Stroessner

Promulgaron en Paraguay una ley para pagar a soldados que participaron del golpe a Stroessner

Compartí esta noticia !

Los soldados conscriptos que participaron del golpe de estado contra el dictador Alfredo Stroesssner, en febrero de 1989, en los dos grupos que se enfrentaron, recibirán el pago de una indemnización, al promulgar hoy el presidente de Paraguay, Santiago Peña, la norma que lo estableció tras la sanción por parte del Congreso.

El pago es para los soldados y, eventualmente, pueden ser beneficiarios los herederos o parientes consanguíneos hasta el primer grado.

El monto del resarcimiento equivale casi 78 millones de guaraníes (10.700 dólares) y el pago se realizará a través del Ministerio de Economía.

El documento señala que serán beneficiarios todos los conscriptos de los destacamentos y/o unidades de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional que “prestaron servicios durante la gesta del 2 y 3 de febrero”, cuando un golpe encabezado por Andrés Rodríguez terminó con la dictadura de Stroessner.

Y explica que “se entenderá por soldados conscriptos” a aquellos que “estuvieron expuestos directamente en el enfrentamiento armado y fueron dados de baja sin percibir indemnización alguna”, según la agencia de noticias IP.

Los ministerios de Defensa e Interior deberán organizar en 90 días toda la documentación relacionada a las tropas movilizadas durante la asonada, las órdenes emitidas, la nómina del personal que participó de las operaciones y “todos los documentos que se consideren importantes históricamente para las investigaciones correspondientes”.

Se estima que unos 1.400 exmilitares cobrarán el equivalente a 750 jornales, lejos de los 2000 jornales (196.178.000 guaraníes, 27.300 dólares) que establecía la iniciativa original.

El golpe de 1989 terminó con la dictadura más larga del continente (más de 34 años) y dejó a Rodríguez en el gobierno.

Tres meses después, el militar llamó a elecciones, que ganó, por lo que estuvo en el Palacio de López hasta 1993.

Compartí esta noticia !

Aprobaron en Paraguay indemnización a conscriptos que participaron del golpe a Stroessner

Compartí esta noticia !

El Congreso de Paraguay sancionó hoy una ley que dispone indemnizar a los soldados conscriptos que participaron del golpe de Estado de 1989, que terminó con la larga dictadura de Alfredo Stroessner, aunque se aprobó el pago de un monto sustancialmente menor al propuesto inicialmente.

Se estima que unos 1.400 exmilitares cobrarán el equivalente a 750 jornales, esto es alrededor de 73.566.000 millones de guaraníes (unos 10.260 dólares), lejos de los 2000 jornales (196.178.000 guaraníes, 27.300 dólares) que establecía la iniciativa original.

El beneficio será para los soldados conscriptos que prestaron servicio durante el 2 y 3 de febrero de 1989, cuando fuerzas encabezadas por Andrés Rodríguez derrocaron a Stroessner y abrieron la puerta al regreso del sistema democrático.

El texto había sido aprobado por Diputados con la suma original, que fue modificada por el Senado. Como se trataba del tercer tratamiento, la Cámara baja hoy solo debía insistir en su sanción primera o votar el proyecto como vino del Senado.

La iniciativa era largamente reclamada por los exmilitares, reseñaron los diarios Última Hora y ABC Color.

Aunque no está clara la cifra de beneficiados, un proyecto anterior vetado entonces por el Ejecutivo ubicaba el número en 1.417.

Esa cifra implica para el Gobierno una erogación de 14.500.000 de dólares.

El golpe de 1989 terminó con la dictadura más larga del continente (más de 34 años) y dejó a Rodríguiez en el gobierno.

Tres meses después, el militar llamó a elecciones, que ganó, por lo que estuvo en el Palacio de López hasta 1993.

Compartí esta noticia !

El confinamiento de los maskoy

Compartí esta noticia !

Por Anibal Silvero – Cuando los camiones del ejército de Stroessner llegaron en el invierno de 1976 al portón del predio de los Toba Maskoy, en el Chaco paraguayo, las familias que habitaban las extensas hectáreas para ellos sagradas, presintieron que algo terrible les iba a suceder. Durante cientos de años este pueblo originario (de la raza guaraní, pero erradamente llamados tobas) vivían en estos montes del Paraguay profundo.

