Bernardo Neumann: “Me gusta compartir mis saberes, no quisiera terminar siendo un cadáver culto”

Bernardo Neumann: “Me gusta compartir mis saberes, no quisiera terminar siendo un cadáver culto”

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En el corazón de Los Aguacates, Villa Sarita, se erige una casa pintoresca con grandes ventanales en su fachada y un colorido mural pintado a mano por el propietario de la vivienda. Falta una hora para el mediodía y de esta reconocible residencia sale un siempre sonriente Bernardo Neumann, quien con sus casi 70 años pareciera mantener la picardía de un niño alegre.

Bernardo, o Berni como le dicen los más allegados, posee una humildad genuina, a pesar de contar con una carrera artística de casi 50 años, con más de 2.500 cuadros vendidos y reconocimiento en países como Francia, Italia, Rumania y otros tantos, por nombrar algunos. Originario de Colonia San Alberto, confiesa no haber tenido casi juventud, debido al trabajo que le costó mantener sus estudios y su carrera, pero reitera en más de una oportunidad que es un bendecido de la vida, por todo lo que le tocó vivir y recorrer.

Antes siquiera de encender el grabador y realizar alguna pregunta, Bernardo empieza a reflexionar en voz alta, sobre el presente del sector donde se desenvuelve. Docente jubilado, todavía se dedica al arte por su cuenta y eventualmente realiza talleres en diferentes lugares, sin embargo se hace cargo de una bandera que merecidamente puede portar y hablar por él y por sus colegas. “Necesitamos un poco más de reconocimiento, porque el arte está pasando por una situación muy crítica”, asegura de manera grave, “creo que estamos llegando un momento en cada uno de nosotros se va a transformar nuevamente en esos alquimistas de la Edad Media que fabrican sus propios colores”, sentenció.

Explica que, a pesar de que hay una Ley Provincial, la 2708 sobre la creación del Régimen de Reconocimiento al Mérito Artístico, esta nunca se instrumentó y sería un buen incentivo para apoyar a artistas que cuentan con una trayectoria respetable. “Lo que yo quiero plantear, con este tema, es que me parece que si hay alguna trayectoria detrás de la persona es porque trabajó toda su vida, ¿No?”.

“Hago mías las palabras que, creo, que dijo en su momento Andy Warhol y es que nosotros, los artistas, producimos cosas que la gente no necesita y es por eso que yo siempre celebro cuando me compran un cuadro, porque quiere decir que, de alguna manera, todavía hay gente que es sensible, independientemente de la cuestión económica que nos pega a todos por igual”, cierra la reflexión.

Desde Colonia San Alberto a Francia

De familia alemana, Bernardo Neumann nació y creció en Colonia San Alberto, entre Capioví y Puerto Rico. Desde pequeño aprendió la crudeza de la vida rural de los años 60´ cuando debía levantarse a las 5:00 de la mañana a llamar a la vaca para el ordeñe, luego prepararse y caminar kilómetros hasta llegar a la escuela. Y fue en esa escuela, gracias a su docente Eduardo Cisneros y su esposa Matilde Gutiérrez, que empezó a dar sus primeros pasos artísticos.

Berni lo relata como si lo hubiese vivido la semana anterior y no hace 60 años. Recuerda que en un acto escolar por el 25 de Mayo, quedó maravillado por toda la escenografía, los carteles, el telón, todo iluminado por las lámparas Petromax a kerosene, que debían llevar los vecinos. “No te imaginás lo que fue, las lámparas todas orientadas hacia el escenario, las bambalinas, fue algo mágico y automáticamente le pregunté al docente como se hacía todo eso y él, Eduardo, me dijo que en la clase me iba a enseñar”.

Eduardo le explicó los primeros rudimentos del dibujo, como construir una flor, un árbol, un bote usando el número ocho, cosas elementales, muy básicas que sentaron las bases de una exitosa carrera artística. “Cuando me empezó a enseñar, Eduardo me dijo que debía dibujar y pintar todos los días lo que tenía alrededor”, recordó y con eso resumió el origen de la esencia de sus dibujos, que es la selva misionera.

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Junto a la escuela y con una pasión por los dibujos, Bernardo tuvo que trabajar. Volvía de la escuela, se cambiaba e iba derecho a trabajar. Estuvo en la chacra, trabajó como peón de albañil y realizó múltiples tareas que lo forjaron como una persona que reivindica cada vez que puede la cultura del trabajo y del esfuerzo que hay que hacer para lograr los objetivos que se plantee cada uno.

Ya en la secundaria le costaba, o mejor dicho le aburría, el sistema de enseñanza de dibujo de la escuela, buscaba algo diferente a lo que le ofrecía la academia, por lo que no le quedó más remedio que encarar a la docente y explicarle que a él no le servía esa clase y que prefería dibujar otras cosas. “Entonces llegamos a un acuerdo con la profesora que en su hora yo iba a salir al patio a dibujar, pero al final de cada clase debía llevarle un dibujo para que lo evaluara”, recordó.

Fue en esa época donde inicio con las “primeras ventas de sus obras”, como recuerda entre risas. “Cuando llegaba la época de entregar trabajos, mis compañeros me pedían que yo los haga por ellos y me pagaban por eso, entonces tenía en casa, además de mis trabajos, una pila de carpetas para hacer”, rememora entre risas.

Ya a principios de los años 70´ decide emigrar, como muchos jóvenes de la provincia, a Posadas a continuar con sus estudios. “Alquilábamos una casa entre 14, compartía una habitación muy chiquita con otros, no era sencillo, hoy hay más posibilidades, hay albergues, hay becas de comedor, por eso creo que es fundamental apoyar a la educación pública que brinda tantas oportunidades”, reflexionó Berni.

Al trasladarse a Posadas, también tuvo que arremangarse y trabajar, en lo que podía, mientras que empezaba a formarse. Bernardo recuerda el nombre de cada persona que le dio una mano cuando más lo necesito y siempre aprovechó las oportunidades que tuvo, como cuando el ex gobernador y entonces presidente de la Cámara de Representantes se comprometió a conseguirle un trabajo, para costear sus estudios o cuando docentes de su carrera, al enterarse que casi deja sus estudios por la imposibilidad de conseguir los materiales que necesitaba para hacer unos trabajos, abrieron una cuenta en una librería para acceda a los mismos.

El esfuerzo lo premió y en el año 1972 tuvo su primera exposición individual en el Instituto Montoya, donde actualmente se encuentra la librería y contó con la entonces rectora de la institución. “Para mí era todo un honor, vinieron los medios a hacer a hacer notas, estaban las autoridades, fue muy lindo”.

Luego vendría su primera incursión en el exterior, cuando fue invitado a exponer en un poblado de Francia llamada Pointe-à-Pitre, un pueblo medieval ubicado en la región de Guadalupe. Al año siguiente ya volvió para presentar otra muestra en Rennes, capital de Bretaña en el noroeste del país. “En su momento hasta tuve una oferta para irme a vivir allá, pero andaba con muchos proyectos acá, estaba pagando mi casa, pero viendo para atrás tal vez la mejor decisión hubiese sido aceptar la propuesta”, señala.

No obstante, eso no le impidió hacer una amplia y rica trayectoria, en el que visitó el viejo continente más de 16 veces, donde estuvo también por Italia, Rumania y Alemania. Fue invitado como jurado evaluador de muestras, dejó obras por Brasil, Perú, Paraguay y enseñó en Chile, pero nunca dejó su esencia misionera y de trabajar para los suyos, donde realizó talleres, muestras, pintó murales tanto públicos, como privados, decoró una escalinata en la costanera para que, con la lluvia, genere la ilusión de convertirse en un típico salto, como los hay en toda la provincia.

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Un legado

Es conocedor de su trayectoria y el reconocimiento popular al que escapa llamarlo “fama”, pero no se obnubila en esos palmarés, ya que nunca fueron parte de sus objetivos o al menos no se lo imaginaba en aquellas frías madrugadas en Colonia San Alberto. Sabe que tanto su carrera, como reconocimiento es fruto de su trabajo y de las personas que lo ayudaron a cumplir los objetivos que se propuso y de los cuales no se olvida, por lo que siempre está a disposición de la comunidad con la alegría que lo caracteriza.

“Soy muy tímido y me cuesta vincularme, mi único vicio es la bicicleta y raramente me verán en un café o tomándome una cervecita, entonces lo que me queda es trabajar. Me levanto de madrugada, subo a mi taller inicio algo y no paro hasta que bajo a hacer alguna otra cosa, luego vuelvo a seguir pintando y así estoy todos los días”, explica y reitera que, aunque suene una muletilla, la única opción que encuentra válida para progresar y es un poco lo que busca transmitir a los más jóvenes es la de siempre trabajar y esforzarse.

En eso también deja implícito el legado que espera dejar, ya que no se considera una persona materialista, todo lo contrario, considera que su mayor valor está en los conocimientos y la experiencia vivida y es lo que desea transmitir. “No me interesa ser un cadáver culto, quiero dejar algo que sea más allá de una pintura o esas cosas que nos trascienden, aunque sé que, cuando no esté, habrá varios que se disputen mis pinturas”, aseveró.

Es por esto que adelantó que está  en sus planes realizar una gran muestra, para celebrar sus 70 años, para vender todas sus obras y quitarlas de su taller. “Yo me despegué de muchas cosas materiales, cosas de mi familia, de mi padre y mi abuelo, pero no las regalé, las vendí por monedas o por lo que fuera, para que signifique un mínimo esfuerzo para quienes lo reciban, porque así se valoran más las cosas”, explicó.

Fuerte reivindicador del trabajo, el esfuerzo y la libertad, que se considera el hombre que más errores ha cometido en su vida, pero que siempre se mantuvo en pie y buscó crecer. Bernardo Federico Neumann es más que una persona detrás de 2.500 obras, murales y artes urbanos, es una persona que buscó trascendencia más allá de su arte, a través de los valores que, entiende, son los que necesita la sociedad para crecer.

Al finalizar la charla, comenta que realizará una muestra el próximo 4 de mayo, en el museo Juan Yaparí, donde llevará alrededor de 30 trabajos de distintas medidas, características como para llenar de colores el museo. “El objetivo es que cada persona que vaya, se sienta creativa, que la última pincelada de cada cuadro lo dé el espectador, por eso no voy a ponerles títulos que condicionen la subjetividad de cada uno, que digan me parece esto, aquello o no me parece nada”, cierra entre risas.

Culminada la entrevista expone los cuadros que están colgados en su taller, el lienzo sobre el atril en pleno proceso creativo y lanza una última reflexión. “Tantas cosas me han pasado en la vida que no me queda nada más que agradecer al cielo y disfrutar del momento que está pasando, así vivo y disfruto mis días, en un espacio con una luz espectacular, la parte soñada de cada artista, de tener un espacio así”, finaliza señalando su taller ubicado en el primer piso de su casa.

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