Reindustrialización y unidad nacional: el plan de Moreno para una Argentina productiva

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Guillermo Moreno llegó a Misiones, apuntando a reorganizar al peronismo nacional y proponiendo como proyecto un proceso de reindustrialización en el país. En una charla con Economis puso el foco en la necesidad de recuperar el “Movimiento peronista” para dar la batalla ideológica a Milei y consideró que el triunfo de Trump es el fin de la globalización y del regreso de los nacionalismos.

En la provincia, realizó varias actividades entre el viernes y sábado, desde lanzar el “Plan económico peronista” en un encuentro en la facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Posadas para luego, concretar el “Gran acto peronista” en el Anfiteatro Natural El Brete con el que cerró la jornada de viernes. Durante el sábado brindo entrevistas y cerró inaugurando la sede partidaria en Misiones.

El político, economista y empresario afirmó que “el peronismo necesita organizarse y asumir un papel de liderazgo para enfrentar los desafíos que se avecinan”. Por ello, consideró “imprescindible” volver a “organizar el peronismo como movimiento”. Dijo que lo logrado a través de la Justicia por Cristina Fernández de Kirchner es asumir el mando de una herramienta electoral de un sector del Peronismo, que es similar al que él encabeza y lo mismo tienen Schiaretti en Córdoba o Pichetto con su partido. Entiende que podría confluir en una “confederación justicialista”, basado en valores como el trabajo y la justicia social, cuestionando el modelo actual de especulación financiera.

Afirmó que con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca habrá un nuevo giro en el orden mundial y que el retorno a la presidencia, pone fin al modelo de globalización como conocemos hasta ahora. Consideró que el nuevo orden mundial estará encabezado por el Papa Francisco, Vladimir Putin y Donald Trump. “Es el orden que nos corresponde a nosotros”, sostuvo. Aseguró que “estamos ante un nuevo esquema donde los pueblos son los sujetos de la historia” -acorde con la doctrina peronista-, planteó el dirigente que esa debería ser “la inserción inteligente de la Argentina en el nuevo orden mundial”.

A nivel político remarcó que “nosotros venimos a plantear al pueblo misionero que la gesta que le va a plantear el peronismo, es la gesta de reindustrialización del país.” Guillermo Moreno, líder del Partido “Principios y Valores”. El histórico militante presentó su “plan económico Peronista” en la facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de nuestra Ciudad, y luego se trasladó al Anfiteatro de El Brete para reunirse con la militancia que llegó de distintos puntos de la provincia.

“El peronismo es movimiento, el partido una herramienta electoral”, dijo el dirigente al llegar a la Facultad de Humanidades, donde presentó su plan de gobierno que habla de “volver a las bases y gobernar con la doctrina”. Recibido por dirigentes provinciales y la militancia misionera, Moreno entró al anfiteatro de El Brete aplaudido y arengando el ritmo de la marcha peronista. “El verdadero nacionalismo construye puentes, no muros”, expresó concluyente Guillermo Moreno.

Guillermo Moreno es un empresario, economista y político. Se desempeñó como secretario de Comunicaciones (2003-2006) y de Comercio Interior (2006- 2013). Posteriormente, fue agregado económico de la embajada argentina en Italia hasta diciembre de 2015.

Entrevista a Guillermo Moreno: un modelo de País y la batalla doctrinaria del Peronismo

Periodista: Guillermo ¿Qué es el programa económico peronista y cómo se estructura?

Guillermo Moreno: Sí, este programa económico peronista se entiende dentro de una estructura mayor. Primero definimos un modelo de país; luego, un plan de gobierno, y dentro de eso, un programa económico. Nuestro programa tiene un eje central: la reindustrialización de la Argentina. Esto implica proyectos de gran envergadura para la industria agrícola, pesquera, forestal, y otros sectores. Es un modelo de país pensado para el desarrollo nacional y, sobre todo, para que Argentina pueda volver a ser un país productivo.

Este programa es una gesta que involucra a toda la comunidad argentina, un objetivo común. Y lo importante aquí es el mensaje que transmite esta propuesta: queremos recuperar el país con trabajo genuino, poniendo fin a la dependencia de planes sociales y promoviendo que cada uno genere lo que consume. Este principio de “ganarse el pan con el sudor de tu frente” es tanto cristiano como peronista.

P: En un contexto global donde la información se transmite cada vez más por redes y plataformas digitales, ¿cómo se puede comunicar este mensaje a una sociedad que hoy consume contenido de una manera tan diversa?

Guillermo Moreno: Bueno, el peronismo siempre ha sido de contacto directo con la gente. Nuestra práctica siempre ha sido comunicar en persona, en los actos, en el boca a boca, y eso sigue siendo relevante. Claro, hoy algunos compañeros también se especializan en redes sociales y tenemos presencia en esos espacios, pero el contacto cara a cara sigue siendo fundamental.

Por ejemplo, hay una nota en Clarín que menciona que somos la segunda figura de oposición en términos de tráfico digital, solo después de Cristina. Es algo que ustedes, los comunicadores, hacen muy bien, pero para mí lo central sigue siendo llevar el mensaje de esperanza en persona: que el peronismo está aquí para generar empleo y no para perpetuar la dependencia de ayudas sociales.

P: Plantea usted una visión económica que contrasta totalmente con la del actual gobierno, que parece priorizar lo financiero sobre lo productivo. ¿Cómo interpreta usted esta política?

Guillermo Moreno: Este gobierno no entiende la macroeconomía. El presidente promueve un modelo anarcocapitalista, donde no se reconocen ni las fuerzas armadas ni el Estado en sí mismo; solo la interacción entre individuos y empresas, y eso es peligroso. Además, el actual ministro de Economía no tiene experiencia en la economía real. Él proviene del mundo de las finanzas, de transacciones de títulos y bonos, pero no tiene experiencia en producción, en lo que significa realmente emitir facturas y remitos.

Lo que estamos viendo es una serie de medidas desconectadas que carecen de un plan de gobierno integral. La macroeconomía bien diseñada siempre llega al bolsillo de la gente. El problema aquí es que la política actual no solo desconoce la macroeconomía, sino que está destruyendo el sector privado en nombre de un equilibrio fiscal que, en realidad, podría lograrse con crecimiento económico, como en la década ganada.

P: Respecto al contexto internacional, ¿cómo impactaría un eventual regreso de Donald Trump al gobierno de EE.UU. en su visión de país?

Guillermo Moreno: Trump es un nacionalista, un proteccionista. Él quiere reconstruir la industria y generar empleo en Estados Unidos, un enfoque similar al que tuvimos en la “década ganada”. En el contexto internacional, hoy estamos viviendo el resurgimiento de un nacionalismo inclusivo, no el xenófobo de Europa.

Durante el primer gobierno de Trump, la Globalización tembló y ahora con este nuevo gobierno llega a su fin, se viene un nuevo orden mundial. Figuras como el Papa, Putin y Trump representan, en diferentes escalas, un regreso al nacionalismo de puertas abiertas, un modelo de inclusión y de identidad nacional que incorpora al distinto en lugar de marginarlo.

La globalización ya está perdiendo peso, y el nuevo orden internacional favorece una economía donde cada país prioriza sus intereses y su desarrollo interno. Esto es algo que el peronismo ha sostenido siempre, y ahora el mundo comienza a reconocer su valor.

P: Para cerrar, ¿cómo ve el futuro del peronismo a nivel nacional, considerando las divisiones internas y el peso de ciertos liderazgos provinciales?

Guillermo Moreno: Primero debo decir que lo único bueno que no ha dado Milei es la necesidad de dar el debate ideológico. Ahora es el momento de debatir la ideología peronista contra el modelo anarcocapitalista. El peronismo es un proyecto de unidad nacional. El “cordobesismo” o cualquier otro localismo no tiene sentido fuera de la Argentina. Pensar que una visión provincial se impondrá en otra región o en el país es ilusorio. El peronismo es, por definición, un proyecto nacional, y así lo entiende la base de nuestra militancia. Hoy necesitamos unificar esfuerzos y volver a trabajar por el proyecto nacional desde cada rincón del país.

En ese sentido, los movimientos provinciales tienen que sumarse al proyecto de unidad nacional. Vamos a articular en una Confederación Justicialista que permita mantener la autonomía de cada sector, pero con un objetivo común: la recuperación de un país que priorice el trabajo, el desarrollo y el bienestar de cada argentino.

Lo logrado a través de la Justicia por Cristina Fernández de Kirchner es asumir el mando de una herramienta electoral de un sector del Peronismo, que es similar a “Principios y Valores” y lo mismo tienen Schiaretti en Córdoba o Pichetto con su partido. Todos somos parte del “Movimiento Peronista”, basado en valores como el trabajo y la justicia social, cuestionando el modelo actual de especulación financiera.

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¿Hecho aislado o inicio de tendencia? Analizando la inflación de noviembre

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Escribe Alejandro Pegoraro, director de Politikon Chaco, exclusivo para Economis.com.ar. Los datos del Índice de Precios al Consumidor (IPC) de noviembre del INDEC sorprendieron a propios y extraños. Se esperaba un descenso en la velocidad de crecimiento, pero ni la más optimista de las proyecciones la ubicaba por debajo del 5%. Esto generó dos debates: la veracidad del dato y su sostenibilidad.

Con respecto al primero, algunos -principales opositores más reaccionarios- pusieron en duda el dato alegando una vuelta a un INDEC intervenido como durante la gestión de Guillermo Moreno. Sobre esto, no hay absolutamente ningún elemento fáctico que sostenga la posibilidad de una manipulación de los datos. Metodológicamente, la medición sostuvo los mismos parámetros que se utilizan desde 2016 y la elaboración del dato es inobjetable. Fin de la discusión.

El segundo debate es algo más complejo, ya que no existe hoy la posibilidad de determinar si se trata de un dato puntual en un momento coyuntural o si, por el contrario, se da lo que el Gobierno nacional afirma (quizás más en forma de deseo que de empírico) respecto al inicio de una tendencia desaceleratoria del nivel de precios, que además tendría un inmediato efecto político, acrecentando las chances de postulación presidencial de un Sergio Massa “exitoso”, como anhela buena parte del Frente de Todos. 

Veamos algunos puntos que nos dejaron los datos del IPC de noviembre, en particular la región del NEA. En primer lugar, la baja en la velocidad de crecimiento del índice es fuerte, aún más que el descenso observado en el nivel general nacional (-1,7 puntos porcentuales vs. -1,4 p.p). ¿En qué se sustentó esta reducción? 

En primer lugar, la división de Comunicación pasó de crecer 11,5% en octubre a “solo” 5,5% en noviembre (-6,0 pp.), situación dada por el hecho de que en octubre se aplicó la mayor parte de los incrementos en esos servicios, que fueron autorizados por el Estado nacional. 

La división de Prendas de Vestir y Calzado -la de mayor suba interanual en la región- pasó del 8,1% de octubre al 3,8% en noviembre (-4,2 p.p), apoyado sobre la cercanía del fin de la temporada primaveral y por ciertos acuerdos realizados entre empresas y el Gobierno nacional, que aún no se aplicaron de todo en este mes de análisis. 

La división de Hoteles y Restaurantes, que sostuvo altos niveles de suba desde julio, pasó del 7,1% de octubre al 5,1% de noviembre (-2,0 p.p). Por su parte, la división de Transporte pasó del 6,3% de octubre al 4,6% de noviembre (-1,6 p.p) explicado por una menor suba en el costo de adquisición de vehículos y del transporte público. 

Finalmente, Alimentos y bebidas no alcohólicas pasó del 5,8% de octubre al 3,6% de noviembre (-2,2 p.p), basado en tres principales artículos: la Carne (-1,3 p.p), los Aceites, grasas y mantecas (-2,2 p.p) y, sobre todo, las Verduras (-16,6 p.p).

Pero la duda que surge es: ¿Qué explica estos descensos en las tasas de crecimiento de esas divisiones y rubros? Los factores son varios y varían según el elemento a analizar, pero se observa que en ninguno de los casos, a priori, garantiza que sean sostenibles. 

Un caso clave a analizar son los Precios Estacionales: son aquellos que tienen un comportamiento marcado en algunos meses en particular, como el precio de la ropa en los cambios de temporada, los bienes y servicios asociados al turismo durante las vacaciones, o las frutas y verduras de estación. Entre agosto y octubre, en el NEA estos precios crecieron a un ritmo promedio mensual del 11,8%, pero descienden a 4,1% en noviembre, con una marcada influencia de la ropa y de las verduras. Sin embargo, el mes de diciembre tiene un fuerte componente estacional producto del cambio de temporada, inicio de vacaciones y las fiestas, lo cual es difícil que vuelva a posicionarse en esos niveles. 

Otra categoría es la de Precios Regulados, que son aquellos precios sujetos a alguna normativa o intervención estatal (tarifas de los servicios públicos, prepagas, combustibles y telefonía e internet) o aquellos que tienen un alto componente impositivo (como el caso del tabaco y también combustible). Entre agosto y octubre, estos crecieron a un promedio mensual del 7,7% y fue del 6,0% en noviembre. Pero para diciembre y, sobre todo, el primer trimestre de 2023, se espera una nueva actualización de combustibles (precio e impuestos), como también de otros servicios. Por ende, tampoco pareciera ser sostenible la baja.

Finalmente, la última categoría es la de Precios Núcleo: ésta agrupa al conjunto de bienes y servicios que no se ven afectados tanto por efectos estacionales como por cambios regulatorios del Estado y tiene una fundamental importancia porque brinda una visión más estructural de la evolución de los precios que se mueven de manera libre. Entre agosto y octubre, el promedio de la suba mensual en el NEA de esta categoría fue del 5,8% y pasó al 4,3% en noviembre. Esta es, quizás, la única noticia positiva del indicador de este mes de análisis. 

Entonces, ¿circunstancial o sostenible? A priori, el dato de noviembre parece ser circunstancial y todavía no hay motivos para creer que se trate de una disminución de la tasa de crecimiento del IPC que se sostenga en el mediano plazo a ese mismo ritmo. Diciembre va a ser un mes bisagra en este escenario: los precios tienen una fuerte influencia de la estacionalidad, pero al mismo tiempo, entrarán en vigencia muchos de los acuerdos realizados por Massa, por lo cual será fundamental observar cómo se comporta el IPC Núcleo para lograr determinar con mayor precisión si la naturaleza de una eventual disminución es algo más coyuntural o no. 

Lograr una baja sostenida -y genuina- en la variación del IPC no es una tarea para el corto plazo, ya que requiere de medidas de fondo que llevan su tiempo; en eso, hay que destacar el hecho de que Massa sostiene que sus objetivos están planteados en torno al primer trimestre del 2023, entendiendo que las medidas tomadas en estos últimos meses repercutirán eventualmente recién meses después. Lo que el gobierno NO debe seguir haciendo es hablar de baja de la inflación, como tan inoportunamente lo hizo la portavoz oficial Gabriela Cerutti. 

El dato de noviembre no significa que la inflación baje, sino que crece a menor velocidad. Parece una diferencia semántica pero no lo es; más bien, se trata de definiciones económicas donde no da lo mismo decir una cosa que la otra. 
Hay un dato muy particular -casi anecdótico a estas alturas- que surge como consecuencia de los resultados de noviembre: está prácticamente descartado que el año cierre por encima del 100% de inflación. A partir de la fuerte desaceleración de noviembre, para llegar al 100% a nivel nacional se requiere que en diciembre el IPC suba 8% -en el NEA, se necesita de una suba del 7%-, situación que difícilmente se cumpla.

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“Errores y omisiones”: la medición de desocupación del Indec bajo sospecha

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    • Salto en la desocupación. La publicación de la tasa de desocupación correspondiente al cuarto trimestre de 2016 fue anunciada por el oficialismo como un dato positivo, que mostraba la reducción del indicador. Sin embargo, si efectuamos la comparación con el mismo trimestre, un año antes, el salto implica un incremento de 2,2 puntos porcentuales en un año (de 5,4% a 7,6%). Es decir, un aumento de 270.000 personas sin trabajo en relación a la PEA de la EPH y unos 430.000 casos considerando el conjunto de la población.
    • Proyección poblacional. La modificación de la proyección poblacional realizada desde la primera medición del INDEC bajo la administración de Todesca implica concretamente que se quitan niños y se agregan adultos, lo que genera que crezca la Población Económicamente Activa. Si la fórmula de la tasa de desocupación consiste en la división entre el total de desocupados y la Población Económicamente Activa, al agrandarse el denominador, la tasa de desocupación resulta en un número más bajo. A modo ilustrativo, si la encuesta releva 10 desocupados sobre un total de 100 que conforman la PEA, la tasa de desocupación es del 10%; pero si releva esos mismos 10 desocupados sobre un total de 125 que conforman la PEA, la tasa de desocupación es de 8%. Este efecto resulta de proyectar los resultados de la encuesta realizada a un universo que aumentó por la incorporación de adultos.
    • Efecto desaliento. El efecto desaliento en este periodo podría encontrar razones en el recurrente resultado negativo de sucesivas entrevistas – o inexistencia de oportunidades laborales-, lo que termina por generar escepticismo en la búsqueda de empleo. Esto, en definitiva, no sólo expresa la ausencia de generación de empleo en un periodo donde los dirigentes de Cambiemos insisten en que se modificó la dinámica del empleo, sino que además resulta tan dificultoso o desalentador el contexto económico que disuade a los desocupados de las búsquedas laborales. Sin embargo, este efecto resulta llamativo ya que en momentos de recesión económica, donde los hogares tienen menos ingresos, suele ocurrir que más miembros del hogar intentan buscar trabajo – incrementando consiguientemente la PEA, como detalla el “efecto trabajador adicional” (ver Lundberg, 1985)-.
    • Estimaciones. Al estimar la tasa de desocupación sin la modificación de la proyección poblacional, el valor asciende a 7,78% para el cuarto trimestre de 2016, mientras que si adicionalmente se omite el efecto desaliento, la tasa podría alcanzar 8,78%, es decir, entre 2,38 y 3,38% por encima de lo estimado para el cuarto trimestre de 2016. Si se considera que la variación entre el cuarto trimestre de 2015 y 2016 alcanzaba la cantidad de 270.000 casos de desocupados nuevos -tomando la proyección de la muestra alcanzada por la EPH- y 430.000 sobre la población total, la diferencia de estimación podría ser cercana a 15.000 y 40.000 casos adicionales al contabilizar el impacto de la modificación de la proyección poblacional. Si además se omite el efecto desaliento –es decir, se computan a esos trabajadores desalentados como desocupados y no como inactivos- se agregan entre 140.000 (para la proyección muestral alcanzada por la EPH) y 240.000 (considerando población total) casos adicionales respectivamente.

  • En síntesis, tanto la modificación de la proyección poblacional como el efecto desaliento, efecto improbable en el corto plazo, constituyen variables que impactan en un menor guarismo de desocupación, que se reduce en dos trimestres sucesivos sin que ello signifique generación de puestos de trabajo.
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Después de una primera vuelta ajustada, Ecuador elige al sucesor de Rafael Correa

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QUITO, New York Times — A las cinco de la tarde del 19 de febrero de 2017, en Ecuador se anunciaron dos victorias electorales. En una, Lenín Moreno, el candidato presidencial por el partido oficialista Alianza País se declaraba el nuevo presidente de Ecuador. Según la encuesta a boca de urna de la consultora Opinión Pública —difundida por Ecuador TV, el canal estatal de televisión— Moreno, exvicepresidente de Correa, había obtenido más del cuarenta por ciento de los votos válidos y una ventaja de más de diez puntos sobre el segundo candidato más votado, el opositor Guillermo Lasso. Según la ley ecuatoriana, ese margen de votos le daba la presidencia sin necesidad de un balotaje. “Hemos ganado las elecciones en justa ley”, dijo Lenín Moreno.

A la misma hora, pero más de cuatrocientos kilómetros al sur, en Guayaquil, Lasso daba como cierta la información de la encuestadora Cedatos: según sus números, Moreno no llegaba a la meta del cuarenta por ciento y Lasso lo seguía nueve puntos detrás. “Más del 60 por ciento de los ecuatorianos le dijo No al gobierno, ellos quieren un cambio”, dijo Lasso, y anticipó que, con el paso de las horas, la diferencia de votos se iba a reducir, confirmando la segunda vuelta.

Hace diez años que el Ecuador no va a una segunda vuelta como lo hará este domingo 2 de abril de 2017. La última fue en noviembre de 2006, cuando Rafael Correa derrotó al excéntrico magnate bananero Álvaro Noboa. Desde entonces, el país había vuelto a votar dos veces más por presidente (en 2009 y 2013) y en ambas ocasiones, Correa ganó en la primera ronda.

La tensión callejera, los gritos de fraude de lado y lado y los rumores sobre descontentos militares que se reprodujeron en los días posteriores a la primera vuelta, eran un síntoma de la fragmentación que ha sufrido el país desde siempre, y que se profundizaron durante la década de gobierno de Correa.

Recién la noche del 22 de febrero, Juan Pablo Pozo, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) anunció oficial y solemnemente que habría una segunda vuelta. Horas antes, en un encuentro con medios internacionales, Correa reconoció que su partido había quedado “a medio punto de ganar en primera vuelta” y dijo que contemplaba la posibilidad de que su partido —que tendrá una apretada mayoría en el congreso— aplicara el mecanismo legal de muerte cruzada (un recurso constitucional que le permite tanto al presidente como a la asamblea cesar al otro en sus funciones con la obligación de convocar a elecciones presidenciales y legislativas). Su anuncio tuvo tono de amenaza: “La mejor forma de tenerme lejos un tiempo es que se porten bien. Si se portan mal nos vemos en un año y los volvemos a derrotar”.

El 10 de marzo de 2017 arrancó oficialmente la campaña que terminará en la elección del 2 de abril de 2017. Muy pronto el país se partió entre quienes votarán por Lasso por convicción o por salir del correísmo, y quienes creen que Moreno permitirá ampliar la oferta de servicios sociales e infraestructura que le dio alta popularidad al gobierno de Alianza País.

La caída sostenida de los precios del petróleo desde 2015, la apreciación del dólar —que Ecuador usa como moneda propia y que no puede devaluar— han puesto al Ecuador en una crisis económica que causó la pérdida de casi 350 mil empleos en un año. Sumada a los efectos del terremoto de 7,8 grados de intensidad que destrozó pueblos enteros en las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas en abril de 2016, los casos de corrupción en Petroecuador —la compañía estatal petrolera—, la denuncia de que la constructora brasileña Odebrecht habría pagado sobornos a funcionarios ecuatorianos entre 2007 y 2016, y sin su mejor carta electoral —el presidente Correa— la permanencia en el poder de Alianza País parece, por primera vez desde su ascenso, en riesgo.

Cedatos, la consultora que atinó el pronóstico de que habría una segunda vuelta, publicó el 21 de marzo su más reciente encuesta: Moreno aventaja a Lasso 52,4 por ciento a 47,6 por ciento. Hay un margen de error del 3,4 por ciento en esa medición. Es un empate técnico que otras firmas corroboran, aunque unas pocas como Opinión Pública —la misma que anunció que no habría balotaje— dicen que Moreno adelanta a Lasso con más de catorce puntos.

La elección del domingo 2 de abril cerrará una campaña que ha sido descarnada y que en los últimos días tuvo un incidente de violencia: el 28 de marzo, cuando salía del estadio Olímpico Atahualpa de Quito, después de ver el partido de las eliminatorias al mundial de Rusia 2018 entre Ecuador y Colombia, una turba recibió a Guillermo Lasso y su esposa, María de Lourdes Alcívar, afuera del estadio. Primero lo abuchearon y después le lanzaron las vuvuzelas que habían llevado. Lenín Moreno rechazó la violencia, pero el candidato a Vicepresidente de Alianza País, Jorge Glas, dijo que podía haberse tratado de un autoatentado para victimizarse. La declaración sigue la tónica general de una competencia de entradas desleales, de insultos y amenazas.

El último tramo de la carrera electoral de 2017 se ha parecido más a una pelea de vida o muerte que a un proceso democrático. Para muchos en Ecuador es, más que elegir un presidente, una manera de recuperar la democracia de las manos de un gobierno autoritario y corrupto. Para otros es la batalla por evitar el regreso al poder de las élites que causaron el feriado bancario, la mayor crisis económica y social de la historia del Ecuador, y de la que acusan a Guillermo Lasso de ser parte.

La realidad es que, pase lo que pase el 2 de abril, al día siguiente el Ecuador seguirá ahí, con los desafíos intactos. Podría ser un momento propicio para que —gane quien gane— el país aproveche el fin de la hegemónica presencia de Rafael Correa en el debate público para intentar una reconciliación que hoy —a pocas horas de votar por su sucesor— parece lejana.

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