Un boicot al futuro

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La decisión de Donald Trump, el extravagante Presidente de Estados Unidos, de salir del Acuerdo de París para el Cambio Climático deberá inscribirse en la historia como uno de los hechos más vergonzosos que jamás ha efectuado un país dentro de la comunidad internacional. La tentativa individual de boicot más estrepitosa de la historia. El acuerdo era uno de los más importantes logros de la diplomacia a nivel mundial.

No solo demuestra que la política de la mayor potencia del mundo será la de prescindir de los cuidados al ambiente hacia adentro de sus fronteras, sino que, no tiene previsto considerar los impactos que tienen sus actividades en relación al resto de la comunidad global.

Existe consenso científico en que los gases no naturales, conocidos como de efecto invernadero (prioritariamente el CO2), son los productores principales del cambio climático (también llamado calentamiento global). A estas emisiones habrá de agregársele el catastrófico aporte que hace la actividad humana de desmonte pues los árboles son los mejores captadores de dióxido de carbono y cuando se los talan, los gases acumulados, son liberados de nuevo. Se estiman grandes catástrofes ambientales y humanas si no comenzamos a revertir la generación de estos gases.

Estados Unidos es el segundo emisor de gases de efecto invernadero. Y seguramente es el principal responsable de otros males como la cultura de la guerra a gran escala, el cruel consumismo y una economía de mercado que produce exclusión y mutilación social.

La crisis planetaria se ha agravado. A las causas ambientales ahora hay que sumarle este cimbronazo político, que será difícil de absorber, pero no imposible.

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Líderes globales se buscan. En toda crisis subyace una posibilidad, y de ésta podemos percibir que el “acostumbrado líder” se ha bajado del barco para subirse a otro demasiado peligroso y anacrónico. La conducción y construcción de objetivos globales exige que surjan “nuevos capitanes” a fin de encaramarse en adalides “limpios” o “sustentables” de la comunidad internacional. China y los europeos se estarán probando el traje a fin de candidatearse.

Resulta una prueba de fuego para la comunidad internacional toda. Insistir en la cooperación y el espíritu de cohesión y conciencia sobre la cuestión del cambio climático como una apuesta hacia el futuro. Podría resultar un signo de madurez notable que toda la diplomacia mundial mantenga el acuerdo e impulse un planeta “prescindente” de los Estados Unidos, más allá, que claro, no se podrá evitar la influencia del capital norteamericano en varios proyectos anti-sustentabilidad. Pero el cetro está vacante.

Este brete internacional ya en el 2011, en una reunión del G-20 en Nueva York, fue anticipado por el economista N. Roubini que calificó al foro como el “G-Cero” y decía “Estamos viviendo en un mundo en el que ningún solo país o bloque de países cuentan con el peso político y económico – o la voluntad- para impulsar una agenda internacional. El resultado de todo ello será la intensificación de conflictos a escala internacional derivados de cuestiones vitales como la coordinación macroeconómica, la regulación de las finanzas, la política comercial y el cambio climático”.[1]

El repudio internacional a la decisión del desaliñado presidente Trump, será una insignificancia al lado del castigo que la historia tiene previsto asignarle, pues su postura atenta efectivamente contra los más débiles y vulnerables, así como contra las generaciones futuras.

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[1] ROUBINI, Nouriel citado en BERGGRUEN N. y GARDELS, N. “Gobernanza inteligente para el siglo XXI”. Ed. Taurus. 1° ed. Buenos Aires. 2013. Pág. 224.

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