Arabia Saudita lidera ofensiva diplomática para el reconocimiento del Estado palestino
Con el apoyo reciente de Australia y la presión diplomática liderada por Arabia Saudita, la causa palestina se acerca a un punto de inflexión. Más de 145 países respaldan o planean reconocer oficialmente al Estado palestino, en un giro geopolítico que tensiona las relaciones con Israel y reconfigura alianzas estratégicas en Medio Oriente.
La guerra entre Israel y Hamás, desatada tras el ataque del 7 de octubre de 2023, aceleró un proceso que parecía congelado: el reconocimiento internacional del Estado palestino. Según la agencia AFP, 145 de los 193 miembros de la ONU ya lo reconocen o se disponen a hacerlo. Entre ellos, potencias y aliados históricos de Occidente como Francia, Canadá, Reino Unido y, desde el 11 de agosto, Australia.
Este cambio rompe con la doctrina que sostenía que la creación del Estado palestino debía ser el resultado de una negociación bilateral con Israel, trasladando la discusión al terreno multilateral y poniendo presión directa sobre el gobierno de Benjamin Netanyahu.
El 15 de noviembre de 1988, en plena Primera Intifada, Yasser Arafat proclamó unilateralmente un Estado palestino con Jerusalén como capital. Minutos después, Argelia se convirtió en el primer país en reconocerlo, seguida por decenas de naciones de África, Asia y Europa del Este.
A fines de 2010 y principios de 2011, en respuesta al estancamiento del proceso de paz y la expansión de asentamientos israelíes en Cisjordania, varios países sudamericanos, entre ellos Argentina, Brasil y Chile, formalizaron su apoyo.
En 2011, la candidatura palestina a la ONU no prosperó, pero la UNESCO aprobó su incorporación como miembro pleno. En 2012, la Asamblea General elevó su estatus a “Estado observador no miembro” y, tres años después, la Corte Penal Internacional lo aceptó como Estado parte.
Nuevas adhesiones y la ola de 2024–2025
La ofensiva israelí en Gaza reactivó la agenda diplomática. En 2024, Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados y Bahamas se sumaron desde el Caribe, junto con Armenia en Eurasia. En Europa, Noruega, España, Irlanda y Eslovenia marcaron un punto de quiebre: fue la primera vez en una década que miembros de la UE tomaron esta decisión, tras la pionera Suecia en 2014.
En 2025, Francia anunció que formalizará el reconocimiento en septiembre, mientras que Reino Unido condicionó su decisión a que Israel acuerde un alto el fuego en Gaza. Canadá estableció el mismo mes como fecha límite, y Malta, Finlandia y Portugal evalúan seguir el mismo camino.
La confirmación más reciente llegó el 11 de agosto, cuando el primer ministro australiano Anthony Albanese declaró que su país votará a favor en la Asamblea General de la ONU.
El protagonismo saudí es una de las variables más relevantes. El príncipe heredero Mohammed bin Salman lidera la coordinación internacional para que en septiembre se formalice un bloque mayoritario en la ONU. Arabia Saudita, aliado estratégico de Estados Unidos, ha intensificado su rol en foros multilaterales, posicionándose como mediador y garante de un reconocimiento basado en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, con Jerusalén Oriental como capital palestina.
En una conversación con Mahmoud Abbas el 11 de agosto, bin Salman condenó los ataques contra civiles en Gaza y reafirmó que la crisis humanitaria debe ser prioridad para la comunidad internacional.
La Conferencia Internacional de Paz de septiembre
El próximo 22 de septiembre, Nueva York será sede de una Conferencia Internacional de Paz copresidida por Arabia Saudita y Francia. Allí, varios países —incluidos Francia, Reino Unido, Canadá, Australia y Singapur— oficializarán su reconocimiento.
Este encuentro será clave para medir el aislamiento diplomático de Israel y la capacidad del gobierno de Netanyahu para frenar una resolución de la Asamblea General que, si bien no tendrá efectos jurídicos vinculantes, tendría un peso político considerable.
El avance del reconocimiento internacional no solo tiene consecuencias geopolíticas. En caso de consolidarse, el nuevo estatus palestino podría abrir acceso a fondos de cooperación, proyectos de reconstrucción y acuerdos comerciales bajo tratados bilaterales o multilaterales.
Para Israel, el costo podría traducirse en sanciones o boicots comerciales en determinados mercados, así como en un replanteo de sus vínculos con países europeos y latinoamericanos.
En paralelo, Estados Unidos enfrenta un dilema diplomático: equilibrar su alianza estratégica con Israel y su relación cada vez más relevante con Arabia Saudita en el marco de la transición energética y el comercio global de hidrocarburos.
Si en septiembre se alcanza una mayoría abrumadora en la Asamblea General, Palestina consolidará su reconocimiento simbólico y político. Sin embargo, el camino hacia la membresía plena en la ONU requerirá la aprobación del Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos mantiene poder de veto.
En este contexto, el escenario más probable es un refuerzo de las alianzas multilaterales y un incremento de las presiones económicas y diplomáticas sobre Israel, con un impacto que podría modificar la arquitectura política de Medio Oriente en la próxima década.

