Luigi Mangione, el “Bombita Darín” de Estados Unidos

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Diciembre tuvo como titular en los diarios, canales de noticias y sobre todo en redes sociales, un asesinato que conmocionó al mundo entero. Un joven de 26 años asestó una serie de disparos sobre la humanidad del CEO de la compañía de salud más importante de Estados Unidos, Brian Thompson. Lejos de ser una muerte más o un tiroteo de los que abundan en el país del norte, el asesinato tiene una trama que toca de cerca las inequidades del sistema de salud y su accesibilidad. 

Mangione, el “mártir” del 2024 

Tras este hecho, las redes sociales explotaron en comentarios o memes que, lejos de causar indignación, fueron fuente de innumerables apoyos hacia Luigi Mangione, aún cuando no se sabía de su existencia. Tras ser capturado por la policía, su rostro y su vida fueron transformados en un mito de orden público. 

Una gran incógnita se presenta al ver que este hecho tuvo un efecto completamente contrario al que podría haber causado, entendiendo que casi nadie se pone a vanagloriar a un asesino y menos en un tiroteo en Estados Unidos. Sin embargo, la clave para entender este fenómeno pasa por analizar la figura de la víctima, en primer lugar. 

Brian Thompson era el CEO de UnitedHealthcare, la aseguradora de salud privada más importante de Estados Unidos. Tiene cerca 49 millones de afiliados en el país y, más allá del servicio que brindan, hay un sinfín de cuestionamientos de índole social y hasta filosóficos. 

Transformar a la medicina en un negocio es una de las tantas polémicas que se deslinda de este hecho. Ante este escenario, la figura de Thompson emerge como el líder del grupo que decidió, con amparo del sistema, mercantilizar la salud de los estadounidenses. La ecuación del que tiene dinero tiene salud y el que no, no la obtiene, es un tema recurrente en las críticas al sistema estadounidense, y que, además, cuenta con un punto de contacto con la realidad. En paralelo, United Healthcare atiende a 1 de cada 5 adultos mayores en Estados Unidos.

Parece ser un buen indicador que una empresa funcione bien y sea efectiva, sin embargo cuando de salud se habla, todo cambia. De ahí viene la reacción genuina de los estadounidenses. 

Una muerte (nunca celebrada) que se toma como el punto de partida para expresar un hartazgo generalizado contra el sistema. En este caso, el hito principal es el sistema de salud, desigual e inaccesible para quien no tiene cómo pagar un plan integral, individual o familiar. El hartazgo pasa por el rezago de una gran parte de la sociedad en pos de aquellos que pueden pagar el mejor servicio sanitario de Estados Unidos. No hay problema con quien pueda pagar eso, el problema es el abismo que genera el propio sistema por el cuál millones de estadounidenses son coartados de una atención sanitaria mínimamente digna. 

No es culpa del que trabajó a destajo en gran parte de su vida para tener la mejor cobertura de salud para su familia, sino del propio entramado político, social y económico que deja a la deriva a un sector enorme de la sociedad. 

Con todos esos condimentos, el refugio para estas personas, en cuanto libertad de expresión se habla, son las redes sociales y allí, justamente, es donde entronizaron a la figura de Luigi Mangione. Un joven licenciado en ciencias de la computación que asesinó a balazos al CEO de la compañía más grande de salud privada de Estados Unidos y que, sin querer, materializó de la manera más trágica, el descontento popular con un sistema sanitario absolutamente desigual. 

El sistema de salud estadounidense 

Gozar de bienestar físico, mental y espiritual es uno de los pilares de la vida humana, de eso no quedan dudas, el problema es cuando la propia salud se transforma en un negocio. 

Estados Unidos cuenta con una combinación de salud pública y privada, siendo la primera muy disminuida en cuanto a su calidad y brindada por el mismo Estado, por ejemplo con Medicare para mayores de 65 años y Medicaid para familias de escasos recursos. 

La realidad es que, el sistema sanitario de Estados Unidos, tiene un complejo entramado de laberintos en instituciones y programas donde lo privado prima por sobre el resto. Quien tiene dinero goza de buena salud o al menos buenos tratamientos, el resto, está a la deriva. 

Si vamos a los números, la cuestión parece ser más fácil aún de entender. Una consulta médica puede valer hasta 200 dólares, una radiografía hasta 1000 dólares, el uso de una ambulancia hasta 1200 dólares, una tomografía hasta 5 mil dólares, una noche internado hasta 10 mil dólares y un paso por la sala de emergencias puede tener el elevado costo de hasta 20 mil dólares

Es, literalmente, el servicio de salud más caro del mundo, y con estas cifras siderales, es más simple entender el descontento con el sistema sanitario, de manera generalizada. 

Ante semejante situación, el asesinato del CEO de United Healthcare en manos de Luigi Mangione fue la martirización mediática de una persona que, sea la razón por la que obró, se terminó transformando en un hito de lucha. Los procesos de cambios son inevitables, y una vez que están en marcha, todo se genera como un efecto dominó, en mayor o menor tiempo. El caso de Mangione provoca cierto estupor en las autoridades, ya que podría replicar otros atentados o acciones que tengan como destinatario final a quienes manejan el sistema de salud. 

El hartazgo contra un sistema desigual llegó al límite de vanagloriar a un asesino. Literalmente, bienvenidos a Estados Unidos. 

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Siria, el nuevo estallido religioso

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Hace algunas semanas, Siria ha estado en todas las noticias destacadas del mundo. Mucho tenía que ver con el imperante avance de los rebeldes yihadistas armados que terminaron gestando un golpe de Estado que acabó con el gobierno de Bashar Al Assad, y con él, el fin de una dinastía que gobernó por 53 años. 

La nueva Siria 

El avance de un frente yihadista armado en el país terminó arribando al poder en el medio de la escapada del presidente Al Assad a Rusia. Con mucho jolgorio se recibieron estas noticias en las calles de Damasco y las principales ciudades sirias. El eco ha sido tan grande en el mundo que muchos medios y personalidades recibieron esta noticia como una revolución de carácter libertadora o emancipadora. Nada más lejos de la realidad. No se malinterprete, el régimen de Bashar al Assad ha sido una catástrofe. Miles de sirios que escaparon por ser perseguidos, reprimidos y hasta con cárceles clandestinas. Un hermetismo prácticamente absoluto que logró, junto a la mano de hierro impartida, ser la receta para que Bashar al Assad se haya consolidado tanto tiempo en el poder. Sin embargo, esto no es suficiente: con mirar quiénes fueron los golpistas, da una pauta del futuro cercano para Siria. 

El HTS (Hay’at Tahrir al – Sham) es una organización de carácter terrorista que opera desde 2017. Siempre tuvo las intenciones de instaurar un régimen teocrático musulmán y hoy están más cerca que nunca. Esta organización encabezó el derrocamiento de Bashar al Assad. Además se suma una figura trascendental para conocer más a fondo las ideas de este grupo. Abu Mohammad al Joulani es su nombre, quien tras la destitución de al Assad se pasea entre vítores por las mezquitas más conocidas de Siria. Lo cierto es que este hombre es un ex comandante de Al Qaeda y también tuvo participación en ISIS. Se trata de una persona que tenía pedido de captura con recompensa por sus incontables operativos que buscaron socavar el régimen baazista en Siria. 

Otro indicio que da cuenta de un nuevo orden arribado a Damasco es la bandera que presentó el régimen en transición. Se abandonó la conocida bandera siria con bandas horizontales rojas, blancas y negras y dos estrellas en el centro. La insignia fue reemplazada por la vieja bandera siria usada tras la independencia en década de los 40’s con los colores rojo, verde, blanco y negro, los cuales representaban a las cuatro grandes dinastías de la historia árabe: los abasí, los fatimí, los omeya y los hachemita

A esta bandera tradicional pero con un fuerte arraigo en la oposición a Bashar al Assad en los últimos años, se le suma otra insignia que es preocupante. Una bandera blanca con inscripciones negras fue vista en el despacho de las nuevas autoridades, quienes de manera pública la exhibieron sin ningún tapujo. Se trata de la Shahada, una bandera que muestra el juramento de fe musulmán transcripto

Curiosamente, es una bandera similar a la que se usa en Afganistán, lo cual podría sugerir que los pasos a seguir es de una transformación política y religiosa de índoles radical hacia el islam como parte de las decisiones del Estado. Esto también abre la puerta a una posible instauración de la ley de la Sharia, en el marco de la consolidación de un Estado musulmán. La ley nombrada previamente es un conjunto de reglamentos morales y éticos no escritos que tienen lugar en los países musulmanes, con distintas interpretaciones, desde las más moderadas hasta las más extremas como la del régimen Talibán en Afganistán. Un ejemplo de la ley de la sharia es la coartación de los derechos de las mujeres y la implantación del uso legal del hiyab

Teniendo en cuenta estas cuestiones,  Siria no parece tener un futuro muy prometedor. Sobre todo porque la destitución de al Assad se dio por haber mantenido a un régimen autoritario que perseguía a las disidencias, si se instala un régimen político musulmán en Siria, lo más probable es que las disidencias no puedan tener expresión y sean reprimidas. Sobre todo los cristianos. 

La importancia de Siria  

Como en todo conflicto geopolítico, hay ganadores y perdedores. Quienes no se han visto beneficiados sino golpeados por la caída del gobierno de Bashar al Assad son Irán y Rusia. En el caso de Teherán, es el más afectado, ya que utilizaba a Siria como su centro de operaciones logísticas estratégicas para mantener el financiamiento a Hezbolá en Líbano. Si bien, el gobierno baazista de Siria no era musulmán, si mantenía una fuerte alianza con el Régimen Teocrático de Irán. Lo cierto es que los ayatollah se quedaron sin su intercomunicador y Hezbolá está cada vez más diezmado. Madura el knock out para la organización libanesa. 

El otro perdedor es Rusia, aunque en menor medida que Irán. Moscú se quedó sin puertos estratégicos y sin un aliado diplomático como al Assad. Inclusive fue Rusia quien le dio asilo político a él y a su familia. Sin embargo, esta caída relámpago de un régimen que era protegido por Putin podría ser el indicador de un cambio de estrategia global para Rusia. Ante las expectativas de la asunción de Trump en Estados Unidos y el posible fin de la guerra en Ucrania, el afán expansionista ruso podría estar apuntado a un crecimiento de influencia en Europa, dejando a Medio Oriente de lado.

Los ganadores son dos: Israel y Turquía. El país de Netanyahu tiene una clara misión y es la de expandirse hacia el resto de la zona de los Altos del Golán, y de allí en adelante para ocupar más espacio. Además de considerar a la Siria de Bashar al Assad como un aliado de Irán, que es el enemigo público número 1 para Israel. 

El otro gran ganador es Turquía. El país de Erdogan ve con buenos ojos el avance hacia el norte de Siria y el hecho de poder acorralar a los kurdos, una nación que se transformó en el peor enemigo para el presidente turco, sobre todo la rama armada del PKK. El otro tema, y no menos importante, es que debido a la influencia de Turquía, el futuro armado gubernamental podría ser un experimento de lo que siempre quiso hacer Erdogan en su país y no pudo. La islamización de Siria es un hecho y allí está el gran deseo del líder turco, utilizando esto quizás como un laboratorio para posibles reformas a futuro en Turquía. Además es una victoria geopolítica por el control de los oleoductos y gasoductos que pasan por Siria

Más allá de esta lectura, hay peores perdedores y, sin lugar a dudas, son los pobres ciudadanos sirios, quienes salieron de un gobierno tirano para pasar a ser un terreno en disputa de los vecinos con una cúpula de rebeldes que podrían llevar adelante la creación de un estado islámico. Una paradoja poco feliz la de derrocar a un dictador para aceptar otro tipo de dictadura

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El desastre coreano

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Generalmente, en el ámbito noticioso, hay una de las dos Corea que suele ocupar los titulares. Corea del Norte, de la mano de Kim Jong-un, su régimen autoritario con fuertes tintes de culto a la personalidad, siendo uno de los pocos experimentos comunistas que aún queda en el mundo y sumando la peligrosidad bélica y sobre todo nuclear, siempre están en boca de todos, pero esta vez, el hermano “bueno”, el del sur, fue quien dio la nota.

7 horas de locura de Seúl

Una jornada que vaticinó un hecho fatídico, en términos políticos, azotó a la parte sur del paralelo 38. El presidente surcoreano tomó una decisión absolutamente drástica: la declaración de la ley marcial.

Yoon Suk-yeol es el nombre del mandatario, quien en una jugada inesperada y de manera unilateral, tomó la decisión de intentar suprimir a todas las instituciones del estado y las que tienen actuación en la esfera pública. La ley marcial es básicamente prohibir toda forma de expresión política y social. Esto, por lo general, es algo impartido en países en guerra o con conflictos civiles severos, pero el contexto surcoreano no ameritaba la situación a la cual fueron sometidos.

Esta situación decantó en la salida del ejército a la calle con violentos enfrentamientos contra los ciudadanos, quienes decidieron salir a la calle a dar la cara en este embrollo y además, a exigir respuestas al estado. Los uniformados llevaron adelante varios hechos de represión con imágenes que recorrieron el mundo mientras nadie entendía muy bien lo que pasaba. Como si fuera una novela de un mundo distópico, los helicópteros del ejército comenzaron a sobrevolar y patrullar los cielos de Seúl.

La respuesta del marco político fue la de sesionar en el parlamento, de manera extraordinaria y a contrarreloj, para oficializar la inconstitucionalidad y el rechazo directo a la ley marcial. Tras este hecho, el presidente decidió dar marcha atrás con la polémica decisión en un desenfreno político que duró tan solo 7 horas.

El origen del desmán

Yoon Suk-yeol argumentó su decisión como si estuviera en los años de la Guerra Fría. Su motivo es el avance y la influencia del comunismo en Corea del Sur, promovido, teóricamente, por la influencia de su hermano del norte. Razón esta, por la cual la ley marcial significaba la herramienta que el presidente de Corea del Sur necesitaba para llevar adelante su combate ante el fantasma rojo.

Difícil es pensar que el comunismo sea una amenaza real para Corea del Sur a esta altura de la historia. Indudablemente, en la década de los 50’s si era un problema real. Hoy, con el reordenamiento geopolítico, el comunismo no es un problema que pueda afectar a nivel institucional a dicho país, sino más bien una mera excusa para hacerse del poder.

Uno de los temas principales es el trasfondo de la ley marcial fallida. No fue el comunismo, sino la obsesión con aferrarse a lo más profundo del poder. Yoon Suk-yeol tomó una excusa tan vieja como la propia rivalidad con el norte para intentar apropiarse de todos los estamentos del Estado y vapulear a la oposición política. El presidente vio amenazada su conducción en los últimos tiempos, con una oposición fortalecida a través del trabajo legislativo.

Hasta dónde puede llegar la ambición de un líder por aglomerar el poder que logró ser la instauración en primera persona de una ley que buscaba, nada más y nada menos, que socavar los cimientos de la incipiente democracia liberal de Corea del Sur. Un paso en falso que le puede costar una era a dicho país.

La debacle inevitable

El día después de semejante evento, inasequiblemente, queda marcado por la dificultad de mantener el orden institucional establecido, en un país donde justamente, es el orden por lo cual se lo reconoce a nivel internacional.

Para Yoon Sin-yeol, esto es la crónica de una muerte anunciada. El fin de su gobierno es cuestión de tiempo, y lo que es aún peor, es que esto puede acarrear a un evidente final a la estructura democrática en Corea del Sur, lo cual puede ser muy grave si provoca un efecto dominó, o, si de alguna manera, es motivo de intromisión comunista por parte de su vecino del norte.

Hay una realidad que es innegable, y la cual tiene que ver con el declive de su gabinete y hasta una salida del poder que puede decantarse a través de una moción de censura o destitución que pueda padecer la peor de las condenas: la pena de muerte.

El complejo entramado de la realidad surcoreana contempla una situación que puede ser execrable. La democracia liberal que tanto frutos dio en Asia, tras ser el refugio de un modelo económico que es vanagloriado en otras partes del globo, puede entrar en duda tras la crisis surcoreana.

La realidad es que la expansión de los hechos en ese país pueden tener concatenación en otras regiones, pero más allá de eso, es clave entender que esta situación marcó una ruptura en las formas de comprender la política en Corea del Sur pero también en la región en sí. Ese modelo tan amado globalmente, tiene flagelos sociales que derivan en una dureza política que se puede llevar por delante a la democracia desde el vamos. Si Yoon Suk-yeol es destituido del cargo, la furia no va a parar. Hay una mecha que arrancó por lo político y se puede extender a lo socio – económico. Corea del Sur es un programa que pasa por muchos problemas en ese sentido y en el cual, hasta producciones audiovisuales mostraron los flagelos padecidos por los menos pudientes. La peligrosidad es para un modelo político pero significa una oportunidad para elevar los reclamos dolosos de un sector de Surcorea que padece las problemáticas sociales estructurales que padece el sistema. Lejos de premoniciones un tanto absurdas acerca de un futuro geopolítico incierto, hay una pregunta que se erige por el resto y que es, inevitablemente, la gran generación de incertidumbre de aquí en adelante: ¿se abre la posibilidad de un cambio sistémico en Corea del Sur a partir de la presión popular? Solo el tiempo será quien determine eso, sin embargo, la mecha ya está encendida.

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Ucrania dividida y Putin triunfador

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Es un hecho que el ascenso de Trump al poder iba a acelerar los tiempos en cuanto al final de la aletargada guerra en Ucrania. Todo parece indicar que a Zelenski no le queda otra salida que aceptar la partición de Ucrania y la posterior anexión de dichos territorios al suelo ruso. Si se congratula esta situación, va a quedar marcado a fuego ese momento como el día en que occidente se rindió ante Putin.

El plan ruso para la paz 

Zelenski, tras más de dos años y medio de una cruenta guerra entre Ucrania y Rusia, sugirió la posibilidad de ceder territorios a Putin para evitar la fase caliente de la guerra. En pocas palabras, Zelenski sabe que el poderío bélico ruso es algo imparable a esta altura, y quizás haciendo mea culpa de las malas decisiones que tomó en el último tiempo, entiende que lo más sano para el mundo es frenar a tiempo a la furia rusa. Esos territorios serían los que se encuentran en disputa, el famoso Donbás. Dicho sea de paso, hace dos años hubo referéndum en cuatro provincias para ser parte de Rusia o seguir en Ucrania. En todos los territorios, el triunfo fue de más del 90% a favor de ser rusos. No hay que perder de vista la distorsión en cuanto a los resultados que evidentemente pueden tener.

Sea como sea, Putin aclaró hace tiempo que su plan de paz incluye el hecho de hacerse de los territorios que están en zona de disputa. Entre ellos, Jerson, Zaporiyia, Lugansk y Donetsk, podrían pasar a manos rusas, sumada a la península de Crimea ocupada desde 2014. El alto al fuego podría ser una realidad si está partición es efectiva. Sin embargo, sobrevuela el fantasma de una partición más grande aún de Ucrania. La zona central, que incluye a Kiev, por ejemplo, podría ser el nuevo escenario de territorios con puja prorrusa, y el oeste ucraniano entrar en categoría de territorios en disputa, donde también podrían entrar en la discusión las pretensiones de Rumania, Hungría y Polonia. Esto último se desprende de datos que maneja el servicio de inteligencia ucraniano.

Además de los territorios, Rusia exigiría un plan para que Ucrania (o lo que quede de ella) no ingrese a la OTAN en al menos 20 años, sumado a la tutela de Estados Unidos en suelo ucraniano para evitar que la conflictividad vuelva a recrudecer en el territorio. A eso se le anexa la idea de que podría constituirse una franja desmilitarizada que divida los nuevos territorios rusos (ex Ucrania) con la nueva frontera ucraniana. Dicha franja estaría protegida por una coalición internacional de defensa, la cual va a incluir a varios países.

El plan ucraniano para la paz

Zelenski estaría dispuesto a ceder territorio a Rusia pero sólo de manera temporal en su ideario de alto al fuego. Lo que busca con esto el mandatario ucraniano es que esto sea sólo de manera temporal y que por la vía diplomática luego proceda a recuperar esos territorios perdidos en manos de Rusia, algo que es evidentemente irreal que pueda suceder. A esa situación se le suma el hecho de poder negociar al menos una leve tutela de la OTAN para que su seguridad nacional esté garantizada. Este otro punto parece bastante irrealizable, sobre todo cuando se analiza la postura rusa por la cual arrancó esta guerra y los conflictos con Ucrania en el siglo XXI. Putin siempre tajante al nombrar que el ingreso ucraniano a la OTAN significaría una frontera directa con la gran alianza militar, lo que simbolizaría una mayor posibilidad de un conflicto directo, además de ser tomado como una provocación para el Kremlin, por parte de Kiev.

Estos dos apartados del teórico parte del plan de Zelenski, además de ser irrealizables, son contrafácticos en cuanto a una visión geopolítica y si se tienen en cuenta los intereses de por medio. Para Rusia, es importante ocupar el Donbás no solo por la riqueza de su tierra o los procesos industrializadores, sino por el usufructo y la monopolización del Mar Negro, vital para el comercio marítimo ruso, en donde podría entrar en conflicto con Turquía, salvo que esta situación se dé bajo el gobierno de Erdogan y de Putin, ya que los acuerdos entre mandatarios podrían ser más factibles, siempre y cuando la guerra civil en Siria no pase a mayores y enfrente a ambos ejércitos de manera directa en territorio exógeno.

La mano de Trump

Lo fundamental para entender esto es el rol del entrante presidente de Estados Unidos. Desde el vamos fue un flagrante crítico de Biden por el mal manejo de las relaciones con Rusia y por la explosión de la guerra en Ucrania.

Trump, además de ser cercano a Putin en cuanto a diplomacia, es un sabio entendedor del nuevo entretejido geopolítico mundial. La multipolaridad es un hecho y para Trump está claro que la coexistencia de varias potencias y diversas regiones es una realidad que es imposible taparla con una guerra. Razón por la cual, su aparición como máximo mandatario puede significar el fin de la guerra en Ucrania, aunque a Zelenski le cueste con todo el peso de la ley. Para Trump, gobernar o mantener la hegemonía no es negociable si hay otras potencias en guerra que tensionan el mapa global.

Sin embargo, no todo es color de rosas para EEUU. El fin de la guerra en Ucrania y un triunfo público de Putin significaría una derrota absoluta para occidente, al menos para el progresismo de estas latitudes que apoyaron a ultranza a la animosidad belicista de Zelenski, quien decidió enfrentar en el campo de batalla al zar del siglo XXI.

El mundo está asistiendo a una mutación del orden internacional, en donde la globalización como una fase más del capitalismo abandona su forma para darle paso a la multipolaridad geopolítica y al capitalismo digital en lo económico. Todo ese giro va a acelerarse cuando el fin de la guerra en Ucrania sea un hecho que esté a los ojos del mundo, por lo pronto, parece tener los días contados. ¿Los grandes rehenes de todo esto? El pueblo ucraniano.

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Europa: guerra, desastre y alerta nuclear

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Las reglas del juego cambiaron. La famosa guerra en Ucrania pasó a un estadio tedioso, el cual nadie desearía vivir y que es la antesala de un cataclismo mundial. Hoy en día, estamos a dos minutos de la medianoche, entendiendo que la amenaza de un ataque nuclear está más vigente que nunca.

El as bajo la manga de Putin

Estados Unidos, bajo el manto de su presidente saliente, Joe Biden, dio el visto bueno de manera oficial para que Ucrania ejecute ataques aéreos con misiles desde su país hacia el territorio ruso, algo que no había sucedido previamente y que, indudablemente, genera controversia y un nuevo capítulo de esta conflagración. No solamente estuvo la aprobación, sino que el país dirigido por Zelenski atacó territorio ruso en una zona estratégica en términos bélicos, con misiles británicos, los famosos Storm Shadows.

Este escenario provocó que Putin saque a relucir su carga más valiosa. Como si fuera el truco, al mandatario ruso le cantaron “retruco”, sin pensar en que en su mano tiene al 1 de espadas: las armas nucleares.

Hay una realidad que es inobjetable, y es que Rusia es una potencia de carácter nuclear. Cuenta con una reserva de ojivas que son capaces de causar episodios de destruccion masiva. Gran parte de ello se lo debe al potencial industrializador puesto en lo bélico de tantos años de la Unión Soviética. Esa herencia, hoy le vale a la Rusia de Putin, el posicionamiento como uno de los países más fuertes del mundo.

No solamente Putin cuenta con el arma necesaria, sino que también cambió de estrategia. Esto se desprende a partir del cambio de protocolo para la utilización de este tipo de armas. Lo más destacable de esto es que ahora, Rusia puede defenderse con armas nucleares de cualquier ataque que viole o ponga en peligro su soberanía, sin que este sea irrestrictamente nuclear. El otro tópico que cambió y genera controversia es que, a partir de ahora, el mismísimo Putin es el único y último que decide cuándo se procederá a lanzar un ataque nuclear, sin tener que pasar por un proceso parlamentario de por medio.

Más allá de todos los tecnicismos que propone el nuevo panorama bélico en el este de Europa, la gran incógnita pasa por la decisión de Putin o el posible futuro de la guerra. El morbo sobre una potencial Tercera Guerra Mundial está latente y ciertamente, hoy hay condiciones para hablar de una escalada de tensiones con características mundiales, a diferencia de lo que se planteaba previamente con un contexto más de conflicto regional. Pese a eso, la posibilidad de ataques de Rusia con armas nucleares en lo inmediato sería algo apresurado e innecesario. Esto parte de la misiva de que juega con el tiempo a su favor, y mucho tiene que ver con el innegable ascenso de Trump al poder en Estados Unidos y su férrea posición para acabar con este conflicto.

Además de tener el reloj a su favor, si Rusia lanza una bomba nuclear en territorio ucraniano, o cualquier tipo de arma que se valga de lo nuclear, estamos hablando del inicio de una guerra mundial y de un enfrentamiento en donde la OTAN podrá responder con vital rudeza. No tiene que ver con qué Ucrania sea parte de la OTAN, de hecho no lo es y posiblemente no lo sea en el futuro, sino que tiene que ver con la peligrosidad de utilizar armas de destrucción masiva. La última vez que se lanazaron bombas atómicas, la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin y parte de esa herida en Hiroshima y Nagasaki aún no cierra.

Putin sabe que un lanzamiento de armamento nuclear sobre Ucrania desencadenará en un conflicto directo con las potencias que se dividen el poderío global. La duda pasa por si Rusia es capaz de soportar esto. Tal vez sus fuerzas puedan, junto a sus aliados, pero la realidad es que no le conviene. Putin está a las puertas de cerrar un conflicto con una eventual victoria sobre Ucrania, sin utilizar el 1 de espada que tiene en su mano, malgastarlo en la segunda mano, podría ser el determinante para perder el partido, y no sólo Rusia, sino arrastrar a todo el mundo a un decadente cataclismo de orden nuclear y bélico.

Estados Unidos, ¿ángel o demonio?

Impresionante es la movida que está realizando Joe Biden y que es el inexorable desencadenante de todo este lío internacional. El presidente saliente de EEUU, a quien tanto se le achacó por su condición cognitiva y sus evidentes fallos en público, hizo una jugada magistral para él y su partido pero que puede provocar un desastre sin parangón alguno.

Fue Biden quien oficializó ahora, en noviembre de 2024, el lanzamiento de misiles con armas occidentales desde Ucrania hacia Rusia. ¿Por qué ahora? ¿Por qué Biden no prestó semejante ayuda cuando el avance ruso era cada vez más evidente o cuando estaban en un punto crítico de la guerra? La respuesta es simple, Biden no hace esto por Ucrania, lo hace para la política estadounidense.

Casi como utilizando un elemento argentino de la política, Biden busca dejarle la cancha bien embarrada a Trump en su asunción a la Casa Blanca. Le deja una Ucrania envalentonada lanzando misiles a Rusia y un Putin con la sangre en el ojo. Es un desafío enorme el que tendrá Trump para subsanar esto, así que en tiempo récord, si es que no sucede alguna eventualidad desastrosa previo a su segundo arribo al poder en EEUU.

Una interpretación válida es que Biden le está dando una “devolución de gentileza” a Trump. Dado los acontecimientos ocurridos en enero del 2021 con el asalto al Capitolio por parte de los seguidores del republicano. Ese hecho bochornoso para la política internacional le valió un comienzo agitado para el gobierno de Biden, y con esta jugada de misiles en Ucrania, evidentemente se la está cobrando.

Si seguimos esta lógica, la cuestión es evidente. A Biden no le interesa Ucrania ni los ucranianos, sino que busca sacar provecho de esta situación. De hecho, sabe que es una derrota enorme para todo occidente, entendiendo que un país con los bloqueos y sanciones económicas como Rusia pudo mantener una guerra que puede llegar a su fin pronto. Putin tiene el reloj a su favor por la intención de Trump de acabar esto, por esa razón no está apresurado y también al entender que esta es una situación de pura pelea en la rosca política estadounidense. ¿Los rehenes de los caprichos de los mandatarios estadounidenses? Los ucranianos. ¿Los que pueden ligar de arriba? El resto del mundo, si hacen que Vladimir Putin presione el botón que nos lleve a un cataclismo nuclear de índole global.

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