Carolina Okulovich y la resiliencia en el mundo del té

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Resiliencia, define Carolina Okulovich. Y la palabra sirve para describir la capacidad de adaptación de la industria del té –o de la industria en general– para funcionar en la Argentina. Una industria que pasó de padecer tipos de cambio paralelos a sufrir un dólar planchado y costos que se dispararon sin control. A eso se suma la world trade war made in Trump, que agrega incertidumbre, con aranceles que pasaron de cero a diez por ciento y de nuevo a una pausa de 90 días que serán muy largos. Paciencia y adaptación. 

Sin embargo, toda crisis es al mismo tiempo una oportunidad. Y para el té misionero puede ser una enorme, revela Carolina: uno de los competidores principales del té misionero es China, que en la pulseada con Trump, tiene aranceles de importación del 145 por ciento. 

El año pasado Argentina envió té al país del norte por 57,9 millones de dólares, mientras que China colocó 55,5 millones. Habrá que esperar hasta octubre, en la feria de compradores de Estados Unidos, para ver cómo reaccionarán los importadores al nuevo escenario. El dólar libre anunciado el viernes por el ministro de Economía, Luis Caputo, es también un incentivo directo a la exportación, con un incremento del 20 por ciento en relación con la liquidación que regía hasta ahora. 

Ese combo de variables provoca una tensión diaria, que exige precisión quirúrgica. “La línea es fina. La ineficiencia hoy se nota mucho más. Entonces hay que ser muy, muy cauteloso. Redoblar esfuerzos, estar más atentos, estar pendientes en todas las áreas”, remarca Carolina en una visita a las oficinas de Economis.

Y no es metáfora. Los costos suben, los ingresos no acompañan, las exportaciones dependen de variables que no se manejan en las propias empresas. “El jornal siguió subiendo hasta emparejarse. Hoy para nosotros es un monto mensual muy importante. Las cargas tributarias también generan un costo financiero altísimo. Terminás de pagar sueldos y a los 10 días te llega el 931, que es un 50% más. La energía, el combustible, los fletes… Nosotros tenemos mil kilómetros hasta el puerto para sacar nuestros contenedores. Todo subió, menos el tipo de cambio. Y prender la industria del té hoy es carísimo. Tenemos muchos motores, mucho gasto energético. Todo esto con el mercado mundial en tensión”.

Don Basilio es uno de los principales exportadores de té argentino a Estados Unidos, donde el consumo de té frío es masivo, sobre todo en los estados del sur. Pero la noticia de un arancel del 10% que comenzó a aplicar ese país cayó como balde de agua fría.

“Es una suba importante. No debería afectarnos, porque es un impuesto a la importación que asume el comprador. Pero sabemos que no funciona así. Nosotros no somos formadores de precio. Dependemos del mercado exterior porque el consumo interno es muy bajo”.

Mientras tanto, la competencia global no afloja. “China está más complicado, Vietnam también, Kenia está como nosotros, pero ha plantado mucho más. Vi unas estadísticas: en 2014 Argentina estaba en el puesto ocho como productor mundial. En 2023, bajamos al puesto once. Y no sé si no vamos a seguir bajando”.

En este contexto, la industria tiene apenas cinco o seis meses de zafra por año. “Invertimos toda la vida en esta estructura. Pero trabajar la mitad del año no alcanza. Dependemos del financiamiento bancario. Mientras elaboramos, no estamos vendiendo. Pagamos sueldos, energía, hoja verde… y después guardamos el producto hasta que el cliente lo pide. Es tiempo muerto”.

Aunque tienen líneas con tasas subsidiadas, no siempre son accesibles. “Muchas veces se orientan a cooperativas más chicas. Nosotros siempre reinvertimos. Pero cada crédito se evalúa con incertidumbre. Las tasas varían todo el tiempo. Ser empresario en Argentina es casi un milagro”.

Detrás de esa expresión, hay una verdad: “Tenemos más de 300 personas trabajando con nosotros. Es una enorme responsabilidad”.

El dilema del pequeño productor

Carolina no esquiva el tema: el sistema no cierra para los pequeños. “Un productor con 7 u 8 hectáreas no puede venderle a la industria y sobrevivir. Nosotros necesitamos ser competitivos globalmente. Con los costos de mano de obra, energía, logística que tenemos, con este tipo de cambio, no cierra”.

“Antes la industria había dejado de participar en Coproté porque el ambiente era difícil. Hoy estamos más presentes, hay más voces. Pero estas cosas hay que decirlas con claridad”, explica. 

Por eso impulsa una alternativa: el té gourmet. “Yo soy una motivadora de eso. Que quien tiene su chacra pequeña piense en elaborar su propio té, en cosechar a mano, dar valor agregado. Pero para eso, hay que estar encima. Muchos tienen pocas hectáreas y dejan todo tercerizado. Así no cierra”.

La escena productiva cambió. “Antes la unidad era una chacra de 25 hectáreas, dividida en cuatro: un cuarto de té, un cuarto de yerba, uno de pino como ahorro y el otro para la casa con animales. Hoy casi no existe eso”.

¿Y qué propone cuando escucha que no da para más? 

“A veces dicen ‘plantá otra cosa’, y no me parece tan descabellado. Si no conseguimos más mercado, tenemos que ser realistas. Brasil, por ejemplo, era un gran productor. Hoy no exporta más”.

El té, explica, es una industria 100% tecnificada. “No hubiese habido otra manera de sobrevivir. Desde que tengo uso de razón, siempre invertimos en tecnificación. Competimos con China, India, África… países con costos muchísimo más bajos. Por eso digo: la industria del té argentino es resiliente. Sobrevive todo el tiempo”.

“A veces escuchás críticas: que la industria especula, que tiene galpones… Pero nadie ve que mientras elaboramos, no vendemos. Pagamos todo. Después vendemos. Es al revés de lo que muchos creen”, argumenta. 

Pasión familiar y marcas propias

La historia de Don Basilio no se entiende sin la familia. “Mi bisabuelo vino como inmigrante, lo mandaron al monte a plantar té. Decía: ‘Vamos a plantar porque parece que en el mundo se consume’. Era monte. Hoy veo nuestra yerba y nuestro té en góndola y me emociono”.

Su padre sigue trabajando todos los días. “Y eso nos empuja. Yo trabajé muchos años sola con él. Después se sumaron mi hermano, mi hermana. Le metimos aire fresco a la empresa. A las 7:30 nos chocamos todos en la oficina. Amamos lo que hacemos”.

Hoy dieron un paso más: pasaron de ser elaboradores a tener marca en góndola. “Es otro negocio. Somos compradores de papel, de pegamento… cambia todo. Pero la empresa crece. La familia crece. Teníamos que hacerlo”.

¿Y cuál es el objetivo con las marcas propias? ¿Estar, ganar mercados?

Ganar mercado, pelear el mercado. Nos está costando Posadas. Pero no Misiones, lo que pasa es que hay muchas marcas. Pero estar en góndolas ya es un orgullo. 

Carolina también fue pionera en vincular la industria con el turismo. “Lanzamos la Ruta del Té hace 11 años. Hoy es una herramienta que acerca el producto a la gente, promueve el consumo y cambia la percepción del té argentino”.

Pero aún faltan cosas. “Hay que mejorar la señalética, la información. En Mendoza está muy bien trabajado. Acá vamos por buen camino, pero falta. Recién lanzamos la tercera Expo Té Argentina, y la semana pasada fue la Fiesta Nacional del Té. Todo suma”.

“Son eventos que potencian el consumo, que acercan la comunidad al producto. Pero Argentina y sobre todo Misiones somos grandes consumidores de mate y de café. Y somos grandes productores de té, pero poco consumidores, entonces el desafío lo tenemos que tener nosotros. Ese camino está siendo transitado. Hace once años cuando empezamos con la ruta del té había prácticamente cero y hoy y si yo miro para atrás digo: “Wow, creo que hubo un cambio.” Cuando al argentino le abren las puertas y le cuentan la historia, se la toman como propia, empiezan a defender el producto argentino con uñas y dientes. Nos pasó con el vino, nos pasa siempre con el cuero argentino, hay un montón de productos argentinos de los cuales nos sentimos orgullosos de que sean argentinos y eso tiene que pasar con el té. O pasar con la yerba también”. 

¿Qué falta para eso?

Es tiempo. Yo creo que el camino está correcto. Cambiar la cultura, educar, transmitir, es tiempo. Van 10 años, pero faltarán 10 más probablemente. A veces me preguntan por qué no empezamos antes. “Mi abuelo murió gastado y trataba de solventar. Mi padre sigue trabajando. Nuestra generación recién ahora tiene el tiempo para pensar en diversificar. Antes era sobrevivir”.

“Nosotros vivíamos en Campo Viera, teníamos cinco kilómetros de tierra, veinte de asfalto para llegar al colegio. Recuerdo a mi mamá pintando la casa y cocinando porque venía un comprador de té. Así nos criamos”.

Don Basilio es una empresa orgullosamente familiar, misionera. Poder estar con mi hermano, con mi hermana. Hay pasión familiar. Y mucha. Uno tiene mucha historia y por eso también es importante participar. Antes la industria había dejado de participar de Coproté, porque realmente el ambiente era difícil y hoy participamos y a veces a mí me dicen, ¿Para qué? Hay que estar”. 

Carolina es una de las empresarias más convocadas en foros de liderazgo femenino. Pero no milita desde un lugar de privilegio, sino de esfuerzo. “No levanto banderas. Me formé, me animé, me gané el lugar. Fui presidenta de la Cámara de Elaboradores de Té cuando no había muchas mujeres. Hoy veo hijas de colegas que trabajan y van para adelante. Y me encanta”.

Tiene referentes. “Paquita Lowe es una referente. Victoria Szychowski también. Y muchas más. No somos iguales hombres y mujeres, y eso está buenísimo. Yo soy madre, mi marido es padre, cada uno cumple su rol. Pero el lugar hay que ganárselo. Con respeto, sin ofenderse por cualquier cosa. Hay que estar”.

¿Qué le diría a quien quiere emprender hoy en el agro? 

Si tuviera la varita… (Ríe). “Que sepa que no es fácil. Que empieza a subir, cae, sube, cae…. Que hay que invertir, no solamente tiempo, estudiar, observar, mejorar. Ver dónde está la competencia, ver dónde puedo resaltar, en qué puedo ser mejor, dónde puedo marcar la diferencia. Que va a caerse y levantarse muchas veces. Pero que se puede”.

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