SUSTRATO

Sustratos: la ciencia del suelo que no es suelo

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En la horticultura moderna, el corazón del crecimiento vegetal ya no está necesariamente en la tierra. Los sustratos -esos materiales porosos que reemplazan al suelo tradicional en contenedores, bandejas o macetas- se han convertido en un pilar de la agricultura intensiva y de precisión.

Lorena A. Barbaro, investigadora de la Estación Experimental Agropecuaria Cerro Azul del INTA, dedica su trabajo a comprender esa delgada capa donde germina la productividad y la innovación. En su publicación “Sustratos: principales propiedades a tener en cuenta” (Miscelánea N°109/2023), Barbaro sistematiza con rigor científico las claves de este componente esencial para los cultivos bajo cubierta y los sistemas sin suelo.

Un soporte vital para la raíz

“El sustrato no es simplemente un relleno: debe anclar las raíces, permitir la circulación de oxígeno, retener agua suficiente y, en algunos casos, participar en la nutrición mineral”, explica Barbaro. Cada una de estas funciones depende de un delicado equilibrio entre las fases sólida, líquida y gaseosa que conviven en su interior.

El diseño o la elección de un sustrato —advierte la autora— no puede improvisarse: “Debe responder al tipo de cultivo, al sistema de riego, a la forma del contenedor y a las necesidades nutricionales de cada especie”. No existe un sustrato universal. Cada combinación de materiales es una fórmula única que busca armonizar física, química y biología en beneficio del crecimiento vegetal.

Equilibrios químicos y físicos

El pH, la conductividad eléctrica (CE) y la capacidad de intercambio catiónico (CIC) son las variables que determinan la salud química del medio. “Un pH entre 5,3 y 6,8 es ideal para la mayoría de los cultivos, porque mantiene la máxima disponibilidad de nutrientes”, señala Barbaro. Las desviaciones, tanto hacia la acidez como hacia la alcalinidad, pueden provocar deficiencias o toxicidades visibles en las hojas.

En el plano físico, la distribución del tamaño de las partículas es determinante: las más grandes aportan aireación, las finas retienen agua. El desafío está en lograr una proporción que asegure oxígeno para las raíces sin deshidratar el sistema. Materiales como la perlita expandida o la cascarilla de arroz se utilizan para mejorar la aireación, mientras que la turba de Sphagnum o la fibra de coco aportan retención de agua.

Innovación y sostenibilidad

El estudio de Barbaro no se limita a los aspectos técnicos: también subraya la importancia de la sostenibilidad en la elección de los componentes. La extracción de turbas, por ejemplo, tiene un impacto ambiental creciente, lo que abre el camino a alternativas como el compost de corteza de pino o el biochar, un material rico en carbono obtenido por pirólisis.

“El desafío actual —escribe— es producir sustratos estables, eficientes y de bajo impacto ambiental, aprovechando subproductos locales como residuos forestales, cascarilla de arroz o compost agroindustrial”.

Ciencia aplicada al negocio verde

En un contexto donde la agricultura de precisión, los viveros tecnificados y los sistemas hidropónicos ganan terreno, el conocimiento sobre sustratos se vuelve una ventaja competitiva. La autora lo resume con claridad: “Conocer las propiedades de un sustrato es anticipar el resultado del cultivo”.

Por eso, el INTA Cerro Azul, junto a otras instituciones del país, ofrece servicios de análisis físico y químico para productores y empresas que buscan optimizar sus mezclas. La toma de muestras, su correcto envío y la interpretación de resultados forman parte de una cadena de conocimiento que vincula ciencia, producción y negocio.

En tiempos donde el suelo se reimagina en bandejas y macetas, el sustrato se convierte en una tecnología silenciosa, pero decisiva. Como concluye Bárbaro, “no hay planta de calidad sin un medio de cultivo que acompañe su desarrollo”. Y detrás de cada mezcla exitosa, hay investigación, precisión y una mirada sustentable sobre el futuro del agro.

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Yerba mate: mejorar la calidad a través de los sustratos

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El sustrato es uno de los insumos principales en un vivero de plantines de yerba mate, el cual sirve de anclaje a las raíces del plantín y debe presentar propiedades físicas y químicas determinadas que ayuden a lograr un manejo correcto dentro del vivero, ya sea en cuanto al riego, como a la fertilización, para lograr plantines de mayor calidad y aptos para ser llevados a campo.

Lorena Alejandra Barbaro -investigadora del INTA Cerro Azul- explicó: “Los plantines de yerba mate se producen en viveros y la etapa inicial es la obtención de plántulas a partir de esquejes, miniesquejes o semillas”.

En el caso de las semillas, indicó que, a partir de que la plántula presenta los cotiledones desplegados hasta un máximo de 4 hojas, se repica en macetas, tubetes o bandejas alveoladas con sustrato. Luego, en el vivero los plantines son puestos bajo media sombra, regados y fertilizados hasta la obtención de un plantín en condiciones para llevarlo a campo.

Con el fin de mejorar la calidad de los plantines, se evaluaron las formulaciones de sustratos para hallar los rangos adecuados para las propiedades físicas específicas que aseguren el adecuado suministro de agua, aire y nutrientes.

Barbaro indicó que para que estas funciones se cumplan, el sustrato debe estar formulado con uno o más componentes que finalmente proporcionen las propiedades químicas y físicas adecuadas.

“Entre las propiedades químicas, se destaca el pH y la conductividad eléctrica. Es recomendable que el sustrato tenga un pH ligeramente ácido (5,3 a 6,5), para que los nutrientes se encuentren disponibles, y una conductividad eléctrica baja, para que no existan problemas de toxicidad por sales”, puntualizó la investigadora.

“Teniendo en cuenta que el sustrato más utilizado en un vivero de plantines de yerba mate es el sustrato a base de compost de corteza de pino, se evaluaron formulaciones con este componente y diferentes proporciones de turba de Sphagnum para incrementar la capacidad de retención de agua”, mencionó Barbaro y agregó: “La turba puede ser reemplazada por otro componente que aporte propiedades similares como la fibra de coco u otro compost”.

“Las conclusiones del trabajo indicaron que, para producir plantines de yerba mate en las condiciones mencionadas se requieren las siguientes propiedades fiscas: un espacio poroso total: mayor a 85 %, una capacidad de retención de agua (CRA) igual o menor a 55 %, una porosidad de aireación (PA) mayor o igual a 35 %, una relación CRA/PA entre 1 a 1,6, un índice de grosor mayor o igual a 60 % y una densidad aparente menor o igual 200 kilos por metro cúbico”, especificó Barbaro.

Los resultados obtenidos por el INTA Cerro Azul, permiten tener una mayor orientación e interpretación de los análisis del sustrato o componentes realizados en el laboratorio de sustratos, los cuales ayudan a tener un manejo correcto dentro del vivero, ya sea en cuanto al riego, como a la fertilización, para lograr plantines de yerba mate de mayor calidad y aptos para ser llevados a campo.

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La Planta de Sustrato de San Vicente tendrá su laboratorio propio

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Con el objetivo de realizar un mejor control de calidad y homogeneidad a sus productos, la fábrica de sustrato está  llevando adelante, con el asesoramiento del laboratorio de efluentes de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), el montaje de un laboratorio propio, en  la localidad de San Vicente.

El mismo se concretará con aportes realizados a través de la Ministerio del Agro y la Producción y con recursos devenidos de las ventas; según lo manifestado por el Ingeniero Daniel Piccini, Gerente de la fábrica. “Hay una necesidad de contar con el laboratorio para garantizar el producto que se entrega al cliente;  ya que los controles que se realizan en ambientes óptimos, son mucho más precisos que las pruebas que se hacen en la actualidad”, aseguro el ingeniero.

Agregó además, que los fondos aportados por el Agro sirven para la adquisición de insumos, como materia prima y fertilizante, repuestos y reparaciones.

“El uso de sustrato en los almácigos garantiza plantines robustos, sanos y vigorosos; por lo que año tras año se incrementa la demanda del mismo, tanto para la producción de tabaco, como también en floricultura y horticultura. Por ejemplo, dijo que “se está probando en frutilla, en la que, regulando el PH, se obtiene mejores resultados que con cáscara de arroz quemada”.

El sustrato es un producto que se obtiene a partir de la corteza de pino, la cual en el inicio del proceso es molida, luego se deja compostar durante, por lo menos, ocho meses; lapso en el cual se realizan controles de humedad, regando cada vez que fuere necesario. Además se agregan productos químicos que aporten nitrógeno y se remueve constantemente. Para finalizar, se clasifica por tamaño de partícula, según sea el cultivo al cual será destinado el producto. sea para tabaco como para hortalizas.

En lo que va del año se han comercializado seis mil bolsas de sustrato,  de 30 kg cada una; y los principales compradores son, la cooperativa Tabacalera de San Vicente, la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF) y la Biofábrica, concluyó.

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