Los tobas maskoy no poseían estas tierras, no eran dueños de ellas, vivían en ellas, los toba maskoy eran parte de la tierra, así lo entendían hasta la llegada de los empresarios del “progreso”. Y no había forma de explicarles a estos colonizadores blancos esa relación que tenían estos habitantes autóctonos del monte con la madre naturaleza. Estos hombres blancos de negocios habían tomado, con anuencia del gobierno, la titularización de los montes y de los extensos territorios maskoy. “¿Cómo puede ser alguien dueño de estos árboles, de este barro, de estos yuyos?”, preguntaba un toba maskoy en lengua plautdietsch (una variante del alemán) a los ejecutivos que se adueñaban con papeles del habitat de un pueblo.

Eran 22.000 hectáreas donde vivían estas familias, hasta ayer estas tierras pertenecían a todos y a la vez no pertenecían a nadie, pero ahora crucialmente por una decisión del llamado progreso occidental tenían nombre y apellido: Carlos Casado S.A, una empresa que venía devorando tierras paraguayas hacía casi un siglo.

Esta poderosa empresa fue fundada por Carlos Casado del Alisal en el siglo XIX. Luego de la guerra de la Triple Alianza, que devastó literalmente al Paraguay, y diezmó a sus hombres, Casado se hizo testaferro para la apropiación de enormes latifundios en el Chaco Boreal paraguayo. A partir de entonces estos gigantescos territorios, que por su enorme extensión Carlos apenas podía divisar desde un avión, fueron llamados “Campos de Don Carlos Casado”. Este potentado español, supo ser el hombre con más tierras de la época. De hecho, cuando Carlos Casado toma las tierras del Paraguay a finales del siglo XIX (las compró a precio vil al Gobierno), se convirtió en el primer terrateniente “privado” del mundo, sólo le superaban en extensión las propiedades del Zar Nicolás II de Rusia que era dueño “por decreto o por derecho divino” de toda Siberia.

Luego, el elogiado banquero y filántropo, descubrió en Paraguay una forma decisiva de hacer dinero: extrayendo el tanino del quebracho.
Además de apropiarse de las tierras, el banquero tenía potestad para someter a cualquier ser humano originario que viviese en esas latitudes. Así, muchos habitantes autóctonos fueron sometidos a la esclavitud laboral, se convirtieron en obreros obligados de la multimillonaria empresa que exportaba tanino y enriquecía de esa forma aún más a los Casado.

En esta coyuntura, los originarios que más sufrieron la embestida de la pata civilizadora de la empresa Casado fueron los tomáraho, cuyos integrantes, que otrora caminaban tranquilos por los montes paraguayos, eran a partir de Casado una especie en extinción, reducidos al trabajo bruto y forzoso, explotados hasta la enfermedad o la muerte en los grandes latifundios madereros.

Gracias a estas habilidades de hacerse de tierras y explotarlas, el emperador del Chaco, como le llamaban al exitoso banquero, se convirtió en el hombre más adinerado del país durante el siglo XIX y principios del XX, propietario del mayor latifundio de la historia de Argentina, cuya superficie igualaba aproximadamente la de las islas del Reino Unido y los Países Bajos. Solo en el Chaco paraguayo, el hombre se hizo dueño de más de seis millones de hectáreas. Y, como todo hombre acaudalado, era admirado. De hecho, lo sigue siendo: la estatua más grande que existe en Rosario, Santa Fe, y que represente en dicha ciudad la imagen de alguna persona que haya pisado esas tierras, estatua más grande en esa ciudad todavía que la del Che Guevara, es la de Don Carlos Casado del Alisal. Todavía se la puede apreciar en la ochava SE de las calles San Martín y Santa Fe, en el edificio del Banco de Santa Fe.

Así las cosas, no era raro que la empresa Casado, heredada por los hijos de Carlos, convertidos al nacer en multimillonarios, por obra y gracia de la herencia de la propiedad privada, haya reclamado al gobierno paraguayo las 22000 hectáreas donde vivían los maskoy como propias, además de todas las otras millares de hectáreas que ya poseía. En nombre del progreso, muchas cosas pasan, decía un sabio tomáraho, que había perdido a su familia trabajando duramente en los obrajes madereros. Sin embargo, hacía poco tiempo, a principios de 1970, el propio Stroessner les había garantizado a los maskoy el uso de sus tierras, pero ahora, de repente, el panorama se volvió gris y los camiones del ejército tenían un aspecto lúgubre.

Uno de los milicos paraguayos, con ese uniforme beige y opaco que caracteriza a los militares en ese país, ordenó a los mascoy que suban a los camiones. Eran 150 familias aproximadamente, que aquel crudo invierno del 76 fueron obligados a salir de su propio habitat. Ese acto marcó para siempre a la tribu maskoy. La herida para ellos fue terrible: los arrancaron de su hogar, los desarraigaron, los arrebataron de su residencia milenaria, destruyendo a la par su linaje y su esencia de relación con esas tierras. Niños y niñas mascoy fueron obligados primero a viajar tristemente en los tenebrosos camiones del ejército, y luego, a decenas de kilómetros de allí, todos, grandes y chicos, jóvenes y viejos, mujeres y hombres, toda la desafortunada tribu fue abandonada, obligada a sobrevivir en un territorio agreste.

Pero la terrible acción del ejército no terminó allí. Cercaron a las familias, prohibiendo la entrada o salida de este nuevo territorio. Se trataba de un monte inhóspito, inhabitable, en lo profundo del Chaco paraguayo. Los militares apresaron a la población, de tal modo que nadie podía salir ni entrar al nuevo terreno. En esta infausta morada, los toba maskoy vivían en forma desgraciada e infeliz. En esas condiciones, se armó una suerte de campo de concentración, dentro del Chaco paraguayo, donde los maskoy, obligados a usar vestimenta militar (incluso los niños), trabajaban duramente para recibir unas pocas provisiones de comida diaria, y así poder mantener vivas a las infortunadas familias.

No fueron días, ni semanas, ni meses, fueron largos años que los toba maskoy estuvieron obligados al trabajo forzoso, al trabajo esclavo, en este improvisado campo de concentración armado en la profundidad del Chaco paraguayo.

A pesar de que estaba prohibida la entrada a toda persona que quería visitarlos, incluyendo periodistas, el rumor de esta sumisión de un pueblo indígena por parte de la dictadura stronissta no tardó en impactar en la opinión internacional. Y luego de muchas luchas y denuncias de diferentes organismos, entre ellos la de la Conferencia Episcopal Paraguaya, finalmente en 1987 el gobierno les reconoce el predio que les habían arrebatado y los maskoy vuelven a su sagrado hogar, pero con la herida abierta de lo que les habían obligado a sufrir.

Los maskoy, en Paraguay, no superan en la actualidad los 3000 individuos. Hoy recuerdan vivamente aquellos desagradables años, en la segunda mitad del setenta y principios de los 80, cuando fueron reducidos a burros de carga por una connivencia entre el Gobierno y la empresa Casado. Ellos no entienden qué les pasó. No comprenden qué rayo fatal atravesó su linaje de lado a lado, pero con certeza ya no son los mismos. Hoy los maskoy caminan con una angustia reflexiva por los trillos castigados del Chaco paraguayo, y hablan muy poco. Ya cada vez menos tierras les pertenecen, y están siendo tragados, poco a poco, por la garganta del diablo civilizador.

A diferencia del empresario colonizador Carlos Casado, que tiene la más grande estatua de Santa Fe, y figura en los libros de historia como un exitoso banquero y filántropo, ninguno de los tres mil maskoy que quedan tiene alguna escultura o mural, o cuadro recordatorio, o siquiera un ajado monolito en una plaza olvidada. La tribu maskoy, mal bautizados tobas, poco a poco se van extinguiendo, van siendo relegados a la omisión de las crónicas, a la postergación de todos los recuerdos. Los maskoy pasaron de hablar seis lenguas a no tener voz, y hoy transitan callados por el Chaco paraguayo, silenciosos y angustiados, cayendo lentamente al margen olvidado de la Historia.

Compartí esta noticia !

Edunam presenta León Pytã, novela histórica sobre Stroessner

Compartí esta noticia !

La Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de Misiones, con el apoyo del Consulado de la República del Paraguay en Posadas, invita a la presentación del libro León Pytã, de Rubén Morel.

El autor conversará con Rubén Ayala Ferreira, sobreviviente del M14 y uno de los protagonistas de la obra León Pytã, y Rolando Agustín Goiburu Benitez, cónsul de la República del Paraguay en Posadas.

La presentación se realizará el martes 19 a las 18.30h en el SUM del Edificio Juan Figueredo de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM.(Colón 2368, Posadas).

León Pytã, de Rubén Magno Morel, es una novela histórica que relata parte de la gesta de los exiliados paraguayos en Argentina durante el episodio histórico de 1959 llevado a cabo por el Movimiento 14 de Mayo para la Liberación del Paraguay. Fue editada por Edunam, la Editorial de la Universidad Nacional de Misiones, dentro de la Colección Libros Arribeños. Su autor es licenciado en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Quilmes, periodista y docente universitario en la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones. León Pytã es su primera novela.

Compartí esta noticia !

Paraguay, como en la época de Stroessner

Compartí esta noticia !

A dos semanas de las elecciones presidenciales del 22 de abril en Paraguay, la alianza opositora todavía no reconoce los resultados que le dieron la victoria al colorado Mario Abdo Benítez, por el 46,44% contra el 42,74% del candidato de la alianza de liberales e izquierdistas, Efraín Alegre.
El estrecho margen, del 3,7% (poco más de 90.000 votos), y sobradas evidencias de manipulación de mesas en diversos puntos del país, le hacen suponer a Alegre que esa escueta diferencia podría ser suya y no de Abdo Benítez.
De todas maneras, el reloj no dejó de correr y los tiempos se aceleraron llevando el debate político a otra parte. El fraude, o sus fundadas sospechas, no fue la bola de nieve que se esperaba; no hubo avalancha, apenas una denuncia penal sin muchos elementos impulsada por un abogado del Este del país, que fue electo senador por un movimiento propio, y que asegura que le robaron 70.000, con los que podría agregar otro escaño a su bancada. Su movimiento no fue el único que acusó de fraude a la Justicia Electoral. Y más allá de que quizás no pueda probarse, todo indica que el fraude fue real, y que contó con la valiosa participación de los medios, antes, durante y después de las elecciones.
Pero que “Marito”, como se conoce a Abdo Benítez, hijo del eterno secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, y por lo tanto su heredero “natural”, se convierta en presidente en unos comicios sospechados de fraudulentos no deja de ser una metáfora que retrata los tiempos que vive el país.
Su programa de gobierno recogió viejas banderas de la ortodoxia stronista, como la trilogía “partido, gobierno, fuerzas armadas”, y el Servicio Militar Obligatorio, el SMO, presentado como herramienta de contención, disciplinamiento y reeducación juvenil.
Sus primeros pasos como presidente electo revelan un alineamiento incondicional, y su condición de satélite de Cartes y su grupo, cada vez más ubicado al margen de la ley, no solo por su senaduría abiertamente inconstitucional, sino ahora implicado en una gigantesca operación de lavado de dinero, y la fuga de su principal cabecilla, el brasileño nacionalizado paraguayo, Darío Messer, a quien Cartes llama “hermano del alma”, buscado por la Interpol en más de 120 países.
Su bancada parlamentaria se dispone a respaldar el juramento de Cartes, Nicanor Duarte Frutos y Juan Afara, como senadores activos contra lo que establece con mucha claridad el artículo 189 de la Constitución Nacional de 1992.
El nombramiento como Vicepresidente, de la ex titular de la Corte Suprema de Justicia, Alicia Pucheta, quien curiosamente habilitó la ilegal candidatura de Cartes al Senado, y otorgó la carta de ciudadanía al “hermano del alma” prófugo, supuso la antesala del quiebre institucional en curso, al que todos los analistas coinciden en otorgarle un desenlace de consecuencias imprevisibles para la democracia, en un país de desigualdades extremas, con necesidades sociales urgentes, con más de la mitad de su población económicamente activa condenada a la informalidad y la precarización laboral, con cientos de miles de exiliados económicos repartidos por América y Europa, sin cuyas remesas mucha gente se moriría de hambre, y que son la contracara de una realidad signada por políticas que favorecen a los sectores concentrados de la economía, como el agronegocio, la “patria contratista” y la especulación financiera.
Pucheta asumirá la Presidencia, en reemplazo de Cartes, quien -si todo sigue de acuerdo al plan- renunciará a fines de mayo para preparar su ingreso al Senado.

Con el militarismo y su idea de orden cerrado de los tiempos de la mano más dura, han vuelto también coloridas palabras del folclore lingüístico paraguayo, como el término “Mau”, que por décadas sirvió para denominar a todo lo que es falso, ilegal, copia, como los automóviles, el famoso “auto mau” que le dicen, en la época en que el “contrato privado” reemplazaba a la Cédula Verde.
Así, el ingenio popular convirtió a “Marito” en “MAUrito”, por el carácter supuestamente fraudulento de su elección, que aunque no haya podido probarse en los estrados judiciales se inscribió ya en la memoria colectiva.
Dicen que Stroessner solía decir: “solo falto yo”, cuando repasaba las noticias de lo que sucedía en Paraguay durante su exilio en Brasil. Hoy, aquella frase, de haber existido, sigue tan vigente como el sistema político que dejó hace 29 años, y que no termina de reproducirse como una recurrente fatalidad.

Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin