Empleo femenino en la clase media duplica al de indigentes

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La difusión de estadísticas señalando que un tercio de la población está en la pobreza generó encendidas discusiones sobre el gasto asistencial y la insuficiente creación de empleos. Sin embargo, los planes asistenciales tienen escaso impacto en la reducción de la pobreza y el crecimiento del empleo, aunque muy necesario, no es suficiente. Para reducir la pobreza es esencial incorporar al mercado laboral a las mujeres de los hogares pobres. Para ello, se necesitan mejores instituciones laborales, educación de calidad y prácticas sexuales y reproductivas saludables. 
Mediciones privadas señalan que a setiembre del 2016 aproximadamente un tercio de la población vive en la pobreza. Estas mismas fuentes ya advertían en abril del 2016 que la incidencia de la pobreza sería de este orden. El dato es consistente con lo que el mismo INDEC normalizado señala para el 2° trimestre del 2016 que ubica la pobreza en 32%. En suma, la pobreza aumentó a comienzos del año pasado y se mantuvo durante el 2016.
Ante este escenario, muchos reclaman expandir los programas asistenciales. Este tipo de gasto aumentó durante el 2016 a un ritmo similar a la inflación lo que sugiere que no es la falta de planes sociales lo que mantiene la pobreza alta. Otros ponen énfasis en aumentar la inversión y la producción para crear más empleos de calidad. ¿Pero alcanza con el crecimiento del empleo para terminar con la pobreza?
Información para responder a este interrogante proviene de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC correspondiente al 3° trimestre del 2016. Esta fuente señala que entre las mujeres jefas de hogar o cónyuges la situación es la siguiente:
  • En los hogares de clase media el 72% trabaja.
  • En los hogares pobres no indigentes el 41% trabaja.
  • En los hogares indigentes sólo el 35% trabaja.
Estos datos muestran que la inserción laboral de las mujeres adultas con responsabilidades familiares (jefa de hogar o cónyuge) es muy diferente según estrato socioeconómico. Resulta muy contundente que el empleo de las mujeres adultas entre los hogares de clase media duplica al observado entre las familias indigentes. Dicho de otra manera, mientras que en los hogares de clase media la mayoría de las mujeres con responsabilidades familiares trabaja, en los hogares pobres sólo la minoría lo hace.
Adicionalmente, según el INDEC, así como sólo un tercio de las mujeres de hogares indigentes trabaja, la mitad cumple el rol de jefe de hogar en la familia y hay 3 niños a cargo por familia. Muy diferente es la situación entre los hogares de clase media, donde además de que la mayoria de las mujeres trabaja, sólo un tercio cumplen el rol de jefes del hogar y hay un niño cada 3 hogares (es decir, en promedio, cada 3 hogares, en dos no hay menores y en el restante hay un solo niño). Estos datos sobran para afimar que fenómenos muy asociados a la indigencia son el abandono económico del hogar por parte del adulto varón, menor tasa de empleo de las mujeres y una mayor cantidad de niños.
Frente a este contexto destinar más recursos a programas asistenciales, como proponen las organizaciones sociales, sólo sirve para potenciar el derroche de recursos públicos. Tampoco hay que poner mucha confianza en la generación de empleos de calidad ya que, aun cuando se produzca, dificilmente alcance para incorporar automáticamente a las mujeres pobres al mercado laboral. Por eso, junto con buenas politicas económicas y laborales, es central asumir como objetivo que las mujeres pobres tengan la oportunidad de ser artífices de su propio progreso. Para ello, se requiere, además de un entorno general de expansión en la producción y el empleo, acciones especificas sobre este segmento de educación, de promoción de prácticas sexuales y reproductivas más saludables y responsables y centros de cuidado de la primaria infancia de alta calidad.
Para abordar el desafío hay que buscar instancias superadoras a la superposición de roles entre la Nación, las provincias y los municipios que impera en la actualidad. La Nación debería dejar de ejecutar programas sociales y concentrarse en acelerar la generación de empleos en base a la estabilidad, incentivos a la inversión, eliminar las cargas sociales a trabajadores de bajos salarios y desburocratizar la legislación laboral. La salud, la educación y los programas asistenciales deben ser gestionados por quienes son sus responsables: las provincias y los municipios.  
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El paro de mujeres es económico y político: resistir para avanzar

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El 1 de marzo el presidente Mauricio Macri inauguró la Asamblea Legislativa. A lo largo de su discurso, en el que recorrió las políticas y acciones que se implementaron durante el año pasado, las mujeres tuvieron solo un instante de protagonismo. Macri mencionó el Plan Nacional contra la Violencia de género y la consigna #NiUnaMenos: “Es un desafío que tenemos que encarar juntos, poniendo fin a la violencia machista. Tenemos que terminar con los patrones culturales que naturalizan la agresión a la mujer. El elemento fundamental es la educación, desde la política, la escuela y en cada casa.” Sin embargo, el presupuesto asignado al Consejo Nacional de las Mujeres es de apenas $6,96 por mujer para 2017. Además, durante 2016 fue seriamente sub-ejecutado: solo se utilizó un 14,5% del monto destinado al organismo (datos de las economistas Magalí Brosio y Violeta Guitart). No solo este Plan es insuficiente, sino que además no toma dimensión de que esos patrones culturales que hay que cambiar afectan otros aspectos de la vida cotidiana de las mujeres, en donde la violencia de género y el femicidio son las expresiones más visibles pero no las únicas.

Este 8 de marzo, mujeres de más de 40 países se van a movilizar en cientos de ciudades con motivo del Día internacional de la mujer trabajadora. Argentina es parte de la organización de este experimento internacional, como lo llamó Cinzia Azzurra (activista estadounidense), que se inspira en una marcha que protagonizaron las islandesas en 1975, cuando más de 25 mil mujeres salieron a las calles de Reikiavik. Se trataba de una manifestación a modo de “día libre de las mujeres” y una huelga en la que participó el 90 por ciento de las mujeres islandesas: ninguna de ellas hizo tareas domésticas ese día. A los hombres les tocó estar a cargo de la casa, los niños y todas las tareas asignadas tradicionalmente a las chicas. Como resultado de este paro se cerraron bancos, escuelas y negocios. Un año después, el Parlamento aprobó una ley de pago igualitario y al poco tiempo, Islandia elegía también su primera presidenta mujer. Estas marchas simultáneas del 8M, no serán solamente en contra de la violencia de género, que en la Argentina ha recrudecido este 2017, sino también son un reclamo por igualdad. Estadounidenses, peruanas, españolas, polacas o islandesas tienen un campo de disputa en común: la desigualdad en sus economías se potencia con la desigualdad de género.

¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que
un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario?

En el discurso de Macri o en sus políticas públicas, nadie parece tomar nota de estos planteos. No solo escasean las mujeres en los equipos de Hacienda, Finanzas, Banco Central, Ciencia y técnica o Producción, sino que tampoco aparece la perspectiva de género a la hora de abordar una situación que es clave para transformar estos patrones culturales que abonan situaciones de discriminación y desvalorización. Las mujeres en la Argentina ganan 27% menos que los varones y la brecha llega al 40% para trabajadoras precarizadas, que a su vez son más de un tercio del total. ¿Cuál es el plan del gobierno para cerrar la brecha salarial? ¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario? 6 de cada 10 mujeres sin hijos trabaja mientras que solo 4 de cada 10 lo hace cuando tiene 2 o más niños. Ocurre lo contrario con los varones. ¿Cuál es la política para que la maternidad no penalice a las mujeres? Más del 60% de los jóvenes llamados Ni-Ni (ni trabajan ni estudian) son chicas que si trabajan, pero en su casa: son niñeras de sus hermanitos o familiares, enfermeras de sus abuelos, limpian sus casas, hacen las compras, preparan los alimentos, son el sostén de hogares pobres.

 

Las mujeres en Argentina ganan 27%
menos que los varones

Días atrás, Nancy Fraser, filósofa y politóloga feminista estadounidense, dijo que “las mujeres hoy somos la resistencia, solo si resistencia no significa que queremos volver a donde estábamos antes de Donald Trump”. Esta idea también es válida en la Argentina. Hoy las mujeres están expresando una agenda de discusiones que han sido relegadas una y otra vez. Es que el deterioro de la situación económica, algo que el presidente eludió contando solo las notas buenas y haciendo énfasis en que tenemos que esperar al largo plazo para ver resultados, ha calado hondo en la calidad de vida. En 2016 la economía argentina siguió en recesión, la inflación deterioró el poder adquisitivo del salario, de las jubilaciones, de la AUH; la industria (que no fue mencionada una sola vez en todo el discurso) cayó junto a la construcción generando un mayor estancamiento en la creación de empleo y el Estado se deshizo de miles de trabajadores. Científicos y docentes reclaman en las calles que la oda a la educación, ciencia y tecnología se convierta en salarios dignos y presupuesto. En este marco, las mujeres hoy no solo paran en contra de la violencia de género sino que incorporan demandas económicas y políticas. Son ellas quienes resisten, como dice Fraser, en solidaridad cruzando fronteras locales e internacionales y encadenando experiencias.

Y en la Argentina tampoco se trata de volver al punto anterior. El 8 de marzo es un punto de partida que sin duda va a traer una nueva agenda de debate pública, en donde las mujeres son protagonistas.

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El paro de mujeres es económico y político: resistir para avanzar

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Este 8 de marzo, mujeres de más de 40 países se van a movilizar en cientos de ciudades con motivo del Día internacional de la mujer trabajadora. Argentina es parte de la organización de este experimento internacional, como lo llamó Cinzia Azzurra (activista estadounidense), que se inspira en una marcha que protagonizaron las islandesas en 1975, cuando más de 25 mil mujeres salieron a las calles de Reikiavik. Se trataba de una manifestación a modo de “día libre de las mujeres” y una huelga en la que participó el 90 por ciento de las mujeres islandesas: ninguna de ellas hizo tareas domésticas ese día. A los hombres les tocó estar a cargo de la casa, los niños y todas las tareas asignadas tradicionalmente a las chicas. Como resultado de este paro se cerraron bancos, escuelas y negocios. Un año después, el Parlamento aprobó una ley de pago igualitario y al poco tiempo, Islandia elegía también su primera presidenta mujer. Estas marchas simultáneas del 8M, no serán solamente en contra de la violencia de género, que en la Argentina ha recrudecido este 2017, sino también son un reclamo por igualdad. Estadounidenses, peruanas, españolas, polacas o islandesas tienen un campo de disputa en común: la desigualdad en sus economías se potencia con la desigualdad de género.

¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que
un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario?

En el discurso de Macri o en sus políticas públicas, nadie parece tomar nota de estos planteos. No solo escasean las mujeres en los equipos de Hacienda, Finanzas, Banco Central, Ciencia y técnica o Producción, sino que tampoco aparece la perspectiva de género a la hora de abordar una situación que es clave para transformar estos patrones culturales que abonan situaciones de discriminación y desvalorización. Las mujeres en la Argentina ganan 27% menos que los varones y la brecha llega al 40% para trabajadoras precarizadas, que a su vez son más de un tercio del total. ¿Cuál es el plan del gobierno para cerrar la brecha salarial? ¿Cómo le decimos a una mujer que vale lo mismo que un hombre si eso no se refleja siquiera en su salario? 6 de cada 10 mujeres sin hijos trabaja mientras que solo 4 de cada 10 lo hace cuando tiene 2 o más niños. Ocurre lo contrario con los varones. ¿Cuál es la política para que la maternidad no penalice a las mujeres? Más del 60% de los jóvenes llamados Ni-Ni (ni trabajan ni estudian) son chicas que si trabajan, pero en su casa: son niñeras de sus hermanitos o familiares, enfermeras de sus abuelos, limpian sus casas, hacen las compras, preparan los alimentos, son el sostén de hogares pobres.

 

Las mujeres en Argentina ganan 27%
menos que los varones

Días atrás, Nancy Fraser, filósofa y politóloga feminista estadounidense, dijo que “las mujeres hoy somos la resistencia, solo si resistencia no significa que queremos volver a donde estábamos antes de Donald Trump”. Esta idea también es válida en la Argentina. Hoy las mujeres están expresando una agenda de discusiones que han sido relegadas una y otra vez. Es que el deterioro de la situación económica, algo que el presidente eludió contando solo las notas buenas y haciendo énfasis en que tenemos que esperar al largo plazo para ver resultados, ha calado hondo en la calidad de vida. En 2016 la economía argentina siguió en recesión, la inflación deterioró el poder adquisitivo del salario, de las jubilaciones, de la AUH; la industria (que no fue mencionada una sola vez en todo el discurso) cayó junto a la construcción generando un mayor estancamiento en la creación de empleo y el Estado se deshizo de miles de trabajadores. Científicos y docentes reclaman en las calles que la oda a la educación, ciencia y tecnología se convierta en salarios dignos y presupuesto. En este marco, las mujeres hoy no solo paran en contra de la violencia de género sino que incorporan demandas económicas y políticas. Son ellas quienes resisten, como dice Fraser, en solidaridad cruzando fronteras locales e internacionales y encadenando experiencias.

Y en la Argentina tampoco se trata de volver al punto anterior. El 8 de marzo es un punto de partida que sin duda va a traer una nueva agenda de debate pública, en donde las mujeres son protagonistas.

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Legisladoras de Misiones e Itapúa harán un abrazo simbólico en el puente Roque González por el #8M

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Bajo el lema #8MSinFronteras, legisladoras de ambas márgenes anunciarán además trabajo y actividades en conjunto sobre políticas de género.

“La violencia no tiene Patria y su lucha no tiene fronteras”, sostuvo la diputada provincial, María Losada quien precisó que mañana miércoles junto a sus pares de Misiones e Itapúa anunciarán actividades en conjunto por el 8 de marzo, Día de la Mujer en un contexto de particular compromiso y repudio por los hechos de violencia a la mujer por su condición que llevarán a que en todo el país se realice una marcha.

La iniciativa en la Legislatura, contará con la presencia de las diputadas misioneras Mabel Pezoa (Frente Renovador de La Concordia), María Losada (Vanguardia) y Silvia Rojas (UNA), junto con la presidenta del Consejo Departamental de Itapúa, Josefina Benítez.

“Tenemos intenciones de trabajar juntas en políticas de género que se conviertan en políticas de Estado, además de la pausa en el puente San Roque González que une Posadas con Encarnación, vamos a comunicar las actividades que haremos en Itapúa y las legisladoras de Paraguay nos acompañarán en la marcha del 8 de marzo”, precisó Losada.

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