 millones de muertes al año”.

“En Latinoamerica y El Caribe, 50 millones de personas no tienen acceso a agua limpia y segura, el agua es lo esencial. Sin agua no puede haber vida, ni desarrollo económico, ni desarrollo político, social o cultural”, manifestó Benedito Braga, presidente del WWC, a Télam.

“Los efectos del cambio climático y sus consecuencias en economías de cultivo, estados insulares y red de aguas no mejorada están directamente relacionadas con el número de muertes por sed y una amplia gama de enfermedades de carácter gastrointestinal, causadas por agua insegura o contaminada en los países más afectados”, agregó.

Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin