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El dolor es colectivo cuando las imágenes de las crisis migratorias y alimentarias en este continente terminan ocupando lugar en noticias rutilantes. Sin embargo, parece tan natural el vaciamiento africano que nadie se cuestiona la actualidad de esta región.

Actualmente, África tiene 54 países, cada uno con sus particularidades étnicas, religiosas, sociales y culturales, aunque, en gran medida con un factor en común: pobreza. Justamente, según el Índice de Pobreza Multidimensional, el top ten de los países más afectados económicamente está en el continente africano, se trata de Níger, República Centroafricana, Chad, Sudán del Sur, Burundi, Mali, Eritrea, Burkina Faso, Sierra Leona, Mozambique y República Democrática del Congo. Salvo algún caso particular, como el de Sudáfrica, esta parte del mundo tiene la penosa condición de crisis total. 

Exceptuando las causas geográficas o que dan cuenta de situaciones que, sin decisión política, pueden ser incontrolables por el ser humano, el resto se resignifica en la historia. En principio, la expansión ultramarina llevó a cabo un shock de dominio de naciones europeas sobre las africanas. Ya a finales del siglo XIX, el viejo continente se dividió África tal y como si fuese una torta de cumpleaños, mediante la Conferencia de Berlín entre 1884 y 1885. 

Esa partición tuvo como ejes dominantes a Gran Bretaña y Francia, principalmente. Ya en el siglo XX, hay tres grandes conceptos históricos que hacen de África un verdadero desmán: panafricanismo (construcción de un entramado político que tenga la cuestión continental como primaria), panislamismo (construcción de una mancomunidad de naciones que adopten al Islam como su religión oficial y mayoritaria) y el panarabismo (intento de unión que responda a los lazos culturales, lingüísticos y de herencia en común con el mundo árabe). El problema de estas tres tendencias es que África tiene países árabes, musulmanes y, obviamente, africanos. Algunos comparten todas estas características, otros solo dos y los que solamente son africanos por definición. Este fue el gran problema de la descolonización. 

Pero pese a todo esto, hay un verdadero culpable al cual no se le puede escapar y que tiene incidencia casi en cualquier etapa de la historia: Occidente. Sea en el rol de Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, la piedra angular del poder occidental siempre fue el principal causante del daño en África. En la modernidad, la extracción de metales preciosos y la esclavitud, hoy en día recursos como el coltán son los que mantienen tantas bases militares en el continente africano. 

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El hecho de que el Tío Sam haya pisoteado sin desdén el crecimiento exponencial de diversas naciones africanas, solamente propició a un empobrecimiento generalizado de toda la zona, situación que trasciende cualquier barrera geográfica. Ya sea aplicando medidas económicas restrictivas en cuanto a la producción, como imponiendo regímenes políticos autoritarios que defiendan los intereses de Washington en África, sacando del mapa cualquier intento de rebelión que pueda poner en tensión a las ganancias de los peces gordos occidentales. Y cuando un líder se posicionó, le hicieron la vida imposible hasta pregonar intentos de desestabilización e inclusive asesinatos a sangre fría como el de Gadafi en Libia en 2011. 

No es un tema menor el de las dictaduras y regímenes satélites que propicia Estados Unidos en esas zonas del mundo, terminando con toda intentona guerrillera y básicamente financiando a líderes déspotas que sólo acrecientan más la brecha de extrema pobreza que se extiende de manera endémica en un continente al que le sobran recursos, que, siendo bien administrados, serían de gran utilidad para el crecimiento y desarrollo económico. 

Por otra parte, y hablando de potencias, Rusia y China también tienen su cuota de participación. De hecho, cada apoyo de Putin a una facción política en África, es motivo de más de un dolor de cabeza en la Casa Blanca, y si hablamos de China, el gigante rojo también utiliza un modus operandi similar al de Estados Unidos, aunque con la cuota de inmensas inversiones económicas en los frentes extractivos, principalmente del tan valioso coltán.

Este mineral es tan importante que es el recurso principal en la creación de smartphones, así que básicamente, cada vez que compartas un meme, lo haces mediante un dispositivo que funciona a fuerza de la sangre del trabajo casi esclavo en África, impuesto por los mega – poderosos del mundo. 

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Las consecuencias de este vaciamiento son evidentes: los africanos, sean del país que sean, huyen hacia Europa y Asia. Son contingentes humanos que cruzan grandes extensiones marítimas y territoriales, arriesgando su vida para que sus pequeños hijos tengan un mejor porvenir económico. Asimismo, los que se quedan padecen las impericias de la clase política y del imperialismo galopante. La falta de estructuras es algo normal, aunque aún peor es la nula inversión en recursos para obtener agua potable, por ejemplo. Esto produce una pésima alimentación, y lo que es peor aún, la propagación de enfermedades que terminan siendo letales. Hasta aquí, hay crisis migratorias, crisis alimentarias y crisis sanitarias, pero hay un agregado aún más siniestro. 

Las guerrillas y movimientos armados (religiosos o políticos) siembran el terror en diversos países. Lastimosamente, Somalia se transformó en un país en donde los “piratas” y los “yihadistas” conviven entre delincuencia y atentados. Los que terminan pagando siempre son los inocentes. Ni hablar de genocidios brutales como el de Ruanda en 1994. Tan cruel como esto es la actual práctica de la ablación del clítoris en niñas que se extiende en lugares como Gambia, Mauritania y Djibouti, entre otros. Esta horrenda  práctica tiene un fuerte condimento cultural y religioso. 

En síntesis, ¿Quién o quiénes son los grandes culpables? La respuesta es fácil: el poder occidental y los líderes corruptos aspiracionistas. Esta sensación de entreguismo africano es tan grave que solo aumenta la desigualdad. Aunque en este mundo multipolar naciente, podrían tener un mejor pasar. Putin deslizó que el futuro del mundo está en África. Solo resta esperar para analizar entrelineas como se da esa recomposición de una región del mundo, históricamente bastardeada por Estados Unidos y Occidente.

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